Al terminar las fiestas de los sanfermines que convocaban a buena parte de la oficialidad y los mandos militares de la ciudad se dio luz verde a una de las más grandes tragedias jamás conocidas: el golpe de estado contra el legítimo gobierno de la república española. El alzamiento, la cruzada o la sublevación tuvo […]
Al terminar las fiestas de los sanfermines que convocaban a buena parte de la oficialidad y los mandos militares de la ciudad se dio luz verde a una de las más grandes tragedias jamás conocidas: el golpe de estado contra el legítimo gobierno de la república española.
El alzamiento, la cruzada o la sublevación tuvo un especial protagonismo en Navarra. Y esto sucedió porque el gobierno de la república nombró al General Mola como gobernador militar de Pamplona -supuestamente para alejarlo del cuartel general de Madrid donde se le identificó como un potencial conspirador.
Este personaje nacido en Placetas (Cuba) e hijo de un capitán de la Guardia Civil era realmente el cerebro y planificador de la asonada. El golpe se había preparado con meses de antelación pues la derecha hablaba sin tapujos de tomar medidas contundentes para «salvar a España de la debacle». Los militares pro monárquicos, los falangistas o los militantes de la CEDA, los católicos tradicionalistas, los carlistas solían reunirse a conspirar en clubes, los casinos, los cafés y los hoteles. En cualquier ciudad o pueblo de España se repetía el mismo escenario donde los burgueses, aristócratas, curas y militares de alta graduación estaban decididos a tumbar al gobierno del Frente Popular recién salido de las urnas. La república encarnaba las fuerzas del mal, el mismísimo demonio, los herejes de la anti España que atentaban contra sus símbolos más sagrados, los comunistas ateos, los anarquistas que quemaban iglesias o fusilaban curas y monjas. Acusaban a los republicanos de promover la revolución bolchevique, poner en marcha la dictadura del proletariado, la reforma agraria, la colectivización, abolir la propiedad privada y decretar la laicidad. España estaba en peligro y había que salvarla del naufragio. Se necesitaba un redentor que recuperara el espíritu de ese glorioso pasado imperial que un día dio luz al mundo con el descubrimiento de América y las gestas de los conquistadores.
El Hotel la Perla, el Café Iruña y el Nuevo Casino ubicados en la plaza del Castillo de Pamplona eran los lugares donde se reunían los conspiradores. En los salones del Hotel la Perla despachaba el general Emilio Mola que había trabado amistad con los falangistas, carlistas, requetés, y monárquicos. José Moreno su propietario estaba afiliado a la Falange Española y era el jefe territorial de la misma.
Mola se confesaba un partidario dictadura militar bajo la tricolor republicana . Los Carlistas, por el contrario, exigían para sumarse al levantamiento la disolución de los partidos políticos, la defensa del catolicismo (humillado y herido) y el nombramiento de Sanjurjo como presidente. Las negociaciones eran muy tensas y en muchas ocasiones irreconciliables pero con el asesinato de Calvo Sotelo se llega a un acuerdo temporal con la promesa de resolver los puntos más álgidos una vez acabada la contienda.
Los seguidores del Frente Popular igualmente se daban cita en el hotel al Perla pues muchos solían allí alojarse o pasar largas horas de tertulia en el restaurante o en el cercano café Iruña. Ellos también se aprestaban a intervenir para contrarrestar las maquiavélicas intenciones de los golpistas. Este hotel era muy frecuentado por las fuerzas vivas de la ciudad de Pamplona ya sean de la derecha o de la izquierda. Recordemos que en el hotel la Perla se realizó el acto de fundacional de la Falange Española con la presencia de José Antonio Primo de Rivera y en otras ocasiones se alquilaban sus salones al PNV para celebrar el Aberri Eguna.
Ante el clima de crispación e incertidumbre el gobierno de la República envió al general Batet para intentar calmar los ánimos exaltados de los militares navarros. En el monasterio de Irache se reúne con Mola y mantienen un agrio encuentro en el que incluso llegaron a las manos puesto que su superior le exigía fidelidad a la república «yo lo que le aseguro es que no me lanzó a ninguna aventura»- le contesto Mola haciendo gala de su carácter cínico y perverso. El monasterio fue cercado por orden del alcalde nacionalista de Estella el señor Fortunato Aguirre que mandó guardias de asalto parta detener al conspirador. Pero el gobernador Civil lo desautorizó tras consultar con el presidente de gobierno Casares Quiroga.
El 19 de julio bien temprano llegan autobuses y camiones cargados con requetés procedentes de todos los rincones de Navarra. Son miles de jóvenes tocados con boinas rojas que forman disciplinados en la plaza del Castillo. El carlista Ignacio Baleztena ya tenía listos los fusiles polacos adquiridos de contrabando para repartirlos entre los alzados.
