Quién sabe, quizás el proletariado no ha desaparecido. Quizás solo ha cambiado de empleo, y de género Cuando uno oye hablar de «clase obrera» piensa en los compañeros del metal, en los mineros o los ferroviarios. Hombres de manos curtidas, de tabaco negro y revuelto o carajillo mañanero. Obreros con mayuscula, que dicen los sabios, […]
Quién sabe, quizás el proletariado no ha desaparecido. Quizás solo ha cambiado de empleo, y de género
Cuando uno oye hablar de «clase obrera» piensa en los compañeros del metal, en los mineros o los ferroviarios. Hombres de manos curtidas, de tabaco negro y revuelto o carajillo mañanero. Obreros con mayuscula, que dicen los sabios, desde sus torres de marfil universitarias, que estan en extinción, acomodada y tal.
Mientras tanto decenas, probablemente centenares de miles de trabajadoras, en su inmensa mayoría mujeres, acuden cada día a trabajos en «servicios», en unas condiciones salariales, laborales, de jornada y de precariedad extremas: largas jornadas que se prolongan habitualmente con horas extras para dignificar unos salarios miseros que se mueven entre el salario minimo y los 600 euros, ausencia de minimas condiciones de salud o seguridad laboral, precariedad y temporalidad universales y una patronal autoritaria y cerrada instintivamente a cualquier reivindicación.
Trabajos fundamentalmente ocupados por mujeres. Limpiezas o telemarketing son quizás los sectores más conocidos y que han protagonizado movilizaciones en los últimos tiempos, con cientos de miles de trabajadoras, proletarias de escoba o centralita, aunque son muchas más: cuidadoras de ancianos o niños, servicio domestico, hostelería… que se han sumado a las ya clasicas obreras de la industria textil o conservera.
«Trabajos de mujeres», «sin cualificación», sin importancia ni prestigio social. «Limpiar escaleras» ha sido y sigue siendo sinónimo de «empleo marginal», de ultimo recurso. Cuesta cambiar la imagen del obrero clásico, tan masculino, de más arriba por el de estas mujeres en nuestro particular imaginario ideológico, pero son la más representativa del nuevo proletariado de nuestros días.
Limpiezas y telemarketing han protagonizado movilzaciones importantes en lo cuantitativo y, sobre todo en lo cualitativo. Probablemente haya habído otras, pero no han obtenido el mismo reflejo mediático, por otro lado bastante escaso. Las movilizaciones de limpiadoras no merecen el mismo titular que la negociación del convenio del metal en la «prensa burguesa», ni muchas veces tampoco en la «obrera». Son movilizaciones de extrema dureza y dificultad, que se prolongan meses, frente a una patronal muy autoritaria que no está dispuesta a hacer la más minima concesión y dispuesto a adoptar todo tipo de represalias, despidos de comité de empresa incluidos. No faltan traiciones, esquiroles, en fin… pero en esas movilizaciones uno se encuentra gestos y actitudes, conciencias, combativas, solidarias, que creía olvidadas.
Y quién sabe, quizás el proletariado no ha desaparecido. Quizás solo ha cambiado de empleo, y de género.