Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
En los años ochenta, al encontrar restricciones regulatorias y resistencia del público al consumo de tabaco en EE.UU., las grandes tabacaleras idearon una estrategia particularmente efectiva para mantener sus niveles de beneficios: vender más cigarrillos en el mundo en desarrollo, donde la demanda era fuerte y la regulación del consumo del tabaco débil o inexistente. Ahora, las gigantescas compañías energéticas están aprendiendo esa lección. A medida que la preocupación por el cambio climático comienza a disminuir la demanda de combustibles fósiles en EE.UU. y Europa, aceleran sus ventas a las naciones en desarrollo, donde la demanda es fuerte y las medidas de control del clima son débiles o inexistentes. El hecho de que esto produzca un colosal aumento en los problemas de emisión de carbono que modifican el clima, no las preocupará más que el aumento global de enfermedades relacionadas con el tabaquismo preocupó a las compañías tabacaleras.
El giro de la industria tabacalera de las naciones ricas, desarrolladas, a los países de ingresos bajos y medianos está bien documentado. «Con la bajada del consumo de tabaco en los países más ricos, las compañías tabacaleras están gastando decenas de miles de millones de dólares al año en publicidad, mercadeo y patrocinio en gran parte para aumentar las ventas en… países en desarrollo» señaló el New York Times en un editorial en 2008. Para aumentar sus ventas, compañías como Philip Morris International y British American Tobacco también utilizaron su influencia legal y financiera para bloquear la implementación de regulaciones contra el tabaquismo en semejantes lugares. «Están usando el litigio para amenazar a países de bajos y medianos ingresos», dijo al Times el doctor Douglas Bettcher, jefe de la Iniciativa Liberarse del Tabaco de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Las compañías de combustibles fósiles -productoras de petróleo, carbón y gas natural- expanden de la misma manera sus operaciones en países de bajos y medianos ingresos donde se considera que el aumento de los suministros de energía es más crítico que la prevención de la catástrofe climática. «Hay un claro y prolongado cambio en el crecimiento de la energía de la OCDE [Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, el club de las naciones ricas] a las no OCDE», señaló el gigante del petróleo BP en su informe de Perspectivas Energéticas para 2014. «Virtualmente todo (95%) el crecimiento proyectado [en consumo de energía] es en las no OCDE», agregó, utilizando el elegante nuevo término para lo que solía denominarse «Tercer Mundo».
Como en el caso de las ventas de cigarrillos, el aumento de la entrega de combustibles fósiles a los países en desarrollo es doblemente dañino. Su selección por las grandes compañías tabacaleras ha producido un agudo aumento en las enfermedades relacionadas con el tabaquismo entre los pobres en sitios en los cuales los sistemas sanitarios están particularmente mal equipados para los necesitados. «Si las actuales tendencias continúan», informó la OMS en 2011, «hasta 2030 el tabaco matará más de 8 millones de personas cada año en todo el mundo y el 80% de esas muertes prematuras ocurrirán entre gente que vive en países de ingresos bajos y medianos». De la misma manera, un aumento en las ventas de carbono a naciones semejantes ayudará a producir tormentas más intensas y prolongadas, sequías más devastadoras que están menos preparadas para resistir o hacer frente a los peligros del cambio climático.
El creciente énfasis de la industria energética en las ventas a esos países particularmente vulnerables es evidente en la planificación estratégica de ExxonMobil, la mayor compañía petrolera en manos privadas. «Hasta 2040 se proyecta que la población del mundo crecerá a aproximadamente 8.800 millones de personas», señaló Exxon en su informe financiero de 2013 a los accionistas. «A medida que las economías y las poblaciones crecen, y los niveles de vida aumentan para miles de millones de personas, la necesidad de energía seguirá aumentando… Se prevé que este aumento en la demanda se concentrará en países en desarrollo.»
Esta evaluación, explicó Rex Tillerson director ejecutivo de Exxon, dominará los planes de mercadeo de la compañía en los años por venir. «El entorno de negocios global seguirá suministrando una mezcla de desafíos y oportunidades», dijo a analistas financieros en el
New York Stock Exchange en marzo de 2013. Mientras la demanda de energía en las economías desarrolladas «se mantiene relativamente parejo», señaló. «se espera que la demanda de energía de los países no OCDE aumente cerca de 65% para apoyar el esperado crecimiento».
