Dedicatoria: Me es grato dedicar el presente trabajo, a la empresa de desamiantado, «Arizon y Gracia», a sus jefes y empleados, en agradecimiento a su financiación y patrocinio de la presentación pública en Huesca, de mi libro: «Amianto: un genocidio impune». El pasado 6 de noviembre del presente año 2015, «CORRIERE DELLA SERA» publicaba en […]
Dedicatoria: Me es grato dedicar el presente trabajo, a la empresa de desamiantado, «Arizon y Gracia», a sus jefes y empleados, en agradecimiento a su financiación y patrocinio de la presentación pública en Huesca, de mi libro: «Amianto: un genocidio impune».
El pasado 6 de noviembre del presente año 2015, «CORRIERE DELLA SERA» publicaba en Internet una información titulada: «Amianto alla Scala, 7 morti tra cui una cantante: indagati 4 ex sindaci (Asbesto en «La Scala», 7 muertos, incluyendo una cantante: 4 ex alcaldes, imputados.
Se trata de un asunto que ya viene de atrás en el tiempo, desde que se denunció públicamente la presencia de amianto en las instalaciones del afamado teatro.
Según la información que ahora se publica, la fiscalía alega que los once sospechosos, en esencia de lo que se les acusa, es de no haber utilizado en el pasado los medios idóneos para eliminar el amianto presente en los artefactos, técnicos en su mayoría, situados en varias habitaciones del edificio, e incluso también en la famosa lámpara de araña, en el interior del teatro.
Entre las personas que murieron por la exposición laboral al mineral cancerígeno, desde los años 70/80 del pasado siglo, estarían un sitarista (músico ejecutante de un instrumento de cuerdas, originario de la India y de Pakistán), un conductor, un bombero, un carpintero, un tramoyista, e incluso una cantante de ópera.
Actualmente hay, además, varios afectados de mesotelioma, que todavía no han llegado a fallecer de esa patología maligna, específicamente originada por la exposición al asbesto, y cuyo inexorable destino es ir muriendo prematuramente de dicha incurable dolencia.
Subsiste la duda respecto a si, a día de hoy, todavía ese amianto pueda seguir suponiendo un riesgo mortal, para los trabajadores o el público del citado famoso teatro.
Esta noticia nos pone de bruces frente a una descarnada realidad: la de quien, en el ejercicio de una profesión tan aparentemente alejada de todo riesgo vinculado al uso industrial del asbesto, como es el desempeño de una habilidad innata, trabajosamente cultivada con el sacrificio de un constante entrenamiento, como es, en suma, la profesión de cantante de ópera, se vea de improviso prematuramente atrapada por la Dama de la Guadaña, sin saber cómo ni donde, ni por qué.
Sirva esta reflexión como preámbulo de nuestra consideración a otros casos en los que la presencia del amianto en renombrados edificios públicos, teatro Scala incluido, ha sido registrada.
En el contexto de la toma en consideración de las diversas facetas del tema del desamiantado, por su propia relevancia merece específica atención la cuestión del amianto presente en los edificios públicos. Ver: Levin & Selikoff (1991), Oliver et al. (1990), Chesson et al. (1990), Lee et al. (1992), Manabe et al. (2007).
Excepcionalmente, en algún edificio público se han llegado a medir concentraciones de hasta 4 fibras de crocidolita por centímetro cúbico: Ganor et al. (1992). Asimismo, existen antecedentes de concentraciones enormes en ese tipo de edificaciones: Cordier et al. (1987).
