Los más de ocho mil presos que hay actualmente en Catalunya cuestan a la Administración alrededor de medio millón de euros diarios (sesenta por interno). Una cifra – facilitada por Albert Batlle, secretario de Serveis Penitenciaris- que no para de aumentar, ya que en lo que va de año ingresan en las cárceles catalanas una […]
Los más de ocho mil presos que hay actualmente en Catalunya cuestan a la Administración alrededor de medio millón de euros diarios (sesenta por interno). Una cifra – facilitada por Albert Batlle, secretario de Serveis Penitenciaris- que no para de aumentar, ya que en lo que va de año ingresan en las cárceles catalanas una media de cuatro reclusos al día. «Si continuamos así, esa cifra puede llegar a ser un día insostenible», alerta Albert Batlle.
El trabajo en la cárcel se apunta, con la actual realidad, como la mejor fórmula para contrarrestar esa factura, y la Generalitat parece haberse puesto ya manos a la obra, pues va a emplear a todos los internos que pueda en la fabricación de rejas, puertas, taquillas y camas, que se van a necesitar en la construcción de las nuevas cárceles proyectadas en Tàrrega, Tarragona y la provincia de Barcelona.
El Govern prevé abrir dos talleres, apartados de los recintos penitenciarios, para ampliar la plantilla de los reclusos (alrededor de 2.400) que actualmente trabajan en instalaciones penitenciarias mientras cumplen su condena. Uno de estos talleres – a punto de estrenarse- se ubicará en el área de Granollers, en el ámbito de la prisión de Quatre Camins, y el otro, en la zona de influencia de Can Brians, en Martorell.
En la actualidad sólo existe en toda Catalunya un taller de características idénticas a los proyectados. Está en una apartada zona de viñedos de Raimat (Segrià) y emplea a un centenar de internos que cada día salen de la cárcel de Lleida y son trasladados en autobús hasta esos talleres, levantados a una quincena de kilómetros del Centre Ponent. Lo que más falta, por el tipo de material que se va a necesitar para levantar esos nuevos centros penitenciarios, son soldadores. Actualmente sólo hay un taller de producción con esta especialidad en Quatre Camins (fabrica camas y taquillas), aunque en Raimat se trabaja ya para la puesta en marcha de un segundo taller de soldadura para cubrir el máximo de la demanda que se espera.
«Si pedimos a todas las administraciones colaboración con la política de reinserción de los presos, lo lógico es que nosotros, en el Departament de Justícia, seamos los primeros en dar ejemplo», afirma Manuel Revuelta, director de Cire (Centro de Iniciativas para la Reinserción) para el área de Lleida y Tarragona. El hecho de que los reclusos vayan a ser los encargados de fabricar buena parte del material – incluidas las rejas- con el que se van a levantar las que podrían ser sus futuras cárceles (ante la posibilidad de traslados entre centros cuando se creen las nuevas plazas) no tiene para Revuelta mayor trascendencia. «El interno está ya por encima de esto, lo único que quiere es trabajar porque así su vida en la cárcel es más llevadera y, además, si cobra, mucho mejor».
De hecho, el Centre Ponent es desde hace ya años, con el trabajo que hacen los reclusos en una imprenta, el principal fabricante de Catalunya de sobres, material de oficina y folios con el membrete de Justícia utilizados para escribir las sentencias y los autos de prisión y también de libertad. La cárcel de Lleida es la que tiene la ocupación más alta de internos, ya que los talleres que hay en la misma prisión y los de Raimat (se fabrican desde sombrillas hasta cajas de fruta) dan trabajo a más de la mitad del millar de reclusos que tiene el Centre Ponent.
Estos internos, explica Revuelta, cobran por pieza fabricada y pueden llegar a ganar hasta cerca de 600 euros al mes. Aunque lo que más valoran los trabajadores que hay en Raimat es poder salir cada día de la cárcel para ir al taller. «Esto te da una sensación de libertad imposible de alcanzar de otra manera. Cuando empieza el fin de semana, yo ya deseo que sea otra vez lunes para venir aquí», explica Diego, un vecino de Lleida al que le faltan tres años para cumplir una condena de diez por atracos.
«No todo el mundo tiene por qué cumplir su condena entre rejas», afirma Manuel Revuelta, que siempre ha defendido el trabajo fuera de los centros penitenciarios. Un modelo que se ampliará ahora con los dos talleres proyectados en Granollers y Martorell, para los que habrá que fletar también autobuses que trasladen a los internos de Quatre Camins y Can Brians hasta el puesto de trabajo.
El único requisito que se pide para salir a uno de estos talleres fuera de la cárcel es -al margen de no estar sancionado y disponer del segundo o el tercer grado penitenciario- que el interno haya disfrutado anteriormente de algunos permisos. Y es que en esas instalaciones apenas hay vigilancia y si uno quiere escapar sólo tiene que pasar la puerta del recinto.
Revuelta concluye que cuando uno de estos reclusos consigue un trabajo fuera tras haber pasado por alguno de estos talleres, se cierra el ciclo de Cire, que empieza con la formación, continúa con la producción y acaba con la reinserción.