En su discurso sobre el estado de la Unión, George W. Bush aprovechó la oportunidad para tocar uno de sus temas favoritos: la oposición a la investigación sobre células madre. Insistió en que las instituciones científicas deberían «reconocer el valor inigualable de cada vida»e instó a que se prohibieran una serie de «abusos atroces de […]
En su discurso sobre el estado de la Unión, George W. Bush aprovechó la oportunidad para tocar uno de sus temas favoritos: la oposición a la investigación sobre células madre.
Insistió en que las instituciones científicas deberían «reconocer el valor inigualable de cada vida»e instó a que se prohibieran una serie de «abusos atroces de la investigación médica», entre ellos «la clonación humana en todas sus formas, la creación o implantación de embriones para experimentos, la creación de híbridos humano/animal, así como la compra, venta o patente de embriones humanos.»
Bush concluyó con un argumento contundente: «La vida humana es un regalo que recibimos de nuestro Creador; y este regalo nunca deberá desecharse, devaluarse o ponerse a la venta.»
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LOS PROBLEMAS que suscitan estas afirmaciones son enormes y numerosos, tanto desde el punto de vista político como científico.
En primer lugar, la investigación sobre células madre no tiene absolutamente nada que ver con la creación de híbridos animal/humano ni con crear clones humanos o llevarlos hasta la edad adulta. Estas alusiones se incorporaron al discurso a fin de despertar fantasmas estilo Dr. Moreau con los que impresionar a la gente engañada por las mentiras de la derecha sobre la investigación de células madre.
Las células madre son células no especializadas que se pueden mantener por periodos prolongados en el laboratorio.
A modo de ejemplo, las células de nuestros ojos y de nuestro páncreas son especializadas. Contienen la misma información genética, pero están programadas para cumplir funciones distintas en nuestro cuerpo. Una vez que una célula se ha especializado en nuestro cuerpo, no se pueden convertir de repente en una célula del músculo del corazón o una célula del hígado, por ejemplo.
Los científicos no saben con exactitud qué es lo que les da a las células de un embrión la capacidad de convertirse en tipos de células tan diferentes (de ahí la necesidad de investigar). Pero la propiedad general de la flexibilidad de las células madre depende de su entorno, de las sustancias químicas que las rodean mientras crecen, y de sus genes: los tramos de ADN que codifican alguna función.
Las células madre se pueden emplear en terapias basadas en células porque son tan flexibles que tienen el potencial de actuar como sustitutos de tejidos que ya no funcionan bien. Esta es la razón por la cual la investigación que se está llevando a cabo sobre células madre abre posibilidades de hallar una cura para enfermedades que abarcan desde el mal de Parkinson (que hace que las neuronas dejen de producir las sustancias químicas adecuadas en el cerebro) hasta la diabetes (enfermedad que consiste en que las células del páncreas dejan de producir las sustancias químicas apropiadas para la ingestión de azúcar).
Las células madre humanas proceden de dos fuentes: una capa interior de células de un óvulo de mamífero fertilizado de 4 ó 5 días, llamado blastocito, y las células de ciertos tejidos de adultos.
Los blastocitos humanos proceden del exceso de óvulos fertilizados creados en las clínicas de fertilización in vitro, con el consentimiento informado de las personas que necesitan ayuda médica para la infertilidad. Las células madre humanas no proceden de óvulos fertilizados en el cuerpo de una mujer.
No hay ningún debate enconado sobre el uso de células madre adultas, aunque se estudian con los mismos fines. Pero la información que los investigadores pueden obtener de estos dos tipos de células madre no es idéntica.
Las células madre embrionarias se pueden convertir en cualquier célula del cuerpo, mientras que las células madre adultas sólo pueden llegar a convertirse en un número limitado de tipos de células. Por ejemplo, tenemos células madre en nuestra médula, pero éstas sólo se convierten en las diferentes células sanguíneas. Las células madre embrionarias son fáciles de obtener, y pueden crecer y multiplicarse en el laboratorio, mientras que las células madre adultas son escasas y no se han encontrado buenos métodos para que se reproduzcan.
