Prólogo de Salvador López Arnal https://www.libreriaproteo.com/libro/ver/id/1761373/titulo/desvelando-el-silencio-sobre-el-amianto.html El libro que el lector tiene ahora entre sus manos, es la suma de más de cuarenta entrevistas que el ya hoy nuestro buen amigo el profesor Salvador López Arnal, ha ido conduciendo con habilidad que a mí me viene a recordar, a veces, a la sonsaca de las […]
Prólogo de Salvador López Arnal
El libro que el lector tiene ahora entre sus manos, es la suma de más de cuarenta entrevistas que el ya hoy nuestro buen amigo el profesor Salvador López Arnal, ha ido conduciendo con habilidad que a mí me viene a recordar, a veces, a la sonsaca de las viejecitas, de la que nos hablara con ironía nuestro clásico Quevedo.
Rebasando el propósito inicial, a lo largo de estas entrevistas se impuso la costumbre de ir intercalando el comentario y la referencia a aquellas noticias relativas al amianto y a sus letales efectos, que, ya fuera en la literatura médica, con su inevitable carga de jerga académica, ya fuera por su presencia en los medios de comunicación del momento, la actualidad nos deparaba oportunidad de abordar las diversas facetas y vericuetos de este complejo y grave asunto.
Y es que, por desgracia, en esta cuestión «seguimos en las mismas», en muchos extremos fundamentales, desde un pasado más o menos remoto. Permítasenos ilustrarlo, echando mano de un ejemplo, en el que dos de esas características que ya afloraban en el pasado, pasean su insolente impavidez ante nuestras sufridas narices, saturadas ya, de tanto hedor.
Decimos en nuestro artículo: «El amianto y la falacia del presentismo» («Rebelión», 31-3-2015 – http://www.rebelion.org/noticia.php?id=197105): «Entre ciertos historiadores, en relación con el asbesto, con una visión distorsionada por el peso de los óbolos recibidos y aceptados, se ha querido denunciar la llamada «falacia del actualismo», y que, también cuando es referida al amianto, vendría a consistir, en resumen, en el reproche a revisar el pasado con criterios y conocimientos actuales, de los cuales no se disponía en dicho tiempo pretérito. En condiciones normales, para un historiador, el actualismo o presentismo, es anatema, y así debe ser.
No obstante, por nuestra parte, a su vez, nosotros queremos resaltar la falacia… de dicha supuesta falacia, en el caso concreto de la historia del amianto».
Más adelante añadimos: «En cualquier caso, la actual beligerancia de los gobiernos y de las empresas, de los países productores de amianto crisotilo, es suficientemente esclarecedora sobre el crédito que merecen tales intentos de exoneración de responsabilidad moral».
Poniendo el dedo en la llaga, digamos que es esa misma situación la que seguimos contemplando. Se saben sobradamente los peligros del asbesto, pero se sigue actuando igual que si no se los conociera. Hay naciones hermanas, como es el caso de México, y también otros países, del continente americano o de otros, en los que sigue vigente el uso industrial del amianto, en todas sus variedades, incluida la del llamado amianto blanco o crisotilo.
Centrándonos en el ejemplo aducido, de la nación de los mexicas, podemos constatar cómo diversas empresas tienen al asbesto crisotilo como una de sus principales materias primas. Es el caso, por ejemplo, de varias de las del grupo «Elementia«, con origen financiero en dicho país, pero con firmas integrantes, tales como las denominadas «Duralit Bolivia«, «Eternit Ecuatoriana«, «Eternit Colombiana«, «Eternit Pacífico» (Colombia), «Eternit Atlántico» (Colombia), etc.
Todo el grupo, y por lo tanto todas estas empresas, comparten una financiación que en generosa proporción corresponde a la propiedad del magnate mexicano Carlos Slim -una de las más grandes fortunas a nivel mundial-, y personaje del que volveremos a ocuparnos. Pero antes vayamos a otra cuestión.
Para que el lector pueda hacerse una idea de bajo qué parámetros éticos se desarrollan los acontecimientos que tienen por protagonista al amianto, en el entorno iberoamericano, atiéndase a lo que se relata seguidamente.
