España, ese país que no es machista porque todo el mundo tiene madre y hermana y las respeta, se ha llevado el gran sobresalto. La ministra de Igualdad ha culpado al PP de defender la cultura de la violación
El concepto “cultura de la violación” ha entrado hoy al Congreso de los diputados de la mano de la ministra de Igualdad y lo ha hecho, como no podía ser de otro modo, provocando un tremendo escándalo. No es un concepto nuevo ni lo ha inventado esta mañana Irene Montero. Las estudiosas del feminismo lo usan desde hace décadas para definir a esas sociedades –que son casi todas– en las cuales la violación de mujeres está interiorizada como un hecho ambiental. Algo que simplemente sucede igual que sucede la lluvia o el frío. Si cuando llueve uno debe usar un paraguas, cuando las violaciones ocurren las mujeres deben hacer determinadas cosas para no ser víctimas de ese fenómeno. No vayas sola por la calle en mitad de la noche, no uses una minifalda demasiado corta, ten cuidado de que no te echen nada en la bebida si no quieres ser violada. Cultura de la violación, el feminismo lo define a la perfección, es hacer recaer sobre la víctima la responsabilidad última de que no se cometa un grave delito. Un fenómeno de lo más curioso que no encontramos en ningún otro ámbito penal. Aún no se ha hecho el anuncio de la DGT que te recomiende no usar el coche a partir de las diez de la noche porque la posibilidad de cruzarte con un conductor ebrio que te acabe matando por un choque frontal es mayor a partir de esa hora.
La Xunta de Galicia lanzó hace unos días una campaña que debería aparecer en todos los libros de feminismo por representar a la perfección en qué consiste la cultura de la violación. Una campaña que explica de forma magistral cómo las sociedades ponen en los hombros de las potenciales víctimas la responsabilidad última de que una violación suceda. “No debería pasar, pero pasa”, reza el eslogan que acompaña a la imagen de una mujer que sale a correr con mallas deportivas al anochecer. Sin entrar al detalle de qué horas del día son las correctas para hacer deporte si eres mujer; tampoco recomendando que lo hagan vestidas convenientemente, es decir, con la típica armadura medieval de running con casco, escudo y lanza que venden en la sección femenina del Decathlon, la Xunta deja sobre la mesa esa idea mil y una veces rechazada desde el feminismo: la mujer es la que debe tener cuidado porque este fenómeno ambiental, que es la violación, existe.
A primera hora de la mañana, España, ese país que no es machista porque todo el mundo, incluido Abascal, tiene madre y hermana y las respeta, se ha llevado el gran sobresalto. Hostia, hostia, hostia, que Irene Montero ha culpado a los del PP de defender la cultura de la violación. Es decir, la ministra de Igualdad –cómo le gusta la crispación a esta chica– ha cometido la brutal barbarie de acusar al primer partido de la oposición de organizar violaciones como el que organiza capeas –un saludo para la chavalada del Elías Ahuja–. La reacción de la bancada popular llevándose las manos a la cabeza y gritando con fervor ‘árbitro, expulsión’ es comprensible. No creo que Irene Montero esperase que, tras decir que ese anuncio fomentaba la cultura de la violación, los diputados del PP se susurrasen unos a otros al oído que por supuesto la ministra se refiere a ese concepto tan básico y conocido en políticas de Igualdad. Por supuesto, no habían oído hablar de ello en la vida. La reacción de los medios, que han traducido la reflexión feminista de la ministra al castellano con un “Irene Montero acusa a los diputados del PP de ser violadores”, también es comprensible y esperable tal y como está el panorama. Lo preocupante y bochornoso ha sido la reacción de la presidenta del Congreso, la socialista y mujer Maritxell Batet. Sin pensárselo un segundo y con la seguridad que otorga no saber qué estás haciendo, ha llamado al orden a la ministra de Igualdad por usar un concepto básico en el campo de la igualdad. Porque ese no debe ser el tono en la casa de la soberanía popular. No se rían, pero es algo así como si el próximo miércoles, Batet llamase al orden a la ministra de Economía Nadia Calviño porque eso de la inflación, deflación y estanflación son palabros que suenan, como poco, agresivos y desagradables. Y por ahí sí que no. Para que algunos digan que no es necesario un ministerio de Igualdad. Como decía Forges: “País…”.