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¿Quién no tiene una deuda ecológica?

Fuentes: Ecoportal.net

Las siguientes son algunas reflexiones que nacen alrededor de las lecturas, discusiones y seguimiento a los foros planteados en el Curso Virtual de Economía Ecológica, Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente, Ecoportal, Buenos Aires, 2007. Con estas reflexiones pretendo en principio trazar un panorama general, histórico, amplio, de acontecimientos que según algunos teóricos […]

Las siguientes son algunas reflexiones que nacen alrededor de las lecturas, discusiones y seguimiento a los foros planteados en el Curso Virtual de Economía Ecológica, Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente, Ecoportal, Buenos Aires, 2007. Con estas reflexiones pretendo en principio trazar un panorama general, histórico, amplio, de acontecimientos que según algunos teóricos marcan la historia del desarrollo de América Latina y tratar de conectar estos hitos históricos con temas más locales, individuales, para tratar de entender mi responsabilidad como persona ante todas estas circunstancias. Al final surgen muchas más preguntas y dudas.

Para partir, un resumen bastante simplista y general lo podría plantear así:

Unos países (los más industrializados y «desarrollados») han obtenido sus niveles de desarrollo al explotar y utilizar recursos sin considerar los costes ambientales y sociales que estos recursos tienen (no han pagado lo que se debe pagar por los recursos obtenidos) Igualmente los residuos provenientes de los procesos de industrialización y desarrollo son depositados (arrojados) al planeta afectando los sistemas ecológicos, la biodiversidad y causando efectos a poblaciones humanas que van más allá de sus propios países. Al mismo tiempo, otros países (los menos desarrollados y menos industrializados) mantienen, en algunos casos, altos niveles de recursos naturales no explotados (bosques, aguas, recursos no renovables) que ayudan a estabilizar las condiciones del planeta (amortiguan o balancean el efecto de contaminación de los países industrializados, por ejemplo el de las emisiones de CO2), no consumen energía más allá de ciertos límites, los cuales están muy por debajo de los consumos de los países industrializados, y generalmente estos países son objeto del «saqueo» de sus recursos por parte de los países industrializados lo cual a la vez que los deja sin recursos sume a las poblaciones en la pobreza al desestabilizar sus sistemas de sustento natural y crear dependencias de elementos de consumo externo que no se producen al interior de estos países y que son pagados a precios muy por encima de los precios a los que se venden los recursos naturales extraídos de sus países. Como resultado los países dueños de los recursos naturales generalmente mantienen una deuda externa que crece permanentemente y somete a las poblaciones de estos países a la pobreza y los países industrializados mantienen sus niveles elevados de consumos energéticos y de bienestar general para sus poblaciones. Las condiciones de desigualdad se mantienen y acentúan generando una brecha cada vez mas profunda entre países ricos y países pobres.

Esta visión bastante general y por lo tanto simplista se complica si consideramos que los actores que intervienen no son países (o además de representar a países?) sino empresas trasnacionales, nacionales y locales que inmersas en una economía de mercado, en donde en muchos casos los costos ambientales y sociales no son considerados (externalidades), generan pasivos ambientales y sociales que constituyen una carga importante para el desarrollo de las comunidades. ¿Por qué no son considerados estos costos ambientales y sociales? En algunos casos extremos ni siquiera se consideran o no se hace evidente su existencia, en otros se sabe que se producen pero las condiciones del mercado no permiten incluirlos en la valoración de los productos, en otros casos el mercado los considera pero su valoración está muy por debajo de lo que realmente debería ser considerado. En los casos en los que el mercado los considera pueden ser «pagados» por el proceso mismo del mercado y en otros casos son subsidiados por los estados (escapando de esta manera a las leyes del mercado). El caso extremo de subsidio estatal es cuando éste tiene que asumir todos los costos ambientales y sociales de las actividades empresariales, que en el caso de los países que cuentan con los recursos para hacerlo se traduce en compensaciones ambientales y en algunos casos mejora de las condiciones ambientales y sociales (el desarrollo y el ingreso generan los recursos para considerar las cuestiones ambientales y sociales y mejorarlas) y en otros casos, cuando no se cuenta con los recursos para asumir estos costos se traduce en deterioro ambiental y niveles de pobreza cada vez mayores. Según esto, el aporte que algunos países hacen para la cooperación para el desarrollo podría considerarse parte de un subsidio que los países pagan a sus empresas y que se invierte en programas de desarrollo y conservación en los países objeto de la actividad empresarial (sería interesante analizar primero como se calculó el 0.7% del PIB como aporte de los países desarrollados a los menos desarrollados y segundo ver si el destino de estos recursos responde a los intereses comerciales de los países desarrollados).

