En todo el mundo las selvas tropicales se convierten en sabanas o tierras de cultivo, las sabanas se secan y se convierten en desiertos, la tundra helada se deshiela. En efecto, estudios científicos han registrado ahora cambios de régimen como estos en más de 20 tipos distintos de ecosistemas en los que se han sobrepasado los puntos de inflexión. En todo el mundo, más del 20 % de los ecosistemas se hallan en peligro de cambiar o colapsar en otra cosa diferente.
Estos colapsos podrían ocurrir antes de lo que se podría pensar. La humanidad ya está sometiendo los ecosistemas de toda clase de presiones, lo que llamamos estrés. Y si se combinan estas presiones con un aumento de los fenómenos meteorológicos extremos causados por el cambio climático, el tiempo que queda para que se llegue a cruzar estos puntos de inflexión podría acortarse hasta un 80 %. Esto significa que el colapso de un ecosistema que hasta ahora creíamos poder evitar hasta casi finales de este siglo, bien podría producirse en los próximos pocos decenios. Esta es la conclusión funesta de nuestro último estudio, publicado en Nature Sustainability.
El crecimiento de la población humana, el aumento de las demandas económicas y las concentraciones de gases de efecto invernadero presionan sobre los ecosistemas y los territorios a fin de obtener alimentos y mantener servicios cruciales como el suministro de agua potable. El número de sucesos meteorológicos extremos también va en aumento y sin duda empeorarán. Lo que nos preocupa realmente es que los sucesos meteorológicos extremos puedan afectar a ecosistemas ya estresados, que a su vez trasladen nuevas presiones o tensiones aumentadas a algún otro ecosistema, y así sucesivamente. Esto significa que el colapso de un ecosistema podría repercutir a su vez en ecosistemas vecinos a través de sucesivos bucles de realimentación: un bucle de calamidades ecológicas con consecuencias catastróficas.
¿Cuánto falta para el colapso?
En nuestro nuevo estudio queríamos formarnos una idea de la cantidad de estrés que pueden soportar los ecosistemas antes de colapsar. Para ello utilizamos modelos, es decir, programas informáticos que simulan cómo funcionará un ecosistema en el futuro y cómo reaccionará a los cambios de circunstancias. Utilizamos dos modelos ecológicos generales que representan bosques y agua de calidad lacustre, y dos modelos específicos de un lugar que representan la pesca en el lago Chilka, en el Estado de Odisha, en el este de India, y la isla de Pascua (Rapa Nui), en el océano Pacífico. Estos dos últimos modelos incluyen entre actividades humanas y el entorno natural.
La característica distintiva de cada modelo es la presencia de mecanismos de realimentación, que ayudan a mantener equilibrado y estable el sistema cuando las presiones que recibe son suficientemente débiles para ser absorbidas. Por ejemplo, los pescadores del lago Chilka prefieren normalmente capturar peces adultos cuando la población de peces es abundante. Mientras queden suficientes adultos para reproducirse, esto puede ser estable. En cambio, cuando ya no pueden absorberse las presiones, el ecosistema sobrepasa abruptamente un umbral de no retorno –el punto de inflexión– y colapsa. En Chilka, esto puede producirse cuando los pescadores aumentan la captura de peces juveniles en periodos de escasez, lo que socava todavía más la renovación de la población de peces.
Utilizamos el programa informático para modelizar más de 70.000 simulaciones diferentes. En todos los cuatro modelos, las combinaciones de estrés y sucesos extremos adelantaron la fecha del punto de inflexión previsto entre un 30 y un 80 %. Esto significa que un ecosistema que está previsto que colapse en la década de 2090 debido al aumento paulatino de un única fuente de estrés, como el aumento de la temperatura global, podría colapsar, en el peor de los casos, en la década de 2030 cuando introducimos otros factores, como una pluviometría extrema, contaminación o un repunte súbito del uso de recursos naturales.
Un dato importante es que alrededor del 15 % de los colapsos de ecosistemas ocurrieron en nuestras simulaciones a raíz de nuevas presiones o sucesos extremos, mientras que la presión principal permanecía constante. En otras palabras, incluso si creemos que estamos gestionando los ecosistemas de manera sostenible manteniendo constantes los niveles de la presión principal –por ejemplo, regulando las capturas de peces–, conviene estar atentos a la intervención de nuevas presiones o de sucesos extremos.
No hay rescates ecológicos
Estudios anteriores indicaban que a partir de la segunda mitad de este siglo habría que cargar con importantes costes derivados de la superación de los puntos de inflexión en grandes ecosistemas. No obstante, nuestros hallazgos indican que dichos costes podrían producirse mucho antes. Observamos que la velocidad a la que se aplica el estrés resulta crucial para entender el colapso del sistema, que probablemente también es relevante para sistemas no ecológicos. En efecto, el aumento de la velocidad de difusión de la información y de los procesos de banca móvil se han invocado recientemente como factor de riesgo de colapso bancario. Como ha observado el periodista Gillian Tett en Financial Times:
El colapso del Silicon Valley Bank supuso una lección aterradora sobre la manera en que la innovación tecnológica puede alterar inesperadamente las finanzas (en este caso por la intensificación del efecto manada). Recientes caídas repentinas de las cotizaciones comportan otra. Sin embargo, probablemente se trata de un pequeño anticipo del futuro con los bucles virales de realimentación.
Pero la comparación entre sistemas ecológicos y económicos no va más allá. Los bancos pueden salvarse siempre que los Estados faciliten un capital financiero suficiente con las medidas de rescate. En cambio, ningún Estado puede ofrecer el capital natural inmediato que haría falta para restaurar un ecosistema colapsado. No hay ninguna manera de restaurar ecosistemas colapsados dentro de algún espacio de tiempo razonable. No hay rescates ecológicos. En jerga financiera, no tendremos otra que encajar el golpe.
Texto original: The Conversation
Traducción: viento sur
Autores:
John Dearing es profesor de Geografía Física en la Universidad de Southampton;
Gregory Cooper es investigador posdoctoral en materia de resiliencia social-ecológica en la Universidad de Sheffield;
Simon Willcock es profesor de Sostenibilidad en la Universidad de Bangor.