Recomiendo:
0

¿Por qué resiste Cuba…?

Fuentes: Rebelión

A Armando Hart Dávalos

Un día, conversando con un amigo en La Habana, nos preguntamos ¿por qué resiste Cuba… cuando el capitalismo ya se restauró en Rusia, China, Vietnam?

Mi amigo dio una respuesta contundente: «Cuba es la mejor prueba de la existencia de Dios»…

Como yo soy lego en argumentaciones teológicas preferí plantear la pregunta con el rigor de un problema científico. En ese sentido quiero recordar algo que dijo Martí: «Hasta aquello de lo que está cierto hasta allí llega la ciencia del hombre».

Yo tengo algunas respuestas en las que estoy cierto; pero necesito expresarlas para que otros me ayuden a resolver un problema que quiero plantear en términos científicos, y en el que busco excluir cualquier intención laudatoria.

En el intento mismo de plantear el problema científico, descubro que mi análisis va a ser necesariamente incompleto. Pienso que otros tendrán que completarlo. También advierto circunstancias concretas por las que el Movimiento 26 de Julio triunfó en Cuba, y por las que Cuba resiste hasta hoy, y que no son generalizables. De hecho corresponden a un tiempo y a una Isla.

Como muchas de esas circunstancias no se dan en todo tiempo y en todo lugar, el movimiento revolucionario cubano ha insistido en que no debe tomársele de ejemplo. Su propuesta resulta razonable si se hace extensiva la famosa expresión de Mariátegui, y se afirma que ninguna revolución puede ser «calca y copia» de otra.

Eso no quiere decir que todas las experiencias cubanas se limiten a Cuba y que ninguna de ellas tenga carácter universal. Al contrario muchas experiencias de Cuba tienen carácter universal y en ese carácter merecen ser más exploradas.

Cabe otra aclaración y es el peso mayor o menor que algunas de las medidas y circunstancias tienen en el triunfo y la resistencia de Cuba. Pretender calcular el variable peso es imposible. Su alcance corresponde a fenómenos que los matemáticos consideran «extremadamente no lineales», con lo que quieren decir que en ellos una acción mínima puede producir efectos colosales, incalculables.

El triunfo de Cuba es incalculable. Cuba es un pequeño país, que cuando inició la Revolución tenía seis y medio millones de habitantes y como todos saben la Isla se encuentra a unas cuantas millas del imperio más poderoso y agresivo en la historia de la especie humana.

Resulta difícil entender cómo esa pequeña Isla y sus habitantes han resistido el inhumano bloqueo y el permanente asedio de más de cincuenta años, que Washington ha acompañado de constantes amenazas, agresiones, conspiraciones e intentos de magnicidio, y otros hechos, entre los que destaca el intento de invasión y el triunfo en Playa Girón donde Cuba puso en derrota a las fuerzas invasoras, armadas y apoyadas por Estados Unidos. También son de recordar la entereza que mostró la Isla, con su gobierno y pueblo, en «la crisis de los cohetes» que llevó el chantaje nuclear a sus extremos, y -para no extenderme más– los indecibles sacrificios del «período especial» en que tras la disolución de la URSS Cuba perdió una inmensa fuente de sus ingresos y la población entera decidió de todos modos continuar en la lucha por la independencia y el socialismo a sabiendas que eso significaría una grave reducción de los niveles de vida y consumo durante largo tiempo.

Semejantes hazañas -y muchas más– obligan a plantearse con la mayor seriedad el problema de saber. ¿Cómo se explica la resistencia de Cuba?

Y evocando a Martí enuncio otros «hechos ciertos» que también caen en el orden del conocimiento científico y que incluyen la herencia del propio Martí, muerto en batalla por su pueblo y su Patria en 1895 a la edad de 42 años: Es más, en estas palabras, me voy a limitar a algunas reflexiones con que Martí contribuyó a esa capacidad de revolución y de resistencia.

