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[Crónicas sabatinas] ¡Recordando la República democrática de trabajadores de toda clase!

¡Por la III República española, contra las falsas repúblicas que nos dividen y distancian!

Fuentes: Rebelión

Para Federico García Lorca (1898-1936), el poeta republicano asesinado por el fascismo a los 38 años. In memoriam et ad honorem. Para Carlos Jiménez Villarejo, un jurista machadiano de la cabeza a los pies, de la mente al corazón. Para Mario Gaviria (1938-2018), del que tanto aprendimos. In memoriam et ad honorem.   Desde un […]

Para Federico García Lorca (1898-1936), el poeta republicano asesinado por el fascismo a los 38 años. In memoriam et ad honorem.

Para Carlos Jiménez Villarejo, un jurista machadiano de la cabeza a los pies, de la mente al corazón.

Para Mario Gaviria (1938-2018), del que tanto aprendimos. In memoriam et ad honorem.

 

Desde un punto de vista teórico, yo no soy marxista, no lo he sido nunca, es muy posible que no lo sea jamás. Mi pensamiento no ha seguido la ruta que desciende de Hegel a Carlos Marx. Tal vez porque soy demasiado romántico, por el influjo, acaso de una educación demasiado idealista, me falta simpatía por la ideal central del marxismo, me resisto a creer que el factor económico, cuya enorme importancia no desconozco, sea el más esencial de la vida humana y el gran motor de la historia. Veo, sin embargo, con entera claridad, que el socialismo, en cuanto supone una manera de convivencia humana basada en el trabajo, en la igualdad de los medios concedidos a todos para realizarlo, y en la abolición de los privilegios de clase, es una etapa inexcusable en el camino de la justicia; veo claramente que es ésa la gran experiencia humana de nuestros días, a la que todos de algún modo debemos contribuir.

Antonio Machado (1º de mayo de 1937)

 

Para nosotros, la cultura ni proviene de energía que se degrada al propagarse ni es caudal que se aminore al repartirse; su defensa, obra será de actividad generosa que lleva implícita las dos más hondas paradojas de la ética: solo se pierde lo que se guarda, sólo se gana lo que se da.

Antonio Machado (1937)

 

España, por fortuna, la España leal a la nuestra gloriosa República, cuantos combaten la invasión extranjera, sin miedo a lo abrumador de la fuerza bruta, habrán salvado, con el honor de la Europa occidental, la razón de nuestra continuidad en la Historia.

Antonio Machado (1939)

 

Porque la República solo puede llegar de las manos populares: tiende a olvidarse que la II República española representó, en la Europa que veía agitarse el monstruo fascista de otra racionalidad capitalista, una esperanza en la capacidad de resistencia de la honradez y la decencia democráticas; simbolizó la confianza, aunque fuera derrotada, en el valor de la resistencia a la barbarie, el aliento antifascista; pero también las certezas depositadas en un horizonte que quería restaurar la dimensión humana donde pudiese vivirse de otra forma.

Higinio Polo (2018)

 

Por último, y no menos sino más importante, que igual que a mucha gente le interesó destacar, a mucha más, parece haberle importado también con una constancia igual de admirable durante todo el tiempo de la historia humana, mantener la igualdad y el que ‘nadie sea más que nadie.

Víctor M. Fernández Martínez (2007)

Al poeta, a nuestro poeta, siempre ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar, le hubiera complacido la reflexión con la que Víctor M. Fernández Martínez cierra Prehistoria. El largo camino de la Humanidad [1]. También, por supuesto , las consideraciones republicano-democráticas de Higinio Polo . Las suyas, las palabras de l autor de Juan de Mairena , d el poeta que conversaba con el hombre que siempre iba con él, también siempre en nuestra memoria. En la de todos, en la de todas ( y aunque no se aproximara bien , e s e 1º de mayo de 1937, no es eso, no es eso, a la que llama, sin serlo, idea central de l marxis mo ) .

