Como sabemos, los medios masivos de comunicación en Cuba -la radio, la televisión, los periódicos y revistas- están totalmente controlados por el Estado y solamente publican o transmiten lo que sigue las «orientaciones» del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC). Es a través de mecanismos como estos que el «pensamiento […]
Como sabemos, los medios masivos de comunicación en Cuba -la radio, la televisión, los periódicos y revistas- están totalmente controlados por el Estado y solamente publican o transmiten lo que sigue las «orientaciones» del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC). Es a través de mecanismos como estos que el «pensamiento único» sigue reinando en nuestro archipiélago.
Pero, a pesar de la censura, existe el espacio relativamente libre creado por Internet. Aunque el acceso a este en la Isla es caro y sigue siendo uno de los más bajos de América Latina y el Caribe, ha aumentado, lo que ha hecho posible la existencia de muchas revistas y «blogs» con críticas oposicionistas de diferentes corrientes políticas.
De esas publicaciones la más importante es Cuba Posible, editada por Roberto Veiga González y Lenier González Mederos, dos católicos cubanos discípulos del fallecido Carlos Manuel de Céspedes y García Menocal, un sacerdote progresista que fue Vicario General de la Arquidiócesis de La Habana.
Hasta hace unos años, Veiga y González Mederos editaban Espacio Laical, un proyecto del Centro Cultural Félix Varela de la misma Arquidiócesis habanera, pero fueron cesanteados por la jerarquía católica que rehusó continuar respaldando la línea política de los editores.
A grandes rasgos, la perspectiva política de Cuba Posible se pudiera caracterizar como social demócrata por su apoyo a una economía mixta que, de hecho, acabaría siendo de mercado sujeta a los imperativos de la competencia y otros mecanismos del capitalismo, dada la ausencia de la autogestión obrera y de un planeamiento democrático de la economía cubana.
Con respecto al sistema político, Cuba Posible presenta una perspectiva pluralista y en ocasiones ha explícitamente criticado el unipartidismo como un sistema político cuestionable sin hacer de su oposición un tema central de la revista.
Si de por sí eso ya es problemático para la izquierda socialista y demócrata, resulta aún más problemático el hecho que Cuba Posible explícitamente declara que lo que quiere es funcionar como una «oposición leal» al régimen.
En primer lugar, no puede existir cosa tal como una «oposición leal» en un sistema que como principio político rechaza la mera noción de oposición; aún es menos posible que dicha oposición, por muy leal que sea, pueda llegar al poder a través de elecciones o cualquier otro método pacífico.
En segundo lugar, dicha aspiración le inyecta a la revista un tono conciliador cuando la indignación es la respuesta más indicada a los desmanes del régimen. Cabe notar, sin embargo, que, el proyecto sigue incluyendo como colaboradores a gente que representa una perspectiva política más amplia que la de sus editores. En todo caso, tanto Veiga González como González Mederos, junto con sus colaboradores tienen todo el derecho democrático a someter sus puntos de vista a la consideración de los cubanos, tanto en el Internet como en los medios masivos de comunicación, un derecho que por supuesto es rechazado por los epígonos del régimen, quienes últimamente han cerrado filas contra ellos y su revista acusándolos del así llamado «centrismo.»
¿Qué dicen los que hablan de «centrismo»?
Desde hace unos meses, un grupo de escritores que llevaban un buen rato expresándose, supuestamente por cuenta propia, a favor de una «línea dura» en defensa del régimen cubano, iniciaron una campaña contra Cuba Posible y otros críticos moderados. El más destacado de esos escritores de línea dura ha sido Iroel Sánchez con su «blog» La Pupila Insomne en donde recientemente presentó la versión completa de todo un libro titulado El Centrismo en Cuba: otra vuelta de tuerca hacia el capitalismo que incluye tanto sus propias contribuciones como las de muchos de sus correligionarios.
El libro es un ataque abierto contra los que Sánchez y compañía denominan «centristas», acusándolos de usar la crítica moderada como un disfraz para subvertir y eventualmente derribar el sistema «socialista» en Cuba. Además de tildar esa supuesta estrategia de «nacionalismo de derecha,» y «social demócrata,» Iroel y compañía también blanden contra esos críticos el término «tercera vía», que en realidad nada tiene que ver con el nacionalismo de derecha ni con la social democracia: se refiere a la política propagada por Tony Blair, que lejos de ser social demócrata, era neoliberal y tenía como propósito subvertir el «estado de bienestar» y el carácter socialdemócrata del Partido Laborista. Para Iroel y sus duros, da igual ser nacionalista de derecha, social demócrata o neoliberal.
