En solo dos semanas del mes más caluroso del verano boreal, el fuego arrasó 36.000 hectáreas forestales en Portugal y 89.000 en la región española de Galicia. La historia se repite cada agosto en estos dos territorios de lengua, costumbres y geografía similares. Entre el 31 de julio y el 14 de agosto, los incendios […]
En solo dos semanas del mes más caluroso del verano boreal, el fuego arrasó 36.000 hectáreas forestales en Portugal y 89.000 en la región española de Galicia. La historia se repite cada agosto en estos dos territorios de lengua, costumbres y geografía similares.
Entre el 31 de julio y el 14 de agosto, los incendios en Portugal destruyeron el equivalente a cuatro veces el área metropolitana de Lisboa y triplicaron las 13.591 hectáreas quemadas desde el 1 de enero y fines de julio. Nada comparable con la vecina región de Galicia, en el noroeste de España, donde al finalizar la primera quincena de agosto, la trágica contabilidad indica que el área ardida pasó de 2.241 a 88.473 hectáreas, es decir, 39 veces más que en los siete meses anteriores.
El 8 de agosto, pese a la delicada situación portuguesa, Lisboa envió varias compañías de bomberos a colaborar con sus colegas españoles y que regresaron este jueves al país, tras defender con éxito aldeas y caseríos enclavados en los frondosos bosques gallegos.
Según un balance provisorio del gobierno gallego divulgado este jueves, día en que los fuegos fueron finalmente controlados, la provincia más fustigada fue Pontevedra, con 38.500 hectáreas quemadas, seguida por La Coruña, con 28.000, Orense, con 8.500 y Lugo, con 2.000.
Ardió poco más de dos por ciento de los tres millones de hectáreas que forman la superficie total de Galicia, 500 aldeas y mil casas de campo debieron ser defendidas de las llamas, murieron carbonizadas dos mujeres atrapadas en su automóvil y fueron detenidos 30 presuntos incendiarios.
Hasta el momento, ardieron 50.000 hectáreas en Portugal continental y en los archipiélagos luso-atlánticos de Azores y Madeira, según las cifras divulgadas este jueves.
Pese a estos preocupantes datos proporcionados por el satelital Sistema de Información sobre Incendios Forestales de la Unión Europea (UE), el gobierno portugués recuerda que el total quemado hasta fines de julio representó menos de un sexto del promedio de 90.000 hectáreas ardidas en los últimos cinco años en igual período.
Hasta el último día de julio, el área total que había ardido en la Europa comunitaria era de 64.500 hectáreas, «muy por debajo de las 610.000 que ya habían ardido en igual período de 2005», indica el informe de la UE, que sin embargo advierte a renglón seguido que «la época de incendios aún no terminó».
«Es cierto y sabido que el calor del verano surge asociado a los incendios, y hace mucho tiempo que miramos hacia el fuego como una fatalidad estival, es como si fuese una estación del año», dijo a IPS António José Teixeira, director de Diario de Noticias, decano de la prensa lisboeta, es uno de los periodistas portugueses que se han destacado por buscar las raíces de los incendios forestales.
«El fuego aparece como una expresión de una irracionalidad casi indomable», ante la cual la ciudadanía comienza por «quedar estupefacta con su dimensión», para después «habituarse como si fuese una fatalidad, y solo se asustan y gritan cuando se les presenta a su puerta», opinó Teixeira.
En efecto. Bajo el calor de las llamas, todo se cuestiona, se culpa a los sucesivos gobiernos, se lamentan los muertos –hasta ahora ocho, cinco bomberos chilenos, uno portugués y dos civiles– y se llega a la conclusión de costumbre: falta ordenamiento del territorio, gestión forestal, movilización de la ciudadanía y fiscalización. Este verano, el gobierno del primer ministro socialista José Sócrates Carvalho Pinto de Sousa elevó las expectativas y hasta llegó a hablar de un «Portugal sin fuegos». Sin embargo, el propio ministro de Interior, Antonio Santos da Costa, reconoció el lunes que la prevención «no produjo los resultados deseados».
