El INTA Villa Dolores (Córdoba) diseñó un emprendimiento agroecológico que genera más de 45 mil kilos de alimento en 10 hectáreas. El sistema tiene plantaciones, pasturas, estanques para acuicultura y un tambo caprino. Es en el marco de su programa de Agroecología Eficiente y Sustentable. «La Matilde» es un emprendimiento agroecológico ubicado en 60 hectáreas […]
El INTA Villa Dolores (Córdoba) diseñó un emprendimiento agroecológico que genera más de 45 mil kilos de alimento en 10 hectáreas. El sistema tiene plantaciones, pasturas, estanques para acuicultura y un tambo caprino. Es en el marco de su programa de Agroecología Eficiente y Sustentable.
«La Matilde» es un emprendimiento agroecológico ubicado en 60 hectáreas del Valle de Traslasierra -Córdoba-, donde hasta hace tres años había nogales abandonados, ganado disperso y ningún cultivo por la falta de agua. En 10 de sus hectáreas, la finca -diseñada por el INTA Villa Dolores- genera más de 45 mil kilos de alimentos: produce vid, frutales, olivos, nogales, hortalizas y pasturas, tiene reservorios de agua para acuicultura y hasta incorpora un tambo caprino.
«La biodiversidad permite superar las variables económicas del mercado, ya que si cae el precio de un producto, los agricultores pueden sortear la crisis gracias a la gran canasta de alimentos que generan», explicó César Gramaglia, del INTA Villa Dolores y asesor del proyecto. De igual modo, señaló que los rendimientos son similares en sistemas agroecológicos y convencionales -de acuerdo con otras experiencias de la región-. «La ventaja de lo agroecológico es que, al evitar la compra de insumos, el costo total de producción disminuye entre un 15 y 20 % y aumenta el margen de rentabilidad», observó.
Gramaglia destacó el impacto del agregado de valor en origen en el esquema productivo que, en el caso de la leche caprina, aumenta la rentabilidad en más de un 300 %. Según calculó, un kilo de queso se vende a $ 200 y requiere ocho litros de leche para su elaboración, lo que equivale a $ 64 de costo de producción -$ 8 el litro-.
Por su parte, las hortalizas se venden en fresco o en conserva, mientras que las aromáticas y medicinales se desecan con energía solar y se ofrecen al público de manera fraccionada. También se elaboran dulces de frutas y está previsto el desarrollo de una línea de aceite de oliva y vinos orgánicos, como iniciativas de agregado de valor.
«La producción que se genera no abastece los mercados tradicionales, sino que es transformada en productos secundarios y comercializada en forma directa, desde la misma finca para reducir la cadena de intermediarios», señaló el técnico. En las 30 hectáreas de bosque autóctono que rodean la finca, el emprendimiento lleva adelante un proyecto de turismo para el cual se instalaron una posada de adobe y un restaurante, próximos a inaugurarse. Las 20 hectáreas restantes se venden como parcelas de 2.500 m2 para la construcción de viviendas ecológicas, que utilicen materiales y energías renovables.
Debido a la falta de agua para riego, algunos estudios de diagnóstico verificaron la existencia del recurso en el subsuelo y eso permitió realizar una perforación que, mediante una bomba, llena una represa y abastece un sistema de riego por goteo. «Como el caudal era aún insuficiente, se hicieron excavaciones en los desniveles del terreno que, impermeabilizadas con mantas plásticas, recolectan el agua de lluvia», agregó Gramaglia.
Estos reservorios regulan la temperatura y humedad del ambiente y refractan la luz solar -lo que acelera el proceso de fotosíntesis en las plantas-. Asimismo, propician el desarrollo de la acuicultura para autoconsumo y son una fuente hídrica en situaciones de incendio. «Además de pensar lo agronómico, es necesario planificar el manejo del agua para su recolección, conducción, almacenamiento y posterior redistribución con fines productivos o para consumo humano», resumió.
Según Gramaglia, el estiércol extraído del tambo caprino se reutiliza para producir abonos orgánicos que aumentan la fertilidad de la tierra y mejoran el rendimiento de los cultivos. Esta práctica se complementa con la siembra de pasturas entre las líneas de las plantas, frutales y viñedos que, a su vez, sirven para preparar abonos y como alimento del ganado. Por su parte, el técnico indicó que «las malezas se controlan sólo en la zona de proyección de los frutales, mientras que se dejan crecer en el espacio entre plantas para fomentar la biodiversidad y constituir un reservorio de enemigos naturales, fundamental en el control de plagas». «Cuando se logra un equilibro biológico, el mismo sistema neutraliza los inconvenientes que lo pueden afectar y no se requieren insumos», agregó.
Para descargar el Especial Inta sobre Agroecología Sustentable y Eficiente, andá a este link: http://intainforma.inta.gov.ar/wp-content/uploads/2015/10/158_agroecologia_.pdf
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