Teniendo en cuenta los diferentes niveles de complejidad que surgen aquí, planteamos la pregunta ¿quién no tiene deuda ecológica?

Siguiendo a Toledo (1998, Economía de la biodiversidad, PNUD) podemos decir que «las sociedades humanas han alterado sus ambientes biofísicos desde los primeros estadios de su evolución biológica. El proceso de hominización marchó en paralelo con la capacidad de la especie humana de alterar y manejar los ecosistemas de la Tierra. A lo largo de su historia, inevitablemente el hombre ha modificado ecosistemas y generado desechos. En los primeros estadíos de su evolución, cuando el hombre se valió exclusivamente de su energía somática para sobrevivir, sólo le fue suficiente con 10MJ al día. A partir de entonces no cesó de agregar energía extrasomática a sus consumos: primero el fuego; más adelante la biota (vegetales y animales); después el agua y el viento y finalmente, los combustibles fósiles y la energía nuclear, hasta elevar a 1.000 MJ sus consumos de energía per capita al día, dos órdenes de magnitud entre el Paleolítico y el presente». (Simmons, 1993)

Siguiendo con Toledo «La civilización industrial se ha apoyado en los usos intensivos de combustibles fósiles, metales, sustancias químicas y plásticas derivadas de los hidrocarburos. Cada uno de tales usos ha tenido una inmensa gama de alteraciones ambientales. Bosques boreales, tundras, praderas templadas, bosques caducifolios, sabanas, bosques tropicales, planicies costeras, sistemas acuáticos continentales, litorales y marinos, todos muestran alteraciones en sus estructuras o en sus funciones: en sus flujos energéticos a través de la adición de volúmenes masivos de combustibles fósiles a sus flujos naturales; en sus ciclos de nutrientes, a partir de la adición de fertilizantes químicos y otros desechos domésticos e industriales; en su productividad biológica, al reducir drásticamente la productividad de los ecosistemas por su sobreexplotación o por la contaminación provocada por desechos tóxicos; en sus dinámicas poblacionales, reflejada en la extinción de miles de especies; en sus estados sucesionales, al alterar los ritmos de maduración de los ecosistemas y finalmente, en sus diversidades biológicas, al simplificar ecosistemas enteros sometiéndolos a las monoculturas.»

En fin y como una de las conclusiones de lo anterior, el Homo Sapiens como especie tiene una deuda ecológica, su existencia como especie acarrea una serie de pasivos ambientales ¿cuáles son estos pasivos ambientales comunes a todos los seres humanos del planeta y que a la generación que actualmente vive nos corresponde pagar? ¿Cómo podemos asumir esta responsabilidad? El asunto se torna complejo y en términos de responsabilidad se puede diluir fácilmente. Retomando las lecturas iniciales de costos marginales, externalidades y manera de llegar a calcular un valor de los mismos, necesitamos definir quienes deben pagar y por que concepto, (aunque uno de los supuestos de la deuda ecológica es que no pretende poner precio a la naturaleza, ni que se pague por el derecho a contaminar, ni poner los servicios ambientales al servicio del mercado).