Destacan igualmente, los ejemplos de comprometidas situaciones, en edificios públicos de acusado renombre. Es el caso, por ejemplo, del edificio de Naciones Unidas, en Nueva York, de la Torre Montparnasse, en el sur de París, y también de las torres GAN, Winthertur, Pleyel y Flandre, de la Casa de las Ciencias del Hombre, de la Biblioteca de la Universidad de Nanterre, el Hospital de Clermont-Ferrand, en la propia sede del Parlamento británico, en Westminster, en el edificio «Winston Churchill» de la Eurocámara, y en la propia sede del Parlamento Europeo, en Estrasburgo, el «Palast der Republik», antigua sede del Parlamento de la Alemania del Este, y desamiantado entre 1998 y 2001, el edificio Berlaymont, en Bruselas, arrendado por el gobierno belga a la Unión Europea, para su uso como oficinas, el Rijksmuseum, en Amsterdam (Holanda), el museo Carnavalet, de París, el Museo del Aire y del Espacio, el Liverpool Museum, la «Smithsonian Institution»: Deucher et al. (2000), de la Biblioteca Real de Bélgica, la «Prendergast Library of Jamestown», de Nueva York, el teatro La Scala de Milán, el palacio de Buckingham, el Palacio de Kensington, el Palacio de Congresos y Exposiciones, de Madrid, la Torre Norte del Centro Gubernamental «Minillas», en San Juan de Puerto Rico, las torres gemelas del «World Trade Center» de Nueva York, la Universidad de Ginebra, el edificio del CERN, en la misma ciudad, en la que también se ha de mencionar a la catedral de San Pedro, el Capitolio, en Washington, etc., etc.
El «Centro Internacional de Viena» (que no es sólo la sede de la ONU en dicha capital europea, sino que también acoge a la IAEA -International Atomic Energy Agency-, a la CTBTO -Comprehensive Nuclear-Test-Ban Treaty Organization-, y a la UNIDO -United Nations Industrial Development Organization), también ha tenido que sufrir un proceso de desamiantado: Kropiunik (2006).
Un caso análogo representa lo sucedido en relación con el proyecto de instalar un museo mundial sobre Charlie Chaplin, el famoso actor y director cinematográfico, en la que fue su vivienda durante sus últimos 25 años, en Le Manoir de Ban, en Corsier-sur-Vevey, en el cantón de Vaud, en Suiza, cuya inauguración tuvo que quedar retrasada, ya que en el curso de los trabajos de adaptación del edificio a su nueva finalidad, se pudo apreciar la abundante presencia de amianto en su estructura e instalaciones de calefacción. Ni las condiciones de seguridad de los operarios, ni el destino futuro del edificio, permitían ignorar el riesgo.
En el caso de la Torre Montparnasse, cuya vista panorámica de París atrae anualmente a un millón de turistas, y en la trabajan cinco mil personas, es notable el hecho de que después de haberse gastado en su desamiantado un importe de 250 millones de euros, ello no ha sido óbice para que se haya tenido que abrir una investigación judicial, por haberse rebasado el límite legal de concentración de amianto en atmósfera.
En el caso del edificio Berlaymont, la presencia de amianto en el mismo ha sido determinante de una demanda judicial, interpuesta por un funcionario que había trabajado en él, y que resultó afectado por un cáncer pulmonar, cuyo origen laboral fue reconocido por el tribunal: Aragón Bombín (2013).
En el caso del Palacio de Congresos y Exposiciones, de Madrid, con niveles de amianto que superaban, como mínimo, en 47 veces al nivel convencionalmente considerado como «aceptable», en el momento de efectuar el correspondiente estudio.
Entre los edificios públicos españoles en los que se procedió a un aislamiento ignífugo mediante amianto proyectado, y que actualmente permanecen erguidos, podemos citar a los siguientes: Edificio del «Banco Bilbao Vizcaya», en la c/ Alcalá, de Madrid, Aeropuerto de Barajas (Madrid), Universidad politécnica de Sevilla, antiguo «Banco Hispano Americano», en el Paseo de la Independencia, de Zaragoza, Hospital «12 de Octubre», en Madrid, Hospital «Vall d’Hebrón», en Barcelona, etc.
Como ejemplo constitutivo de un elemento de comparación con la situación en nuestro país, en lo relativo al proceso de desamiantado, en su generalidad, podemos indicar, que Polonia ya se ha dotado de un plan general a largo plazo, de eliminación total de todo el amianto presente en el país, y con una duración prevista de treinta años -desde 2002 hasta 2032-: Szeszenia-Dabrowska et al. (2012).
La cuestión específica de la presencia de amianto en las viviendas sociales del Reino Unido, es abordada en Waldman & Williams (2009) & (2013). En nuestro país, en Sevilla por ejemplo, el amianto-cemento ha estado presente en varios de los bloques de la barriada «Los Pajaritos», integrada exclusivamente por viviendas sociales, de titularidad pública.