Una reflexión del profesor José Luis Martín Ramos, sobre una arista esencial de la política internacional que nos preocupa a todos en tiempos bélicos que pueden ser aún más bélicos:

Macron dice que tiene pruebas del ataque de Al Assad con armas químicas; Teresa May dice que también; Merkel no se arriesga tanto y dice que probablemente fue así. De Trump no hace falta hablar. Hasta el editorial de La Vanguardia ya cae en la tentación de hablar del «cada vez más evidente nuevo ataque con armas químicas», en el que el «nuevo» no es inocente y revalida anteriores ataques de los que también se dijo que habían pruebas… que nunca han sido mostradas de manera irrefutable. Ahora no lo son de ninguna manera. Toda la prueba son una curiosas imágenes con niños limpiados a manguerazos o con máscaras impuestas sobre la cara, que no demuestran absolutamente nada, y la información que procede de la organización «Cascos blancos», una ONG islamista financiada por los gobiernos de la OTAN. Repito que ni siquiera el Observatorio Sirio de DDHH de Londres -nada imparcial- se ha atrevido a convalidar. Y se afirma que ya hay pruebas cuando todavía no se ha hecho la encuesta sobre el terreno de la organización Internacional para la Prohibición de Armas Químicas, que ya ha llegado a Damasco y que la hará, sin que el gobierno sirio lo haya impedido.

Extraño, muy extraño. Claro que nuestras sospechas podrían ser fruto de esa inveterada costumbre de los rojos recalcitrantes de caer en la tentación de la teoría del complot (por cierto, ¿por qué Tomás Alcoverro no ha hablado en su artículo de La V de «El complot», convicto y en gran parte confeso, del trío de las Azores, fabricando «pruebas» y mostrándolas impúdicamente al mundo para justificar el mal que está en el origen del embrollo actual: la invasión y destrucción de Irak como estado unificado?). Podrían ser fruto de nuestros prejuicios… si no fuera porque en la misma LV, que editorializa con la ligereza que lo hace, su corresponsal de Estambul nos informa que ayer el Secretario de Defensa de Estados Unidos, Jim Mattis, «reconocía que no tenía pruebas, más allá de lo que había visto y leído en las redes sociales». ¿Increíble? Y Mattis no ha dimitido, ni ha sido obligado a dimitir por desmentir a Trump, Macron, May, Merkel.

Si Mattis no tiene pruebas y todo lo que sabe es por las redes sociales y esto no es un montaje que baje Dios y lo vea.

El tema de hoy, sin más preámbulos.

