¿Qué tenemos que hacer cada hombre y cada mujer para desmontar unas creencias erróneas, romper estereotipos, mitos y evitar los maltratos psicológicos, físicos y los asesinatos a mujeres? ¿Qué granito de arena podemos aportar cada persona para contribuir a que disminuyan y desaparezcan? Sentémonos a pensar las respuestas a estos interrogantes, tomando decisiones personales (por […]
¿Qué tenemos que hacer cada hombre y cada mujer para desmontar unas creencias erróneas, romper estereotipos, mitos y evitar los maltratos psicológicos, físicos y los asesinatos a mujeres? ¿Qué granito de arena podemos aportar cada persona para contribuir a que disminuyan y desaparezcan?
Sentémonos a pensar las respuestas a estos interrogantes, tomando decisiones personales (por pequeñitas que sean) para deshacer y eliminar la violencia en nuestro interior y la que la cultura patriarcal, tan arraigada en cada persona, nos ha impuesto.
Autoras y autores como Leonora Walker, Luis Bonino, Consuelo Barea, . y el esfuerzo de muchas asociaciones y colectivos de mujeres nos desvelan los mecanismos de esta violencia machista y patriarcal. A continuación detallamos y denunciamos lo que hacen los hombres agresores y maltratadores:
El hombre agresor, para mantener su superioridad, se oculta tras la máscara del silencio. No expresa sus sentimientos ni sus pensamientos. Se refugia en la televisión, en el bar, en el ordenador, en la play, en los juegos. e impide que su pareja pueda entrar en su intimidad. Niega haber dicho lo que ha dicho o el compromiso que le había hecho. Dice que ella hace un problema de todo.
Después ese hombre, a cara descubierta, pasa a la fase de la agresión verbal y psicológica: insulta a la mujer, le dice cosas que le hacen daño, se emborracha, se queda mudo durante días, tiene un romance, compra cosas muy caras, juega, rechaza a su pareja, deja un trabajo, la avergüenza en público, cuenta cosas de ella, la amenaza con violencia, con llevarse a los hijos, .
El hombre agresor la controla: le da órdenes, le prohíbe cosas, la humilla, la desprecia; le da lo justo para los gastos de la casa, no le da explicaciones de sus ingresos; controla como se viste ella, le impone las relaciones sexuales con la frecuencia que él quiere; la insulta cruelmente y la descalifica delante de sus hijas e hijos, hace que le pierdan el respeto.
El hombre agresor la aísla: controla a su pareja cuando entra y cuando sale, la aleja de sus amistades, las descalifica, se muestra celoso o provoca peleas cuando ella los ve; la desacredita delante de otros, él se muestra encantador y sabotea las conversaciones de ella burlándose de lo que ella dice. Le critica a su madre o padre, a sus hermanas y hermanos hasta conseguir que ella deje de verlos, pero cuando se reúne con la familia de ella es agradable, maravilloso y falsamente amable con la mujer. Va convenciéndola para que deje de trabajar, creándole dependencia de él, empobreciéndola más económica y socialmente, .
El hombre agresor empieza con golpes a objetos, patadas a muebles, a paredes, a puertas; maltrata a los animales de casa, grita a su mujer, la amenaza con la fuerza de su cuerpo, apenas la deja hablar; le impide el paso, la empuja, la pellizca (muchas veces como si fuera en broma), cree que es superior a ella, no quiere la igualdad y piensa que tiene derecho a tratarla así por ser hombre, .
Numerosos estudios sobre el comportamiento del hombre agresor y maltratador han comprobado que esos hombres:
– aumentan la tensión sin motivo, se vuelven más agresivos verbalmente,
– explotan violentamente con duros golpes que descargan de muchas formas y con distinta intensidad,
– terminan con una falsa «luna de miel», manipulando afectivamente a la mujer, pidiéndole perdón, llora, promete cambiar, él decide cuándo empieza y cuándo acaba esta fase y cuando siente que pierde control porque la mujer le hace ver el daño que le ha hecho, empieza de nuevo creándole miedo y volviendo a agredir verbal o físicamente sin motivo.
Esta espiral de violencia aumenta de intensidad cada vez que se repite. Aunque no exista agresión física, la agresión psicológica es igual o más grave. Al ser invisible y sutil es más difícil de demostrar. Hasta aquí hemos expuesto una larga lista de pruebas e indicadores evidentes de la gravedad del maltrato psicológico.
La sociedad es cómplice del maltratador con el silencio, si no denuncia a los hombres que maltratan y asesinan, si la policía no acude con rapidez, si no insisten en la denuncia, si no protegen a las víctimas; si cada profesional de la justicia, la sanidad, la educación, la política. no denunciamos cada agresión, si no se ponen medios para detectarla, erradicarla y prevenirla.
