Traducción del inglés para Rebelión de Carlos Riba García.
El jueves [19 de noviembre] fue el ‘Día de lo que no sirve para nada’. Fue instituido para animarnos a reflexionar sobre las cosas que usamos. Todas nuestras cosas -teléfonos celulares, ropas, coches, palillos de usar y tirar, y más, y más- han salido de alguna parte y han ido a parar a algún lugar cuando las tiramos. Eso representa una pesada carga para el planeta, por lo tanto ponerse a pensar cómo usar menos cosas es una idea excelente. He escrito mucho sobre la necesidad de repensar nuestro acercamiento a las vacaciones y la frenética locura de compras que viene con ellas.
En esta foto se puede ver todo tipo de plásticos dispuestos en una playa y la palabra TRASH (basura, en inglés) formada con pelotas de golf. La enorme variedad de cosas que parece en ella pone de relieve la diversidad de origen de los plásticos que ensucian nuestros mares. Esto que se ve aquí forma parte de la Campaña de los Defensores de los Océanos en la que el Esperanza -el barco de Greenpeace- navega hacia el norte del océano Pacífico, el sitio del que algunas veces se dice que es el ‘territorio de la basura’, para documentar la amenaza al medioambiente y la vida marina planteada por los plásticos. La foto es de Alex Hofford, miembro de Greenpeace.
Cuando se trata de la manera en que gastamos nuestro dinero, el producto que de inmediato aparece en nuestra mente es el agua embotellada, tan obscenamente inútil, caro y fácilmente evitable.
Profundicemos un poco más en esta cuestión. Es verdad que en algunos lugares del mundo la calidad del agua es tan mala que beberla es peligroso para las personas. Sin ir muy lejos, hay algunos lugares de Estados Unidos en los que el fracking o las petroquímicas han arruinado las fuentes locales de agua, pero aun así ¡hay mejores soluciones que obligar a la comunidad a comprar agua embotellada! En la mayor parte de EEUU, el agua del grifo es limpia, está disponible siempre y es mil veces más barata que el producto embotellado.
En un estudio realizado durante cuatro años de la industria del agua embotellada en Estados Unidos y de los estándares de seguridad gubernamentales -incluyendo la prueba independiente de más de 1.000 botellas de agua- se encontró que no existe la seguridad de que solo por el hecho de que el agua sale de una botella es más limpia o más segura que el agua que sale del grifo. De hecho, la segunda está sometida a pruebas más frecuentes que la embotellada.
¿De dónde viene el agua de botella?
Si usted se fía de la millonaria propaganda, está perdonado por creer que por dos dólares compra la impoluta agua de un glaciar que baja de la montaña sin haber sido tocada por la mano del hombre. De hecho, buena parte del agua vendida en Estados Unidos es el agua depurada que alimenta nuestros sistemas municipales de suministro, es decir, del mismo sitio de donde viene el agua del grifo.
Mientras California está en medio de una histórica sequía, Nestle -la embotelladora de agua más grande del mundo- está extrayendo cada año millones de litros de agua de tierras públicas en la reserva forestal nacional de San Bernardino, en el sur del estado. Utilizando una autorización que en realidad expiró en 1988, Nestle puede extraer un enorme volumen de agua de esas tierras públicas pagando al Servicio Forestal apenas 524 dólares por año. Entonces, al mismo tiempo que el gobernador de California declara el estado de emergencia por la falta de agua, Nestle se aprovecha de la poca que queda. ¿Tiene esto sentido para usted?
En cuanto al envase plástico en el que viene el agua, este material se fabrica a partir del petróleo, y nada bueno sale de la perforación y la extracción de ese recurso. Para evitar más perforación, lo ideal sería reciclar todo el plástico una y otra vez, pero no es eso lo que sucede.
En Estados Unidos, normalmente, se recicla menos de un tercio de las botellas de plástico. Tiradas a la basura, procedentes de vertederos mal gestionados y de otras fuentes, es frecuente que las botellas de plástico acaben en el mar o ensuciando nuestras costas. Es aquí donde empieza un problema realmente deprimente. El plástico no se degrada como sí lo hacen los materiales orgánicos naturales -no desaparecen-; una botella flotando en el mar solo se transforma en pequeñas partículas que son comidas por los peces y otras especies marinas o sencillamente se desparraman mucho más lejos todavía. Una sola botella tirada a la basura puede fragmentarse en tantas pequeñas partículas como para poner una de ellas en cada kilómetro y medio de todas las playas del mundo. Cada año, entre 10 y 20 millones de toneladas de plástico acaban en el mar.
El agua embotellada no es más que uno de los miles de productos intensamente promocionados de los que podríamos prescindir sin ninguna dificultad.
Mientras planifica sus próximas vacaciones con sus amigos o con la familia, por favor trate de pensar antes de comprar. ¿Me hará esto más feliz? ¿Puedo pedir prestado o compartir algo? ¿Existe alguna versión de esto que tenga menos embalaje o que no sea de usar y tirar? O, ¿podría simplemente arreglarme sin esto?
¡Tenga usted unas felices vacaciones!