Constantemente y creo es uno de los elementos claves en el reclamo de una deuda ecológica, se esgrime el argumento que con la conquista por parte de Europa de los territorios americanos en los siglos XV y comienzos del XVI se inició una etapa de devastación que trajo consecuencias funestas para ecosistemas y culturas. «Para América Latina, esta tragedia cultural y ecológica significó la desaparición casi completa de su población, que pasó de 80-100 millones en 1500 a solo 10 en 1650; la destrucción de sus dos grandes civilizaciones, la azteca y la inca con la gradual y sistemática ocupación de sus más fértiles valles y planicies por las monoculturas comerciales agrícolas y ganaderas. África,…se integró a este proceso del modo más brutal: mediante la aportación de más de 20 millones de esclavos a las plantaciones y minas de América» Toledo, 1998.

¿Quién debe pagar esta deuda ecológica y social? A propósito de las recientes palabras del presidente Hugo Chavez ante el rey y el presidente de España en la cumbre Iberoamericana, ¿deben los españoles de hoy en día sentirse responsables por estos hechos? Curiosamente tenemos allí a un representante del reinado (de los tiempos de la colonia) y a un representante de la democracia (de los tiempos de la modernidad y supuestamente representando los intereses socialistas…) Igualmente ¿cuál es la responsabilidad de los descendientes de los españoles, que a la postre resultamos ser gran parte de la población de América Latina ante los procesos de mestizaje que surgieron alrededor del proceso de conquista y colonización?

El punto aquí es que el Homo Sapiens latinoamericano lleva muchos años en un proceso de adaptación y transformación del medio natural y el resultado de este proceso es la situación que tenemos actualmente. Qué tanto de este proceso lo debemos a los esfuerzos, procesos propios, desarrollos guiados desde la región y qué tanto a factores exógenos a la misma? Si consideramos el final del siglo XVIII (revolución francesa y comienzo para algunos de la modernidad, revolución industrial, el cambio de la comunidad a la sociedad, el nacimiento de la individualidad, de los derechos del hombre, del individuo como sujeto de derecho- el contrato- y económico-el libre mercado-) y algunas de sus consecuencias más directas al comienzo y primera mitad del siglo XIX (entre otras la independencia de gran parte de los países de América Latina) vemos que allí se sentaron las bases de lo que conocemos como civilización o sociedad occidental y que nos marca hasta nuestros días [1] ¿somos parte de la cultura occidental en América Latina?, ¿somos responsables -porque somos producto- de una sociedad que privilegio al individuo y lo erigió como supremo rey de la naturaleza?, ¿hasta que punto podemos decir actualmente que no somos «eso»?

A partir de la mitad del siglo XIX y hasta aproximadamente el primer tercio del siglo XX (1930) los procesos de agricultura intensiva y monocultivos se implantaron en América Latina y en gran parte del mundo occidental. El café, el algodón, la caña de azúcar, los pastizales para la ganadería, el tabaco, el cacao, el arroz, el trigo, la cebada, el maíz. Este «boom» agrícola significo en su momento la mayor fuente de recursos económicos para los países de América Latina (con sus diferencias), debilitó de manera generalizada a las comunidades campesinas e indígenas al imponer la propiedad privada de la tierra y la enajenación de las tierras comunitarias y los ejidos a favor de los latifundios y las grandes haciendas para los monocultivos y ganaderías, dio las bases para los procesos de industrialización al generar el capital para crear empresas y al mismo tiempo marco el inició de los procesos de urbanización en el continente (con algunas diferencias como las de Argentina y Uruguay que por esta época ya manifestaban un avanzado grado de urbanización). Las comunidades campesinas ya en este momento habían colonizado gran parte de la cordillera andina, sustituido gran parte de las coberturas vegetales naturales y creado un paisaje humanizado que hoy todavía podemos observar en nuestras cordilleras andinas. ¿Qué tanto de nuestros pasivos ambientales actuales los debemos a este período de tiempo?, ¿quién asume la responsabilidad por esto? Las leyes privilegiaban la propiedad privada y el derecho sobre la naturaleza y los bienes derivados de ella y no consideraban en ningún caso los efectos ambientales de las actividades desarrolladas. Un ejemplo que ilustra las concepciones de la época para básicamente toda la región lo podemos leer en el Código civil argentino del siglo XIX: «inherente a la propiedad, el derecho de poseer la cosa, de disponer o de servirse de ella, de usarla o gozarla según la voluntad del propietario. El puede desnaturalizarla, degradarla o destruirla; tiene el derecho de accesión, de reivindicación, de constituir sobre ella derechos reales, de percibir todos sus frutos, prohibir que otro se sirva de ella, o perciba sus frutos; y de disponer de ella por acto entre vivos» [2].

