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Entrevista a Francisco Báez sobre el Amianto un genocidio impune (XI)

«Quienes hacen trampas no pueden ser tratados con el mismo rasero de respetabilidad académica que quienes no incurren en ellas»

Fuentes: Rebelión

Francisco Báez, ex trabajador de Uralita en Sevilla, inició en los años 70 del pasado siglo la lucha contra esta industria de la muerte desde las filas del sindicato de CCOO. Ha dedicado más de 40 años a la investigación sobre el amianto. Paco Puche, otro luchador imprescindible, reseñó su obra (escrito editado en las […]

Francisco Báez, ex trabajador de Uralita en Sevilla, inició en los años 70 del pasado siglo la lucha contra esta industria de la muerte desde las filas del sindicato de CCOO. Ha dedicado más de 40 años a la investigación sobre el amianto. Paco Puche, otro luchador imprescindible, reseñó su obra (escrito editado en las páginas de rebelión).

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-Nos habíamos quedado en esto. Habla usted del tiempo de latencia en el mesotelioma que algunos autores cifran entre los 14 y los 72 años. ¿No es una horquilla enorme, demasiado grande? De 14 a 72, 58 años de diferencia. ¿Por qué es así?

-No existe teoría admitida alguna, ni tampoco hipótesis tentativa, que venga a dar cuenta de por qué los tiempos de latencia son los que son, en general, para todo tipo de dolencia maligna, ni para el mesotelioma en particular. Como duración media, es la que es, y poco o nada más se podría decir al respecto. En cuanto al amplio ancho de la horquilla -curva de Gauss-, se suele aducir la diversa intensidad de las respectivas exposiciones (por ejemplo, por el efecto de las horas extra en jornadas así alargadas, o en el caso de la contaminación ambiental, por tratarse de una exposición circadiana, no sujeta a la restricción de una jornada laboral normal).

En cualquier caso, las cifras que yo manejo, emanan de diversos casos presentes en la literatura médica, y por lo tanto recogiendo los valores más extremos registrados, tanto por brevedad, como por lo contrario, y lo hago así, porque precisamente diversos litigios los han perdido en España las víctimas, por haberles aplicado el lecho de Procusto de unas estimaciones supuestamente estandarizadas, pero que se contradicen con la realidad de todos aquellos casos, registrados en la bibliografía, que se quedan fuera de esa frontera falsamente nítida, y que pretende delimitar un intervalo temporal más reducido que el por mí reseñado, sobre todo por lo que respecta al extremo de la brevedad. En Biología, las fronteras nítidas siempre suelen ser una ficción, cómoda para la clasificación, y mala para la verdadera exactitud real.

-Es muy pertinente lo que señala sobre las ciencias biológicas. Un gran economista rumano, Nicholas Georgescu-Roegen escribió páginas muy interesantes sobre este tipo de conceptos. Por lo demás, ¿por qué no se regulan y estandarizan los procedimientos admisibles para obtener resultados?

-Le pondré un ejemplo, tomado de lo manifestado en su día por mi amiga corresponsal, ya fallecida, Nancy Tait, viuda de un trabajador del amianto, muerto de mesotelioma, y fundadora de una famosa asociación británica: «Nos han preguntado, si los resultados de los ensayos en todo el mundo podrían ser cotejados en un Centro de Registro, para evitar el uso continuado de los medicamentos o de los tratamientos que han demostrado su ineficacia. ¿La respuesta?: Las compañías farmacéuticas necesitan el compromiso de que los resultados serán confidenciales».

Generalizando, podemos decir que no todo son fines altruistas, en lo relativo a los medios, métodos y estrategias de abordaje, tanto en el diagnóstico, como en el tratamiento o en las medidas de higiene ocupacional, puestos en juego para afrontar las patologías, en general, o de las ocupacionales, en particular, de las que forman parte las del amianto.

Si eso ocurre para algo tan visceralmente conmovedor, como es el caso de que lo que está en juego es nada menos que la eficacia que comparativamente cabe atribuir a cada medicamento, a cada terapia ensayada para el terrible mesotelioma, excuso decirle qué cabe esperar, respecto de esta otra cuestión, de la idoneidad que cabe asignarles, también por comparación, a los distintos métodos de toma de muestras y de contaje de fibras de asbesto suspendidas en la atmósfera.

