Para nosotros los que vivimos hoy en España esta epidemia es algo nuevo e inesperado, pero en realidad existen muy buenas historias de las epidemias y pandemias en los anaqueles más apartados de las bibliotecas de historia.
La peste, la sífilis, el colera o el tifus todas tienen su historia, todas son productos del momento histórico en que se extendieron y también todas ellas tuvieron una forma de enfrentarse a la mismas. Las pandemias se acaban por si mismas o bien por la acción social y sanitaria. No esperemos que una pandemia vaya acabar con la humanidad ya que esas visiones apocalípticas solo encuentran acomodo en la mitología religiosa. Nunca debe perderse de vista la magnitud de la epidemia porque si no se cae en el pánico y en la irracionalidad.
Las magnitudes de las pandemias actuales, sobre todo en el mundo empobrecido, parecen más ocultas, solo pensemos que la malaria mata al año cerca de 450.000 personas o el sarampión cerca de 100.000 niños y el SIDA que ha producido cerca de 25 millones de muertos desde los años 80 la mayoría de ellos lo han sido en el mundo empobrecido. Comparado con estas magnitudes y viendo donde se está desarrollando esta epidemia algunos han calificado el COVID 19 como el ébola de los países ricos.
Las contenciones, los confinamientos, los cierres de frontera, las máscaras, los guantes sanitarios, el distanciamiento social son términos hace tiempo familiares en muchos países del mundo sobre todo en África, Asia y América latina, y todo esto que ha explotado abruptamente en nuestra sociedad es lo que se viene padeciendo, de forma estructural, en muchísimos países.
Todas la epidemias parecen tener un recorrido similar: al principio se intuye el problema pero, por mil razones, no se quiere creer, como ha ocurrido en España o en Italia; después, ante el poder fáctico de la infección y su expansión, se piden explicaciones y se toman las medidas de contención y finalmente, muchas de las acciones y decisiones que se toman en estado de emergencia suelen provocar daños irreversibles para el futuro económico y social .Todas las epidemias también tiene sus chivos expiatorios , los judíos en la edad media y también lo hemos visto en España, donde muchos populistas han querido asociar esta crisis sanitaria a las movilizaciones del 8 de marzo y al feminismo. La realidad es que esta epidemia tiene que ver mucho con la hiperconectividad, tanto económica como social y también la hiperconectividad mediática que ha amplificado la magnitud y alcance de la misma.
Pero muchas cosas estamos aprendiendo de la epidemia y como primera lección, por encima de otras, es que lo público es la garantía de la solidaridad. Sin unos servicios públicos de carácter universal y bien financiados es imposible hacer frente a las crisis en las sociedades modernas. Y son esenciales para garantizar la solidaridad. Sin embargo, esa especie de Unidad Nacional contra el virus que se ha instalado en nuestra sociedad no puede caer en el autoritarismo para la resolución de la crisis. El estado de alerta debe centrarse en la resolución de la crisis sanitaria pero no tiene por qué eludir el debate político y democrático. Tampoco tiene que tender a una militarización de la crisis; a diferencia de lo que opina el jefe de estado mayor del Ejército no estamos en guerra sino en una crisis sanitaria y no tiene justificación que las Fuerzas Armadas estén patrullando las calles y vigilando las puertas de los supermercados. Aquí los verdaderos soldados, como muchas veces se ha dicho, son lo sanitarios que están en la trinchera y los cientos de miles de trabajadores y trabajadoras que están garantizando los suministros, la logística y los servicios básicos.
Otro de los rasgos de las epidemias es que hacen salir a la superficie los problemas latentes y subterráneos de una sociedad. Y aquí están saliendo muchas cosas; los recortes sociales en la sanidad durante los años de la crisis del 2008 y el papel de la sanidad privada financiada con fondos públicos , el problema de las residencias de ancianos y como este sector, en manos de las órdenes religiosas, ha demostrado que están pésimamente gerenciado basado en un sobreexplotación de su mano de obra a pesar de recibir sustanciosos fondos públicos, una situación que desde Europa Laica venimos denunciado desde años; otro de los aspectos que se aprecia más descarnadamente es que existe una parte importantísima de la sociedad excluida del todo de los circuitos económicos y laborales y que no se ha tenido en cuenta en las medidas de choque económico ni tampoco se ha tenido en cuenta a los sectores más precarizados que también han quedado medio abandonados en el decreto económico por mucho que se diga y se repita que no se quedara nadie atrás.