Ni las células madre adultas ni las embrionarias tienen nada que ver con la clonación. La palabra clonación designa la copia de material biológico. El término clonación se puede aplicar a cualquier cosa que abarque desde la copia y el mantenimiento de genes en una bacteria hasta la creación de Dolly, la oveja clonada.
Dolly constituye un ejemplo de clonación reproductiva. Fue creada tomando el núcleo (la parte de la célula que contiene el ADN, centralizado y empaquetado) de una célula de la glándula mamaria de una oveja de raza Finn Dorset y poniéndola en un óvulo de oveja Scottish Blackface sin núcleo. Luego se colocó el óvulo en una madre de alquiler, y éste se desarrolló hasta convertirse en la oveja clonada (Finn Dorset).
Fueron necesarios 276 intentos para lograr el cordero Dolly; el 99 por ciento de las clonaciones reproductivas fracasa.
Tanto en las células madre como en la clonación intervienen óvulos, pero las células madre embrionarias tienen un ADN único, mientras que los clones tienen el ADN nuclear de otro organismo. Para que las células madre llegaran a ser un clon, habría que retirarles el ADN nuclear y sustituirlo por el ADN de un donante.
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El debate sobre las células madre embrionarias es mucho más fundamental que las ventajas relativas de estos dos tipos de células madre o su relación con la clonación. Los que se oponen a la investigación se han referido a las células madre como bebés humanos en potencia. Es importante señalar que, dado que se crean en una probeta, para que este potencial llegara a realizarse habría que contar con una mujer dispuesta a albergar y nutrir el blastocito durante nueve meses.
El igualar a un blastocito con un bebé humano tiene unas implicaciones obvias para la lucha política de los mujeres por el control de sus propios cuerpos y sus derechos reproductivos. Y, sin embargo, la última palabra de Bush sobre las células madre es que «La vida humana es un regalo que recibimos de nuestro Creador; y este regalo nunca deberá desecharse…»
Salta a la vista la hipocresía de esta afirmación. Darle prioridad a la salud, el bienestar y los derechos humanos no es algo que esté en la agenda de Washington. ¿Cómo puede Bush afirmar que valora la vida cuando está pidiendo al Congreso miles de millones de dólares para sus guerras imperialistas? ¿Cómo pueden los miembros del Congreso, tanto republicanos como demócratas, decir que valoran la vida cuando están recortando la financiación de la atención sanitaria para los ancianos y los pobres?
Si se aprueba la legislación propuesta sobre células madre, se consagrará la santidad de un blastocito y se sentarán las bases para seguir privando de sus derechos a las mujeres. Es la continuación de una larga batalla para reducir el derecho a la elección, empezando por negarle a las mujeres pobres el derecho al aborto mediante la enmienda Hyde, y continuando con la reciente Ley sobre seres humano no nacidos víctimas de la violencia y la confirmación de dos jueces, contrarios al derecho al aborto, del Tribunal Supremo, John Roberts y Samuel Alito.
Dada la escasa oposición a la que se ha enfrentado el Gobierno,quiere seguir su ofensiva con esta nueva propuesta. Cuando la legislación que prohíbe la investigación sobre células madre llegue al Congreso, probablemente veamos una demostración más de la rotunda falta de oposición de los demócratas.
Pero la derrota de los derechos reproductivos no es algo inevitable siempre que un movimiento, semejante en su determinación e independencia al que ganó en primera instancia el caso Roe v. Wade , asuma la lucha.
- Título original: What’s Behind Bush’s Obsession? The Right-wing Crusade Against Stem Cell Research
- Autor: Rebekah Ward
- Origen: ZNet Science; Jueves 16 de Febrero, 2006
- Traducido por Anahí Seri y revisado por Felisa Sastre