Comentario específico merece el caso del Parlamento de Ottawa (Canadá), en cuyo desamiantado se ha invertido una cantidad cifrada en bastantes millones de dólares, en acusado contraste con la postura gubernamental de dicho país, respecto de la exportación de amianto a otras naciones, y que presuponía su ya cesada extracción en el propio: «inocuo» para los trabajadores, y nocivo para los políticos; también se ha procedido al desamiantado de la residencia del Primer Ministro: Rubin (2003).
Una reseña especial merece también el caso de algunos de los platós de los estudios de RTVE en Prado del Rey (Madrid), en los que, en las ocasiones de aplausos especialmente estruendosos del público asistente en directo a las actuaciones televisadas, eran aquellas en las que una fina «llovizna» de un polvillo azul se abatía sobre las butacas y sobre sus cándidos ocupantes temporales. Como colofón de esta esperpéntica situación, digamos que el director, en un momento dado, del citado ente público -todo un ex ministro-, hizo una declaración pública, en la que vino a manifestar algo así como que los mencionados platós «tenían asbestosis», supino disparate, que hace recaer una enfermedad orgánica, sobre un artefacto inanimado. «¡Que traigan más acústica!», es la expresión que nuestra memoria nos susurra, por analogía.
Consideración aparte merecen aquellos casos en los que la contaminación del edificio llega a afectar a su propio contenido.
Es el caso, por ejemplo, de la Biblioteca Nacional de Francia. En un trabajo firmado por Emmanuelle Walter, y publicado en NouvelObs.con el 8 de Diciembre de 2005, se informaba que los análisis del Lépi (Laboratorio de estudio de las partículas inhaladas), arrojaban concentraciones de fibras, que en dos pruebas, sobre un total de dieciséis, se rozaba o sobrepasaba el umbral autorizado, en las mediciones ambientales, habiéndose realizado otros 32 muestreos individuales, que resultaron ser los más inquietantes, sobre todo para unos cien almaceneros, que manipularon, desde 1997, las obras que permanecían en las reservas de la BNF. Cuando se simulaban las actividades de arreglo, se llegó a detectar concentraciones que multiplicaban por 3 y por 4 veces el umbral establecido para los trabajadores del amianto.
El desamiantado de las colecciones de libros, revistas y documentos antiguos, procedentes del anexo de Versalles (cerca de 20 km de estanterías y 5 km de cartones sobre paletas), supuso el tratamiento de casi un millón de obras pertenecientes a las colecciones contaminadas por la degradación de los aislamientos de amianto, del edificio C del citado antiguo anexo de Versalles.
Un caso similar se produjo cuando el Ministerio de Defensa británico tuvo que dejar en suspenso la aplicación de la Ley de Libertad de Información, a un total de 63.000 archivos secretos, que ya deberían poder ser consultados, hasta que pudieran ser descontaminados.
Quizás el hallazgo más sorprendente se produjo en el Museo de Arte Moderno de París, con una pintura que mide 600 metros cuadrados, y que representa una celebración de la ciencia y el poder de la electricidad. Se trata de una obra del pintor Raoul Dufy, efectuada por encargo de una compañía de electricidad de París, para decorar su «Salón de la luz», en la Exposición Universal de París, de 1937. Cuando los restauradores del museo accedieron a la parte de atrás de los 250 paneles que conforman la pintura, se pudo constatar la presencia masiva de amianto, lo que obligó a un cuidadoso planeamiento, del que no había precedentes, y que en su momento supuso un costo estimado en siete millones de francos, según el diario «Le Parisien».
Lo más parecido que hemos podido hallar, respecto a una situación como la precedentemente descrita, es el caso del cuadro, pintado por Pablo Picasso, y titulado «Pastoral», efectuado sobre una placa de amianto-cemento, así como, también, «La alegría de vivir», del mismo autor, y fechado en 1946: ripolín sobre fibrocemento. No sería el único cuadro realizado con este material: cuando residió en Antibes, y según una factura de la Sociedad de Materiales de Cannes, compró seis placas de amianto-cemento «Eternit», de 250×120 cm.