UNO. José Martí es considerado como «el autor intelectual de la Revolución Cubana» por quienes al mismo tiempo se identifican como marxista-leninistas. La aparente contradicción entraña relaciones muy precisas entre un pensamiento, un sentimiento y una expresión que enriquecen al liberalismo radical y al marxismo desde la perspectiva de los pueblos coloniales y sus luchas por la independencia. Liberalismo y luchas por la independencia se expresaron desde Martí como luchas contra el antiguo colonialismo y contra el imperialismo, es decir contra un capitalismo que se rehizo al impulso de los monopolios y que hizo suya «la renta colonial».

Expresión de las luchas humanistas del liberalismo radical de su tiempo, Martí es admirador de la gran corriente de la Ilustración que en Cuba tuvo a notables filósofos cristianos impulsores del pensamiento ético y crítico y del humanismo más avanzado de fines del siglo XVIII y principios del XIX. Martí logró ser una de las más altas expresiones de quienes en el siglo XIX latinoamericano forjaron los espacios laicos de la pregunta, los espacios laicos del diálogo, de la discusión y el consenso y una capacidad reflexiva y poética capaz de comprender y expresar el mundo propio y el ajeno.

En la múltiple lucha por nuestra expresión como expresión universal, Martí no sólo vivió en las entrañas del imperialismo como colonialismo, sino como reestructuración monopólica de un capitalismo al que se enfrentaban los trabajadores encabezados por Marx… Martí no sólo anunció que «se viene encima amasado por los trabajadores un universo nuevo», ni sólo hizo ver que Marx «merece honor…por haberse puesto del lado de los débiles», ni nada más citó en el homenaje póstumo a Marx, una bella frase que dice «La libertad ha caído muchas veces; pero se ha levantado más hermosa de cada caída…», sino que también hizo otro llamado plenamente válido hoy, en que dijo: «Indigna el forzoso abestiamiento de unos hombres en provecho de otros. Mas se ha de hallar la salida a la indignación, de modo que la bestia cese, sin que se desborde y espante». (Parece como si estuviera hablando de hoy en que se quiere abestiar al hombre, en que la bestia se desborda y espanta y en que todos estamos buscando salida a la indignación).

Martí no expresó sus afirmaciones sobre la lucha de clases y la lucha por la independencia de las naciones en frías formas filosóficas o en tratados o sistemas teóricos. Las expresó en formas a la vez racionales y emocionales buscando de manera profunda, y con una pasión intensa, la «claridad» y la «sinceridad», muy fuertes ambas en su vida, y muy vinculadas a su lucha por «la vida nueva» en esa forma a la vez emocional y práctica que expresó con su «fe en el mejoramiento humano» y… en lo que llamó «la utilidad de la virtud», expresiones ambas que ensamblan los motivos de una pasión intensa y las preocupaciones de una lucha en que se piensa cómo ganar, cómo lograr lo que se quiere.

El rico legado de Martí corresponde a una estrecha vinculación entre el concepto, la palabra y la acción. Sin esa vinculación, lo que Martí dice no s entiende bien, se entiende a medias, se entiende mal. El legado, en su versión escrita y vivida, no sólo alcanza una gran belleza sino una gran fuerza. El pensamiento estrechamente vinculado a la acción le da otro sentido a la palabra. Funde la palabra con la cosa. Quien escucha la palabra sabe quien la dice. Y por quien la dice entiende que como promesa va a ser cumplida, y que como descripción o explicación de lo que pasa corresponde a hechos ciertos sobre lo que ocurre y sobre lo que es necesario hacer para lograr un objetivo. Y si la validez de lo que dice depende tanto de la moral de quien lo dice como de su saber y experiencia, el que oye entiende que lo que dice es en principio válido y confiable. Y esta junta de moral en la lucha y de la experiencia en el luchar y pensar es base de una fuerza especial: de confianza que integra las acciones colectivas por metas comunes. Y que se enriquece todavía más con la invitación de quien se expresa a que lo corrijan quienes lo oyen si tienen otra visión o información…

Martí como fuente de una cultura más que de una ideología, hoy se enfrenta mejor que nadie a seguir luchando en plena crisis de las ideologías tras los procesos de restauración y recolonización del capitalismo. El gran triunfo de los neoconservadores no sólo consistió en la restauración mundial del capitalismo -con excepción de Cuba- sino en la eliminación de la lucha ideológica (como quería Daniel Bell) y en su sustitución por luchas de grupos de interés y grupos de presión, grupos de corrupción y grupos de intimidación dentro de la llamada «clase política». Al ver cómo todos los partidos políticos votan por la misma política del saqueo y la represión neoliberal, ya sean comunistas, socialistas, populistas, demócratas o conservadores… Al ver tan inusitado espectáculo se da una fuerte crisis de las luchas ideológicas. Y en ese momento la «utilidad de la virtud» y todo el realismo político-moral de la lucha por «la nueva vida» adquieren una importancia enorme.

