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Prólogo de Siete historias lógicas y un cuento breve

Fuentes: Rebelión

Como bien saben todos los interesados en la obra de Manuel Sacristán, Salvador López Arnal es por dedicación, casi se diría por destino, uno de sus albaceas más sólidos y acreditados. Salvador cuenta en su haber con numerosas ediciones -más de una decena- de textos de Sacristán de diverso género (anotaciones manuscritas, apuntes de clase, […]

Como bien saben todos los interesados en la obra de Manuel Sacristán, Salvador López Arnal es por dedicación, casi se diría por destino, uno de sus albaceas más sólidos y acreditados. Salvador cuenta en su haber con numerosas ediciones -más de una decena- de textos de Sacristán de diverso género (anotaciones manuscritas, apuntes de clase, conferencias, entrevistas, correspondencia, etc.), todas ellas con textos y materiales inéditos. Uno de sus trabajos editoriales puede considerarse precedente de la recopilación presente. Se trata de «Amables cartas lógicas», incluido en Salvador López Arnal y otros, eds., Donde no habita el olvido (Barcelona: Montesinos, 2005), pp. 161-191, un libro concebido en recuerdo y celebración del 40º aniversario de la publicación de la Introducción a la Lógica y al análisis formal de Sacristán (1964). «Amables cartas lógicas» reunía la correspondencia mantenida por Sacristán, a propósito de la aparición de su conocido y reconocido manual, con José Ferrater Mora, Miguel Sánchez Mazas y Víctor Sánchez de Zavala. Desde entonces, Salvador ha extendido este género de la interrelación de Sacristán, más allá de sus comienzos epistolares, a personalidades de nuestra cultura filosófica tan dispares y relevantes como Lukàcs (Sacristán y la obra político-filosófica de György Lukàcs, Madrid: La Oveja Roja/FIM, 2012) y Quine (Manuel Sacristán y la obra del lógico y filósofo norteamericano Willard van Orman Quine, Málaga: Ediciones del Geral, 2015). El presente libro es la culminación natural de esta línea de investigación y recuperación de Sacristán a través de su emparejamiento y comunicación con sus contemporáneos. Según esto, las historias lógicas de Salvador podrían recordar hasta cierto punto las vidas paralelas de Plutarco, pero esta referencia induciría a engaño: las historias de Salvador no son historias paralelas sino convividas y entrecruzadas. El propio autor dialoga por su cuenta con otros próximos, como Francisco Fernández Buey, a veces de forma expresa, a veces de forma tácita. En todo caso, hay una saludable impresión a la que nadie que lea este libro podrá sustraerse: la lógica no es un vicio solitario.

La compilación presente de historias por correspondencia añade a las cartas de los autores antes convocados las también amables del filósofo e historiador de la ciencia italiano, Ludovico Geymonat. Pero no deja de haber nuevas comparerencias. Una es la de un invitado, el gran Salvador Espriu, que podría considerarse inesperado en este contexto de no mediar alguna penosa experiencia de la vida de Sacristán sentida por sus amigos, como su expulsión de la universidad por el procedimiento de la no renovación del contrato o el fallecimiento de Giulia Adinolfi por no traer a colación el acontecimiento más sonado en medios académicos, su fallida oposición a la cátedra de Lógica de la universidad de Valencia. Otra es la figura multiforme del maestro que ya permitía a Sacristán contraponer el maestro de imprenta al maestro universitario del puro Pensar, y ahora da pie a Salvador para evocar la calidad de Sacristán como maestro «socrático» y sugerir un nuevo emparejamiento con el Juan de Mairena machadiano. Una tercera comparecencia es la de Heidegger por mor de la tesis doctoral de Sacristán sobre las ideas gnoseológicas de Heidegger, y su actitud crecientemente crítica ante esta dimensión del pensamiento heideggeriano, desde su primera aproximación en 1953 hasta sus postreras reflexiones de 1981 en Guanajuato, pasando por la tesis de 1959. Desde el punto de vista de la consistencia intelectual de Sacristán en sus años de intensa dedicación a la lógica, tiene importancia reconstruir el sentido de esta suerte de «digresión» académica heideggeriana, representada por su doctorado. El presente libro tiene, en fin, el colofón de un cuento breve en el que aparece otro nuevo convidado, quizás más presentido que presente en las relaciones de Sacristán, Juan David García Bacca. Aunque, manteniéndose fiel a sus inclinaciones editoriales, Salvador aún nos reserva el regalo añadido de un detallado comentario a un nuevo texto inédito sacristaniano.