Nos lo enseñó Brecht a propósito de Galileo: «Se impone tanta verdad en la medida en que nosotros la impongamos; la victoria de la razón sólo puede ser la victoria de los que razonan». Razonemos, pues, digamos y luchemos por la verdad ( y tengamos muy en cuenta la advertencia de Martin Luther King: » Lo que dices puede ayudarte a conseguir una beca de una fundación, pero no te hará entrar en el Reino de la Verdad»), y recordemos también las sabias palabras de l cante del maestro Fosforito: «Ni toda el agua del río ni toda el agua del mar podrán apagar el fuego de un corazón encendido». Y el nuestro, nuestro corazón, es hoy, 14 de abril, un corazón encendido. No alimentaremos sin embargo ningún mito encubridor, ninguna falsedad histórica interesada , ni olvidaremos momentos oscuros, negros, criminales incluso, durante aquellos años llenos de esperanza y esperancismo pero también de reacción: la derecha no cesó de acechar desde el primer momento. Pero, eso sí, pensaremos (y sentiremos) lo que significó y significa para nosotros, para la historia de nuestro país (pensada y sentida desde abajo, desde los más desfavorecidos) aquella República democrática de trabajadores y trabajadoras de toda clase, que se organizaba en Régimen de libertad y justicia y renunciaba a la guerra como instrumento de política nacional . Aquella República que representó una verdadera y real esperanza de transformación, de cambio, de avance social, de equidad, de justicia, de solidaridad, de libertad real, para millones y millones de ciudadanos-trabajadores, de obreros y campesinos pobres (muy pobres) d e nuestro país. Aquella República que hizo huir a los Borbones. La misma que -¡por fin!- posibilitó que las mujeres pudieran ejercer su voto (adelantándonos de mucho a otras «naciones civilizadas»). Aquella República que permitió que niños y niñas de clases empobrecid a s , que apenas nunca antes habían podido ir a la escuela (Philipon de La Madeleine, una especie de Bravo Murillo del siglo XVIII: «No hay arma más peligrosa que el conocimiento en manos del pueblo al que hay que engañar para que no rompa sus cadenas»), poblaran sus aulas. Aquella República que logró extraer de mucha gente, y no solo de gente proletaria, su mejor yo-nosotros, su mejor ser y estar en comunidad libre, fraternal y equitativa. La misma República que dio pasos gigantescos en los avances autonómicos de las nacionalidades españolas y en la consideración de sus lenguas y que afirmaba en su Constitución que el Estado español carecía de religión oficial. La misma República de trabajadores que supo a qué atenerse en asuntos de reforma agraria (Miguel Hernández -¡Josefina, Josefina, Josefina!-: «Andaluces de Jaén, / aceituneros altivos,/ decidme en el alma, quién,/ quién levantó los olivos,/ andaluces de Jaen«), consciente de la temible y probable reacción de los terratenientes y de sus grupos de acción. Pensaremos también en el triunfo del Frente Popular, objeto hoy de revisión por parte de historiadores, criticados y refutados, entre otros, por el profesor José Luis Martín Ramos. Recordaremos los nombres de Manuel Azaña, de Juan Negrín, de Joan Comorera, de Buenaventura Durriti («A nosotros no nos dan miedo las ruinas, porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Ese mundo está creciendo en este instante»), de José Díaz, y de tantos otros. También los de Federica Montseny, de La Pasionaria, de Clara Campoamor, de María Teresa León, de María Zambrano («Lo que hoy he sido, y soy, es republicana» ), de Rosa Chacel . No olvidaremos tampoco los nombres de Salvador Seguí, Joan Salvat Papasseit («Vosaltres no sabeu que és guardar fusta al moll!»), Salvador Espriu, Mercè Rodoreda y Bartomeu Rosselló-Pòrcel. Recordemos con tristeza e indignidad la bajeza moral de los que se levantaron en armas contra la democracia republicana (León Felipe: «La verdad es que, cuando Franco, ese sapo iscariote y ladrón, con su gran escuadrón de cardenales y banqueros, se atrevió a decir que la guerra de España era una «cruzada religiosa» y que Dios estaba con ellos… al poeta le entraron unas ganas irrefrenables de blasfemar»). Recordaremos, con deseos de justicia pero no de venganza, sus incontables y casi inenarrables prácticas criminales (Víctor Pardo Lancina: «Hay historias que sobrepasan lo imaginable como la del alcalde de la localidad de Loporzano, Rafael Montori Ara, de 39 años, padre de cuatro hijas, encarcelado en Huesca desde el primer momento tras la sublevación. El 12 de agosto, cuando su hija Presentación, de 15 años, le llevó a la cárcel la fiambrera con la comida le devolvieron la cesta con la cabeza cortada de su padre. Presentación enloqueció, enfermó gravemente y murió muy joven. Esa cabeza fue expuesta en la plaza más céntrica de Huesca para escarmiento y amenaza de toda la población»). No habita nuestro olvido en el heroísmo -palabra ajustada- de millones y millones de ciudadanos-trabajadores resistentes, muchos de ellos antepasados nuestros, culpa bles, se les dijo, infundio sobre indignidad, de «rebelión militar» por defender la Constitución y legalidad republicanas, para ser luego condena dos a muerte, fusilados y arrojados al estiércol. Sentiremos de nuevo y haremos nuestro el «recuérdalo tú y recuérdalo a otros» del poeta sevillano de los placeres prohibidos. Volveremos a homenajear en nuestras almas a los brigadistas internacionales (¡y a las brigadistas!), a aquellos luchadores imprescindibles nunca olvidados. Pensaremos en su antifascismo, en su entrega, en su generosidad, en muchas de sus vidas arrebatadas por ladrones de vidas hace mil siglos («Gracias, Compañero, gracias/ Por el ejemplo. Gracias porque me dices/ Que el hombre es libre/ Nada importa que tan pocos lo sean: / Uno, uno tan sólo basta/ Como testigo irrefutable/De toda la nobleza humana»). Pensaremos en ellos y también en nuestros muertos, en nuestros desaparecidos, en nuestros torturados, en nuestros vejados, en nuestros asesinados, en las mujeres del pueblo que resistieron lo indecible, plantando cara en circunstancias que ni siquiera somos capaces de imaginar y sin que apenas nadie hable de ellas una vez muertas. Recordaremos los bombardeos de la aviación fascista italiana y los de la Legión Cóndor alemana. Pensaremos en la