Ayer recogíamos en el blog del Colectivo una triste noticia: el suicidio de Gustavo Arguellas compañero de Stop Desahucios-Granada. Informaciones similares circulan día sí y otro también por la Red. Por contraste suelen pasan desapercibidas para los grandes medios de difusión. Es lógico. Siendo sus pocos dueños -banqueros, grandes corporaciones- los responsables de la Crisis […]
Ayer recogíamos en el blog del Colectivo una triste noticia: el suicidio de Gustavo Arguellas compañero de Stop Desahucios-Granada. Informaciones similares circulan día sí y otro también por la Red. Por contraste suelen pasan desapercibidas para los grandes medios de difusión.
Es lógico. Siendo sus pocos dueños -banqueros, grandes corporaciones- los responsables de la Crisis que está en el origen de tanta desesperación y muerte, intentan silenciar el drama que la aplicación de sus intereses de clase está suponiendo para tantos miles de personas decentes. Quieren disimular con la ocultación de datos el callejón sin salida al que nos ha conducido las políticas económicas por ellos patrocinadas.
La acompañaban otras que se ha convertido en el pan nuestro de cada día como el deterioro buscado de los servicios públicos ( cierres de plantas de hospitales, menos profesores, intentos de privatización de empresas municipales) o el incremento de la bestial transferencia desde las rentas del trabajo – asalariados- a las del capital oligárquico que se viene ejecutando desde hace años. Basta con leer cualquier artículo de Vicenç Navarro para hacerse una idea de la inmensidad del robo.
De contrapunto se situaba el afloramiento de la fortuna -opaca y en el extranjero- del clan Pujol. Aunque parecieran elementos distintos ambos bloques están conectados. Como el fiel de la balanza, el platillo de las penurias y lágrimas provocadas por la desesperanza se equilibra con el robo a manos llenas que engorda el platillo de la Corrupción y utilización de los cargos públicos para el enriquecimiento privado.
El cinismo y la caradura de la Oligarquía (des)gobernante hace tiempo que dejó de sorprendernos. No deja de hacerlo la sensación de impunidad que transmiten. Los mismos que nos predican las tesis del cinturón apretado, del salario indigno, de la explotación laboral, del recorte «por nuestro bien y por la Patria» no tienen brazos suficientes para recoger el producto del latrocinio al que nos someten.
Quienes imponen normas y leyes que les beneficia -la venta de Catalunya Banc hace unos días al BBVA por 1187 millones de euros y una pérdida de 12600 millones que debemos asumir sin rechistar todos es paradigmática de ese rasero-,quienes nos acribillan a consejos, nos piden resignación o en último extremo subrayan con un » toda la vida ha habido ricos y pobres» que no quieren un modelo económico alternativo ya no se preocupan ni de aparentar prudencia.
Directamente y sin vaselina nos toman por tontos. Y así nos tratan.
Como he dejado escrito otras veces, esta forma de actuar ni siquiera es nueva. Al contrario es la constante histórica más repetida de la España contemporánea. Los mandamases de nuestro país, aunque cambien las generaciones, no han cambiado sus genes. Consideran que la península es «su cortijo». Y por tanto piensan que pueden disponer de la riqueza colectiva como les plazca. Buscando el enriquecimiento de unos pocos a sabiendas de que ello traerá penurias al resto.
Siempre han controlado los aparatos del estado, siempre han tenido a su servicio a los cuerpos de seguridad, al ejército y a la Administración. Para que les garantizasen impunidad si el personal se ponía levantisco y amagaba con no aceptar el Trágala.
Gracias a ello acumularon grandes fortunas en el XIX con las desamortizaciones, construcción de ferrocarriles o sirviendo de testaferros de grupos empresariales ingleses o franceses en la Restauración canovista.
Por eso apoyaron con una sola voz la dictadura Franquista, momento en que vieron encarnarse un sueño: levantar un Estado de corrupción pura para ejercer sus tropelías y mantenerlo con la coartada ideológica proporcionada por el Nacionalcatolicismo.
Por eso volvieron a las andadas, tras la capa de «barniz democrático». En los años 80-90 del siglo XX fueron las Reconversiones y Privatizaciones tipo Torrente («amiguetes, nos hacemos unas…privatizaciones») de empresas Públicas rentables. En el siglo XXI continuando la tarea «diversificando riesgos»: unas veces le metían mano a los Fondos europeos, otras especulaban con el ladrillo.
Hasta que estallaron la traca final haciéndonos pagar su juerga y obligándonos a asumir el coste del Rescate Bancario.
En todos los periodos, en todos los procesos mantuvieron la misma pauta, el mismo patrón, el mismo objetivo: llenar sus insaciables bolsillos. Con dos elementos inamovibles presentes en la forma de actuar: el espíritu clasista que les imbuye la creencia de ser superiores y estar por encima de explicaciones y el desprecio al españolito de a pie al que consideran menor de edad permanente.
Ahora ha saltado el «caso Pujol» y van…Desde hace tiempo mantenemos que si a corto plazo existiese una Cataluña independiente, sus clases dirigentes y las de España tendrán un nexo común: los nietos compartirán pupitre en los mismos colegios de elite estadounidenses y en ellos practicarán la «obediencia debida» al Amo Supremo que luego trasladarán a sus terruños.
Esa es la verdadera patria que los sustenta. Aquella que les permita utilizar la bandera para envolver los negocios.
Hasta hace unos años el timo de la estampita de la Tercera Restauración Borbónica les ha funcionado a la perfección. Repartiéndose concienzudamente los papeles manejaban todo tipo de ganchos. Del demócrata de toda la vida (si no investigamos más allá de 1977) al que amenazaba con irse y «crear país» mientras amarraba pingües negocios con su presunto rival, pasando por el que hacía de bobalicón y confiaba a las víctimas gritando «yo soy de los tuyos, yo soy currante,¡vótame!» para luego repartirse las ganancias con el resto de la pandilla.
Si el ministerio de Justicia de este país dedicase menos tiempo a controlar úteros, olisquear entrepiernas o ejecutar desahucios y diera manos libres a la investigación de los enriquecimientos ilícitos, otro gallo cantaría. Pero esto no es posible, porque iría contra la propia naturaleza de un Sistema que basa su fuerza en el control de la minoría sobre la inmensa mayoría. Y para lograrlo es imprescindible mantener el acogotamiento económico.
La lupa con foco que le han puesto a la fortuna de los Pujol nos parece muy necesaria. Ahora sólo falta que también la utilicen para rastrear el origen de la del abdicado Juan Carlos. O la cuantía de la de los Botines y similares. O los procesos de adjudicación de obras de infraestructura a las grandes constructoras.
Y mientras tanto el resto de no agraciados, los que nos oponemos a la rapiña, la Ciudadanía harta y estafada que no desea ocupar otro agujero del ya apretado cinturón, organicémonos. Ellos lo están.
Nosotros, convencidos de que nadie vendrá a salvarnos, comencemos a hacerlo. Busquemos lo que nos une y sigamos esa linde. Para, como mínimo, atragantarlos y borrarles de golpe la sonrisa de suficiencia. Seguro que acertamos.
Juan Rivera. Colectivo Prometeo
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