Más insólito se nos antoja el uso de ese material, como soporte de unos frescos («Triunfo de la muerte»), retirados del camposanto de Pisa, en 1949, al prepararlos sobre bastidor para su traslado, para lo cual fueron troceados en catorce partes, para adaptarlos a las dimensiones, antes citadas, de las planchas de amianto-cemento.
Una clase de edificios públicos que merece especial consideración a la hora de estimar la posibilidad de su contaminación por amianto, son los hospitales públicos. Diversos casos confirmados, avalan esa inquietud.
Por ejemplo, el desamiantado del Centro Psiquiátrico Marcy, de Nueva York, recientemente adjudicado a la empresa Sunshine Environmental Services, con una oferta cifrada en 420.462 dólares.
Diecinueve técnicos del hospital San Luis de París han contraído la insuficiencia respiratoria característica de la exposición al amianto.
Podemos citar igualmente, el caso del hospital geriátrico de Glencoe, Lochaber, Escocia, en el que igualmente se detectó, en el año 2006, la presencia de amianto instalado.
En el caso del «Glan Clwyd Hospital», en Bodelwyddan, cerca de Rhyl, uno de los principales hospitales del País de Gales, ampliamente contaminado por el amianto instalado en él, se optó, en el año 2008, por reconstruirlo en el mismo sitio, paradójicamente, por no cumplir con las normas de seguridad contra incendios.
Frecuentemente, la contaminación se manifiesta a través de la afectación de quienes trabajaron en su día en alguno de esos establecimientos hospitalarios.
Es el caso, por ejemplo, de Alan Ward, que estuvo expuesto al amianto durante su trabajo en los hospitales de Wakefield, en el Reino Unido, entre los años de 1964 y 1972, y diagnosticado de mesotelioma.
Mary Artherton, de 60 años, ex enfermera de Norwich, East Anglia, contrajo mesotelioma, como consecuencia de una larga exposición al amianto en tres hospitales locales. A principios de 2008, el «East of England Strategic Health Autority» admitió su responsabilidad, y pagó una compensación a una segunda enfermera, que también había contraído mesotelioma, en el ejercicio de su profesión en hospitales.
Rebecca Little, de 53 años, de Catterick, North Yorkshire, Inglaterra, falleció de mesotelioma en Febrero de 2002; a la familia de dicha enfermera les indemnizaron con 175.000 libras esterlinas, pagadas por Departamento de Salud. La contaminación se había producido en un hospital de Londres, en el que no era inusual barrer pequeños trozos y polvo del aislamiento de las tuberías, en la década de los años 1960.
De acuerdo con las estadísticas del HSE, el número de enfermeras fallecidas de mesotelioma, entre 1980 y 2000, fueron 49, mientras que entre 2002 y 2005, fueron 25. La comparación entre las tasas anuales correspondientes a uno u otro intervalo temporal, arroja un coeficiente de incremento, cifrado en 3.4 veces mayor, para el segundo, respecto del primero.
El mantenimiento del uso del amianto, en determinados países, está originando un incremento en la tasa de incidencia del mesotelioma: Park et al. (2011), Carkanat et al. (2012). Véase también: Puche (Sept. 2014), (Oct. 2014) & (Nov. 2015 -2 refs.-).
Haremos ahora mención del caso de afectación por mesotelioma por parte de un médico y profesor: el doctor Kieran Sweeney. Profesiones como la de cirujano, y no solamente trabajadores de la industria pesada, son ahora también dianas humanas de la «anaconda interna», del mesotelioma.
Dada la brevedad de tiempo en la exposición, que basta para que pueda desencadenarse un mesotelioma, es evidente que los propios enfermos están expuestos a ese riesgo, lo cual no deja de ser un siniestro sarcasmo, habida cuenta de que lo que les mueve a permanecer en esos hospitales, es, precisamente, tratar de recuperar la salud perdida. Ver: Scarlett et al. (2010) & (2012). Esto es así, también según nuestro personal criterio, hasta el punto de que consideramos que los inspectores de trabajo podrían constituir un grupo de riesgo, justificando la conveniencia de la realización de un estudio epidemiológico retrospectivo, a nivel mundial, sobre todo en relación con los decesos acaecidos durante las seis primeras décadas del pasado siglo, cuando el nexo causal entre el amianto y el mesotelioma, no estaba reconocido.