Operación Rügen, en Gernika, en Barcelona, en Madrid (Octavio Paz: «Madrid, 1937,/ en la Plaza del Ángel las mujeres/ cosían y cantaban con sus hijos,/ después sonó la alarma y hubo gritos,/ casas arrodilladas en el polvo,/ torres hendidas, frentes esculpidas/ y el huracán de los motores, fijo:/ los dos se desnudaron y se amaron/ por defender nuestra porción eterna…») y en tantas otras ciudades y pueblos. Pensaremos en las gentes de las que provenimos, en sus luchas, en sus trabajos, en el «pagaron con su vida la lucha por la dignidad». Somos ellos, nos han hecho. No lo olvidaremos. Recordemos los nombres de nuestros poetas, de los poetas de todos. Pensaremos en Antonio Machado, en León Felipe («Y he visto:/ que la cuna del hombre la mecen con cuentos,/ que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,/ que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,/ que los huesos del hombre los entierran con cuentos,/ y que el miedo del hombre…/ ha inventado todos los cuentos…» ), en el poeta asesinado («… porque queremos el pan nuestro de cada día, /flor de aliso y perenne ternura desgranada, /porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra/ que da sus frutos para todos») y en tantos otros… y otras que a veces no recordamos suficientemente. Tampoco habita nuestro olvido sobre las puñaladas por la espalda que algunos dieron a la II República. Recordaremos las cínicas políticas de las «democracias occidentales», la hipocresía antihumanista de la no intervención, y la decisiva solidaridad de los pueblos de la Unión Soviética y de México y de otros lugares y países del mundo. Recordaremos a Norman Bethune, a César Vallejo, la «España en el corazón» de Pablo Neruda («Chacales que el chacal rechazaría,/ p iedras que el cardo seco mordería escupiendo, /víboras que las víboras odiaran!/ Frente a vosotros he visto la sangre /de España levantarse/para ahogaros en una sola ola / de orgullo y de cuchillos!»). Pensaremos con emoción en el Winnipeg y en los amigos chilenos, Salvador Allende entre ellos («La historia es nuestra y la hacen los pueblos»), en los que fueron a recibir a nuestros refugiados republicanos. Pensaremos también en los exiliados (estos sí, de verdad) y en las duras condiciones de su exilio. Recordaremos Argelès-sur-Mer (Argelers) y yo pensaré en Eduard Rodríguez Farré (y también en Álvaro Iglesias Barriga, el abuelo paterno de mi esposa-compañera). También en los presos políticos (también estos de verdad), y en las gentes que se confiaron por no haber participado en actos violentos y fueron asesinados en tiempos de posguerra (que fueron propiamente de guerra), durante diez o quince años, en Barcelona, por ejemplo, en el Camp de la Bota, sin ningún miramiento, sin piedad, sin ninguna compasión (José Arnal, no Josep Arnau, por ejemplo). Recordaremos, admirados, a aquellos luchadores antifascistas que siguieron combatiendo el fascismo en Europa, que liberaron París, prisioneros algunos de ellos en campos de concentración y exterminio donde tantos y tantos perdieron sus vidas. Pensaremos en Montserrat Roig y en otras escritores que nos hicieron conscientes de ello. Recordaremos el Movimiento Democrático de Mujeres, como recordamos también a las Mujeres Libres. Rechazaremos infundios -que duelen en lo más hondo- como la falsa afirmación de una guerra española contra Cataluña. Recordaremos toda las personas, todos las compañeras y compañeros que lucharon, casi desde el primer momento, en una España llena de falangistas, tradicionalistas, militares fascistas y aguiluchos, en todos los que dedicaron tiempo, esfuerzo e incluso su vida con el objetivo de traer de nuevo una República federal de trabajadores a nuestro país. Una República para todos, una República que nos uniese en nuestras diversas diversidades. Recordaremos, conviene hacerlo para no equivocarnos, los días de la abdicación del Borbón corrupto y como aquí, en Barcelona, en la plaza de Cataluña y de los indignados, mientras unos hablábamos de la III República, otros (ERC y grupos de Revolta global) hablaban de República catalana, sin relación alguna con el sentimiento republicano que irrumpió en muchos lugares de España (a pesar de la dura represión borbónica sufrida). Un sentimiento, una tradición, que nada tiene que ver con falsas repúblicas de opereta que nos rompen por la mitad y aspiran a levantar muros entre nosotros y nuestros hermanos, mientras dicen, publicitan y cuentan que esas, las suyas, son finalidades democráticas y revolucionarias (Higinio Polo: «esa «república» teatral y falsaria que proclamaron lo único que ha hech o ha sido dañar a la reivindicación de la República, favorecer a la monarquía, poner dificultades a la imprescindible y necesaria III República española»). No en nuestro nombre, no en nombre de una tradición que ellos, los que ahora se dicen republicanos, apenas han cultivado mientras otros, que ellos nunca han considerado (ni incluso en actos conjuntos), hemos intentado llenar calles y plazas en este día, tan nuestro, recordando lo que es parte de nuestra historia común, de la historia de todos. También de ellos aunque quieren arrojarla a la cuneta de la historia cuando afirman, sin matices ni miramientos, que España -el estado español dicen en su lenguaje ofensivo- siempre ha sido un país de fachas, carcas y corruptos, no como su país, que quieren para ellos y en exclusiva, más culto, más moderno, más democrático, más justo, más de todo. Nos han contado todos los cuentos y no queremos más cuentos falsarios. No queremos ser piedras de ninguna iglesia ni de ningún palacio ni de ningún centro de poder. Solo guijarros humildes de carreteras. No padecemos verbo(logo)fobia ni gefidrofobia. No tenemos miedo a las palabras ni a transitar por los puentes de nuestros caminos, que queremos compartir, pero no estamos dispuestos a hablar de cualquier forma, insultando a veces, distinguiendo entre los que vivimos más acá del Ebro, dicen sin saber lo que dicen, de los que viven más allá, los que han llamado murcianos o xarnegos cuando ha venido a nuestra tierra a desempeñar, la mayor parte de las veces, los trabajos más duros, los más ingratos, los menos considerados, los peor remunerados. Los trabajos de los que nunca hablan. No están en su mundo.