En reconocimiento de esta tendencia, Exxon ha emprendido una amplia variedad de iniciativas con la intención de aumentar su capacidad de ventas en China, el Sudeste Asiático, y otras áreas en rápido desarrollo. En Singapur, por ejemplo, la compañía está expandiendo una refinería e instalación petroquímica para formar su «mayor emplazamiento de producción en el mundo». La refinería está siendo modificada para producir más diesel para atender mejor a las crecientes flotas de camiones, autobuses, y otros vehículos pesados en la región. Mientras tanto, la instalación de procesamiento de hidrocarburos en la planta química está siendo doblada para enfrentar la creciente demanda de productos petroquímicos utilizados en la producción de plásticos y otros bienes de consumo, especialmente en China. («Se espera que China de por sí represente más de la mitad del crecimiento de la demanda global» para esos productos, señaló Tillerson el año pasado.)
Para promover la venta de sus productos en China, Exxon ha establecido una «alianza estratégica con China Petroleum and Chemical Corporation (Sinopec), uno de los gigantes energéticos de propiedad estatal de China. Un objetivo clave de la alianza es el establecimiento de un «complejo integrado a escala mundial de refinería y petroquímica» en el este de China que, señalaron funcionarios de Exxon, se «convertirá en un importante vendedor de petroquímicos en toda China y de productos de petróleo en toda la Provincia Fujian». Un importante componente de este esfuerzo conjunto, el Proyecto Integrado Fujian de Refinación y Etileno, inició sus actividades en septiembre de 2009.
Exxon también está expandiendo su capacidad de suministro de gas natural licuado (GNL) a Asia. En cooperación con Qatar Petroleum, ha construido la mayor instalación de exportación de GNL del mundo en Ras Laffan en Catar y está construyendo una inmensa operación de GNL en Papúa New Guinea. Este proyecto de 19.000 millones de dólares, que inició su operación en abril, incluye un gasoducto de 692 kilómetros para entregar gas desde el interior de las tierras altas de la isla a un terminal de exportación cerca de Port Moresby, la capital. «El proyecto está óptimamente ubicado para servir crecientes mercados asiáticos donde se espera que la demanda de GNL aumente en aproximadamente 165% entre 2010 y 2025», dijo Neil W. Duffin, presidente de ExxonMobil Development Company.
Lo próximo en la agenda de la compañía es un plan para aprovechar el gas natural que es extraído en cantidades cada vez más grandes de formaciones domésticas de esquisto en EE.UU. mediante hidro-fracturación y convertirlo en GNL para exportación a Asia. Aunque varios políticos estadounidenses han estado presionando por la exportación estratégica de semejantes suministros a Europa para «rescatar» ese continente de su dependencia de gas ruso, Exxon tiene otras ideas. Ve Asia, donde los precios de gas son más elevados, como el mercado natural para su GNL – y que la política exterior de EE.UU. se vaya al diablo. «Mediante la exportación de gas natural», dijo Tillerson a la Asia Society en junio de 2013, «EE.UU. podría reforzar la seguridad energética de aliados y socios comerciales asiáticos y estimular la inversión en la producción interior estadounidense».
La misión «humanitaria» de las grandes compañías energéticas
Al promover políticas semejantes, los ejecutivos de Exxon tienen cuidado de reconocer que crecientes preocupaciones por el cambio climático están generando un aumento de la resistencia al consumo de combustibles fósiles en Europa y otras áreas del Primer Mundo. Cuando se trata del resto del planeta, sin embargo, semejantes preocupaciones, afirman, debieran ser superadas por un impulso «humanitario» de suministrar energía fósil barata a gente pobre. Utilizando los argumentos del ecologista renegado danés Bjørn Lomborg, autor de The Skeptical Environmentalist, argumentan que la atención a las necesidades de los pobres constituye una mayor prioridad que la limitación del calentamiento global. «También debemos reconocer que existe un imperativo humanitario de satisfacer esas crecientes necesidades globales de energía», afirmó típicamente Tillerson en 2013.
Cuando se le preguntó por qué el calentamiento global no debiera constituir una mayor preocupación, el director ejecutivo de Exxon imitó la perspectiva anti-ecológica de Lomborg- «Pienso que hay prioridades mucho más urgentes que… tenemos que encarar» dijo Tillerson al Consejo de Relaciones Exteriores en junio de 2012. «Todavía hay cientos de millones, miles de millones de personas que viven en una pobreza abyecta en todo el mundo. Necesitan electricidad… Necesitan combustible para cocinar sus alimentos en algo que no sea estiércol animal… Les gusta quemar combustibles fósiles porque su calidad de vida cambiaría considerablemente, y la calidad de su salud y la salud de sus hijos y su futuro mejorarían considerablemente. Se salvarían millones y millones de vidas aumentando la disponibilidad de combustibles fósiles a una gran parte del mundo que no los tiene.»