Es más hacer «que la palabra sea la cosa» y «la utilidad de la virtud» permiten redefinir y recuperar el pensamiento profundo de Marx y de su crítica creadora. Llevan a vincular esa otra fuente del pensamiento y la acción con la cultura de un pueblo en el que se difunde el poder de la virtud como base de la cooperación y la confianza y de la creación histórica. Desde la vida misma de Martí se enriqueció la profunda intuición de lo que en forma sistemática proviene del marxismo. En el Partido Revolucionario del Pueblo Cubano se incluyó a quienes serían fundadores del primer partido comunista, quienes por su parte contarían entre sus herederos con algunos de los teóricos más brillantes del comunismo latinoamericano, y entre ellos, con Julio Antonio Mella.

El éxito de la Revolución Cubana y su inmensa capacidad de resistencia serían inexplicables sin la fuerza que significan la moral de lucha y el valor en el combate para la construcción de un mundo que se encamine a la justicia y la libertad, practicándolas al andar. Martí planteó la posibilidad de convencer «con el valor sencillo y la palabra franca» a quienes tienen valor y de suyo respetan la franqueza. Anunció así que: «del valor oculto crecen los ejércitos del mañana». Pero no se quedó en eso: hizo el elogio de Marx como «organizador incansable.»

Y esta es otra razón por la que resiste y triunfa la revolución cubana: el mito del foco guerrillero en que veinte jóvenes valientes pueden cambiar la historia, nada tiene que ver con el carácter de «organizadores incansables» que tuvieron los dirigentes del «26 de Julio» con las organizaciones de base en Santiago a cargo de Frank País, la de La Habana que originalmente promovió y articuló Armando Hart, o las de la sierra y las playas, éstas últimas a cargo de Celia Sánchez, que fueron quienes descubrieron y salvaron a los náufragos del Granma, y entre otros a Fidel.

En la lucha actual, «vaciada de ideologías» por el imperialismo norteamericano con la política preconizada por Teodoro Roosevelt de «la zanahoria y el garrote», hoy en todo su apogeo, la moral es arma vital contra la corrupción. Y el valor y entereza son valiosos recursos contra la intimidación y el terror. Que moral y valor aparezcan entre contradicciones de corrupción y traición no es la característica general de la revolución. Si lo fuera ya habría sido derrocada La característica general es la valentía reflexiva y la honestidad incorruptible de los líderes del proceso revolucionario, y de la inmensa mayoría del pueblo cubano, moral, política y militarmente organizado para defender la justicia social y la independencia nacional en una fusión o «complejo» del pueblo que gobierna mediante un inmenso entramado de colectivos y agrupaciones donde el diálogo, la discusión y el consenso convalidan, corrigen, practican y enriquecen las decisiones fundamentales del poder popular nacional y social con su partido y su gobierno, hechos difíciles de entender en el discurso a que estamos acostumbrados. Y si bien «el hombre nuevo» sigue siendo un hombre con contradicciones, se trata sin embargo de un hombre que aprende a encauzar o contener sus contradicciones y a confluir en los consensos y las acciones concertadas.