La empresa hondureña «Durman Esquivel«, después de que su gobierno hubiera decretado la prohibición del amianto crisotilo en dicho país, formuló una demanda contra el mismo, por los supuestos perjuicios económicos que tal decisión oficial le habría originado. Al socaire de la misma, incluso países productores de asbesto y próximos, como México, Panamá o El Salvador, pidieron explicaciones sobre esa prohibición. Insólito, pero cierto.
Pero la demanda fue retirada. Atención a los motivos: la demanda la habían perdido en dos instancias previas, pero desistieron del recurso de apelación, porque participaban en una licitación pública, y la ley de contratación del Estado hondureño dice, que «quien tenga una demanda incoada contra el Estado, está inhabilitado para participar en licitaciones».
Concordando con lo antes expresado, posteriormente se le adjudicó una licitación para instalar tuberías PVC para el Servicio Nacional de Acueductos y Alcantarillados, por un monto equivalente 431.500 dólares USA. Así que juzgue el amigo lector, qué orden de prelación ha podido tener, en el ánimo de los directivos de esta empresa, la preocupación sobre la contingencia, que para la salud de sus trabajadores o la de los usuarios finales de sus productos, ha podido representar el dilema social entre permitir, o no, la continuidad del uso del crisotilo en el país. La necesaria compostura en las expresiones aquí utilizadas, nos impiden hacer empleo de los contundentes términos que tal reflexión merecería.
Volvamos ya a prestar atención a la figura del multimillonario Carlos Slim, cuyo nombre, al menos, nos resulta familiar a muchos españoles, dada su amistad y camaradería en los negocios, con el ex presidente de nuestro país, el socialista Felipe González, bajo cuyo gobierno se promulgó en España la primera legislación específica sobre amianto, en la quedaba reflejado su carácter cancerígeno.
En el sub-capítulo nº 2.5 («Filantrocapitalismo y amianto«), de nuestro libro «Amianto: un genocidio impune«, objeto de las entrevistas aquí reunidas, se aborda la cuestión de aquellas conductas deleznables en relación con el amianto, que no obstante no han sido impedimento para que sus respectivos protagonistas hayan sido objeto de reconocimientos honoríficos, o que hayan sido, simultáneamente, promotores de instituciones benéficas privadas, con las que «lavar» o camuflar sus insoslayables responsabilidades éticas, en relación con el asbesto. Sin pretender ser exhaustivos, tal ha sido el caso, por ejemplo, de la familia March, de Stephan Schmidheiny, de la firma WR Grace, de Baljit Singh Chadha, etc. De ellos, evidentemente, también nos hemos ocupado en estas entrevistas ahora reunidas en el presente libro.
Pues, caro lector, ya tenemos otro nombre que añadir a la lista: el de Carlos Slim, magnate del crisotilo entre otras muchas actividades financieras, y promotor de la «Fundación Slim» o «Instituto Carlos Slim«, que el 2 de marzo de 2014 publicó en Internet, bajo el título de «Asbesto, epidemia silenciosa«, un texto, citando como fuente a www.am.com.mx, en el que podremos encontrar aseveraciones, tan contradictorias entre sí, como las siguientes: «La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) han declarado que todos los tipos de asbestos, incluido el crisotilo, son cancerígenos, y que no existe un nivel seguro de exposición.
Además, en 1977, la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC) determinó que la inhalación de las fibras de asbesto provoca cáncer pulmonar, mesotelioma maligno pleural (cáncer de pleura) y peritoneal (cáncer del peritoneo), cáncer de faringe y de ovario.
La doctora Guadalupe Aguilar Madrid, egresada y profesora en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México y miembro del Sistema Nacional de Investigadores, estima que existen 500 casos de enfermedades causadas por mesotelioma, al año, en el País.
«Hay una epidemia, porque, de haber de 17 a 20 casos (de 1979 a 1997), a partir de 1998 se dispara y empezamos a tener 60; al siguiente año, 70. Y, actualmente, con los estudios que he realizado, estimo que hay 500 casos. Oficialmente, por datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, hay 200 casos por año«, explica.
Adicionalmente, los estudios de Aguilar Madrid señalan que, por cada caso de mesotelioma hay 2.2 muertes por cáncer pulmonar, lo que crea un total de unos mil 100 fallecimientos anuales relacionados con el asbesto.
El equipo de investigadores, neumólogos y oncólogos que encabeza Aguilar Madrid es el único en México que estudia la relación del asbesto y el mesotelioma pleural.