Aunque los dirigentes de otras gigantescas firmas energéticas, incluyendo BP, Chevron, y Royal Dutch Shell, son menos extrovertidos que Tillerson, siguen una estrategia de mercadeo semejante. «El crecimiento de la demanda [de productos de petróleo] proviene exclusivamente de economías de países no-OCDE», señaló BP en su reciente informe sobre perspectivas globales de energía. «China, India, y Medio Oriente representan casi todo el aumento global neto». ExxonMobil, BP y los otros expanden fuertemente su capacidad de vender combustibles fósiles en esos mercados crecientes.
No solo las compañías de petróleo y gas siguen esa estrategia. Lo mismo hacen los grandes productores de carbón. Con la disminución de la demanda de carbón en EE.UU., gracias a la creciente disponibilidad de gas natural a bajo coste generado por fracturación, los productores de carbón están embarcando cada vez más producción estadounidense a Asia, que contribuirá significativamente a aumentar las emisiones de carbono en esa zona. Según la Administración de Información sobre la Energía (EIA) del Departamento de Energía, las exportaciones de carbón estadounidense a China aumentaron de esencialmente cero en 2007 a 10 millones de toneladas en 2012. Exportaciones a India aumentaron de 1,5 millones a siete millones de toneladas y a Corea del Sur de virtualmente nada a nueve millones. Exportaciones a solo esos tres países aumentaron en más de 1.000% durante esos años.
La EIA resumió la situación como sigue: «Compañías en partes clave de la cadena de suministro de carbón de EE.UU. -tanto productores como ferrocarriles- han aumentado sus ventas a Asia debido a la creciente demanda asiática de carbón, precios de exportación generalmente sólidos, y menor consumo de carbón para producir energía eléctrica». Desde otra perspectiva, la disminución de emisiones de carbón en EE.UU. -muy cacareada por el presidente Obama en su apoyo al gas natural- no tiene importancia cuando se trata del cambio climático, debido a los gases de invernadero producidos cuando todo ese carbón es consumido en Asia.
Para aumentar aún más las ventas, las gigantescas compañías productoras de carbón están promoviendo la construcción de nuevos terminales de embarque en la Costa Oeste, incluyendo dos en Oregón y en el Estado de Washington. El mayor de estos, el Terminal Gateway Pacific cerca de Bellingham, Washington, embarcará hasta 48 millones de toneladas métricas de carbón por año, destinado en su mayor parte a China y otros países asiáticos.
Aunque los terminales son frecuentemente promovidos por funcionarios locales como fuentes para nuevos puestos de trabajo, están provocando feroz oposición de activistas de la comunidad y estadounidenses nativos que consideran que plantean una severa amenaza para el medioambiente. Afirmando que polvo de carbón y derrames de trenes e instalaciones de carga dañarán pesquerías que consideran vitales, miembros de la tribu Lumni están citando antiguos derechos contractuales en sus esfuerzos por bloquear el Terminal Cherry Point, una de las instalaciones planificadas en el Estado de Washington.
En el Noroeste del Pacífico de EE.UU., la oposición a los terminales de carbón y a las líneas de ferrocarril que serán tan cruciales para su operación -algunas de las cuales atravesarán reservas indias y pasarán por ciudades de mentalidad verde como Seattle- está ganando fuerza. El proceso ha sido similar a la manera como activistas del clima se movilizaron contra el conducto Keystone XL que, si es construido, debe transportar arenas de alquitrán densas en carbono desde Canadá a la Costa del Golfo en EE.UU. Pero las compañías productoras de carbón y sus aliados están reaccionando, insistiendo en que sus exportaciones son esenciales para la vitalidad económica del país. «A menos que los puertos sean construidos en la Costa Oeste», dijo Jason Hayes, portavoz del Consejo del Carbón Estadounidense, proveedores estadounidenses no serán considerados como «socios fiables» en Asia.