Por todo ello, denunciamos y recordamos que;
– Vivimos en una sociedad patriarcal y machista en la que sigue predominando el punto de vista masculino de poder y control, tanto en los hombres como en las mujeres.
– Que la violencia contra las mujeres es la desigualdad entre géneros llevada al extremo.
– Que no solo son las muertes que salen en la tele, sino también el control, la dominación, la superioridad del hombre maltratador, la infravaloración, etc… que sufrimos todas las mujeres día a día de forma más o menos explícita.
– Que cada persona es parte de este problema ante esta devastadora lacra social, y por eso, también forma parte de la solución apoyando iniciativas sociales o aportando soluciones personales.
– Que nos concienciemos porque somos corresponsables, porque educamos a las próximas generaciones y estamos trasmitiendo estos valores a la juventud.
– Y, por tanto, está en manos de todos y todas el poner nuestro granito de arena para atajar esta grave problemática de nuestra sociedad, y aunque individualmente no podemos cambiar el mundo sí podemos intervenir en nuestro entorno más cercano, denunciando el maltrato y apoyando a las víctimas.
Las consecuencias psicológicas de la violencia contra las mujeres, la violencia de género, son diferentes a las secuelas de la violencia entre hombres, porque se dan factores agravantes como la diferente fuerza física, la complicidad con la sociedad y la cultura de silencio, de no denuncia al hombre agresor. Cualquier mujer maltratada ha padecido depresión, estrés postraumático o síndrome de Estocolmo. Además no podemos olvidar que sus hijas e hijos aprenden el modelo de discriminación por género sin saber cómo salir de esta trampa social.
Como psicólogas demandamos:
. Formación e intervención con conciencia y perspectiva de género en policías, juezas y jueces, fiscales, médicas y médicos, abogadas y abogados, periodistas, profesorado, educadoras y educadores sociales; profesionales de la salud (incluyendo a psicólogas y psicólogos como profesionales sanitarios), . con un abordaje integral y crítico del problema, para que detecten los mecanismos que minimizan la violencia, que la niegan, la ocultan y la justifican o la legitiman.
. Programas específicos de prevención de violencia de género en centros educativos, con jóvenes en sus barrios y zonas de ocio; en instituciones públicas; en asociaciones y organizaciones sociales; en los medios de comunicación (formación específica en el tratamiento de las noticias y en esclarecer la violencia contra las mujeres); . mostrando el abuso de poder y control masculino a través de los privilegios en la cultura, a lo largo de los siglos, de los hombres sobre las mujeres.
. Atención psicológica a las víctimas en cada centro de salud u otras organizaciones a las que acuden estas mujeres.
. Programas psicológicos específicos para intervención con hombres maltratadores en los que se les desmonten sus erróneas creencias machistas, con un seguimiento mínimo de dos años.
. Programas psicológicos específicos de prevención de violencia para hombres en los Ayuntamientos, en los organismos públicos, en los centros de salud, en las cárceles; en los clubes deportivos; en asociaciones de vecinas y vecinos, en organizaciones sociales para desmontar prejuicios, mitos y las abusivas prácticas de poder, dominación y control de hombres sobre mujeres, . para que practiquen resolución pacífica de conflictos, la negociación, la comunicación, la escuchar, el saber ponerse en el lugar de la otra persona en el ámbito privado sin dominación masculina ni subordinación femenina.
. Buena ejecución de las medidas planteadas en la Ley con evaluación, seguimientos y recursos para desarrollarlas.
Podemos, con numerosas técnicas psicológicas, contribuir a romper el silencio cómplice con otros hombres, a que hombres y mujeres se impliquen en las acciones sociales contra la violencia, en la construcción de otras identidades masculinas basadas en valores pacíficos, igualitarios y democráticos; en promover factores protectores contra la violencia, cuestionando y autocuestionándonos los modelos sociales de relación entre mujeres y hombres. Pedimos a las instituciones y a los hombres que se esfuercen en el cambio, cambio que muchas mujeres ya hemos realizado. Porque el amor no es control. Porque no solo matan los golpes. Animamos a los hombres a que se sigan atreviendo a pedir ayuda.
Inmaculada Pérez del Toro Psicóloga, colegiada P-0082 Vanesa Vece Real Psicóloga, colegiada P-1061 Raquel Santana Espino Psicóloga, colegiada P-0390 Blanca Gema Domínguez Guerra Psicóloga, colegiada P-0413 Lucía Suárez Fleitas Psicóloga, colegiada P-1034 Elena Hernández Navarro Psicóloga, colegiada P-1056