Las siete historias, más el cuento añadido, se desenvuelven en sendos capítulos autocontenidos. La escritura de Salvador es viva y directa, y gusta demorarse en los detalles contextuales para situar el momento vital e intelectual del propio Sacristán y mostrar el sentido de su relación con sus corresponsales. No es extraño que en ocasiones se reiteren algunas referencias de especial significación o repercusión. La repetición no siempre es mala; no lo es en absoluto cuando se trata de circunstancias y opresiones que conviene recordar para no volverlas a vivir. Este es un legado de Sacristán que viene a recordarnos el final, entre desiderativo e imperativo, de la nota necrológica: «En memoria de Manuel Sacristán» de V. Sánchez de Zavala (1985), nota que justamente constituye el epílogo de la presente compilación: «hacer permanentemente imposible que las discrepancias de ideas, de valoraciones, de perspectiva de las cosas que nos puedan separar de una persona de valía demostrada, cualesquiera que sean, nos lleven jamás, caso de tener entre las manos algún poder de decisión pública, a vetarle el paso. Esto es lo que se hizo con él reiteradamente; que a todos nos sea ya invencible la repugnancia si ocasión llegase a hacer nada parecido».

La compilación de Salvador no es un mero trabajo de erudición y rescate editorial, convencionalmente académico, aunque no deje de ser riguroso y excelente en este sentido. Tiene el valor del testimonio que declara el desgarro personal de Sacristán entre la «adicción lógica» por un lado y, por el otro, las gestiones y responsabilidades prácticas y, como diría Pablo Ródenas, poliéticas. Según es bien sabido, la afición de Sacristán a la lógica como disciplina formal es un caso un tanto curioso: sigue, desde su franco nacimiento en los años 50, una especie de curso Guadiana con reapariciones cada vez más esporádicas aunque persistentes hasta los 80. Y el propio Sacristán, si bien no se ahorra observaciones y confesiones sobre las vicisitudes de su dedicación a la lógica, tiende a hacerlas más descriptivas que explicativas. Lo que Salvador nos ofrece a este respecto son múltiples referencias contextuales que, en conjunto, trazan un cuadro impresionista de la circunstancia nacional-católico-escolástica en que se vio asfixiada la posibilidad de la dedicación y la investigación lógicas de Sacristán, aunque no pudiera con sus arraigados hábitos de precisión conceptual, rigor metodológico y fino sentido lógico. Salvador no reconstruye un cuadro sistemático, ni hace una historia lineal: como antes decía, su trabajo no es un ejercicio meramente académico, erudito. Tiene intereses y compromisos más directos y vivos, y a ellos responde la composición del libro. Se trata de una floración por rizomas: siete historias centrales que luego, cada una de ellas por su cuenta, crecen germinando en otras historias, a veces incidentales, pero no menos determinantes e instructivas.

Así esta composición rizomática da a la compilación de Salvador el inestimable valor de un documental histórico sobre los empeños intelectuales y las lacras culturales e intelectuales de la época franquista, el valor de un No-Do subversivo en el que unas pocas palabras valen miles de imágenes de frustraciones y miserias. De este modo el testimonio de unas peripecias vitales deviene en testimonio de época. Saltan a la vista las dificultades de una aculturación y una modernización del país en los estudios de Lógica formal, la imposibilidad de formar un «colegio invisible» en este campo a pesar de los contactos epistolares entre los pioneros interesados y, en suma, las limitaciones del conocimiento público en esta área. No dejan de ser sintomáticos en este sentido el inopinado relieve que cobra la lógica combinatoria como avanzadilla de la investigación formalizada no estándar o, al menos, no escolar, o el reproche de que la Introducción a la Lógica y al análisis formal parece prestar recordemos, a mediados de los 60 menor atención a la presentación axiomática de la Lógica que a su presentación como sistema de deducción natural. Mientras tanto, en los estudios lógicos en la España de entonces brillan por su ausencia la madurez semántica de la teoría de modelos, el crecimiento de la teoría de la computabilidad o los desarrollos alternativos, fueran complementarios o se pretendieran divergentes, de las lógicas no estándar con la salvedad en este caso de las incursiones intensionales de M. Sánchez Mazas.

Este precioso secreter de historias, cartas y retazos de relaciones personales que ha labrado Salvador, con el rigor y la sabiduría del maestro artesano, puede ayudar a la lectora y al lector del libro no solo a comprender, sino a sentir y compartir, la fuerza, la frustración y el desgarro de la adicción a la Lógica de un Manuel Sacristán al que le tocaron, como habría dicho Jorge Luis Borges, «malos tiempos que vivir».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.