¡Llegará Vladimir Putin a La Habana! El titular impacta no por lo que anuncia sino por lo que recuerda. Un símbolo que evoca no a Rusia sino la Unión Soviética. No la crisis sino el proyecto. 14 años después Vladimir Putin regresa a La Habana. La ocasión anterior fue en una misión no agradable: remover […]
¡Llegará Vladimir Putin a La Habana! El titular impacta no por lo que anuncia sino por lo que recuerda. Un símbolo que evoca no a Rusia sino la Unión Soviética. No la crisis sino el proyecto.
14 años después Vladimir Putin regresa a La Habana. La ocasión anterior fue en una misión no agradable: remover la base de escucha radiotécnica de Lourdes y examinar el pago de las deudas adquiridas por Cuba con la ex Unión Soviética. Hoy la base está olvidada, la deuda negociada y el camino expedito para un relanzamiento de relaciones que prometen a unos y pueden preocupar a otros.
Por haber nacido en 1952, Vladimir Putin creció en el difícil período de reconstrucción que siguió al triunfo sobre el fascismo en la II Guerra Mundial de la cual la Unión Soviética emergió como una superpotencia que llenó los próximos cuarenta años de historia. La Revolución Cubana, Fidel Castro y la Isla de la Libertad fueron compases de una formación política que llevaron a Putin de la KGB al Kremlin.
La gira del presidente ruso por varios países de América y Canadá es como un hito que señala los cambios en la geopolítica posguerra fría entre cuyos ingredientes figuran los avances de China, el retorno de Rusia como protagonista de la política mundial, la supervivencia del proyecto político cubano, el empoderamiento de la una nueva izquierda latinoamericana y la formación de un sistema de alianzas que prescinde de Estados Unidos.
Empujado por terroristas que protagonizaron el 11-S, Estados Unidos se embarcó en guerras y conflictos de los cuales no logra salir y que no sólo han costado vidas y enormes recursos, sino ocupado la atención de sus líderes, deformando y desacreditando lo que pudo ser la política norteamericana en la posguerra fría.
En el mismo período en que Estados Unidos se ha consumido en lejanos y estériles conflictos bélicos, Rusia remontó el estado calamitoso en que quedó su economía como resultado de la disolución de la Unión Soviética, reconstruyó su poderío militar, resolvió o al menos mitigó graves problemas internos y en los espacios ex soviéticos y regresó en calidad de protagonista a la política mundial.
Rusia trabaja en la formación de un sistema de alianzas no militares que, en conjunto, forma un proyecto de arquitectura de las relaciones internacionales, basada no en el poderío militar (aunque está presente) ni en precisiones ideológicas y políticas y, con excepcional pragmatismo, avanza por los espacios abiertos por la geopolítica del siglo XXI caracterizada por la globalización y las expectativas de la colaboración económica y científico- técnica.
Al regresar a América, Putin transita por el espacio aéreo norteamericano sin detenerse allí cosa que indica que, o bien no tiene de qué hablar con su par estadounidense o no quiere hacerlo; ocupándose de reforzar la trama de los BRICS, formado por las economías emergentes de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica a la que probablemente se sume Argentina y que en conjunto pueden formar el eslabón más fuerte de un naciente orden económico, no opuesto a Estados Unidos aunque sí alternativo.
En ese esquema donde no todos los contornos son visibles y existen intereses que trascienden su significado real, Cuba aporta un status que ya una vez le permitió a la Unión Soviética debutar en espacios políticos que le estaban vedados y de ese modo romper una hegemonía que Estados Unidos no logró reconstruir nunca más.
Aquella alianza permitió a la Revolución Cubana sobrevivir y enrumbar su proyecto de desarrollo económico y social, lo cual significó enormes ventajas para la Isla que también asumió grandes riesgos, adelantó definiciones y aportó un capital político que solo ella poseía. No necesariamente la historia se repite; aunque… puede ocurrir.
La coyuntura creada por el curso de los acontecimientos en Ucrania y Crimea, derivada de la innecesaria aventura de expandir la OTAN y penetrar en el corazón de Rusia, si bien significa un paréntesis en la relación de la potencia eslava con Estados Unidos y Europa Occidental, no impide ni estorban la marcha de otros proyectos internacionales.
El riesgo para Estados Unidos es que se repita la historia y ante el estancamiento de su política hacia Cuba y la reiteración de esquemas ineficaces para con América Latina, en especial respecto a los gobiernos populares del área, como antes hizo la Unión Soviética, con otros argumentos e intenciones, los espacios sean ocupados por Rusia y China.
Cuba que vio finalizar la Guerra Fría para todo el mundo menos para ella y que convence a todos, menos a Estados Unidos que, al no ofrecerle alternativas de normalización, no crea intereses que sea necesario preservar, avanza en una relación con la cual se siente cómoda. Prácticamente todos los líderes cubanos de hoy se relacionaron con Rusia, muchos estudiaron o viajaron allá y fuera de los espacios ex soviéticos es en Cuba donde más personas hablan ruso.
Rusia, como tampoco Cuba parten de cero. En el pasado hubo desencuentros que han sido resueltos y no hay motivos para la crispación, sino todo lo contrario. El camino está expedito y los ambientes son propicios. Las reformas que la isla adelanta crean un escenario adecuado para el encuentro entre socios y antiguos camaradas a quienes el pasado une más que separar.
En ese contexto, Fidel y Raúl Castro avanzaran con Rusia y Putin sin otros límites que aquellos que voluntariamente se asuman; probablemente ninguno. En mundo de paz y de colaboración es una fiesta a la que todos están convidados; siempre habrá quien se excuse. ¡Ellos se lo pierden!
Fuente: http://progresosemanal.us/20140711/putin-en-la-habana/