-Habla usted también de la variabilidad asociada al factor subjetivo de los recuentos que sigue subsistiendo. ¿Y qué factor subjetivo es ese en este caso?

-No todas las personas tienen la misma agudeza visual, no todas tienen igual resistencia a la fatiga mental o visual, no todas prestan la misma diligencia y aséptica neutralidad en la tarea de recuento de fibras, no todas tienen el mismo entrenamiento previo, ni el mismo ha sido seguido con la misma predisposición de colaboración, etc. Es un hecho comprobado, que existen sesgos sistemáticos, originados por estos factores subjetivos de la medición. Los hay, sobre todo, cuando, por ejemplo, llega el verano, y con él las vacaciones estivales, y a un operario bien entrenado se le substituye por otro de improvisada «capacitación». Cuando se habla en estos términos, es porque hay una constatación personal, casi directa o directa, de que tales situaciones han sucedido precedentemente, y que, por lo tanto, eventualmente pueden seguir sucediendo.

-Cuando usted escribe: «En resumen: lo que hemos pretendido llevar al ánimo del lector, es la convicción o la sospecha, de que, bajo su aparente pátina de exactitud, neutralidad, y rigor científico del conjunto de las técnicas de medición de las concentraciones de amianto en la atmósfera del medio ambiente laboral o general, subyacen diversas incertidumbres y posibilidades de manipulación intermedia, que pueden, en un momento dado y en un contexto determinado, hacerse convertido en un elemento más, de una «conspiración de silencio», minimizando la apariencia del riesgo actual». ¿No es todo esto una carga de profundidad contra el hacer científico dominante en el ámbito del amianto y en enfermedades que genera?

-No puede hablarse, con propiedad, de «hacer científico», cuando se trata de unos contajes efectuados por personal técnico perteneciente a una empresa, que es la que paga sus servicios, y que al propio tiempo es parte interesada en el resultado que arrojen esas mediciones.

-Digamos que hacer científico probablemente muy sesgado…

-Se lo voy a hacer patente, a través de un ejemplo, que aunque no se refiere a la misma cuestión concreta que ahora abordamos, no obstante sí asume una similitud, como podrá apreciar seguidamente.

La «conspiración de silencio» sobre la nocividad del amianto, en España adquiere un perfil notoriamente tosco y de torvo tardofranquismo, cuando, ya en plena transición al régimen democrático, y con ocasión de la denuncia que habían efectuado los trabajadores de Uralita, a través de sus representantes sindicales, un medio local de difusión -Catalunya EXPRESS-, bajo el subtítulo: «La Mutua Mataronense: «todo normal»», se expresará en estos términos:

«El Instituto Territorial de Sanidad del Ministerio de Trabajo ha emitido 400 informes sobre el estado de salud de trabajadores de Uralita después de ordenar a la empresa una revisión médica general incluso a técnicos, administrativos y director, de la empresa Uralita. Hasta el momento la Mutua Mataronense, encargada de la cuestión sanitaria de Uralita, no había facilitado ningún diagnóstico de asbestosis de los trabajadores de Uralita. Una cuestión grave nos han podido mostrar los trabajadores de Uralita. Una cuestión grave nos han podido mostrar los trabajadores en sus cartillas: páginas, arrancadas, cambiadas y reemplazadas por fotocopias, datos emborronados, etc., y no entrega de las cartillas a petición de los interesados. Finalmente éstos hicieron una concentración en la empresa y algunas cartillas ya han sido entregadas con todas estas anomalías.»

-Y esto que señala, insisto de nuevo, ¿qué demuestra en su opinión?

-Demuestra que quienes hacen trampas no pueden ser tratados con el mismo rasero de respetabilidad académica que quienes no incurren en ellas, y que cuando son sorprendidos in fraganti, con las manos en la masa, no han tenido reparos en echar mano de los más burdos recursos, para tratar de disimular u ocultar por completo su culpabilidad, tomando, además, por tontos, a los trabajadores que han sido los perjudicados por esas prácticas, por acción o por omisión. Por todo eso, es por lo que he dicho antes, que no puede hablarse en estos casos, con propiedad, de «hacer científico», porque de científico no tiene nada.