De todos los términos empuñados por Iroel y sus amigos contra la oposición, el que más ha pegado en la Isla fue el de «centrismo.» Lo usan en un sentido puramente topográfico para referirse a un grupo en medio de dos extremos, el capitalismo y el comunismo.
Curiosamente, el supuesto comunista ignora que, en la tradición política del marxismo revolucionario y del comunismo, el término «centrismo» se usa para referirse a aquellos partidos políticos que especialmente en el periodo 1918-1923 fueron más radicales y estuvieron a la izquierda de la social democracia, pero se mantuvieron a la derecha de los partidos comunistas.
Entre esos partidos se encontraban, por ejemplo, el Partido Social Demócrata Independiente de Alemania – una escisión a la izquierda de la social democracia alemana – y varios otros europeos que se aglutinaron en los 1920s en la llamada «Internacional de Viena,» la que significativamente fue también llamada la «Internacional dos y media». Para la Internacional Comunista estos partidos hablaban de revolución, pero en realidad los consideraba como reformistas e incluso contrarrevolucionarios.
Mientras que el centrismo dentro de esta tradición marxista se refirió a un fenómeno específico-grupos radicales de izquierda que rompieron con la socialdemocracia y que no se unieron al comunismo-Sánchez usa el mismo término para pintar con la misma brocha la enorme gama de orientaciones políticas que van del capitalismo al comunismo. Si no estás con el régimen cien por ciento no importa tu política y eres por definición un «centrista» antirrevolucionario.
Pero aún en términos puramente topográficos, la caracterización de los críticos y oposicionistas cubanos como «centristas» es sumamente cuestionable, porque asume como axioma político que de hecho los partidos comunistas en el poder son de izquierda.
Es así como por definición, Iroel y su gente identifican a la izquierda con un sistema que en realidad es clasista basado en el colectivismo estatal, una forma de propiedad en la cual el estado es propietario de la economía, con una burocracia política centralizada que funciona como la propietaria del estado y que controla y maneja la economía de este a través de los mecanismos de control del partido único.
El ser parte de esa clase gobernante depende de la posición que los individuos ocupan en la burocracia, la que, en una sociedad que fusiona el poder político con el económico, es el centro del poder. Este tipo de sistema es antinómico a la democracia, a los derechos civiles y políticos, y al control obrero y popular de la economía.
Afortunadamente, hay otros con una concepción diferente y mucho más cabal de lo que la izquierda significa. Para Jan Josef Lipsky, por ejemplo, un líder en los setenta del Comité de Defensa de los Trabajadores y en los ochenta de Solidaridad en Polonia, la izquierda era un intento de reconciliar la igualdad con la libertad: «…ser de izquierda es una actitud que enfatiza la posibilidad y la necesidad de reconciliar la libertad humana con la igualdad humana, mientras que ser de derecha…significa o bien sacrificar el principio de la libertad humana a favor de varias estructuras colectivas sociales, o renunciar a la posibilidad de la igualdad a nombre del laissez-faire.
Pero Iroel Sánchez y los suyos defienden al sistema unipartidista como el único compatible con el socialismo. Ni mencionan que la supuesta «unidad monolítica» proclamada hace años por Raúl Castro ignora las profundas diferencias de poder político asociadas con la clase, raza y género en la «realmente existente» sociedad cubana.
Es precisamente ese diferencial de poder que requiere de la libertad para que los grupos e individuos sin poder en la sociedad -obreros, campesinos, negros, mujeres, gays, entre otros – puedan organizarse independientemente en asociaciones y partidos políticos para luchar por sus intereses.
Para eso es necesario abolir el monopolio político del PCC, consagrado en la Constitución vigente, sobre las organizaciones de masas, como la CTC y FMC, que impide cualquier intento de defensa independiente de los trabajadores, las mujeres y otros grupos.
Es así como el PCC, una vez desprovisto de su monopolio constitucional y, por ende, de todos los privilegios de los que se apropió durante su control largo de la vida pública, podría convertirse en un verdadero partido político, como una organización voluntaria sostenida materialmente con las cuotas y donaciones de sus miembros y simpatizantes. Sería uno de otros tantos partidos políticos que emergerían representando los conflictos y divergencias en la sociedad cubana. En tanto que estos representan los intereses de clases y grupos que van emergiendo en una sociedad cambiante es imposible-e indeseable-limitar su número ya sea a través de la ley o métodos administrativos o policíacos.