Por la profusión de su uso, la presencia de amianto en las escuelas, es un problema de especial relevancia. Después de la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de las escuelas del Reino Unido se construyeron utilizando amianto, y en la mayoría de ellas todavía no ha sido eliminado. Según el «British Safety Council», dieciséis profesores, en promedio, mueren cada año, de enfermedades relacionadas con el amianto.
Según su director ejecutivo, Brian Nimick, se han producido 228 muertes relacionadas con el amianto, entre los docentes del Reino Unido, durante los últimos 14 años, anteriores al 2.009.
Según Christine Blower, Secretaria General del Sindicato Nacional de Maestros (NUT), está confirmado que, entre 2001 y 2005, el amianto causó la muerte de 92 maestros y profesores.
Además, según el HSE británico, 183 maestros y profesores murieron de mesotelioma, entre 2002 y 2005. Una de esas víctimas, en un futuro más bien próximo, será la profesora de lenguas extranjeras en Essex, Carol Hagedorn, diagnosticada de mesotelioma, a los 58 años, tras 34 años de carrera, ejercida en tres escuelas del municipio de Redbridge, Londres. Otra, Elizabeth Bradford, profesora de necesidades especiales, en Bromley, en el sudeste de Londres, afectada igualmente por mesotelioma. Trabajó en un salón de clases, forrado de amianto. Su historia es similar a la de Gina, la esposa de Michael Lees, maestra fallecida de mesotelioma, en el año 2000.
La estimación del número de escuelas afectadas por el amianto, es de 300 escuelas en el País de Gales, y del 90% de las escuelas, en el sur de Inglaterra. Una elevada proporción de escuelas afectadas, ha sido constatada en Kent (554 de un total de 599, con crocidolita en 60 de ellas), Medway (111 de un total de 116), East Sussex (185 de un total de 195), West Sussex (271 de un total de 286), Brighton (75 de un total de 77) y Surrey (303, de un total de 333, con amosita en 186 de ellas). Evidentemente, para aquellos países donde no hay datos, la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia.
Es evidente el riesgo manifiesto que representa esta situación para los propios alumnos, los niños y adolescentes, toda vez que su normal esperanza de vida, en condiciones de no contaminación, representa un lapso temporal suficientemente holgado como para que el tiempo de latencia del mortal mesotelioma pueda disponer de acomodo.
En Zarogoulidis et al. (2011), los autores presentan el caso de un joven de 26 años, afectado de mesotelioma, atribuido a su exposición al asbesto presente en la escuela, a la cual asistió desde los 6 hasta los 12 años de edad.
En Álvarez Otero & Cobas Paz (2014), las autoras relatan el caso de un paciente de mesotelioma, de 38 años de edad, que en la anamnesis dirigida relató que durante su infancia acompañaba a su padre a su trabajo, en el que frecuentemente manipulaba uralita. La concordancia respecto del tiempo de latencia, indujo a las citadas autoras a inferir que en ello estribó la etiología de la dolencia.
La presencia, bastante generalizada, de amianto en las escuelas, propicia el que, eventualmente, ante determinadas catástrofes naturales, como son los tornados, los terremotos, etc., el desprendimiento de residuos sueltos, con contenido de asbesto, llegue a materializarse. Es el caso, por ejemplo, del terremoto acaecido al norte de la Baja California, en Calexico, sobre el que se informó de dicha circunstancia en abril de 2010, concretamente en las escuelas denominadas como: «Jefferson Elementary», «Calexico High School» y «De Anza Jr. High School».
Un caso especial de presencia de amianto en guarderías infantiles y en jardines de infancia y parques públicos, viene determinado por la fabricación, con amianto-cemento, de toboganes para los juegos de deslizamiento de los niños. Tales toboganes, son o han sido fabricados por la empresa salvadoreña DURALITA y han sido exportados, como mínimo, a Estados Unidos y a Argentina.
