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Portadoras de riqueza, receptoras de pobreza

Fuentes: Gara

Desafortunadamente para las mujeres campesinas la riqueza de sus conocimientos es un obstáculo al enriquecimiento de determinados intereses económicos

Las mujeres rurales portadoras de una enorme riqueza de conocimientos sobre qué y cómo producir para una alimentación beneficiosa, han visto y ven cómo la práctica económica, laboral, legal y comercial destruye tanto el conocimiento como su aplicación práctica.

Hoy, según la FAO, un 70% de la producción de alimentos a nivel mundial depende de las mujeres e históricamente en muchas sociedades han sido ellas, por diferentes causas, las encargadas de producir las materias primas básicas de la alimentación de sus comunidades. Heredaban, compartían y ampliaban empíricamente un rico conocimiento de la vegetación local, de qué elementos de ésta tenían efectos positivos en el crecimiento, salud y desarrollo humano, de cómo cultivar algunas plantas, -cuándo sembrar, cómo cultivar, cómo cosechar y extraer elementos alimentarios, cómo lograr y guardar semilla…-.

Aunque es una riqueza intangible, y al estar relacionado con lo cualitativo a veces denostado, el conocimiento vale mucho. Si a la vez del conocimiento se tiene acceso a la tierra, al agua y a las semillas, se puede aplicar la riqueza intangible para producir unos bienes tangibles tan necesarios como son los alimentos.

Así, es particularmente importante recordar que determinados intereses económicos están destruyendo esta riqueza de las mujeres a cambio de un plato de pobreza, actuando directamente sobre el propio conocimiento o, más frecuentemente, sobre la posibilidad de plasmarlo en algo práctico. Cualquier privatización o usurpación de tierras, agua o semillas de comunidades agrarias que impide la práctica de la agricultura tradicional deja sin poder aplicar estos conocimientos. La imposición de tecnologías cuyo control está fuera de manos locales, también (semillas híbridas o transgénicas, por ejemplo). A una generación de no emplear unos conocimientos éstos se empiezan a perder y, de hecho, se pierden.

La mujer ha sido receptiva a nuevos conocimientos (nuevas tecnologías, semillas…) pero siempre cuando el control y la adaptación estaba en manos locales. Desafortunadamente para las mujeres campesinas la riqueza de sus conocimientos es un obstáculo al enriquecimiento de determinados intereses económicos. Y donde un interés económico puede ganar dinero el sistema en que vivimos se encarga de hacer políticamente incorrecto, hasta subversivo, oponerse.

Pero es en esta precisa situación, la de la alimentación, cuando hay que gritar aún más en alto que donde una empresa o un individuo gana dinero, la mayoría de las veces una mujer recibe pobreza y, por tanto, también se empobrece su comunidad. Cada vez que se usurpan, aunque sea con la ley en la mano, tierras, aguas o semillas antes en manos de comunidades indígenas o agrarias, se enriquece un interés económico muy determinado y la mujer recibe en cambio una entrada gratis al espectáculo de la pobreza, ya que le deja sin poder beneficiarse de su riqueza intangible.