Aunque se solicitó a la Coordinación de Salud en el Trabajo del IMSS la información sobre cuántos casos han sido reconocidos como enfermedad de trabajo, no se obtuvo respuesta.
Sin embargo, de acuerdo con estudios de Aguilar Madrid, sólo ocho casos han sido reconocidos por el IMSS, sin que se sepa cuántos ha habido en Pemex, la Marina, el ISSSTE y la Secretaría de Salud.
Además, la especialista apunta a que debería existir un censo de las empresas importadoras de asbesto, qué productos se siguen haciendo con este mineral, cuántos trabajadores lo manipulan y cuánta población se expone indirectamente al inhalar las fibras, ya sea por lavar ropa contaminada o por vivir alrededor de las empresas que trabajan con asbesto.
Pese a que Francia y Holanda cuentan con fondos para las víctimas del amianto, en México, la Comisión Federal de Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) ni siquiera considera que sea dañino.
«Si bien existen factores de riesgo derivados del contacto constante y prolongado con el crisotilo, dichos factores pueden ser reducidos si se siguen precauciones, como el encapsulamiento del material y el no desestabilizar las fibras del mismo«, comenta una fuente de la Cofepris que pidió el anonimato.
«Toda vez que estas condiciones ya están garantizadas en la normatividad vigente, la Comisión de Evidencia y Manejo de Riesgos de la Cofepris no considera necesaria una prohibición absoluta de este material en tanto que no existan productos sustitutos«.
No obstante, la Asociación Internacional de la Seguridad Social (AISS) cuenta con una lista de los sustitutos del asbesto.
Conocer la situación del asbesto en México resulta complicado, pues las instancias gubernamentales difieren en datos o no proporcionan la información solicitada.
Así, mientras el Instituto Mexicano de Fibroindustrias, A.C. reportó que sólo tiene el dato de una empresa con licencia de funcionamiento y que está afiliada con ellos, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) señaló que tiene registradas 28 instalaciones que utilizan asbesto (de las cuales sólo operan 18) y la Cofepris apunta a que son sólo tres las compañías importadoras de las que esta comisión tiene aviso de funcionamiento.
Antonio Galván , presidente del Instituto Mexicano de Fibroindustrias, defiende que se promueva un uso seguro y responsable del crisotilo.
«Los procesos productivos en los cuales se emplea el crisotilo como materia prima están altamente automatizados y evitan al máximo el contacto con la fibra», asegura.
«Cumpliendo con la normativa, todos los trabajadores que laboran en la industria son evaluados médicamente de manera periódica, además de ser capacitados continuamente en su uso seguro «.
El doctor Luis Argote Greene, cirujano de tórax y oncología torácica, explica que el asbesto nunca debió haber sido manipulado por el hombre.
«Es un mineral que es cancerígeno. Está prohibido en todo el primer mundo. Pero, después de que lo prohibieran allá, lo mandaron acá, al tercer mundo«, critica el médico.
Actualmente, los mayores productores de asbesto son Sudáfrica, Rusia, Brasil, Zimbabwe, China, Italia, Colombia, Grecia, India, EU, Australia, Alemania y Francia.
México lo importa de Rusia y Brasil. Antes también lo hacía de Canadá, pero este país ya dejó de extraerlo. El especialista lamentó que, a pesar de las recomendaciones internacionales y de que se ha comprobado científicamente que es cancerígeno, México siga importando y trabajando con asbesto.
«Es muy grave. Es un problema político, económico y social. No es tan fácil decir: ‘Vamos a desaparecer todo el asbesto‘, pero hay que insistir en que se debe prohibir. A las compañías hay que darles opciones y un tiempo coherente para que usen los sustitutos«.
Este texto tiene una coda final, que le añadimos por nuestra parte: el doctor Argote actualmente trabaja en los Estados Unidos, porque en México lo presionaron mucho, para que no operara a los pacientes de mesotelioma (porque él operaba mucho).
En resumen: esto último, más la persistencia en seguir actuando como si ahora no se conocieran los efectos mortales del amianto, más el descaro de instancias oficiales, a la hora de evaluar los riesgos, más las fundaciones y premios del filantrocapitalismo, más las inmensas mentiras de los empresarios del asbesto, más los países en los que el crisotilo sigue sin ser prohibido… seguimos en las mismas, como decíamos al principio. La lucha continua.
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