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Programa, programa, programa

Fuentes: Rebelión

Desde hace semanas estamos recibiendo una cascada de llamadas telefónicas, invitaciones a encuentros personales informales, enlaces de artículos… La mayoría de las propuestas vienen de entornos o compañer@s muy querid@s . Si tuviésemos que señalar las palabras más repetidas, arrasan «confluencia»y «unidad popular». Las acompaña el interés por conocer la opinión del FCSM. Prueban lo […]

Desde hace semanas estamos recibiendo una cascada de llamadas telefónicas, invitaciones a encuentros personales informales, enlaces de artículos… La mayoría de las propuestas vienen de entornos o compañer@s muy querid@s . Si tuviésemos que señalar las palabras más repetidas, arrasan «confluencia»y «unidad popular». Las acompaña el interés por conocer la opinión del FCSM.

Prueban lo abierto que está el debate las reflexiones sobre el tema de nuestros compañeros Juan Balsera (Una visión de la Unidad Popular, Las bases de la Unidad Popular) y Rafael Juan (Lo que debería ser la Unidad Popular) publicadas recientemente en el blog del Colectivo Prometeo, las declaraciones del portavoz del FCSM, Héctor Illueca recogidas por la prensa (Movimientos sociales se organizan para articular una Unidad Popular más allá de las elecciones) o la idea de la Convocatoria Social lanzada por el Frente Cívico el pasado julio a distintos colectivos sociales en la reunión de San Lorenzo del Escorial que actualmente está en la fase de recogida de propuestas unitarias.

El denominador común del magma que se está cociendo es el sempiterno y leninista «¿Qué hacer?» Expresa la inquietud -compartida- ante el panorama que se dibujará de aquí a diciembre. También la preocupación de much@s compañer@s que hacen la lectura política de estar ante una oportunidad única que si se malogra volverá a llevarnos de la nada a la más absoluta de las miserias. En las urgencias es imposible abstraerse y aún más difícil enfocar la situación buscando distancia.

Las dudas nos rozan a tod@s. Desearíamos tener abierto el «manual de certezas» por la página correcta pero el tiempo es de análisis -con el riesgo de que resulte erróneo-, no de varitas mágicas o de mantras a los que asirnos para repetirlos como papagayos.

Estas líneas van en esa dirección, la de poner sobre la mesa ideas por si ayudan a desbrozar algo el paisaje al que nos enfrentamos, pero desde el convencimiento que aunque sería un logro extraordinario articular una amplia alianza en las elecciones generales -dejemos en un segundo plano la denominación de la misma- ésta no serviría de nada si no va acompañada de una base sólida, un programa de mínimos contundente, listo para ser aplicado tras la victoria y de una gran movilización social que a la vez empuje y obligue a no olvidar los compromisos adquiridos.

Para facilitar la comprensión de este razonamiento me gustaría que volvieses a visualizar dos imágenes recientes: la canallesca portada de la Razón dedicada a las vacaciones y flores de Manuela Carmena, la alcaldesa de Madrid y la del primer ministro griego Tsipras anunciando la convocatoria de elecciones anticipadas.

La primera es para que no olvidemos nunca contra quienes jugamos. Personajes sin escrúpulos que no dudan en utilizar la técnica nazi de la mentira mil veces repetida. Instalados más allá de cualquier cortapisa ética, han soltado todos sus perros de presa para abortar cualquier posibilidad de cambio social que intente ir más allá del retoque cosmético.

La segunda para recordar a toda la Izquierda que si decidimos echar un pulso al Sistema y titubeamos en el momento crucial, nos van a romper el brazo sin misericordia.

Si elegimos el combate político, debemos mantenerlo hasta las últimas consecuencias, arrostrando la tunda de palos que nos lloverán. O tenemos previstas las variables y trazado el camino a seguir o dejaremos otra vez arrumbadas las ideas en el bulevar de los sueños rotos, generando frustración y rechazo, diluyendo el apoyo popular por habernos enfundado el falso manto de la «responsabilidad de gobierno».

Si no creemos en nuestras propuestas alternativas no tenemos derecho a ilusionar para después darles una ducha fría de «Posibilismo» a quienes nos apoyan. Si estamos ahítos de denunciar a la Troika o al robo a mano armado que con la excusa de la crisis planificó la Oligarquía dominante, no generemos la ilusión de Resistencia para terminar poniéndonos de rodillas ante el Poder.

