Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Como ha mostrado el desarrollo del desastre nuclear en Japón, los costes de la limpieza después de una fusión nuclear accidental son pagados en gran parte por los gobiernos nacionales y los contribuyentes en lugar de la industria. El pago de la limpieza es solo uno de los numerosos costes ocultos de la energía nuclear que dificultan la tarea de juzgar su valor. Numerosos países, incluido EE.UU., se apresuran a construir una nueva generación de plantas de energía nuclear para reducir las emisiones de carbono.
Sin embargo, el desastre en Japón debiera obligarnos a tomar en cuenta los costes totales de la energía nuclear (y de otras fuentes de energía). Proponemos en este texto que todas las formas de energía incorporen sus costes totales (incluyendo el impacto climático, el riesgo de accidentes, y la gestión segura de los residuos) para que pueda revelarse su verdadero valor para la sociedad y se pueda tomar mejores decisiones.
En su conjunto, el historial de seguridad la energía nuclear ha sido relativamente bueno.
Además, los nuevos diseños de plantas, los así llamados reactores de la III Generación, han realzado las características de seguridad en comparación con los diseños de la II generación de los años setenta, como los de la instalación en Fukushima Daiichi en Japón. E incluso los de Fukushima no se fundieron completamente después de un terremoto de magnitud 9.0 y un golpe relativamente directo de un masivo tsunami. La cantidad de gente muerta o herida globalmente por el sistema de energía nuclear es muy inferior al número muerto o herido, por ejemplo, en la producción de energía de carbón o incluso de energía hidroeléctrica. Francia genera cerca de un 75% de su electricidad con energía nuclear y ha estado utilizando plantas de energía nuclear durante décadas sin que haya habido grandes problemas.
Por otra parte, el desastre de la planta Fukushima Daiichi demuestra que incluso con todas las precauciones tomadas y múltiples redundancias para proteger contra un desastre, pueden ocurrir problemas imprevistos y tener inmensas consecuencias económicas y ecológicas a largo plazo. Por ejemplo, la planta de energía nuclear de Chernóbil está ahora cubierta por un inmenso sarcófago que tendrá que ser mantenido durante cientos de años para impedir filtración radiactiva, y un área de 2.800 kilómetros cuadrados alrededor de la planta estará completamente fuera de acceso durante un tiempo similar. Los obstáculos económicos y sociales de ubicar y construir nuevas plantas de energía han alentado la renovación de licencias de plantas nucleares existentes más allá de la vida útil de sus diseños, aumentando la vulnerabilidad y el riesgo. También, a medida que más reactores nucleares entran en función -60 son construidos actualmente en 15 países- y los que fueron construidos antes de los años noventa comienzan a mostrar su edad, aumentan las probabilidades de otro desastre.
Tóxicos durante un millón de años
Además, todavía no se ha resuelto el problema de la gestión de los residuos de la energía nuclear, y los costes para desmontar las plantas son todavía extremadamente inciertos. En EE.UU., después de décadas de pruebas, todavía no existe un plan de almacenamiento de residuos a largo plazo. La propuesta instalación de almacenamiento en
Yucca Mountain, Nevada, fue recientemente rechazada por el presidente Obama en parte porque solo podía garantizar que material radiactivo no se filtraría después de 10.000 años de almacenamiento, mientras el requerimiento mínimo de seguridad establecido por la Agencia de Protección del Medioambiente de EE.UU. es de un millón de años. El presidente Obama ha establecido una comisión para examinar estos temas – revelando la dura realidad de que nadie ha encontrado hasta ahora un camino seguro para almacenar residuos radiactivos durante el larguísimo período requerido. Incluso si la instalación en
Yucca Mountain fuera aprobada, la actual propuesta no tendría la capacidad de aceptar los residuos radiactivos existentes en el país, ni hablar de los que producirá una nueva generación de plantas de energía.
Los subsidios gubernamentales han hecho que la energía nuclear parezca ser una opción relativamente barata. Subsidios heredados redujeron los costes de capital y operativos durante los años ochenta. Los actuales subsidios compensan los costes de uranio, seguro y responsabilidad civil, seguridad de la planta, agua de enfriamiento, gestión de residuos, y desactivación de la planta.
Una serie de nuevos subsidios en la última década ha ampliado el apoyo del gobierno para nuevos reactores e instalaciones de ciclo de combustible corriente arriba. El efecto de estos nuevos subsidios es simple: externalizan el coste de construir reactores nucleares, distorsionando el precio de la electricidad generada por energía nuclear. Por ejemplo, el gobierno de EE.UU. requiere que una instalación nuclear sea asegurada solo hasta 12.600 millones de dólares. Aunque esto parece ser una suma importante, hay que considerar que el daño causado por el derrame de petróleo en el Golfo de México en 2010 fue calculado entre 34.000 millones de dólares y 640.000 millones, y que el gobierno de EE.UU. especificó un fondo inicial de 20.000 millones de dólares para la restauración. Los costes de limpieza del desastre de Fukushima podrían exceder de lejos esas cifras. Grandes subsidios gubernamentales para la energía nuclear conducen a decisiones deficientes de consumidores, inversionistas, y la sociedad en general.