Dicho de otro modo: Cuba ha podido resistir porque su población sabe muy bien lo que significaría perder la independencia y la justicia social que defiende como poder del gobierno-pueblo, un poder que se enfrenta con éxito al poder articulado del»complejo» militar-empresarial-y-político del imperialismo, con sus asociados y subordinados…

La democracia en Cuba consiste en que el pueblo sabe que si no defiende a su propio gobierno pierde la soberanía y la justicia social que con los servicios de educación, salud, vivienda y trabajo sigue impulsando el pueblo-gobierno día a día, no sin verse obligado a hacer algunas concesiones como la zona de turismo destinada a allegarse divisas, o el incremento de la propiedad privada y los empleos comerciales que buscan disminuir el peso de una excesiva burocracia, reforma en parte limitada y corregida tras una inmensa auscultación que en este año del 2012 frenó en gran medida los proyectos privatizadores excesivos y desestabilizadores, aunque no haya todavía dado el peso y la importancia necesaria a las cooperativas, y más que nada a los sistemas de cooperativas de actividades múltiples: agrícolas, industriales y de servicios, horno y escuela de culturas solidarias, y freno de la cultura individualista del mercado… Y como de contradicciones se trata, ¿por qué no señalar la redoblada lucha, contra la corrupción que genera la economía informal, o en que han caído algunos altos funcionarios hoy encauzados judicialmente, e incluso aprisionados, medidas que sin dar fin a esos graves problemas frenan su peso y el peligro que representan por débiles que sean… Reconocer y enfrentar a las necesarias contradicciones de toda lucha de los pueblos por la independencia y la justicia social forma parte también del legado martiano y explica por qué resiste y avanza Cuba.

Es indudable que en las condiciones señaladas la lectura de los clásicos del pensamiento emancipador cobra una inmensa originalidad y supera la simple perspectiva del mundo y el capitalismo global visto desde las metrópolis. Las experiencias y percepciones que se dan en el mundo colonial o recolonizado siguen reformulando conceptos y viviendo experiencias que enriquecen la lucha ideológica por la independencia, la democracia, la justicia social y el socialismo. Entre las aportaciones más significativas a nivel mundial destacan con las de Cuba, los planteamientos que «desde abajo y a la izquierda» hacen los pueblos mayas del sureste mexicano, conocidos como zapatistas, con sus aportaciones universales a las autonomías de los pueblos discriminados y oprimidos, a la pérdida del miedo como un elemento epistemológico fundamental, al enaltecimiento de la dignidad y la autoestima frente a las «acciones cívicas» de la guerra contrainsurgente que se ha convertido en guerra de recolonización al servicio del capital corporativo. También destacan las aportaciones de los pueblos indios descendientes de los Incas y su rica filosofía del «buen vivir», y a ellas se añaden las experiencias y reflexiones que desde fuera y desde dentro del Estado se dan en Bolivia y Venezuela, y cuyo futuro sólo es viable si entre contradicción y contradicción los pueblos van adquiriendo un creciente poder en los gobiernos, que les permita como «complejo de poder popular-gubernamental» resistir al asedio de las corporaciones y sus apoyos del imperio y de las oligarquías.

En la imposibilidad de referirme en este breve espacio a las reestructuraciones de la lucha de clases y las luchas por la independencia y la democracia que se dan en nuestro tiempo, termino con otro legado de Martí que explica la sorprendente capacidad de resistencia y revolución que muestra Cuba; me refiero al nivel cultural y educacional de su población. Escojo uno entre los muchos pensamientos de Martí sobre la educación y la cultura:»Se debe enseñar conversando, como Sócrates, de aldea en aldea, de campo en campo, de casa en casa». Así dijo. Y eso es lo que hace la Revolución Cubana a lo largo de su historia, no sólo en Cuba, sino en África, en América Latina… Sólo que en Cuba la organización de las conversaciones para enseñar y aprender, para preguntarse y responderse, para informar e informarse se realiza en colectivos de aldeas, de ciudades, campos, fincas, fábricas, casas, y es parte de la compleja trama para la toma de decisiones en el ir y venir de las líneas de mando del pueblo-gobierno. Con un añadido a lo prescrito por Martí, que desde los primeros discursos al triunfo de la Revolución -y aun antes- Fidel Castro le enseña al pueblo a gobernar, le enseña a tomar decisiones para gobernar, y él por su parte aprende y aprende como construir el sistema de actividades varias y de estrategias para una resistencia de «espectro amplio» que hacen de Cuba hoy-con la impresionante participación de su pueblo– el país más avanzado del mundo en la difícil lucha por la soberanía nacional, por la democracia y por el socialismo.

Estos son algunos de los «conocimientos ciertos» que permiten comprender por qué resiste Cuba. Muchas gracias.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.