El ministro aseveró que el combate a las llamas está teniendo éxito, lo que explica la diferencia con años anteriores, pero «es el estado general de nuestros bosques el verdadero problema y si esto no cambia en los próximos años, registraremos un número creciente de fuegos y una cada vez mayor capacidad de respuesta».
Entre las medidas puestas en práctica este año, el gobierno aprobó una estrategia para los bosques, incluido un plan de defensa que obliga a su limpieza para evitar la acumulación de material de fácil combustión, determinó zonas de intervención forestal, más y mayores multas y una articulación entre los ministerios de Agricultura, Ambiente e Interior.
Asimismo, por orden de la Fiscalía General de la Nación, la policía está aplicando mano dura contra los presuntos incendiarios, contándose hasta ahora 18 detenidos bajo acusación de piromanía o de fuego provocado con intención dolosa, probablemente por encomienda.
Al mismo tiempo, el relativo éxito en el combate a los incendios contó con el concurso de dos hidroaviones rusos Beriev BE-200, el modelo más grande existente en el mundo, que comprobaron su eficacia combatiendo los fuegos portugueses.
Una antigua deuda de 63 millones de euros, contraída por la Unión Soviética antes de su disolución en 1991, será cancelada en 90 por ciento por Rusia con la entrega de cuatro hidroaviones BE-200, que también pueden ser usados en operaciones anfibias de rescate.
Pese a que el ministro Costa no ha dicho su palabra final, el Ministerio ruso de Finanzas, responsable por las deudas dejadas por la ex Unisón Soviética en todo el mundo, afirmó en Moscú que ya existía un acuerdo verbal con Portugal.
En Lisboa, el comandante del Servicio Nacional de Bomberos, Gil Martines, alabó la «ventaja adicional» que representa la capacidad de descarga de 12.000 litros del Beriev sobre todos los otros aviones, en especial del Canadá ir, su más cercano competidor que solo logra cargar la mitad de esa cantidad de agua.
Pero el problema central parece no residir en el combate a los fuegos ya declarados, porque «la negligencia generalizada continúa impune, la limpieza forestal no pasa de buena intención, el abandono es la regla en una parcela importante del país», afirmó el periodista Teixeira.
La solución reside en adoptar «un nuevo paradigma que responsabilice alcaldes y ediles por un desarrollo más armonioso del territorio», opinó.
Entretanto, los periódicos portugueses dan especial espacio este jueves al estudio divulgado el martes por la Universidad de Bristol, que vaticina el aumento en los próximos dos siglos de los incendios forestales, las sequías y las inundaciones debido al recalentamiento del planeta.
La mayoría de científicos atribuyen el cambio global del clima al efecto causado por la acumulación atmosférica de los gases de la combustión del petróleo, el gas y el carbón, conocidos como de efecto invernadero. De acuerdo a los científicos de la universidad británica, incluso si acabase ahora la emisión de gases invernadero, la pérdida de la superficie forestal continuaría en América Central, Europa Oriental y la Amazonia, en América del Sur.
El estudio advierte que regiones ahora parcialmente áridas, como el sur de Portugal, se convertirían en más vulnerables a incendios forestales, y en los próximos dos siglos se prevé también una pérdida significativa de agua dulce en el sur de Europa, América Central, oeste de África y en este de Estados Unidos, con el consecuente aumento de sequías.
Además, el Programa Operacional de Agricultura y Desarrollo Rural reconoció el miércoles que Portugal no va a cumplir la meta de 90.000 hectáreas de reforestación definida para el período 2001-2006, para proyectos con derecho a financiación comunitaria, alcanzando solo 48.405 hectáreas.
Los efectos de este incumplimiento podrían ser devastadores. Según el departamento de suelos del Instituto Superior Técnico de Lisboa, el riesgo de erosión en áreas quemadas y no reforestadas es particularmente elevado, al dejar de existir la cubierta vegetal protectora de la superficie.