Cuando el 17 de diciembre del pasado año el Presidente Barack Obama reconoció que el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto a Cuba por EEUU ha provocado el aislamiento de su gobierno era de esperar que uno de los resultados de tal postura fuera el debilitamiento del apoyo a la resolución que cada año Cuba […]
Cuando el 17 de diciembre del pasado año el Presidente Barack Obama reconoció que el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto a Cuba por EEUU ha provocado el aislamiento de su gobierno era de esperar que uno de los resultados de tal postura fuera el debilitamiento del apoyo a la resolución que cada año Cuba presenta ante la ONU condenando la política de cerco económico hacia la Isla. Incluso se llegó a pronosticar por algunos analistas que Cuba dejaría de presentar dicha resolución.
¿Cómo ha sido posible entonces que de 188 países que apoyaron en 2014 la resolución cubana de condena al bloqueo, la cifra ascienda hoy a 191, y con excepción de EEUU e Israel no haya quedado un solo miembro de Naciones Unidas sin condenar el cerco estadounidense a Cuba?
El mérito es de Obama y de quienes lo han acompañado en una política que, en vez de avanzar decididamente en el desmontaje de las regulaciones del bloqueo que le permite la ley con algunas excepciones que solo puede modificar el Congreso, ha preferido dictar en dos ocasiones (16 de enero y 18 de septiembre) medidas de mínimo alcance que como expresó el canciller cubano Bruno Rodríguez ante la ONU:
«aunque positivas, solo modifican de forma muy limitada algunos elementos de la aplicación del bloqueo»
Como señaló Bruno, en las condiciones actuales las muy publicitadas medidas se hacen impracticables sino son acompañadas por decisiones que no dependen del Congreso y que Obama puede adoptar, como permitir a Cuba exportar e importar libremente productos y servicios hacia o desde Estados Unidos; utilizar el dólar estadounidense en sus transacciones financieras internacionales y operar cuentas en esa moneda en bancos de terceros países; así como tener acceso a créditos y financiamientos de entidades privadas y de las instituciones financieras internacionales.
Hasta la proclamada intención de Washington de aumentar su influencia en Cuba a través de las telecomunicaciones y los viajes no turísticos de ciudadanos norteamericanos ha chocado con su propia política cuando, como argumentó el Ministro de Relaciones Exteriores cubano, desde EEUU se ha retenido el primer pago de la compañía Sprint para iniciar las llamadas telefónicas directas entre ambos países, y varias transferencias bancarias a la Isla por la operación de vuelos chárter también sufrieron retenciones.
Con un proceder que pareciera querer sumar votos a favor de la resolución cubana la semana pasada el gobierno estadounidense aplicó una multa de 1 116 millones de dólares al banco francés Credit Agricole por realizar transacciones financieras cubanas. Para colmo, un último esfuerzo del gobierno norteamericano quizás logró sumar el apoyo de algún indeciso cuando la intervención del representante estadounidense ante la ONU para explicar la solitaria postura de su gobierno, adoptó un tono de velada amenaza al expresar:
«Si Cuba cree que este ejercicio va a ayudar a que las cosas avancen en la dirección que los dos gobiernos han indicado que esperan, está equivocada»
El resultado está a la vista. Con su vocación mediática, los dirigentes estadounidenses tal vez pensaron que enviando altos funcionarios a La Habana que le digan a los cubanos lo que deben hacer, recibiendo en la Casa Blanca al Buena Vista Social Club y sonriendo junto a los dirigentes cubanos van a convencer al mundo de que están desmantelando el bloqueo cuando este no sólo actúa más intenso que nunca contra Cuba sino que mantiene intacta su extraterritorialidad que afecta hasta a los propios aliados de EEUU.
«No debemos confundir la realidad con los deseos ni las expresiones de buena voluntad. En asuntos como estos, solo puede juzgarse a partir de los hechos», dijo el canciller cubano. Este 27 de octubre en la ONU, los hechos una vez más se impusieron. La votación abrumadora ha demostrado que, lejos de debilitarse con las que Cuba calificó de muy limitadas medidas adoptadas por Washington desde el 17D hasta hoy, el aislamiento estadounidense en su política de bloqueo contra la Isla se ha fortalecido.