Si creemos en un nuevo contrato sobre la UE en el que primen el control democrático de las Instituciones Europeas y la voluntad de sus pueblos, no es legítimo renunciar al deseo de la Ciudadanía de limpiar lo podrido sea mediante la auditoria de la Deuda, el control de capitales o acabar con la burla que las empresas multinacionales hacen de los derechos colectivos.

Seamos sinceros indicando que con el orden legal impuesto desde hace decenios por los distintos gobiernos títeres, el nudo gordiano que nos asfixia y empobrece sólo se puede deshacer cortando de tajo el dogal y eso implica controlar el temblor de piernas al poner sobre la mesa que la solución pasa por la salida del universo euro que es el engranaje que ha permitido el demoníaco dominio de la Oligarquía sobre las personas.

Sería de ilusos no ver que en nuestro país el Sistema se está recomponiendo gracias al poder económico absoluto que disfruta y al dictatorial control que ejerce sobre los medios de difusión, pero también gracias a los titubeos y torpezas de quienes soñábamos derrotarlo. Los errores propios -sin aprender de ellos- también cuentan.

Hasta el 22M de 2014 España era una olla a presión a punto de estallar. Desde entonces el Poder ha buscado la espita que deja escapar el suficiente vapor de la movilización social para que el reventón no se produzca. Ha cambiado al impresentable jefe de estado, buscado alternativas de desfogue al cabreo tipo «Ciudadanos» que no supongan un peligro real, reprimido con leyes totalitarias como la Mordaza, reflotado al partido, sin garras y dientes, que la Casta tiene etiquetado como Izquierda…

Nosotr@s hemos ayudado al bajar el pie del acelerador de las movilizaciones por situar (consciente o inconscientemente) como objetivo primordial -y por desgracia a veces único- las elecciones. El triunfo en éstas es importante, nadie lo duda y, tal como ha pasado en las municipales, sirve de acicate y revulsivo. Pero centrarnos exclusivamente en ellas, convertirlas en «el fin último» y desinflar nuestra capacidad de respuesta en la calle, es una táctica suicida.

Por supuesto que sería maravilloso aglutinarnos en una voz plural pero única. Si terminamos cantando gozosos y juntos el «Coro de los esclavos» aún mejor. Pero la realidad está hoy lejos de nuestros deseos. Nos es más cercana la idea de la división donde la culpa es siempre del «otro».

Las desconfianzas entre Podemos, IU, Ahora en Común… más que unir centrifugan. Cuando todos se proclaman «garantes de la unidad popular» desde la sordera o el autismo es difícil alcanzar metas compartidas. El cóctel de egos heridos, falta de generosidad e insultos gratuitos no destila ambrosía. Sí amargura.

Intentemos mirar desde la distancia. Y manejar a la vez las dos riendas (movilización social / participación electoral). Si tenemos al menos fuerza en la primera, hay esperanza porque sin duda habrá fuerza en la segunda cuando toque.

Si pese a todo no se consigue fraguar unidad electoral, busquemos el día siguiente. Para ello trabajemos esos puntos comunes de actuación, ese programa, programa, programa (p.e. Derogación de la reforma constitucional del artículo 135, auditoría de la deuda pública, salario mínimo 1000 euros, ninguna pensión por debajo del SMI, extensión y ampliación de la prestación de desempleo, derogación de las reformas laboradas aprobadas por PSOE y PP, derecho a la vivienda con la trasposición inmediata de la directiva 93/13/CEE, aumento del gasto de Educación hasta el 7% del PIB y derogación de la LOMCE, derogación del RD 16/2012 para garantizar el sistema nacional de salud, reforma fiscal progresiva...) con el que nos sintamos tan identificados que no tengamos inconveniente en difundirlo porque lo hemos hecho nuestro. Volquémonos también en las movilizaciones previstas por las marchas para el mes de Octubre.

Cuando caminamos juntos en la reivindicación solemos diluir bien las diferencias hasta hacerlas desaparecer. Incluso vemos mejor las encrucijadas y nadie duda de que estamos en una.

Desde el FCSM intentamos trabajar una metáfora que nos sirva: dejemos por una vez de mirar nuestro ombligo y en la conducción que intenta sortear esta Crisis sistemática alumbremos la oscuridad del camino con «luces largas».

Juan Rivera. Colectivo Prometeo/ FCSM

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.