Desde este punto de vista, prácticamente todos los recién constituidos estados-nación de América Latina adoptaron los postulados legales y económicos de la concepción liberal que se imponía en el mundo occidental. De aquí en adelante la historia para todos estos países estará marcada por sus intentos de insertarse en los flujos económicos mundiales, lo cual se hará exportando recursos naturales renovables y no renovables y dependiendo de las fluctuaciones y condiciones del mercado internacional de bienes y capitales que sumirá a éstas economías en ciclos de booms y crisis, lo que dejará como una de sus consecuencias el empobrecimiento general de la región, el enriquecimiento de aquellas empresas con suficiente capital para soportar las épocas de crisis (también generalmente apoyadas por los gobiernos) y el aumento de las exportaciones de bienes primarios dada la poca capacidad de generar y mantener a las empresas locales en sus procesos de industrialización y de servicios propios.

Una de esas primeras crisis, que se extendió a nivel global, cubrió el período 1930-1950 y significó para gran parte de estos países la disminución de las exportaciones de recursos primarios, el crecimiento de la deuda externa hasta el punto de cesar los pagos de la misma en casi todos los países de la región (con algunas excepciones como la de Argentina). A nivel generacional esta crisis la vivieron nuestros abuelos y padres, quienes la vivieron (sufrieron?) de diversas maneras dependiendo principalmente de las condiciones políticas y sociales que se estaban viviendo en cada país. Los movimientos revolucionarios se empezaron a gestar en este período, las condiciones de violencia producto de conflictos territoriales (guerras entre países por los límites que todavía estaban en proceso de definición), guerras internas en la lucha entre centralismo y federalismo y reordenación del territorio y de los poderes políticos y económicos, marcaron a mi parecer otro proceso de individualización latinoamericana y del caribe como fue el de encerrar a cada país en sus propios límites no permitiendo procesos de integración regional. Después de años de colonización en donde se privilegiaron los virreinatos que se extendían más allá de los límites de los países actuales, se inicio un proceso de formación y construcción de los países que terminó para casi todos al final de este período (no obstante persisten diferencias limítrofes en la actualidad). Sin embargo este proceso dejo abiertas heridas (las nacionalidades) entre países (Chile y Perú por la anexión de las zonas salitreras, Chile y Argentina por la Patagonia, Bolivia con Chile y Brasil, Colombia con Perú y Brasil y Venezuela, Colombia y Panamá, México y Guatemala, Honduras y Guatemala, etc.). Las condiciones ambientales no tenían ninguna consideración. La caída de las exportaciones de productos primarios (agrícolas y mineros) generó la pérdida de capitales de los terratenientes y hacendados dejando sin trabajo a una gran población de trabajadores rurales o sometiéndolos a condiciones de terraje y explotación que marcarían gran parte del proceso campesino en los siguientes años. En Colombia en 1950 nace el período de la violencia política entre dos partidos que representaban los mismos intereses y que vincularon a los campesinos en guerras fratricidas que aún sigue en nuestros días. Igual pasó durante los años sesenta, setenta y ochenta en todo la región, los movimientos guerrilleros, los movimientos campesinos eran una expresión de la lucha de los desposeídos del desarrollo en Centroamérica, Venezuela, Ecuador, Perú, Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia,… ¿quién o quienes son los responsables de este desangre social y ambiental que vivió toda la región durante todo este período (las venas abiertas de América Latina)? Los campesinos que fueron protagonistas y víctimas de todo este proceso?, ¿los movimientos guerrilleros y campesinos que tomaron las armas en aras de ideales casi siempre también extraños a las realidades suramericanas pero respondiendo a la situación de injusticia y de miseria de grandes segmentos de la población?, ¿la iglesia católica, legado de la conquista, que participó abiertamente defendiendo sus intereses y apoyando a uno u otro bando?, ¿los políticos y gamonales locales, que no conociendo Wall Street, se comportaron con toda avaricia y crueldad para defender el último centavo y empezaron el proceso de combinar política con economía en las esferas del poder local, municipal, provincial, departamental, nacional y que nos heredaron la corrupción, el clientelismo?. Que, entre otras, dio origen al mantenimiento en el poder de dictaduras o democracias de papel, manejadas claramente por los poderes económicos locales, regionales, nacionales e internacionales. De esta época somos hijos una gran parte de los que ahora pasamos los cuarenta abriles, dedicados unos pocos a pensar, actuar y resistir ante las realidades que estamos heredando y otros muchos, la gran mayoría, a vivir anhelando el gran sueño americano, a tener más, a progresar de acuerdo con los esquemas de desarrollo que nos dicen que las condiciones serán mejores en el futuro. Y también somos una gran parte urbanos. El proceso de urbanización en