¿Quiénes están atacando al «centrismo»?
Para varias figuras en la oposición, los que los atacan como «centristas» son «extremistas». Pero este no es un término atinado: históricamente hubo muchos «extremistas» que hicieron lo que era correcto. Los independentistas cubanos de la Guerra de Independencia también pudieron haber sido acusados de «extremismo», pues rechazaban tanto a los «voluntarios» y «guerrilleros» que apoyaban a España (equivalente a la derecha de aquellos años) así como a los autonomistas (o moderados de aquella época).
Iroel y compañía son más bien estalinistas de línea dura, como lo demuestran claramente en su libro. Así por ejemplo, en su contribución titulada Una respuesta para la Joven Cuba, Javier Gómez Sánchez arremete contra este último «blog» frecuentemente crítico y bastante honesto, pero claramente progubernamental, como si fueran otros centristas más.
El contenido y tono inquisitorial de Ileana González en su contribución Al Centrismo Nada no tiene mucho que envidiarle a Andrey Vyshinsky, el fiscal en los procesos de Moscú de 1936 a 1938.
La información muy detallada provista en otras contribuciones de este volumen sugiere, también, que muchos de los contribuyentes son «segurosos,» o sea, agentes de la Seguridad del Estado o colaboradores cercanos de ese organismo.
Cabe hacer notar, sin embargo, que todos estos estalinistas no parecen ser una tendencia política de mano dura dentro del PCC, como fue el caso, por ejemplo, de la «Pandilla de los 4» en China que trataron de capturar el poder dentro del partido poco después de la muerte de Mao, pero que fueron rápidamente eliminados por las fuerzas de Deng. Ni siquiera se parecen al Grupo de Apoyo a Fidel Castro de los principios de este siglo que tenía un cierto poder operacional y administrativo que le había concedido Fidel Castro. Iroel y su grupo son ni más ni menos propagandistas al servicio del PCC. Eso es todo.
¿Cuáles son los propósitos de la campaña «anticentrista»?
El Gobierno cubano quiere, a través de esta campaña, trazar la raya de lo que debe y no debe estar permitido sin que sea el Gobierno mismo, a través de su prensa y radiodifusión oficial, quien tenga que hacerlo, lo que sembraría aún más dudas sobre la autenticidad y durabilidad de las reformas económicas y liberalización política relativa de Raúl Castro.
A más largo plazo, el régimen también está intentando cerrar las filas del Partido y del país con otro llamado al estilo del de la «unidad monolítica» en preparación a la previsible desaparición física de los líderes históricos de la Revolución en los próximos cinco a diez años, y a los problemas que esta puede crear para una transición fluida de las riendas del poder.
El llamado a la unidad se ha vuelto más urgente con el aumento gradual pero definitivo del acceso al Internet, especialmente entre la juventud, los estratos profesionales y tecnócratas, y entre todos aquellos con una educación universitaria que generalmente tienen mayor acceso a Internet. La información adquirida por esa vía puede socavar la lealtad política al Partido y al régimen. No es por nada que prácticamente toda la campaña contra el «centrismo» se ha llevado a cabo en el Internet y no en la prensa y radiodifusión oficial.
Si bien Trump ha dado marcha atrás en el lento proceso de suavizar y posiblemente abolir el bloqueo, esto no ha eliminado el limitado pero real reblandecimiento de la opinión de los cubanos con respecto a los Estados Unidos a razón de las medidas que Obama tomó, como el relajamiento de varias restricciones del criminal bloqueo estadounidense, el aumento en las remesas que se pueden enviar a Cuba, la reanudación de los vuelos comerciales a ese país y su exitosa visita a la Isla.
Como sabemos, la prensa oficial cubana ha tratado por todos los medios posibles de combatir ese reblandecimiento, que por razones obvias, el régimen considera peligroso para su poder. El ataque contra la oposición así llamada «centrista», no es más que otro intento para endurecer a los cubanos para cerrar filas a su alrededor y maximizar la «unidad» deseada por el régimen.
Samuel Farber nació y se crió en Cuba y ha escrito numerosos artículos y libros sobre el país. Su último libro, The Politics of Che Guevara. Theory and Practice, fue publicado por Haymarket Books en el 2016.