«No hay peor forma de contaminación que la pobreza»; con esta célebre frase, Indira Gandhi conmocionó al mundo en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, celebrada en Estocolmo, en 1972. La pobreza, la inequidad y la marginalidad, son problemas críticos que afectan nuestra región. No sólo se trata de carencia de […]
«No hay peor forma de contaminación que la pobreza»; con esta célebre frase, Indira Gandhi conmocionó al mundo en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, celebrada en Estocolmo, en 1972.
La pobreza, la inequidad y la marginalidad, son problemas críticos que afectan nuestra región. No sólo se trata de carencia de recursos básicos, sino de un asunto complejo que implica violaciones a los derechos humanos e irrespeto permanente a la dignidad humana, aumentando la cantidad de fenómenos y formas de discriminación.
Por otro lado, la carga de los problemas causados por factores ambientales en gran medida recae sobre la espalda de los pobres y extremadamente pobres, siendo éstos quienes sufren con mayor intensidad los desaforados e inmisericordes daños que se cometen contra la naturaleza; y es que la pobreza en sí misma es causa y efecto del deterioro ambiental tanto en el medio rural como en el urbano.
Al respecto, el Índice de Desarrollo Humano de Panamá, según el censo de 2000, refleja que la línea de pobreza oficial, alcanza el 40.5% de la población, de la cual el 26.5% se encuentra en condiciones de pobreza extrema, lo cual va en aumento.
La pobreza extrema es mayor en la provincia de Panamá, seguida por la pobreza indígena en las comarcas. El desafío más urgente para los gobiernos, agencias internacionales y organizaciones no gubernamentales debe ser eliminar la pobreza y mejorar la calidad de vida.
Sin embargo, en la práctica observamos un alto grado de desconexión en el debate conceptual y la experiencia práctica; por ejemplo, la tendencia es mantener programas sociales o comunales paliativos.
Esto obedece directamente a los defectos de la actual modalidad de desarrollo que ha implicado, por un lado, la utilización irracional de los recursos naturales, los cuales se consumen o agotan a un ritmo mayor que el de su capacidad de regeneración, y por otra parte, la subutilización de dichos recursos.
Los sectores dirigentes de la sociedad, no parecen haber captado en su justa dimensión la gravedad de esta crisis y que la visualización a largo plazo es fundamental para la toma de decisiones a corto plazo.
Es imposible hablar de desarrollo sustentable si no se comprende dentro del contexto humano, lo que significa para muchas familias vivir con una alimentación deficiente, sin un ingreso regular, sin agua potable, ocupando viviendas precarias construidas sobre terrenos ocupados de manera ilegal o contraviniendo normas explícitas de seguridad y calidad ambiental, sin cobertura social, con escaso o nulo acceso a servicios de salud y educación.
Los más «afortunados», que laboran en condiciones muy deficientes, sometidos a largas jornadas de trabajo, en fábricas inadecuadamente iluminadas y ventiladas, sin protección contra el ruido, el polvo, sustancias químicas tóxicas, expuestos a continuos accidentes y enfermedades, se constituyen, además, en víctimas de abuso ambiental.
Para medir la calidad de vida en una región, se utilizan los siguientes indicadores: pobreza, empleo y desocupación, ingreso, vivienda y el índice de necesidades básicas, definido como el conjunto de requerimientos psicofísicos y culturales mínimos para la vida y desarrollo de los seres humanos.
La consideración de la pobreza desde una perspectiva ambiental, sugiere la posibilidad de un interés global en el alivio a la pobreza, que implique un complejo conjunto de cuestiones sociales, económicas y ambientales que los tradicionales enfoques sectoriales no han resuelto.
Se requiere de un fuerte liderazgo por parte del gobierno y sus instituciones, de compromiso político y una amplia participación de los actores a todos los niveles, fomentando la Responsabilidad Social Empresarial.
Se debe conceder importancia esencial a la educación y reforzamiento de la autoestima de este sector vulnerable de la población, empoderándolos de los proyectos que representen esperanza a sus vidas, con enfoques integrados de gerencia social que reconozcan la interconexión entre los recursos y su aprovechamiento, y en los que la mitigación de la pobreza y la gestión ecosistémica desempeñen un papel fundamental.
La autora es abogada ambientalista
PANAMÁ