No habitará el olvido en nosotros este 14 de abril (ni ningún otro), tan próximo a otro hermoso día republicano casi tan nuestro como aquel: ¡25 de abril sempre, 25 de abril sempre! Nunca, jamás. La España republicana siempre en el corazón. Y, sin abandonar la risa y las bromas que merecen ser compartidas (que no son todas, no las de Polònia, ese «programa estrella», puro nacionalismo vomitivo, de su secesionista TV3), vamos a ir en serio, muy en serio, como nos enseñaron tres filósofos republicanos, maestros de muchos, que fueron muy en serio, Manuel Sacristán, Paco Fernández Buey y Antoni Domènech. Nunca estuvieron, como nunca han estado nuestras tradiciones de emancipación social, por levantar muros que separen pueblos y ciudadanos-trabajadores.

Es todo por hoy querido amigos. En estos días azules y con este sol de la infancia, ¡la España republicana en el corazón y entre nuestras finalidades! ¡Por nuestra unidad, contra quienes quieren rompernos en pedazos incomunicados y enfrentados amparándose en cuentos históricos y en sesgadas lecturas de lo que estamos viviendo! Ningún apoyo, pues, a las finalidades separatistas y fanatizadas de las manifestaciones secesionistas de este próximo 15 de abril que representan, hablando con claridad, la inversión, la total inversión de nuestros valores y objetivos. ¡Cómo es posible que sindicatos, fuerzas y gentes que se dicen de izquierdas puedan participar en un acto nacionalista-supremacista de estas características! Avergüenza en lo más hondo leer estos nombres – Comissions Obreres de Catalunya (CCOO), Confederació d’Associacions Veïnals de Catalunya (CONFAVC), Federació d’Associacions de Pares i Mares de Catalunya (FAPAC), Unió General de Treballadors de Catalunya (UGT), Unió de Pagesos- al lado de estos otros: Assemblea Nacional Catalana (ANC), Consell Nacional de la Joventut de Catalunya (CNJC), Òmnium Cultural. Cuesta decirlo, cuesta mucho decirlo, pero en el fondo es el viejo lema que habíamos olvidado y decíamos haber rechazado para siempre: todo por la patria, tot per la Pàtria. Pero n o es el caso p ara muchos. A unque la Patria sea otra, ocultando sus intereses crematísticos y de poder de fondo, sig ue estando vigente.

Una buena alternativa: si viven en Barcelona o en los alrededores (o están por aquí), les paso una cita para esta tarde: desde el Liceu hasta la plaza Sant Jaume, antigua plaza de la República. ¿Nos vemos? ¿Compartimos encuentro y manifestación?

