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Cronopiando

Que no cunda el pánico

Fuentes: Rebelión

Visto y no visto. La noticia, como si se tratara de un número circense de prestidigitación, se asomó a alguno de los grandes medios de comunicación y, con la misma discreción con que se nos presentara, desapareció al día siguiente de puntillas, sin hacer ruido, no fuera a provocar otro estado de alarma. Detrás quedaron […]

Visto y no visto. La noticia, como si se tratara de un número circense de prestidigitación, se asomó a alguno de los grandes medios de comunicación y, con la misma discreción con que se nos presentara, desapareció al día siguiente de puntillas, sin hacer ruido, no fuera a provocar otro estado de alarma.

Detrás quedaron millones de huevos con dioxinas en mercados europeos, decenas de miles de toneladas de piensos contaminados, casi cinco mil granjas avícolas y porcinas cerradas en Alemania, alrededor de 25 fábricas de piensos involucradas y millones de pérdidas… Y, por supuesto, las correspondientes explicaciones de las autoridades alemanas que ya se han apresurado a tranquilizar a la ciudadanía, la propia y la ajena, porque los niveles de dioxinas detectados no constituyen un riesgo para la salud humana. Y si así fuera, que no lo es, sólo consumiendo muchos huevos y durante mucho tiempo, que tampoco es el caso, podría resultar afectada la salud de los consumidores, pero hasta en esas circunstancias, las autoridades sanitarias estiman que «la mezcla de los huevos habrá diluido los niveles de dioxinas y se cree que no presentará riesgos para la salud». En cualquier caso, el ejecutivo comunitario, explicó Frédérik Vincent, portavoz de Salud de la Comisión, está a la espera de que se verifique que «no haya productos contaminados» exportados a otros países de la Unión Europea, al margen de Países Bajos y Reino Unido, para lo que ya se están llevando a cabo los análisis pertinentes.

Así que no hay porqué inquietarse. Ni siquiera el hecho, tan viejo como consentido, de que para la fabricación de pìensos se utilicen grasas y aceites industriales no aptos para el consumo humano, debe intranquilizar a nadie. Como tampoco hay que preocuparse porque la contaminación de los huevos con dioxinas ya estuviera en conocimiento de las autoridades casi un año antes de que, finalmente, se denunciara y trascendiera.

Porque el problema no es lo que las circunstancias les obligan a reconocer ahora sino lo que la impunidad les permite seguir ocultando. ¿Son sólo huevos los alimentos contaminados con dioxinas? ¿Son únicamente dioxinas los contaminantes? ¿Hasta cuándo deberemos esperar para confirmar que las vacas siguen perdiendo la cordura y volviéndose locas? ¿Hasta cuándo habrá que esperar que las aves no padezcan más gripes, que los cerdos no contraigan la fiebre y los pollos no consuman más hormonas? ¿Hasta cuándo seguiremos comiendo mierda?

(www.cronopiando.com)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.