También se hacen presentes los falangistas aunque en menor proporción. Los miles de voluntarios estaban dispuestos a marchar al frente de batalla y entregar su vida por Dios y por España y por el rey. De inmediato se desplegaron en la plaza del Castillo las enseñas rojigualdas, así como las banderas falangistas y carlistas. Tampoco faltaban las cruces y los emblemas de Cristo Rey o las alusiones a San Fermín. Un grupo de «Margaritas» (colectivo femenino carlista) salieron en procesión junto a la turba emocionada gritando vivas a España presas de amor patrio. La casa de los Baleztena (situada también en la plaza del Castillo) se había convertido en providencial refugio para todos aquellos que deseaban unirse a la insurrección e igualmente en sala de prensa donde se entregaban los comunicados oficiales.
Aunque la asonada militar ya había comenzado el 18 de julio en Ceuta y Melilla el general Mola -Auténtico cerebro del golpe de Estado- esperó hasta la madrugada del 19 de julio para dar la orden de ataque a las huestes fascistas.
En la mañana del 19 de julio Franco impaciente llama por teléfono a Pamplona con la intención de hablar con el general Mola (el director) para informarle que por ahora solo se habían sublevado Melilla y Pamplona. Pero Mola no atendió la llamada pues estaba en la plaza del Castillo pasando revista a las tropas. Por fin cuando fue localizado tomó el teléfono en el vestíbulo del hotel la Perla y atónito escuchó a Franco decir que el golpe había fracasado recomendándole abortarlo pues el gobierno de la república había resistido el envite. Ante la actitud tan pesimista este le respondió: «Francisco, tu haz lo que quieras, pero en la plaza del Castillo hay miles de hombres listos para luchar y me están diciendo que por Dios y por España ¡adelante! Así que yo con ellos estoy, y esto ya es imparable» Ante una respuesta tan contundente el joven general Franco no tuvo más remedio que contestarle: «pues si tú estás dispuesto a seguir yo no voy a ser menos».
La táctica del general Mola no contemplaba ni una pizca de misericordia: «es necesario utilizar el terror eliminando sin escrúpulos y sin vacilación a los enemigos. Todo aquel que no piense como nosotros es un sospechoso de ser simpatizante de la República o de apoyar el FP y por lo tanto debe ser fusilado». «La represión ha de ser en extremo violenta para desmovilizar el enemigo que es fuerte y está bien organizado» «serán encarcelados todos los líderes de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos con el alzamiento» «Se aplicarán castigos ejemplares para prevenir los actos de rebeldía o las huelgas».
Los republicanos intentan reaccionar pero no lo consiguieron pues habían perdido la iniciativa desbordados por unas fuerzas muy superiores. El PNV contaba con muchos adeptos en Navarra pero ante la vertiginosa ascensión de los traidores argumentaron que su ideología católica y fiel a los fueros les obligaba a mantenerse neutrales. Más adelante muchos de sus afiliados se unirían a los requetés y al franquismo.
En Navarra la sanguinaria maquinaria de guerra se puso en marcha y no se hicieron esperar las detenciones, juicios sumarísimos, fusilamientos, las torturas, los tiros en la nuca y desapariciones forzadas.
En un gran mapa de España colocado en el vestíbulo del Hotel la Perla el general Mola comenzó a colocar las banderas triunfantes: una en Pamplona y otra en Melilla. Lo demás estaba bajo el dominio de la república. Pero él sabía que poco a poco irían cayendo las distintas guarniciones militares pues contaba con el apoyo de oficiales de alto rango que le habían jurado fidelidad.
Los Carlistas ya habían pagado a un piloto para que transportara al general Sanjurjo -originario de Pamplona- (el León del Rif) exiliado en Estoril. Él tenía según lo acordado que asumir el puesto de comandante del «movimiento nacional» por ser el general de más prestigio. Pero el día 20 de julio el avión que lo iba a conducir de Estoril hasta Burgos sufre un accidente y muere carbonizado. Ahora Mola y Franco se disputarían el liderato.
Los golpistas estaban confiados en que la república caería en un par de semanas pues creyeron que el pueblo no iba prestar resistencia pues carecían de armas y experiencia militar para afrontar tamaño desafío. Pero se equivocaron pues en defensa de la república se alistaron miles de milicianos y combatientes dispuestos a plantarle cara al fascismo.
Comenzó entonces una penosa guerra que se prolongaría durante tres años sembrando la muerte y destrucción por toda la geografía española en uno de los episodios más trágicos de la historia contemporánea.
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