toda la región se acentúo a partir de los años 50 y sigue hasta nuestros días, pasando de un 60-70% de población rural, campesina, a porcentajes similares pero de población urbana, concentrada en las grandes urbes. Y con el proceso de urbanización abandonamos el pensamiento del campo, de la aldea, de la comuna y entramos a la ciudad a emplearnos en la fábrica, en la industria, a estudiar para defendernos en la vida, para ser «alguien». Y nuestros padres migraron del campo, huyendo de la violencia, buscando la escuela, el colegio, la universidad para los hijos, buscando mejores oportunidades. Y henos aquí, estudiando en la Universidad y somos profesionales y nuestros padres están orgullosos de nosotros. Y el proceso de urbanización, de nucleación, también lo sufrieron las comunidades indígenas, las comunidades negras, las comunidades campesinas, de la mano de la evangelización, de la educación contratada con las comunidades religiosas, se fundaron pueblos para recoger a la población dispersa, se hizo una escuela, elemento fundamental de la creación de los centros poblados. Y alrededor de estos pequeños centros poblados indígenas, afro, campesinos, situados en los Andes o en las selvas tropicales se estableció otro patrón de utilización de los recursos naturales más intensivo, de pequeña escala pero que con las condiciones de alta diversidad pero alta fragilidad de los ecosistemas tropicales, significó en muchos casos procesos de «defaunación» local, de extinción local de especies animales, de agotamiento de recursos forestales debido al uso cada vez mas intensivo y localizado de los mismos. Los trabajos que hemos realizado y que muchos otros también han documentado nos muestran como poblaciones indígenas y negras que viven en las selvas tropicales del Chocó están sufriendo de desnutrición, de enfermedades, sus índices de morbilidad y mortalidad son altos, debido entre muchos factores a la falta de proteína animal ante la disminución de la cacería y de la pesca, a la falta de recursos como hojas de palma para techar las casas que tienen que irse a buscar cada vez a lugares más lejanos, a la presencia de plagas en los centros poblados, a la contaminación local del agua, etc. Y entonces la alternativa son los «proyectos de desarrollo para comunidades locales», los «proyectos campesinos», los «proyectos de desarrollo comunitario», los «proyectos productivos» que desde la década del 60 y hasta nuestros días han sido el objeto de buena parte de los programas de cooperación al desarrollo financiados con recursos del estado y de ayuda internacional. Y de la mano de estos proyectos de cooperación entran al nivel local (ya no al nivel de los grandes monocultivos de los latifundistas e industriales) las variedades mejoradas de arroz, de maíz, de yuca, de fríjol, de café, de papa, las especies animales domesticadas como el cerdo, las gallinas, las vacas, acabando en muy poco tiempo las variedades nativas de estos mismos cultivares e incorporando a estas comunidades en los programas de modernización agropecuaria (semillas mejoradas, abonos químicos, pesticidas, arado mecanizado de la tierra, pastos mejorados, corrales para el encierro, etc.). Al decir de un viejo sabio indígena Yukuna de las selvas amazónicas colombianas «nos encontramos como una danta (Tapir) en medio del río, sin saber para que orilla coger». Los jóvenes afrocolombianos menores de 20 años en el pueblo de el Valle, Chocó, centro de la biodiversidad del planeta, no conocen el río, no nacieron allí y no quieren volver allí, quieren irse a Medellín, a Cali, a Buenaventura. Y entran a formar parte de la sociedad discriminados, realizando todo tipo de trabajos, ya Peter Wade nos mostró que las comunidades negras en las ciudades ejercen los trabajos de servidumbre. Al igual que la mayor parte de los migrantes colombianos, ecuatorianos, bolivianos, peruanos, dominicanos, mexicanos, guatemaltecos, hondureños que viajan a Europa o a Estados Unidos en busca de un mejor futuro. Y paradójicamente este «contingente» de pobres del tercer mundo está generando la riqueza que mantiene buena parte de las economías de la región, a punta de remesas, de envíos de dinero que hoy se constituyen en fuente importante de divisas para la mayoría de estos países. Pero al lado de este proceso de migración campo-ciudad surge una estrategia novedosa en la región: «La economía informal». La economía del trueque, del intercambio, se transforma y adapta en la ciudad y se convierte en una economía de la que viven millones de personas desde México hasta la Argentina y se convierte en una maravillosa experiencia que le permite a Argentina pelear con el FMI a través de solidaridades e intercambios ya casi olvidados, que permite recrear en el metro de ciudad de México la diversidad y el ingenio de la cultura mexicana, que nos reconoce iguales en Quito, Lima o Bogotá. Nos descubre un mundo del que no hablamos, que la economía de mercado quiere formalizar, legalizar, combatir. Es allí donde se encuentre el germen de la economía política, de la economía a pequeña escala que se globaliza y que ahora está sufriendo su impacto más fuerte con las tiendas «todo a mil» montadas legalmente por los inmigrantes chinos en todos los rincones del planeta.

