Gran parte de los resultados de ayer domingo eran esperados: la abstención alta, el fracaso del PP y PSOE, la subida de Esquerra Republicana y de Izquierda Unida, el mayor número de votos a fuerzas políticas minoritarias… e incluso la entrada en el Parlamento Europeo de Podemos. Pero muy pocos soñaban con que ésta […]
Gran parte de los resultados de ayer domingo eran esperados: la abstención alta, el fracaso del PP y PSOE, la subida de Esquerra Republicana y de Izquierda Unida, el mayor número de votos a fuerzas políticas minoritarias… e incluso la entrada en el Parlamento Europeo de Podemos. Pero muy pocos soñaban con que ésta fuerza se iba a constituir en la cuarta del Estado e incluso a ponerse por delante de Izquierda Unida en comunidades tan significativos como Asturias, Madrid y en muchas ciudades importantes.
Podemos es la gran triunfadora de las elecciones aunque ese triunfo, como señaló Pablo Iglesias al saber los resultados, no sea ni mucho menos el que se va buscando, que no es otro que acabar con una casta política y con unos recortes de derechos y libertades que están hundiendo a España en la miseria.
Ese horizonte es el que Podemos ha abierto de pronto ante millones de personas que quizá por primera vez en los últimos años han empezado a soñar que de verdad hay posibilidades de empezar a contabilizar victorias y no derrota tras derrota.
Podemos ha incorporado a la vida política española, con éxito, algo que ya empezó a desarrollarse en torno al 15M: la convocatoria a personas hecha por personas y no por aparatos más o menos contaminados por los lastres de una transición tan poco ejemplar como la que hubo en España. Su propuesta de primarias para elegir a sus candidatas y candidatos (que, por cierto, recibió sus mayores críticas desde Izquierda Unida y sorprendentemente de personas como Alberto Garzón que muchos creíamos alejado de ese tipo de tentaciones) significa ya un Rubicón que inevitablemente deberán traspasar quienes deseen defender proyectos creíbles y realmente alternativos de transformación social. Y su éxito electoral compensa con mucho las críticas que incluso algunos que apoyamos desde el inicio a Podemos le hicimos más adelante por la forma en que se desarrollaban las cosas en el seno de muchos de sus círculos, en donde no siempre domina precisamente el mismo discurso antisectario y más inteligente y atractivo que defiende Pablo Iglesias y otros de sus dirigentes.
Por todo eso, es Podemos quien representa ahora la mejor referencia y quien está en condiciones más creíbles para marcar el paso en los próximos meses y de cara a las movilizaciones y elecciones que quedan por delante.
Pero no lo tendrá fácil. Los poderes fácticos que dominan la política española no serán a partir de ahora tan generosos con sus líderes ni en los medios de comunicación y quienes todavía piensan que la historia se mueve a la orden de las vanguardias iluminadas no verán con buenos ojos que sea la gente desde abajo quien se organice e impulse la acción política, como pretende y ha conseguido Podemos.
Y también tendrá que afrontar los riesgos y dificultades de haberse «hecho mayor» en tan poco tiempo.
La verdad es que Podemos ha conseguido un magnífico resultado electoral sin apenas disponer de un programa bien articulado, sin haber pulido el discurso con el que podría avanzarse hacia la mayoría social y política a la que alude siempre Pablo Iglesias e incluso sin tener la unidad de miras interna que en estos proyectos es imprescindible. Y ahí creo que radican los retos a los que debe hacer frente enseguida.
El primero, el huir como de la peste de la tentación de sentirse una sigla más, aunque sea ya poderosa. La gente no quiere sopas de siglas, aunque sea necesario sin duda que el mayor número de ellas converja, sino, como he dicho, «gente convocando a gente». Lo que significa que hay que avanzar hacia la autoorganización con democracia de base y debate productivo. La política «desde arriba» y las coaliciones a base de diktats y repartos del pastel tienen el recorrido que tienen, y estas elecciones acaban de demostrarlo.
El segundo reto es elaborar un programa de propuestas para España riguroso y atractivo y que a mi modo de ver debería recoger dos grandes líneas. Por un lado, las medidas de recortes que el PP y el PSOE han tomado desde 2010 que hay que derogar cuanto antes. Y, por otro, las acciones en positivo (y no solo los deseos) que pueden sacar a España de la situación de degeneración moral, política y económica en la que se encuentra.
Y finalmente, Podemos no debería olvidar que si bien es necesario preparar las elecciones que van a convocarse en los próximos meses, concurrir a ellas y obtener buenos resultados no puede ser un fin en sí mismo porque la presencia en las instituciones resulta impotente y frustrante si no se dispone del contrapoder que proporciona la gente organizada desde abajo y la movilización constante para defender los derechos y denunciar en todo momento las injusticias.
Ojalá pueda Podamos y sea capaz de seguir ilusionando con éxito a mucha más gente, a la inmensa mayoría que, incluso con independencia de sus ideas, está harta de la corrupción, de la incompetencia, de la venalidad y de la servidumbre hacia los poderosos de quienes nos vienen gobernando.
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