El jueves 10 de junio, con un auditorio repleto de gente, se realizó la primera de una serie de presentaciones que se realizarán en todo el país de Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo, de Andrea D’Atri, junto con una exposición de fotos, afiches y una proyección de […]
El jueves 10 de junio, con un auditorio repleto de gente, se realizó la primera de una serie de presentaciones que se realizarán en todo el país de Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo, de Andrea D’Atri, junto con una exposición de fotos, afiches y una proyección de videos, en el Centro Cultural Rosa Luxemburgo.
Abrió el debate Silvia Delfino, docente del Area de Estudios Queer de la UBA, quien planteó que «es especialmente importante la decisión política que Andrea toma en este libro de recorrer los debates del feminismo, no sólo desde la teoría sino desde la práctica». Para finalizar reconociendo que, en este caso, se trata de un «libro militante» que «concibe el antagonismo de clase no como un mero reconocimiento de la diferencia, sino como una invocación a la transformación histórica y política».
A continuación intervino la periodista Sandra Chaher, de Página 12, que señaló que el libro «tiene tres valores. Uno es el aspecto pedagógico: que en este momento repase las luchas de género, desde lo teórico y desde lo práctico, desde la reflexión, de ahondar en el debate, etc». En segundo lugar, que «habla de resistencias» y el tercer valor es el de «la valentía de Andrea para plantear temas como el marxismo en este momento».
Luego habló Caty Balaguer, trabajadora de Pepsico, que narró su experiencia como obrera consciente que se propuso luchar contra sus condiciones de existencia y organizar al resto de sus compañeras de fábrica. Después de conmovernos con los relatos de la explotación y las historias cotidianas de solidaridad, Caty finalizó con estas palabras que arrancaron el aplauso de todos: «Una vez en una marcha una chica me preguntó si yo era feminista. Y yo en ese momento dije que no. Pero después dije que sí, pero yo soy feminista de otra manera. Y le puse un ejemplo: yo trabajo en una fábrica donde tenemos que hacer una masa y tenemos que cargar harina en una cubeta para hacer la masa. Si tengo que cargar esa bolsa de harina de 50 kilos ¿quién la carga, yo o un hombre? Obviamente que la chica me dijo que era un hombre el que la tenía que cargar. Y yo le dije no, si la fábrica tiene máquinas, tiene que haber una máquina que la cargue. Bueno, yo creo que cuanto más se liberen, tanto hombres y mujeres, de la explotación y la opresión, más liberadas vamos a estar nosotras.»
Finalmente, Andrea explicó por qué es necesario un análisis marxista, de clase, de la opresión de la mujer para tomar en nuestras manos la lucha por nuestra emancipación.
Para ello, puso como ejemplo la guerra de Irak, donde hay un altísimo porcentaje de mujeres entre las tropas imperialistas (ver recuadro).
Finalmente, compartimos un brindis con los y las presentes y se planificaron nuevas presentaciones del libro en facultades y otros centros culturales del país.
Fragmento de la presentación
¿Por qué género y clase?
Por Andrea D’Atri
(…) Las primeras víctimas de los bombardeos fueron mujeres: una adolescente de 14 años, herida en las piernas y el abdomen mientras desayunaba en su casa. También su hermana y su sobrina de apenas un año, heridas mientras la primera amamantaba a su pequeña hija. El grito de «NO a la guerra» se oyó inmediatamente en todos los continentes. Durante las movilizaciones, algunas voces feministas denunciaron la violencia como una exclusividad masculina, los conflictos bélicos como privativos de los varones patriarcales y postulaban a las mujeres como constructoras de paz y portadoras naturales de una ética del amor y el cuidado. Pero en el transcurso de la guerra asistimos a una cruenta realidad en la que las mujeres no éramos solamente víctimas. Recientemente, las fotos y videos que muestran a soldadas norteamericanas practicando abusos sexuales, torturas y vejaciones a prisioneros iraquíes recorrieron el mundo. La mayoría del feminismo hizo silencio sobre la particularidad de este hecho protagonizado por mujeres o se limitó a aclarar que esas mujeres tenían conductas patriarcales. (…) Creo que la guerra de Irak impone al feminismo un desafío que es el de superar la contradicción igualdad – diferencia para lanzarse a un análisis del mundo mucho más complejo que el que queda planteado desde las categorías mujeres / varones. (…)
Muchas feministas entendieron que la democracia era el régimen político que permitiría reducir la brecha de la pobreza, del acceso a la educación, de la participación política. Creyeron que la democracia era el espacio que las mujeres podían utilizar en su lucha por la igualdad. (…) La democracia no es neutra. La democracia antes que género, tiene clase. Las mujeres como Margareth Thatcher y Condoleeza Rice además de pertenecer al mismo género, son fundamentalmente mujeres de la misma clase. (…) Con los muertos en Irak, la expoliación de los países semicoloniales, la explotación de millones de hombres y mujeres como Caty, se sostiene la democracia norteamericana, la democracia por excelencia… donde hasta una mujer negra puede ser la principal asesora de defensa. (…)
Para las feministas de la diferencia, las mujeres tendrían una inclinación menor hacia la crueldad y la violencia. Su ética del cuidado y el amor podría crear una cultura de paz y desarrollo. O mejor dicho, una contracultura opuesta a la cultura dominante. Pero las feministas de la diferencia, además de muchas cuestiones por las que pueden ser criticadas, olvidaron que lo que domina al mundo no es una cultura. O al menos, no fundamentalmente. Incluso la cultura dominante tiende a imponerse mediante las bombas. La clase dominante domina a través de la educación, la cultura, la ideología. Es verdad… manejan los resortes de los medios de comunicación de masas, las instituciones del régimen democrático… pero fundamentalmente, es dueña de los medios de producción y para sostener su dominio cuenta con el monopolio de la fuerza, con los ejércitos y la policía cuya única función es la de defender la propiedad privada. (…) Hasta ahora, el capitalismo se sostiene en la explotación de la fuerza de trabajo de millones de Catys. Mujeres y hombres de la clase obrera no sólo fabrican los alimentos, los vestidos, construyen las casas, los puentes, los aviones, abastecen de luz, gas, agua a las ciudades, hacen funcionar los teléfonos, los bancos, las escuelas, los aeropuertos… también fabrican las máquinas, las máquinas que hacen máquinas, e incluso fabrican las bombas, las municiones, transportan los pertrechos… (…)
Si la clase obrera dijera al unísono «guerra a la guerra», como fue el grito de Rosa Luxemburgo frente a la Primera Guerra Mundial, se paralizaría esta infernal maquinaria. (…) Para terminar quisiera repetir una frase que transcribo al final del libro y que es de una mujer socialista norteamericana que nada menos que en 1914 dijo: «El socialista que no es feminista carece de amplitud. Pero quien es feminista y no es socialista carece de estrategia.» Como no soy historiadora ni escritora profesional, sino una militante marxista revolucionaria, espero que este pequeño libro sirva para colaborar desde nuestro punto de vista a la lucha de las mujeres por su emancipación.