El 29 de octubre de 2006 se realizó el II Encuentro de la semilla. ¿Y a qué viene eso? Se trata verdaderamente de una fiesta en el caserío Monte Carmelo, parroquia Pío Tamayo, del Municipio Andrés Eloy Blanco, Estado Lara. Allí, en medio de una brisa siempre activa y en eterno ulular, y ante hermosos […]
El 29 de octubre de 2006 se realizó el II Encuentro de la semilla. ¿Y a qué viene eso? Se trata verdaderamente de una fiesta en el caserío Monte Carmelo, parroquia Pío Tamayo, del Municipio Andrés Eloy Blanco, Estado Lara. Allí, en medio de una brisa siempre activa y en eterno ulular, y ante hermosos paisajes que espiritualizan las miradas, se organizó la festividad. Eran las invitadas de honor las propias semillas campesinas del lugar. Estas fueron presentadas en sus propias y diversas formas, así como en las muestras de cocina nacidas de la creatividad y dedicación de las personas del lugar.
En un inicio, la eucaristía oficiada por el padre Mario fue realmente inspiradora. ¿En qué forma? A partir de la lectura de la parábola del sembrador, el sacerdote (en diálogo real con los feligreses), hizo ver que los males que trae el capitalismo (egoísmo, búsqueda afanosa del enriquecimiento individual, competencia desleal) son los enemigos cotidianos que debemos vencer en nosotros mismos. Y, en este sentido, la hermandad entre seres humanos, y su vínculo fructífero con la naturaleza, buscando formas de vida cada vez más justas, solidarias y plenas, más que una búsqueda meramente política, se trata de un mandato auténticamente cristiano.
El Encuentro festivo de la semilla campesina habla de un trabajo de organización y construcción de poder local de más de treinta años en el lugar. Trabajo que ha dado frutos en la creación de asociaciones y cooperativas que atienden producción agrícola, envasado de salsas y mermeladas, producción de abono orgánico, y la ruta de la empanada y el transporte del lugar, entre otras cosas. Allí se destacan nombres de algunos militantes de la vida y la utopía creativa, tales como los morochos Escalona Betancourt; los que comparten el apellido García: Edgar, Pedro, Gaudy y Carmen Alicia; el padre Mario, entre otros tantos. Ellos y otros actores propiciaron que en una asamblea de ciudadanos y ciudadanas en el caserío Monte Carmelo, se decidiera declarar el 29 de octubre como día de las semillas campesinas.
Fue propicia la ocasión para el encuentro, entre otros, de productores agrícolas de Monte Carmelo, La Triguera, Bojó, Palo Verde; de Cooperativas tales como Alianza, Los Coyones y MONCAR; de grupos artísticos y de las escuelas de la comunidad; de Radio Guaja. Por otra parte, se hicieron presentes algunos investigadores de vanguardia, y comprometidos hasta el compadrazgo con los campesinos del lugar, que laboran para el Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas y el Ministerio de Ciencia y Tecnología; otros jóvenes y menos jóvenes comprometidos con iniciativas del lugar, que son estudiantes, profesores y técnicos del Centro de Experimentación para el Aprendizaje Permanente y del Instituto de Estudios Científicos y Tecnológicos, ambos entes adscritos a la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez.
El hecho de dedicar un día a las semillas tiene, sin duda, un sentido simbólico. Las semillas en general son símbolos de vida, de diversidad, de plenitud, de belleza. Son las que se dan a sí mismas a la tierra, para poblar todos los espacios posibles de vegetación, frutos y flores. Las semillas viajan con muchos seres vivos, especialmente con los seres humanos, favoreciendo su organización social y sus procesos evolutivos. En este sentido, el día de la semilla campesina también dio cita a la reflexión compartida de los presentes. Se esbozó la problemática de la producción agrícola en el país, hasta ahora sesgada por un modelo de desarrollo impuesto, donde nuestros países latinoamericanos, africanos, asiáticos, crecían al son que tocaban las grandes potencias, que se dedicaban a asegurar su propio beneficio. Este sesgo propició, puertas adentro, un desarrollo desigual, asimétrico, donde la producción agrícola no es relevante, y ha vivido en un estado de perenne asfixia. Por otra parte, desde la misma vivencia del lugar, y apoyándose en experiencias como el encuentro de la semilla, se plantea que se trata, ahora, de abrir un horizonte compartido donde se visualice un nuevo estadio de amanecer social caracterizado por simetría, justicia, hermandad.
Así el Encuentro de la Semilla (cuya próxima cita es el 29 de octubre de 2007), es una invitación abierta a la vida, al encuentro pleno entre humanos, entre sí y con la naturaleza; a la reflexión sobre la historia de nuestro país y de América Latina, así como la reflexión y la acción para prefigurar el porvenir.