 

PS. Cinco observaciones finales sobre aspectos judiciales y no judiciales del monotema y una imagen de cordura y rebeldía que, esta vez sí, vale más que mil palabras:

1. Lean esto, por favor, «La crisis del plástico es más grave de lo que piensas: no basta con reciclar botellas». https://m.eldiario.es/theguardian/crisis-plastico-piensas-reciclar-botellas_0_756624939.html. Y pensemos luego en el desastre ambiental que los plásticos am ar illos está n ocasionando en Cataluña, esta tierra que dicen amar tanto los partidarios del secesionismo, sin que nadie diga nada. Silencio total .

2. Convocatoria del MST argentino contra la visita y los acuerdos económicos de Rajoy-Magri. Perfecto, muy bien. Lema en una de las concentraciones: «¡Fuera Rajoy!, ¡Visca Catalunya!». ¿Qué sentido tiene esa disyunción excluyente? ¿El MST está a favor de la Cataluña de Puigdemont? ¡Pero qué nos pasa!

3. https://www.pressreader.com/spain/la-vanguardia/20180408/281522226659381. Los secesionistas y aliados (los comunes entre ellos, dicho con dolor la mayor parte de las veces) que han brindado con cava o con lo que sea por la más que discutible sentencia de los jueces alemanes, aceptarán -consiguientemente si son coherentes- que los encausados no son presos políticos (así se afirma en la resolución) sino políticos presos. Luego entonces: ¿por qué esos lemas y pancartas sobre «Llibertat presos polítics» en el Ayuntamiento barcelonés y en otros edificios del consistorio y en numerosas instituciones de la Generalitat que representan, que deberían representar, la totalidad de la ciudadanía catalana, no sólo a una parte, al «pueblo secesionista»?

4. De un artículo de Javier Cercas en El País (12.04.2018): «A ese flagrante ataque al Estado de derecho, perpetrado a la vista de todos y ante la impotencia perpleja del Gobierno español, es a lo que llamo un intento de golpe de Estado. La expresión parecerá inadecuada a quienes hayan olvidado que los mejores golpes de Estado se dan sin violencia física, precisamente porque no parecen golpes de Estado; pero no se lo parecerá a quienes recuerden que, como escribió Hans Kelsen en Teoría general del derecho y del Estado, un golpe se da cuando «el orden jurídico de una comunidad es nulificado y sustituido en forma ilegítima por un nuevo orden». https://elpais.com/elpais/2018/04/11/opinion/1523464188_024497.html

5. Un texto del profesor Miguel Candel (con unas observaciones complementarias de Teresa Freixes) sobre la sentencia de los jueces alemanes:

Coincido con el análisis de S. y D. sobre las mejores opciones de gobierno para Cataluña ahora [un gobierno secesionista, con candidato jurídicamente viable, muy controlado por la oposición]. En cuanto a lo que dice Teresa Freixes (con más razón que su santa patrona) es, en general, que los jueces alemanes se han pasado drei Dörfer (tres pueblos alemanes, aunque yo diría cinco o seis) en plan de buscarle cinco pies al gato de la euroorden. Un detalle alucinante: comparan el intento de golpe de Estado de Puigdemont (todo intento ilegal de modificar -no digamos ya anular, como en este caso- la constitución lo es) con la resistencia en 1983 a la ampliación del aeropuerto de Francfort… Por otro lado, y tal como me pareció desde el principio, decir que para poder hablar de alta traición/rebelión hace falta que la fuerza empleada sea capaz de doblegar al poder constitucional (el Estado) es tan delirante que, llevado a la práctica, significa que a un golpista sólo se le puede considerar tal si su golpe triunfa (en cuyo caso, dado un hipotético golpe de Estado en Alemania, me imagino a tan brillantes jueces condenando al golpista… desde su asilo político en Barcelona, por ejemplo).

No sé si el posible recurso de nuestro TS al Tribunal Europeo prosperaría, pero creo que lo que han hecho los jueces alemanes es una enormidad jurídica tal que sienta peligrosísimos precedentes. Me gustará ver qué cara ponen ante posibles intentos futuros de secesión en Baviera, por ejemplo. Aunque está claro que hay varias Europas con distintas varas de medir, y la que nos corresponde a nosotros es de tercera división. Le doy toda la razón a González Pons cuando dice que, ante hechos así, quizá haya que replantearse el acuerdo de Schengen. Yo, por supuesto, aprovecharía para replantearme la Unión Monetaria.

