Vuelve a plantearse en IU, por boca de dirigentes con repercusión mediática, la necesidad de un debate que conduzca a «la apertura a la sociedad», «la renovación», cuando no y en un totum revolutum, «la modernidad», «la adecuación al siglo XXI» o «el rescate de las señas de identidad». Esta invocación casi siempre al aire […]
Vuelve a plantearse en IU, por boca de dirigentes con repercusión mediática, la necesidad de un debate que conduzca a «la apertura a la sociedad», «la renovación», cuando no y en un totum revolutum, «la modernidad», «la adecuación al siglo XXI» o «el rescate de las señas de identidad».
Esta invocación casi siempre al aire de derrotas electorales o de inminentes asambleas federales, adolece de falta de credibilidad ya que los llamados a organizar el debate no pasan de la simple declaración periodística.
Por otra parte, la experiencia vivida como director de un debate que pretende poner al día la apuesta revolucionaria de la Izquierda, me ha hecho constatar (con las excepciones de rigor) la general desbandada de dirigentes y militantes ante la hipótesis de incordiar la dulce y letal modorra de la rutina.
Y sin embargo, la necesidad de una adecuación teórica, metodológica, organizativa y de práctica revolucionaria o transformadora, al capitalismo globalizado es cada vez más perentoria.
Los intereses, valores, ideología y actividades que han producido el cambio climático, el cáncer bursátil, las crecientes desigualdades planetarias, el armamentismo acelerado, el consumismo desaforado y depredador, los sucedáneos de hedonismo pret á porter o la permanente manipulación de gustos, conciencias y hábitos mediante subproductos culturales internacionalizados, forman parte del hábitat cotidiano y por otra parte asumido, de aquellos y aquellas que objetivamente son explotados, dominados e ignorados mediante espejismos de participación política, social o cultural. La realidad clama por otro modelo de civilización. Aquí radica la cuestión.
Un debate que haga repensar la Izquierda y su despliegue debe dar por sentado que ni siglas ni carnés avalan por sí mismos contenidos de sociedad alternativa. Por eso y por muy local que el debate se plantee, se hace necesario obviar la coyuntura del momento y encontrar los acuerdos y compromisos en torno a los grandes postulados generales y globales en los que anclar una acción política universal y local. A mi juicio son éstos:
— La Izquierda es una cosmovisión que conlleva un universo de categorías conceptuales, valores alternativos y prácticas consecuentes.
— Esa cosmovisión tiene como fundamento la centralidad humana. En consecuencia, tanto la economía como la política están subordinadas a la plenitud del desarrollo integral de los seres humanos concretos, reales, coetáneos. Esa es la auténtica modernidad.
El corolario de todo lo anterior consiste en la realización para los 6.300 millones de habitantes del planeta de las tres generaciones de derechos humanos: los económico-sociales, los políticos y los medioambientales.
— Lo anterior significa que la Izquierda debe superar fronteras, lenguas, instituciones y gremialismos político-sindicales sabiendo que la gran contradicción que atraviesa al mundo sigue siendo la de capital-trabajo.
— No hay democracia burguesa y democracia proletaria sino grados en su aplicación; o una práctica retórico-formal o un convenio permanente entre seres libres e iguales para seguir permanentemente conviniendo. Los DDHH son la plenitud democrática.
Las consecuencias para el funcionamiento interior son obvias:
— La política es la actividad orientada a la realización de la democracia plena y ello conlleva que el funcionamiento de la organización que lo predica para los demás debe ser democrático en grado sumo.
El respeto escrupuloso a la legalidad interna, la transparencia, la organicidad y la honestidad personal y política son inexcusables.
— Las instituciones son una tarea más de la Izquierda. Se debe corregir que la actividad política de la misma se realice exclusivamente en el campo electoral. El combate de hoy está en los valores, los derechos y deberes ciudadanos, la cultura alternativa y las prácticas consecuentes. Abrirse a la sociedad es trabajar con ella desde valores y posiciones de Izquierda. La política no se hace a la carta.
Debatamos.
* Julio Anguita. Militante de IU