El conseller d’Interior de la Generalitat de Catalunya, el dirigente de derecha extrema de Convergencia Democrática de Catalunya, Felip Puig, ha hablado de actuación impecable, de intervención discreta pero contundente de los Mossos, y ha anunciado que con él no se ha acabado el escándalo pero sí la impunidad para aquellos que piensan que ocupar […]
El conseller d’Interior de la Generalitat de Catalunya, el dirigente de derecha extrema de Convergencia Democrática de Catalunya, Felip Puig, ha hablado de actuación impecable, de intervención discreta pero contundente de los Mossos, y ha anunciado que con él no se ha acabado el escándalo pero sí la impunidad para aquellos que piensan que ocupar propiedades privadas y alterar el orden público forma parte del paisaje de Barcelona y Catalunya [1].
Menos mal, al fin lo hemos conseguido. Rebelarse cuenta y da frutos. De donde nace el peligro, como quería Hölderlin, ha nacido finalmente la salvación. El Palau de la Música, no es el único caso desde luego, es una propiedad privada que fue ocupada durante años por destacadas personalidades de «grandes familias barcelonesas», amigos íntimos de la organización política que hoy gobierna Catalunya, que alteraron de forma devastadora el orden público barcelonés y catalán. Hasta el sonrojo de algunos, pocos, miembros ilustrados de la gran burguesía catalana. No se conformaron con ello, nunca tienen límites: ocuparon, alteraron gravemente el orden ciudadano y siguieron apropiándose del paisaje urbano. Con la ayuda de CiU y de su amistad con el alcaldable Trias, y con el abyecto (e inconcrbible) apoyo del gobierno de «izquierdas» del consistorio barcelonés, prosiguieron sus hazañas expropiadoras con un hotel de lujo que querían construir al lado del Palau de la Música, el mismo lugar donde Jessy Norman dejó, hace años, la memoria de una actuación imposible. Un espacio, decía, para comunes, en un barrio sin apenas espacios públicos, no sólo ocupado sino reconvertido por sinvergüenzas codiciosos que consiguieron alterar, una vez más, el orden público barcelonés hasta el punto que, como si estuviéramos en Arizona o viendo la serie The wire, se amenazó de muerte a una dignísima concejala del consistorio de la ciudad de Francesc Layret [2]. El conseller Puig ha anunciado, así hemos querido entenderlo, no hay otra lectura consistente, el fin de la impunidad de «esas ocupaciones» y de esas alteraciones del orden ciudadano. Le tomamos la palabra, abonamos entusiasmados ese sendero.
No se ha podido referir, eso sí, sería llamar mal al bien, a lo sucedido durante el sábado tarde y en la noche del sábado al domingo. En el interior de un antiguo cine de la vía Laietana propiedad de la familia Balañá, se reunieron el pasado sábado unas 400 personas [3]. La mayoría de ellas no eran activistas del movimiento ocupa sin ninguna crítica implícita al movimiento desde luego. No alteraron el orden ciudadano en ningún momento; en absoluto. Ninguna queja ciudadana, ningún ciudadano amenazado de muerte o perjudicado en sus intereses, ni siquiera la poderosa familia Balaña que tenía el local abandonado. Los activistas anticapitalistas, los ciudadanos que son llamados «grupos antisistema» en tono descalificador por los medios de desinformación e inculcación ideológica de manera nada inocente, afirman hacer ocupado el local el domingo 18 de enero, una semana antes. Nada ha sido alterado durante estos días. Nada.
En la madrugada del domingo, fueron desalojados uno a uno, tras ser identificados. Se buscaron sus antecedentes policiales. Miembros del Comité de huelga que habían sido invitados a hablar, no pudieron salir de un edificio acordonado por la policía. Tampoco periodistas de Ara y Diagonal. Un miembro de la IAC que se ofreció para parlamentar con los Mossos recibió una significativa respuesta: la figura del mediador ya no existe: nueva administración, nuevas reglas. De lo que no se puede hablar, lo mejor es el desalojo y la imposición. Ningún Mosso, según parece, llevaba el número de identificación. Nueve ciudadanos fueron atendidos médicamente tras el desalojo.
Los activistas hablan de ocupación tramposa que bordea la ilegalidad. A eso, el conseller Puig, no le ha podido llamar final de la impunidad. Es todo lo contrario: abonar una senda iniciada hace ya muchos años que desgraciadamente no sufrió muchas alteraciones sustantivas durante la época Saura (por cierto, ¿dónde quedarán ahora las cámaras en las comisarías de los Mossos?).
Se anuncian malos tiempos para la lírica. Queda la épica de la resistencia. Van a por todas y tienen a los suyos en puestos de mando. Cenan en los mismos restaurantes, leen la misma prensa (La Vanguardia y Avui, of course) y, en ocasiones, siguiendo las tradiciones, van al Liceo a dejarse ver… y al camp del Barça, me olvidaba.
PS: Por cierto, TV3 está haciendo una encuesta sobre la ‘ocupación’ No es seguro que sea nada buena su intención de fondo y de superficie. ¿Por qué no se animan y dan su opinión? No vaya a ser que los convergentes y unionistas, y sus numerosos y acríticos amigos, busquen tener más excusas para actuar de forma poco legal, y menos ética, en futuras intervenciones policiales. La cosa no ha hecho sino empezar, la flecha ha sido lanzada y hay que librar batallas que no se han perdido aún. Aquí les dejo la página: http://www.3cat24.cat/
Notas:
[1] L. Del Pozo, «Puig avisa els okupes que s’ha acabat la impunitat», Público, 24 de enero de 2011, p. 3 (edició catalana).
[2] Afortunadamente, con ocasión del hotel Palau, una de las personas más activas para evitar otro triunfo de los ricos en su impía lucha contra los desfavorecidos (Warren Buffett dixit), Jordi Bonet, ha sido elegido presidente de la asociación de vecinos de Barcelona, la FAVB. Sus primeras declaraciones son claras y distintas a su vez: lucha y denuncia de la corrupción; presencia del movimiento vecinal en la defensa de las personas más golpeadas por la crisis; exigencia de que la campaña municipal de los próximos meses se aleje de la criminalización de los excluidos y del populismo manipulador. Hacer, práctica republicana crítica en la primera línea de fuego pacifico y democrático.
[3] Comunicación personal de Àngel Ferrero, 24 de enero de 2011
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