Para más inri, las declaraciones de la ministra de Justicia(?) alemana, la socialignorante Barley, alegrándose del fallo del tribunal y dándole prácticamente la razón a Puigdemont, muestran el grado de respeto que se gastan en Berlín hacia el principio de la separación de poderes, esa que supuestamente no existe en España. Que esas declaraciones no hayan merecido siquiera una nota diplomática de protesta del gobierno español ante el alemán dice mucho del grado de incompetencia de Rajoy y su equipo. Deben de tener todas sus energías concentradas en tapar lo del máster de Cifuentes y el grado de corrupción académica que parece darse en «su» universidad Rey Juan Carlos (nombre gafe donde los haya).

Las observaciones de Teresa Freixes:

«EL AUTO DEL TRIBUNAL SUPREMO REGIONAL DEL LAND DE SCHELSWIG-HOLSTEIN

Lo esperaba casi con ansia por ver si podía entender el razonamiento de un tribunal que nos dice que la conducta incriminatoria, para que pudiera ser asimilable a la «alta traición» del Código Penal alemán (equivalente al delito de rebelión en España) no tiene el suficiente grado de violencia.

Lo que más me llama la atención del caso, son dos circunstancias: – La primera, que me he tenido que leer no sé cuántas veces porque tengo la sensación de que el tribunal del land pretende quedarse conmigo, es la aseveración que este tribunal efectúa relativa a que no procede considerar que haya doble incriminación, en el sentido de la euroorden, porque «no existe ninguna ley alemana que penalice la participación en una rebelión en España». – La segunda, aparte de lo que ya dije respecto de la «celeridad» en rechazar la equivalencia respecto de la rebelión y la «necesidad de contar con más evidencias» en el caso de la malversación es el elemento de comparación, basado en la jurisprudencia del Tribunal Supremo alemán, para considerar que no ha habido violencia suficiente.

Compara, el tribunal del land, una ocupación violenta de las pistas de un aeropuerto que tenía la finalidad de impedir que la instalación se ampliara, con los actos de violencia que se pudieron producir en Cataluña con la finalidad de declarar la independencia. No tiene en cuenta que en un caso se trata de la actuación de un grupo particular y en el otro de la actuación de instituciones públicas que, además son Estado (el presidente de una Comunidad Autónoma es el representante ordinario del Estado en la Comunidad). No tiene en cuenta, tampoco, que el delito imputable en cada caso no puede ser el mismo (es absurdo considerar rebelión o alta traición la ocupación de pistas de un aeropuerto para impedir su ampliación), por lo que el grado de violencia necesario en cada caso tampoco tiene por qué ser medido de la misma manera.

Se trata de «medir el grado de violencia». No cuestiona, el tribunal alemán, que no haya habido violencia, pero necesita más violencia. ¿Hasta qué punto? Pues, según su interpretación, tiene que tener un resultado: doblegar la voluntad y la actuación del violentado. Es decir, que, en el caso alemán se hubiera tenido que conseguir que no se ampliara el aeropuerto y en nuestro caso se hubiera tenido que consumar la rebelión.

Anécdota: el tribunal del land alemán parece que no ha entendido bien las imputaciones que pesan sobre Puigdemont, no conoce la estructura territorial española ni denomina correctamente a los órganos judiciales en su auto (espero que no sea un problema de traducción, que también podría darse…). Así, asevera que se le imputan los delitos de rebelión y malversación «en forma de desobediencia» (sic.), cosa que no tiene, jurídicamente, ni pies ni cabeza. Por otra parte, habla del «prolongado conflicto, en términos generales, en torno al estatus legal de Cataluña en relación con el Estado central español», lo cual es sorprendente en boca de un tribunal. Y se refiere al «Tribunal Supremo de Madrid» cuando nunca hemos tenido un Tribunal Supremo «de Madrid», sino un Tribunal Supremo de España.

Para más «perlas»: https://es.scribd.com/document/375842584/Auto-Kiel#from_embed

La imagen que, como les decía, vale más que mil palabras:

Trabajadores y trabajadoras de Cataluña: ¡Lula sí es nuestro preso político!

Nota

1) Editado por Alianza editorial en 2007 (varias reediciones: he usado la de 2015). Debo la cita a Paco Puche, quien, por cierto, tuvo la amabilidad y generosidad de obsequiarme con el libro.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.