Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
¿Qué nos dice del mundo una modesta barra de pan?
La respuesta es: mucho más de lo que se pueda imaginar. Para empezar, esa barra se puede «interpretar» como si fuera una muestra básica extraída del corazón de una sombría economía global. Vista de otro modo, revela algunas de las líneas de falla cruciales de la política mundial, incluyendo los orígenes de la primavera árabe que ahora se ha convertido en un verano de descontento.
Consideremos lo siguiente: entre junio de 2010 y junio de 2011, los precios de los granos en el mundo casi se han duplicado. En esos mismos meses cayaeron varios gobiernos, estallaron disturbios en las ciudades desde Bishkek, en Kirguistán, a Nairobi, Kenia, y lo más inquietante es que comenzaron tres nuevas guerras, en Libia, Yemen, y Siria. Incluso en la península del Sinaí en Egipto, las tribus beduinas se han sublevado contra el gobierno interino del país y controlan sus propios bloques de ruta armados.
Y en cada una de estas situaciones, se puede rastrear el problema, por lo menos en parte, hasta el precio de esa barra de pan. Si estos levantamientos no fueron «conflictos por recursos» en el sentido formal del término, hay que verlos por lo menos como sublevaciones provocadas por el pan.
Creciente cambio climático en un trigal
El pan se ha conocido tradicionalmente como la esencia de la vida. En gran parte del mundo no puede ser más básico, ya que la barra de pan diaria significa frecuentemente la diferencia entre el sustento y la hambruna. A pesar de todo, para ver la actual política mundial en una barra de paz, hay que preguntar primero: ¿De qué se hace exactamente ese pan? Agua, sal, y levadura, claro está, pero sobre todo trigo, lo que significa que cuando los precios del trigo aumentan en todo el mundo, lo mismo sucede con el precio de ese pan, y lo mismo pasa con los problemas.
Sin embargo, imaginar que el pan sólo es eso, es no comprender la agricultura global moderna. Otro ingrediente clave en nuestro pan -llamémosle «un factor de producción»- es el petróleo. Sí, petróleo crudo, que aparece en nuestro pan como fertilizante y como combustible de los tractores. Sin petróleo, no se produciría trigo, no se procesaría y no se podría transportar por continentes y océanos.
Y no olvidéis el trabajo. También es un ingrediente de nuestra barra de pan, pero no siempre de la forma que nos inaginamos. Después de todo, la mecanización ha desplazado en gran parte a los trabajadores del campo a la fábrica. En lugar de innumerables campesinos plantando y cosechando trigo a mano, los trabajadores industriales producen ahora tractores y trilladoras, producen combustible, pesticidas químicos y fertilizante de nitrógeno, todos provenientes del petróleo y todos cruciales para el cultivo moderno del trigo. Si el poder laboral de esos trabajadores se transfiere a un trigal, sucede mediante la tecnología. Actualmente, una sola persona conduciendo una inmensa cosechadora de 400.000 dólares, que quema 760 litros de carburante al día, guiada por ordenadores y sistemas GPS de navegación satelital, puede cubrir 8 hectáreas por hora, y cosechar entre 8.000 y 10.000 fanegas de trigo en un solo día.
Además, sin capital financiero -dinero- nuestra barra de pan no existiría. Es necesario comprar el petróleo, el fertilizante, esa cosechadora, etc. Pero el capital financiero puede afectar indirectamente al precio de nuestra barra de pan de un modo aún más poderoso. Cuando hay tanto capital líquido que se mueve por el sistema financiero global, los especuladores comienzan a subir las ofertas del precio de diversos recursos, incluidos todos los ingredientes del pan. Este tipo de especulación contribuye naturalmente a aumentar los precios del combustible y de los granos.
Los ingredientes finales vienen de la naturaleza: luz solar, oxígeno, agua y suelo nutritivo, todo en la cantidad correcta y en el momento adecuado. Y hay un insumo más que no se puede ignorar: una contribución de la naturaleza de otro tipo: el cambio climático, que ahora realmente entra en acción y, cada vez más, es un elemento desestabilizador clave en la desastrosa llegada de esa barra de pan al mercado.
Desastre comercial
Cuando estos ingredientes se mezclan de una manera que sube el precio del pan, entra en juego la política. Consideremos, por ejemplo, lo siguiente: los levantamientos en Egipto fueron de importancia vital para la Primavera Árabe. Egipto también es el mayor importador de trigo del mundo, seguido de cerca por Argelia y Marruecos. Hay que recordar también que la Primavera Árabe comenzó en Túnez cuando el aumento de los precios de los alimentos, el alto desempleo, y una creciente brecha entre ricos y pobres provocaron mortíferos disturbios y finalmente la huída del autocrático gobernante del país Zine Ben Ali. Su último acto fue prometer una reducción del precio del azúcar, la leche y el pan, pero era demasiado tarde.
Comenzaron las protestas en Egipto y el gobierno argelino ordenó el aumento de las importaciones de trigo para impedir la creciente agitación debida a los precios de los alimentos. Mientras los precios del trigo aumentaban un 70% entre junio y diciembre de 2010, el consumo de pan en Egipto comenzó a disminuir por lo que los economistas llamaron «racionamiento mediante el precio». Y ese precio siguió aumentando durante toda la primavera de 2011. En junio, el trigo costó un 83% más de lo que había costado un año antes. Durante el mismo período los precios de los granos aumentaron un asombroso 91%. Egipto es el cuarto importador de maíz del mundo. Cuando no se utiliza para hacer pan, el maíz se usa frecuentemente como ingrediente en alimentos y para alimentar a las aves de corral y al ganado. Argelia, Siria, Marruecos, y Arabia Saudí se cuentan entre los principales 15 importadores de maíz. A medida que aumentaban los precios del trigo y del maíz se amenazaba no solo el nivel de vida de los egipcios pobres, sino sus propias vidas, ya que los precios de los alimentos, impulsados por el cambio climático provocaron la violencia política.