Esta empresa, a quien la web de la Cámara Oficial de Comercio de España en El Salvador promociona, mediante un enlace directo a la web de la misma, en donde se cantan las supuestas excelencias higiénicas del crisotilo, también está relacionada con otras prácticas de «dobles estándares», toda vez que un organismo, perteneciente a un país donde existe prohibición del amianto, como también es el caso de Alemania – esto es, la «Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit (abreviado en sus siglas: GIZ), (en español: «Agencia Alemana de Cooperación Internacional») -, no ha tenido reparo moral alguno en facilitarle la susodicha fabricación de productos de amianto-cemento, mediante una reducción de los costes energéticos. Una le facilita la comercialización de los productos de amianto-cemento, mientras que la otra le ayuda a reducir costes de fabricación; ambas, naciones prohibicionistas del uso del crisotilo: dobles estándares. Lo que es malo para nosotras, puedes, sin embargo, usarlo tú, y nosotras te ayudaremos en ello.
Es así como una apuesta decidida por las energías renovables, como es el caso de la solar, favorecedora de la preservación del medio ambiente y ayudando a combatir el cambio climático, al mismo tiempo contribuye al deterioro de ese mismo medio ambiente, al contribuir a que en el mismo, (en condiciones más económicas para la empresa, y por lo tanto, favoreciendo su competitividad, frente a otras alternativas que no pasan por el uso industrial del asbesto), se sigan situando en él crecientes cantidades de amianto, con riesgo para la salud de los trabajadores, de sus familias, de los vecinos del entorno de fábricas y talleres, y de los usuarios finales de los productos, entre los que cabe incluir a esos niños que, en sus juegos infantiles, se deslizan por toboganes de amianto-cemento.
La presencia de amianto en las universidades, es un tema recurrente, que tuvo su máximo exponente en la Jussieu, que abordamos también en otro lugar del presente texto. Su detección en la Universidad de Bangor, en el norte del País de Gales, motivada por la constatación de que 11 trabajadores habían desarrollado enfermedades relacionadas con el amianto, pone de manifiesto que no se trata de ningún riesgo teórico, hipotético, sino que, desgraciadamente, se pone de manifiesto, bajo la única condición adicional, de que haya transcurrido el tiempo suficiente para que aflore su fatídica concreción.
Existe un enorme legado de amianto en los edificios públicos: en escuelas, en bibliotecas, oficinas públicas, hospitales, cuarteles, etc.
Los problemas derivados de la presencia del amianto en los edificios, ante catástrofes naturales, como es el caso de los terremotos, es una cuestión abordada, refiriéndola a un caso concreto, en el artículo de Atsushi et al. (1999), en el que, a propósito del gran terremoto de Hanshin-Awaji (Japón), los autores nos relatan cómo se pudo poner de manifiesto que diversos edificios habían sido objeto de protección ignífuga mediante amianto proyectado, incluso en varios casos en los que su construcción correspondía a fechas en las que dicha práctica estaba ya prohibida. Sobre dicha variante de la utilización del asbesto, véase: Ameille (1999).
Los problemas originados por la presencia del amianto en los edificios, en el contexto de una catástrofe natural, como ha sido el caso del huracán «Katrina», han sido abordados en: Luther (2006), Brown & Milke (2009). Véase también: Ryan et al. (2014). Este tipo de situaciones, en las que el amianto resulta ser un importante riesgo añadido al atribuible a los propios terremotos, huracanes, etc., es también abordado en: Zazzara & di Orio (2013), haciendo mención expresa de los terremotos de Sichuan, China, de Japón, en 2011, de Christchurch, Nueva Zelanda, también en 2011, y, por último, en Italia, en L’Aquila, en 2009 y en Emilia-Romagna, en 2012, abordando pormenorizadamente el mencionado caso del de L’Aquila, Abruzzo.
Véase también, al respecto, nuestro trabajo:
Francisco Báez Baquet Amianto y cambio climático: el nexo inesperado «Rebelión», 17/08/2015 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=202194
En él, mostramos cómo el incremento de las inclemencias meteorológicas, como consecuencia del cambio climático antropogénico, está determinando también un crecimiento del número de edificaciones total o parcialmente destruidas, incluyendo también, por supuesto, a aquellas que contenían amianto entre sus materiales constitutivos.