-¿Qué es eso de las acreditaciones AENOR? ¿Hay que confiar en ellas?

-Son las acreditaciones suministradas por el organismo oficial español encargado de garantizar que productos y servicios se ajustan a las normas técnicas que fijan las especificaciones tales como: valores mínimos de resistencia, proporciones definidas entre partes constitutivas, especificaciones de diseño, tolerancias admisibles, etc., etc.

Obviamente, el sistema se subvierte, cuando es el lobo el encargado de vigilar a las gallinas, es decir, cuando una de las empresas concernidas por esas normas, es la que, en detrimento de los intereses de sus competidoras, y de tapadillo, ha sido la que puso los parámetros y configuraciones que figuraban en algunas de esas normas. Si eso ha ocurrido, será entonces cuando esa confianza en esas acreditaciones AENOR, y sólo precisamente en ellas, nunca haya debido de estar adecuadamente fundamentada. En cualquier caso, se trata de una cuestión que ya no tiene más que un interés histórico, puesto que el amianto ya quedó prohibido en nuestro país. Una cuestión sólo de interés actual, al mero efecto de tomar debida conciencia de cuáles han podido ser las condiciones en las que la historia de la «conspiración de silencio» del amianto, se ha podido desarrollar.

-Pasamos al apartado 1.3. que usted, además, inicia con unos versos de Marx, nada menos, dedicados a Hegel. «Enseño palabras enroscadas en una confusión diabólica, así que cada uno puede creer verdadero lo que quiera pensar». ¿Quién nos enseña a nosotros palabras enroscadas? ¿Un nuevo Hegel?

-Pues lo hacen todos aquellos que pretenden mostrarnos supuestas evidencias, con deliberado olvido de todo aquello que palmariamente las contradicen. Aquellos, por ejemplo, que echan mano de la brevedad de la persistencia del crisotilo en el organismo, como supuesta demostración de inocuidad, cuando existen innumerables evidencias de que, para la generalidad de todos los cancerígenos, eso nunca ha sido un obstáculo para que sus respectivas malignidades se hayan llegado a manifestar, mucho tiempo después de cesada la exposición.

-La nueva sección se titula: «El «sistema de la mentira»: desinformación». Antes, conspiración de silencio; ahora, desinformación. ¿De quién, sobre qué? ¿Quiénes son los desinformados?

-La desinformación es uno de los ingredientes de la «conspiración» o «pacto» de silencio. Desinformación, promovida por los mismos que protagonizan ese pacto, y exteriorizada por quienes, a su servicio en la sombra, y en su rol de expertos pretendidamente neutrales, no obstante retuercen la verdad, hasta hacerla irreconocible, para conformarla con los intereses económicos de aquellos que financian, por debajo del mantel, esas acciones de desinformación; mantel que, a veces y por fortuna, se queda corto o mal colocado, haciendo que entonces se descubra todo el pastel.

Desinformación sobre la verdadera nocividad del amianto, enmascarada por aquellas maniobras que lo que buscan, a cualquier precio de daño ajeno y para beneficio propio, es minimizar o negar abiertamente esa nocividad. Estadísticas falseadas o inexistentes, estudios epidemiológicos «tramposos», e incluso estudios experimentales igualmente trucados, son el soporte de esa desinformación.

Los desinformados son, entre otros, los políticos que han de asumir las decisiones que les son propias, pero también la opinión pública, los formadores de opinión, los usuarios de los productos concernidos, los trabajadores que efectúan la fabricación de esos productos, y sus representantes sindicales, cuando, bien sea por ignorancia, bien sea por puro amarillismo sindical, o por ambas cosas simultáneamente, asuman posiciones que sólo bajo esas premisas resultarán entendibles, aunque no disculpables.

-Lo dejamos aquí por el momento. Continuamos en breve.

-De acuerdo.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.