No obstante toda esta historia, mal contada y de una manera muy general, me sorprende y maravilla permanentemente el espíritu de búsqueda, de sobreviviencia, de cambio que motiva al ser humano en todas las latitudes. La inmensa diversidad cultural que se expande permanentemente cuando un estudiante boliviano en España me da un abrazo y comparte conmigo la comida o cuando una negra del río Jiguamiandó me ofrece un pedazo de pescado, la explosión grande de personas, de sentidos, de música, de sentimientos, de solidaridades,… Los procesos locales de las comunidades campesinas, negras e indígenas en su goce y disfrute de todos los momentos de la vida, desprendimiento de las cosas materiales, de la familia, de la mujer, del paisaje, del barrio sin pintura, el sueño, la utopía, el goce de ser pobres y no sentirlo porque la mayoría de las veces la pobreza se mide con índices, con palabras de académicos o teóricos del desarrollo que se inventan otro mundo igual de real,…. ¿es todo desesperanza?, ¿es todo decadencia?. Tenemos que situarnos entre la decadencia y el progreso?, ¿quién nos obliga a ser dicotómicos?, a pensar blancos y negros?, rico y pobre?, norte y sur?, ¿a quién le debemos algo?, ¿quién nos debe a nosotros?

* César Augusto Monje Carrillo

Notas:

[1]La sociedad occidental entendida como lo entiende Hardt y Negri en el Imperio (lectura de este curso) en donde nuestro modelo de desarrollo corresponde al modelo romano que es el que ha dominado la cultura euro-americana.

[2]artículo 2513 citado en el libro. «Desarrollo y Medio Ambiente en América Latina y el Caribe: Una visión evolutiva» Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, Madrid, 1990