A las catástrofes naturales, a las que ya hemos aludido, con ocasión de hablar del amianto instalado en las escuelas, y también en toda suerte de edificios, cabe añadir también, las situaciones similares que se producen, con ocasión de acciones bélicas o de terrorismo. Así, por ejemplo, tendremos, que en el ataque al «World Trade Center» de Nueva York, se efectuaron mediciones de niveles de polución, que alcanzaron valores que representan 61.000 veces el denominado «Maximum Appropiate level» de la normativa norteamericana: Brauch (2004).
Somos decididamente partidarios de que en España se realice un inventario nacional de amianto instalado en edificios públicos, si el mismo no supone el final de toda la actuación, prosiguiéndola hasta su culminación lógica. La realización del mismo, supondría tener que superar toda la maraña de competencias transferidas a las diversas comunidades autónomas, así como con las municipales respectivas, según la índole y la localización de las edificaciones concernidas.
El primer paso habría de consistir en la confección de un listado de edificios con posibilidad de contener amianto, ateniéndonos al criterio de hacer la inclusión, atendiendo a la fecha de edificación, como han hecho, por ejemplo, los cantones suizos.
A partir de dicho listado, una auditoría técnica habría de tratar de confirmar la presencia, comprobar si se trataba de amianto friable, su estado de conservación, otros posibles factores de riesgo (por ejemplo: estimación del promedio de visitantes en un mismo intervalo temporal), y su cuantificación y grado de dispersión por toda la instalación, así como mediciones de concentraciones de fibras en atmósfera.
En los casos de detección de amianto friable, debería elaborarse de inmediato el oportuno proyecto de desamiantado, ejecutándolo a la mayor brevedad posible.
Para los demás casos, habría que hacer una evaluación individualizada para cada edificio, siempre con el criterio de tratar de minimizar la exposición, esto es, no programando ninguna intervención que supusiera incrementarla. De ello se infiere, que no deben acometerse actuaciones estandarizadas, comunes a todo tipo de situaciones.
En los casos en los que se decidiera mantener sin modificación las instalaciones, mientras su grado de conservación se mantuviera adecuadamente estable, se debería establecer un protocolo de revisiones periódicas, y muy especialmente, tomar las medidas adecuadas para que, una vez alcanzada la decisión de demolición, se procediera con la más escrupulosa aplicación de la normativa de desamiantado vigente, sin que el olvido haga incidir en negligencia, manteniendo sin degradación la señalización oportuna, que mantenga viva la advertencia precautoria.
El factor económico no debiera actuar como impedimento absoluto. El amianto es prácticamente indestructible, pero disgregable, y unas sucesivas actuaciones parciales, escalonadas a través del tiempo, son preferibles, en cualquier caso, a la pura inactividad.
La prioridad en la inspección de los edificios públicos, respecto de la totalidad de las edificaciones, se justifica por varias razones. En primer lugar, por la gran afluencia de ciudadanos que visitan o trabajan en muchas de tales instalaciones, tales como hospitales, cuarteles, museos, juzgados, etc. En segundo lugar, por su número, mucho más reducido que el de la totalidad de edificios, lo que, desde el punto de vista económico, hace más accesible acometer su inventario y posteriores actuaciones. En tercer lugar, finalmente, porque, al ser todos ellos de titularidad pública, dicha condición facilita su realización sin trabas, y, al propio tiempo, los sitúa en el primer plano de la responsabilidad y el ejemplo.
En cuanto al resto de las edificaciones, con las grandes superficies comerciales y las instalaciones deportivas privadas en primer término, estimamos que la obligatoria Inspección Técnica de Edificios es una inmejorable ocasión para acometer, tanto la auditoría técnica, específica para la eventual presencia de amianto, como, en su caso, el propio desamiantado, en aquellas situaciones en las que el mismo sea procedente, según los criterios anteriormente expresados. Una interpretación amplia del artículo 30 de la citada normativa, podría permitir acomodo a tales actuaciones, aunque sería preferible que se promulgara una ampliación de contenido, específica para tales propósitos, y de obligado cumplimiento, por consiguiente.
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