En Francia se están produciendo debates muy fuertes sobre las medidas económicas contra la crisis evitando que las compañías con beneficios puedan despedir a las personas por esta crisis. En España, por el contrario, las medidas están facilitando el despido de cientos de miles de trabajadores y la viabilidad de la devolución de los avales crediticios a las empresas está en entredicho por las características de nuestro sistema productivo muy dependiente del turismo lo que significara el incremento de la deuda. En España están ausentes medidas directas de apoyo económico a las personas más precarizadas y ni siquiera se ha establecido una renta mínima de subsistencia o la postergación de impuestos y cuotas sociales a los autónomos. Otra de las lecciones de la crisis es la fragilidad de economías con un sistema productivo totalmente dependiente y deslocalizado y que no es capaz de producir siquiera mascarillas , trajes o medicamentos esenciales y donde compañías estratégicas transportes y energéticas que fueron privatizadas en su momento en nombre de la libre competencia y ahora quizás es posible introducir el debate sobre su más que necesaria nacionalización como recientemente ha hecho Italia con la compañía aérea Air Italia una compañía que hace apenas una década se había privatizado. El problema no es solo la privatización de la sanidad o del agua o de la luz también se debe cuestionar la educación y otros servicios que deberían tener una vocación universal enfocados a la igualdad de las personas. Y la crisis puede hacer estallar por lo aires a Europa o cuestionar su sagrado libre libro de la ortodoxia económica grabado en las tablas de la ley y también en la Constitución española.
Son muchos los que están advirtiendo que las medidas que se están preparando en Europa para cebar la deuda a través del sistema bancario pude significar que se esté intentando arreglar las cuentas del capitalismo financiero y de la rivalidad comercial con la crisis del Coronavirus como excusa y pretexto. Si se vuelen a mezclar las políticas de austeridad con un mero incremento de la liquidez disponible a través del Banco Central Europeo se corre el riego, de nuevo, de volver al rescate del sistema financiero, pero amplificando la desigualdad. Sera la receta más adecuada para volver pronto a otra crisis producida por otro virus o por cualquier otro asunto. No se puede consentir que con la disculpa de impulsar el crecimiento se vuelva a amplificar la desigualdad social como ocurrió con la salida de la crisis del 2008 y ello en un contexto internacional con focos de tensión bélica o prebélica en muchas partes del mundo y con una caída de los precios de las materias primas desconocidos desde hace mucho año. Hay una tensión latente entre las potencias militares que también ha emergido con esta crisis.
Finalmente me gustaría hacer mención a un suceso que he podido contrastar en diversos medios periodísticos; en uno de los barrios más pobres de España, el de las tres mil viviendas de Sevilla, todavía cientos de fieles evangélicos se atreven a trasgredir el confinamiento y el estado de alarma, agrupándose en las noches para rezar y pedir a Dios esperanza. Los militares que patrullan han tenido que disolver en varias ocasiones estas reuniones. Al final, las iglesias están donde no está nadie más, y utilizan la pobreza y la esperanza de los más pobres para alcanzar poder por eso el interés del Papa Francisco en aparecer en una entrevista con Jordi Evole como el portavoz de los más pobres y presentarse como el líder espiritual de los desposeídos. Pero también durante este encierro muchos memes han corrido en las redes para que se anule de una vez la X de la casilla de la iglesia católica en el IRPF y sin embargo hay muchos intereses en que sean las iglesias quienes repartan la caridad y las migajas entre los más pobres cuando no hay ni justicia ni solidaridad. Volver a ver las colas larguísimas de los comedores sociales de las iglesias o de CARITAS que vimos en los años de la crisis del 2008 será un fracaso de la solidaridad social. Debemos exigir que todos los esfuerzos durante la crisis que viene se centren en la solidaridad social y no en la caridad.
Antonio Gómez Movellán es presidente de Europa Laica