Aunque la oposición comunitaria y tribal puede lograr bloquear o retardar un terminal o dos, la mayoría de los analistas creen que, finalmente, varios serán construidos. «Hay dos mil millones de personas en Asia que necesitan más energía, de modo que en última instancia más carbón estadounidense llegará a los mercados globales», dice Matt Preston, un analista para la firma de consultoría energética Wood Mackenzie.
Perpetuando la era del combustible fósil
A fin de cuentas, todos estos esfuerzos por aumentar las ventas de combustibles fósiles en Asia y otras áreas en desarrollo tendrán un resultado inconfundible: un fuerte aumento en las emisiones globales de carbono, y el mayor incremento será en países no-OCDE. Según la EIA, entre 2010 y 2040 las emisiones de dióxido de carbono del uso de energía -la mayor fuente de gases de efecto invernadero- aumentarán en un 46%, de 31.200 millones de toneladas métricas a 45.500 millones. Una pequeña parte de este aumento será generada oficialmente por los países más ricos del planeta, en los cuales la demanda de energía se estancará y se introducirán reglas más severas para emisiones. En su lugar, casi todo el aumento de CO2 en la atmósfera -un 94%- provendrá del mundo en desarrollo, incluso si una parte significativa de esas emisiones provendrá de la combustión de exportaciones de combustibles fósiles estadounidenses.
Desde el punto de vista de la mayoría de los científicos, es casi seguro que un aumento de las emisiones de carbono en esta escala conduzca a un aumento de la temperatura global de por lo menos cuatro grados centígrados y posiblemente más a fines de este siglo. Es suficiente para asegurar que los cambios que ya estamos viendo, incluyendo severas sequías, tormentas más fuertes, inmensos incendios forestales, y un aumento de los niveles del mar, sean eclipsados por peligros exponencialmente mayores en el futuro.
Todos compartirán el dolor de semejantes catástrofes inducidas por el calentamiento. Pero la gente en los países en desarrollo -especialmente los más pobres- sufrirá más, porque las sociedades en las que vive son las menos preparadas para enfrentar severas catástrofes. «Peligros relacionados con el clima exacerban otros factores estresantes [socioeconómicos], a menudo con resultados negativos para el sustento, especialmente de gente que vive en la pobreza», observó el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas en su más reciente evaluación de lo que el calentamiento global significará para el planeta Tierra. «Los peligros relacionados con el clima afectarán directamente las vidas de los pobres, mediante impactos en los sustentos, reducción en el rendimiento de cosechas, o destrucción de casas, e indirectamente a través de, por ejemplo, aumentos en los precios de alimentos y la inseguridad alimentaria».
Ciertamente, las gigantescas compañías de combustibles fósiles tienen una responsabilidad moral, aunque todavía no legal en nuestra sociedad, por la intensificación del cambio climático y la falta de una reacción seria. Más allá de esto, su estrategia cuidadosamente planificada de vender productos de carbono a los que corren más peligro, solo puede ser interpretada como inmoralidad categórica. Tal como los funcionarios de la salud condenan ahora el énfasis de las grandes tabacaleras en las ventas de cigarrillos a gente pobre en países con sistemas de salud inadecuados, así algún día la nueva adicción al «humo» de las grandes compañías de combustibles fósiles será considerada como una masiva amenaza para la supervivencia humana.
Sobre todo esas grandes compañías aseguran que un pequeño rayo de buenas noticias cuando se relacionan con el cambio climático -la disminución del uso de carbón, petróleo y gas en el mundo desarrollado- resulte falto de significado. El incentivo económico para vender combustibles fósiles a países en desarrollo es innegablemente poderoso. La necesidad del aumento de energía en los países en desarrollo no es menos indisputable. A largo plazo, la única manera de satisfacer esas necesidades sin poner en peligro nuestro futuro global sería mediante un inmenso impulso por expandir las opciones de energía renovable en esos países, no imponiéndoles el uso de productos de carbono. Rex Tillerson y sus cómplices seguirán afirmando que realizan un servicio «humanitario» con su nueva estrategia «del tabaco». En su lugar, en realidad están perpetuando la era del combustible fósil y ayudando a crear una futura catástrofe humanitaria de dimensiones apocalípticas.
Michael T. Klare es profesor de estudios por la paz y la seguridad mundial en el Hampshire College y colaborador habitual de TomDispatch.com. Es autor de » The Race for What’s Left: The Global Scramble for the World’s Last Resources» (Metropolitan Books) y en edición de bolsillo (Picador).
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Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/175848/tomgram%3A_michael_klare%2C_what%27s_big_energy_smoking/#more