En Egipto, la alimentación es un tema político volátil. Después de todo, uno de cada cinco egipcios vive con menos de 1 dólar diario y el gobierno provee de pan subvencionado a 14,2 millones de personas de una población de 83 millones. El año pasado, la inflación general de los precios de los alimentos en Egipto ascendía a más de un 20%. Esto tuvo un impacto instantáneo y devastador sobre las familias egipcias, quienes gastan en promedio un 40% de sus ingresos mensuales, a menudo excesivamente exiguos, solo para alimentarse.
Ante este trasfondo, el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, se inquietó porque el sistema alimentario global estaba «a un paso de una crisis hecha y derecha». Y si se quiere rastrear esa crisis casi hecha y derecha a sus raíces medioambientales, el sitio a buscar es el cambio climático, el clima cada vez más extremo y devastador que domina en todo el planeta.
En cuanto al pan pasó lo siguiente: En el verano de 2010 Rusia, uno de los principales exportadores de trigo del mundo, sufrió su peor sequía en 100 años. Conocido como la Sequía del Mar Negro, este clima extremo provocó incendios que quemaron amplias áreas de bosques rusos, esterilizaron tierras de labor y dañaron tanto la cosecha de trigo del país que sus dirigentes (instigados por los especuladores occidentales de granos) impusieron una prohibición de exportaciones de trigo de un año. Como Rusia es cada año uno de los cuatro principales exportadores de trigo, esto llevó a que los precios aumentaran vertiginosamente.
Al mismo tiempo hubo inundaciones masivas en Australia, otro importante exportador de trigo, mientras las lluvias excesivas en la región central de EE.UU. y Canadá dañaron la producción de maíz. Inundaciones extrañamente masivas en Pakistán, que inundaron cerca de un 20% del país, también atemorizaron a los mercados e incitaron a los especuladores.
Y entonces esos precios impulsados por el clima comenzaron a aumentar en Egipto. La crisis resultante, provocada en parte por ese aumento del precio de nuestra barra de pan, llevó a protestas y finalmente a la caída del autócrata gobernante del país, Hosni Mubarak. Túnez y Egipto ayudaron a provocar una crisis que llevó a una guerra civil incipiente y a la intervención occidental en la vecina Libia, lo que llevó a la pérdida de la mayor parte de la producción de petróleo del país de 1,4 millones de barriles de petróleo. Eso, por su parte, causó el aumento del precio del petróleo crudo, que en su punto máximo llegó a 125 dólares el barril, lo que causó más especulación en los mercados de alimentos, aumentando aún más los precios de los granos.
Y en los últimos meses no han mejorado mucho las cosas. Una vez más, significativamente, en algunos casos las inundaciones récord han dañado cultivos en Canadá, EE.UU. y Australia.
Mientras tanto, una inesperada sequía primaveral en el norte de Europa también afectó a las cosechas de granos. El sistema alimentario global está visiblemente bajo tensión, tirante, si no crujiente, bajo la intensa presión del aumento de la demanda, del aumento de los precios de la energía, de la creciente falta de agua, y sobre todo del ataque del caos climático.
Y esto, nos dicen los expertos, sólo es el comienzo. Se pronostica que el precio de nuestra barra de pan aumentará hasta un 90% durante los próximos 20 años. Eso significará aún más agitación, más protestas, más desesperación, crecientes conflictos por el agua, un aumento de la migración, turbulenta violencia étnica y religiosa, bandidismo, guerra civil y (si la historia pasada sirve de ejemplo) posiblemente una ola de nuevas intervenciones por parte de las potencias imperiales y posiblemente regionales.
¿Y cómo reaccionamos ante esta amenazante crisis? ¿Ha habido una nueva y amplia iniciativa internacional concentrada en proveer seguridad alimentaria a los pobres del mundo, es decir, un precio estable y asequible para nuestra barra de pan? Ya conocéis la respuesta a esta pregunta.
En vez de eso, las corporaciones inmensas como Glencore, la mayor compañía de comercio de recursos básicos, y Cargill, en manos privadas y secretas, el mayor comerciante en recursos agrícolas, se mueven para consolidar aún más su control de los mercados de granos del mundo y para integrar verticalmente sus cadenas de suministro global en una nueva forma de imperialismo alimentario hecho para beneficiarse de la miseria global. Mientras el pan provocó guerra y revolución en Medio Oriente, Glencore hacía beneficios inesperados con el aumento en los precios de los granos. Y mientras más cara se vuelve nuestra barra de pan, más dinero ganarán firmas como Glencore y Cargill. Consideradlo como la peor forma posible de «adaptación» a la crisis climática.
Por lo tanto ¿qué texto debería aparecer en nuestros cerebros cuando leemos nuestra barra de pan? Uno de advertencia, obviamente. Pero hasta ahora, es una advertencia ignorada.
Christian Parenti, autor del recién publicado Tropic of Chaos: Climate Change and the New Geography of Violence (Nation Books), es editor colaborador de la revista Nation, Socio escritor de la City University of New York. Sus artículos han aparecido en Fortune, el, Washington Post, y Mother Jones, entre otros. Para contactos: [email protected]
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