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El futuro de los residuos nucleares

¿Qué ocurrirá después del ATC?

Fuentes: Público

Es un debate aplazado, pero necesario. La polémica desatada por la ubicación del Almacén Temporal Centralizado (ATC), que albergará el combustible gastado de las centrales nucleares y otros materiales procedentes del desmantelamiento de las mismas, no desaparecerá cuando se conozca el nombre de la localidad española que lo albergará. Porque el debate sobre qué pasará […]

Es un debate aplazado, pero necesario. La polémica desatada por la ubicación del Almacén Temporal Centralizado (ATC), que albergará el combustible gastado de las centrales nucleares y otros materiales procedentes del desmantelamiento de las mismas, no desaparecerá cuando se conozca el nombre de la localidad española que lo albergará. Porque el debate sobre qué pasará con su contenido una vez que transcurran los 60 años a los que hace referencia la «temporalidad» de las instalaciones aún no se ha resuelto.

Decidir con las máximas garantías qué hacer después de esa fecha es precisamente una de las razones por las que se ha optado por un ATC, en lugar de por una alternativa definitiva. Lo explica el físico Enrique González, del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat): «Lo bueno del ATC es que nos da 60 años para poder mejorar la tecnología». La ciencia tiene ya tres opciones para el contenido del ATC. Ninguna de ellas, no obstante, cuenta con el consenso de los expertos.

La primera alternativa es ya una realidad en países como Francia o Reino Unido. Se trata de reprocesar el combustible gastado para hacer combustibles mixtos. El profesor de Ingeniería Nuclear de la Universidad Politécnica de Madrid Eduardo Gallego señala que, de esta forma, «se reduce el tamaño del residuo a la décima parte». ¿El inconveniente? El material restante sigue siendo muy contaminante durante mucho tiempo. Pero para el físico del Ciemat Francisco Castejón, responsable además de la campaña antinuclear de Ecologistas en Acción, hay un problema subyacente: «Quien tiene la tecnología para reprocesar puede emplearla con plutonio militar [un residuo prohibido en España], lo que supone capacidad para fabricar una bomba». Aunque este experto reconoce que en España ningún reactor produce plutonio militar, opina que nadie podría garantizar que no se reprocesara material proveniente del extranjero o, incluso, de la antigua central de Vandellós I, «que sí podía producir este material».

Esta «doble funcionalidad» de la técnica la deja fuera de la terna de opciones, «al haber firmado España el tratado de no proliferación de armas nucleares». «No la aceptaría ni como ecologista, ni como pacifista», remacha Castejón.

El resto de expertos consultados no hipotetizan sobre esta alternativa, que es utilizada en la actualidad en Francia. De hecho, González cree que tiene ventajas: «Desaparece una parte de los residuos y, además, producimos nueva energía».

Cementerios nucleares

La segunda opción, que parece la más definitiva y excluye cualquier aprovechamiento del combustible gastado, es el Almacenamiento Geológico Profundo (AGP). «Se trata de guardar el material, que se almacenaría en cápsulas, dentro de una serie de galerías, en formas geológicas a gran profundidad. Son los auténticos cementerios nucleares», explica Gallego, que destaca, no obstante, que esta alternativa supondría «deshacerse del problema y no aprovechar el potencial del uranio». «Sabemos que es una opción segura y viable», añade González.

Sin embargo, para Castejon vuelve a haber un pero. «Si estuviera clara la seguridad, el material ya se habría enterrado», comenta este experto, que cree que los geólogos son «incapaces de garantizar» que no vaya a haber cambios en el subsuelo. «Son preocupantes, sobre todo, las corrientes subterráneas de agua. ¿Qué pasaría si se inunda el AGP?», reflexiona. Suecia y Finlandia, sin embargo, ya han optado por un AGP.

Queda una tercera alternativa para las 6.700 toneladas de residuos que habrá que recolocar cuando cierre el ATC. La menos perfeccionada de las tres es, sin embargo, la que en teoría cuenta con más ventajas.

Se trata de la transmutación que, en palabras de Gallego, consiste en aprovechar la energía que queda del combustible separando los productos parásitos y quemándolos. El premio Nobel de Física de 1984, Carlo Rubbia, fue el artífice de esta idea que, según Gallego, haría que quedaran materiales muy pequeños habiéndose eliminado los de vida más larga.

«Eliminaríamos el problema en un 99%», subraya González, cuyo centro investigador, el Ciemat, ha sido de los pioneros en Europa en la investigación de la transmutación. Incluso el ecologista Castejón habla bien de esta técnica: «Ojalá funcionara. Sería la esperanza blanca para librarnos de las más de 3.000 toneladas de residuos que tenemos en la actualidad».

Sin embargo, la alternativa más querida es también la más lejana a la realidad. Gallego considera que «hace falta avanzar en tecnología» pero subraya que ya se conoce «la física de los procesos». En la misma línea se expresa González: «Ya lo sabemos hacer a nivel científico, lo podremos hacer a nivel industrial». Castejón no es tan optimista y teme que no se llegue a tiempo y que, cuando caduque el ATC, se opte por enterrar los residuos.

Fuente: http://www.publico.es/ciencias/290570/ocurrira/despues/atc