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Sobre las asambleas de Izquierda Unida

Preguntas de un militante ante una Asamblea Federal

Fuentes: Rebelión

Ante la próxima Asamblea Extraordinaria de Izquierda Unida, al igual que con las anteriores, la mayoría de las personas afirma que lo fundamental son las propuestas políticas, los documentos que se aportan para el debate. Aunque pueda parecer irreverente, reconozco que no sé para qué sirven esos documentos. Mi experiencia en anteriores asambleas y congresos […]

Ante la próxima Asamblea Extraordinaria de Izquierda Unida, al igual que con las anteriores, la mayoría de las personas afirma que lo fundamental son las propuestas políticas, los documentos que se aportan para el debate. Aunque pueda parecer irreverente, reconozco que no sé para qué sirven esos documentos. Mi experiencia en anteriores asambleas y congresos es la sensación de asistir a la escena de decenas de ingenuos y bienintencionados militantes que discuten sobre documentos políticos mientras, otros más avezados, negocian en pasillos y corros los nombres de quienes van a dirigir la organización y los puntos más delicados de los estatutos. El modelo ya se está formalizando hasta el total descaro de que se crea la comisión de listas, en las que se decide quienes gobernarán la organización cuya política, otros, creen estar aprobando. Es ahí donde, al igual que sucede en Afganistán, los diferentes señores de la guerra y grupos de poder consensuan el reparto atendiendo a edades, sexos, regiones y tribus. Evidentemente, el resultado termina siendo tan democrático y representativo como el gobierno de Afganistán. Y la paz conseguida, pues similar.  

Así, militantes comprometidos y serios debaten con entusiasmo y pasión ideas, principios, propuestas, enmiendas y documentos que a los pocos días se olvidan hasta el punto de que nadie después comprueba si son editados o difundidos y si se incluyen los matices aprobados. Si los programas electorales se caracterizan por la falta de vigilancia en su cumplimiento, de igual modo sucede con esos documentos políticos que, reitero, no sé qué función tienen y cómo aseguran las políticas a aplicar por los dirigentes.

No recuerdo, y como yo la gran mayoría de miembros de Izquierda Unida, qué documentos se aprobaron en anteriores asambleas, si es que alguna vez se editaron, pero es evidente que no impidieron que nuestro grupo parlamentario nacional deje de llamarse de Izquierda Unida, que algunos concejales de capital de provincia apoyen resoluciones pidiendo el asilo para mercenarios anticubanos, que nuestros representantes en Caja Madrid voten a favor de millonarias subvenciones a FAES, la fundación del PP, o que nos enteremos de candidatos a elecciones europeas por la prensa. Y si los documentos no sirven para eso, ni garantizan que cosas así no sucedan, no veo mucho sentido a esos debates en formato asamblea federal de IU.

Por eso mismo, grupos en el seno de IU que apoyaron un mismo documento en una asamblea, después se enfrentan en la siguiente. No debería suceder puesto que coincidieron en la anterior propuesta política aprobada a no ser que, para ellos, sólo fuesen papel mojado.

Por ello, sigo sin comprender cómo algunas miembros de esta organización, bienintencionados, dicen que esperan a ver los documentos para posicionarse en el debate. Mucho me temo que todas las cosas inapropiadas que una dirección pueda hacer las hará con cualquiera de los documentos que se aprueben. Y no habrá ningún método de control de las políticas aplicadas por la dirección ni los cargos que pueda condicionarlas a los documentos aprobados.

Tampoco entiendo que millones de ciudadanos del país votemos directamente a nuestros representantes en el Parlamento y algunos miles no podamos hacerlo a los miembros del Consejo Político Federal, sino a través de delegados.

Ni porque aplaudimos métodos de democracia participativa como el referéndum revocatorio en Venezuela y a nadie se le ocurrirá incluirlo en el funcionamiento de Izquierda Unida para revocar a un miembro del Consejo, Presidencia o al propio coordinador.

Así de obvias son mis preguntas ante una asamblea federal, tal y como lo eran las de Bertolt Brecht en sus «Preguntas de un obrero ante un libro»

Hace ya mucho que esas asambleas federales son una liturgia caduca que nadie parece querer renovar, quizás porque quienes pueden suelen estar en los pasillos y quienes quieren pasan de participar en la comisión de documentos políticos a irse a su casa.

Con ese panorama, si yo tuviese que pronunciarme ante la Asamblea extraordinaria de Izquierda Unida cometería el sacrilegio de reconocer que no me leería ningún documento y apoyaría a la persona y el equipo que, por su trayectoria y antecedentes mereciera mi confianza y reconocimiento, a la espera de que alguien se atreva a convertir una asamblea federal en un foro de decisión de líneas políticas definidas y vinculantes.

www.pascualserrano.net