Nuevos caminos
Ante estos graves problemas, es hora de cambiar nuestro enfoque en la evaluación de la energía nuclear. Es hora de asegurar que costes y beneficios totales estén claros y haya suficiente información a disposición para que la sociedad tome decisiones informadas. Para hacerlo, proponemos unos pocos pasos simples:
1. Eliminar los subsidios para la energía nuclear, especialmente los que transfieren el riesgo a largo plazo. Los subsidios gubernamentales reducen directamente el coste directo de capital para nuevos reactores nucleares y transfieren los riesgos a largo plazo, frecuentemente multigeneracionales, del ciclo del combustible nuclear lejos de los inversionistas al público en general.
2. Exigir que los propietarios de plantas de energía nuclear compren seguros de cobertura total contra accidentes. Esto se puede lograr revocando la Ley Price-Anderson, que limita la responsabilidad por accidentes nucleares as 12.600 millones de dólares, y subsidios similares en EE.UU. eliminando también los límites de responsabilidad en otros países. Las compañías de seguros están en el negocio de evaluar y convertir en valor monetario los riesgos. Ya que los nuevos diseños de plantas de energía son, según sus partidarios, inherentemente seguros, las primas de seguro deberían ser más bajas. Si las compañías de seguros no están dispuestas o no pueden asegurar esas plantas de energía nuclear, se debiera exigir a los operadores de las plantas que mantengan un seguro propio adecuado para cubrir un accidente para el peor de los casos o a que creen nuevos modelos de compartimiento del riesgo por la industria nuclear. Eso aseguraría que, si ocurriera un accidente, los costes no serían pagados por el público sino por los propietarios de la planta. También haría que el coste de ese riesgo sea aparente a corto plazo y por lo tanto que formara parte del coste de la electricidad de plantas nucleares.
3. Exigir que los propietarios de las plantas también mantengan una garantía de seguro adecuada para cubrir la desactivación y los costes de gestión de los residuos. Este enfoque es frecuentemente utilizado para operaciones de minería a fin de asegurar que el espacio natural en el que se encuentran las minas sea adecuadamente restaurado. En la mayoría de los países ya hay fondos dispuestos para la desactivación de plantas nucleares y la gestión de residuos, pero es casi seguro que no sean suficientes para cubrir los verdaderos costes. El tamaño de la garantía reflejaría el peor de los casos para la desactivación y la gestión de residuos y podría ser reducido (o aumentado) a medida que se acumula más información sobre los verdaderos costes involucrados.
La adopción de estos pasos internalizaría muchos de los costes asociados con la energía nuclear y crearía un sistema en el cual el precio de la electricidad de plantas nucleares reflejaría con más exactitud los verdaderos costes y beneficios de la tecnología para la sociedad. En cuánto aumentaría esto el precio de la electricidad de plantas nucleares dependería del diseño de cada planta, su ubicación, cómo es operada, qué edad tiene, y otros factores. Esto daría a la sociedad un mejor (y más discriminador) cuadro de los verdaderos costes de la energía nuclear y haría que la comparación de la energía nuclear con otras fuentes de energía sea más directa y racional.
El verdadero precio del carbón
Deberíamos hacer lo mismo con otras fuentes de energía, muchas de las cuales también reciben inmensos subsidios. Por ejemplo, lo que los consumidores pagan por electricidad producida de combustibles fósiles no refleja las externalidades medioambientales y sanitarias. Un reciente estudio de Paul Epstein de la Escuela de Medicina de Harvard y sus colegas estimó que si las externalidades sanitarias y medioambientales del ciclo de vida del carbón estuvieran incluidas en su precio, el público estadounidense pagaría entre 0,3 y 0,5 billones (millones de millones) de dólares más por año, lo que es el triple del actual precio de electricidad de carbón por kilovatio-hora. Esto haría que fuentes de energía eólica, solar, y otras renovables, que reciben subsidios mucho más pequeños y tienen costes externos menores, sean más competitivas económicamente.
¿Cómo le iría a la energía nuclear si se eliminaran los subsidios y se integraran los costes totales? Es difícil de predecir, pero la respuesta a si la energía nuclear puede formar parte de la solución energética se encuentra en cómo los costes totales de la energía nuclear se comparan con los costes totales de la energía de combustibles fósiles, hidroeléctrica y renovable. Por ejemplo, la mayoría de la gente cree que la energía nuclear es totalmente libre de gases invernadero o contribuye solo cantidades insignificantes. Sin embargo, esto no es cierto si se considera todo el ciclo de vida del complejo de energía nuclear. Un estudio de 2008 mostró que si el precio de la energía nuclear incluyera el coste de gases invernadero, la energía costaría más no solo que las tecnologías de combustibles fósiles sino también la energía eólica. La inclusión del coste de riesgo de accidentes y de gestión de residuos, como mencioné anteriormente, aumentaría aún más el precio.
Por lo tanto, eliminemos los subsidios, exijamos que las plantas de energía nuclear sean totalmente aseguradas, y apartemos fondos adecuados para su desactivación y para el almacenamiento a largo plazo de los residuos radiactivos. Hagamos lo mismo con todas las fuentes de energía. Entonces podremos utilizar el mecanismo de mercado para establecer si las plantas de energía nuclear debieran formar parte de la solución energética.
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Robert Costanza es profesor de Sustentabilidad y director del Instituto de Soluciones Sustentables (ISS) en la Universidad Estatal de Portland.
Una versión de este artículo apareció previamente en The Solutions Journal.
Fuente: http://english.aljazeera.net/