La terrible tragedia que acaba de vivir España ha puesto en evidencia las criminales consecuencias del brutal sistema económico en el que vivimos. Es inevitable que las causas detonantes de una situación así salgan a la luz.
La reducción y recortes aplicados a los servicios de urgencia en todo el país, así como la consecuente falla en la prevención de catástrofes como esta, han sido las dos causas determinantes de que esta tragedia que acabamos de vivir haya alcanzado la espeluznante cifra de víctimas que ha tenido. Sin faltar a la verdad y por muy brutal que nos resulte, este centenar y medio de muertos que se ha llevado el agua por delante (cifra que crecerá aun durante los próximos días) se podría haber evitado -o al menos reducido sustancialmente- si no estuviéramos bajo un irresponsable sistema económico y dirigidos por una despreciable clase política a la que no le importa poner en riesgo las vidas humanas. Eso sí, en los días venideros veremos a todos estos responsables políticos de la catástrofe lamentarse de las inevitables condiciones meteorológicas que han producido las lluvias torrenciales, se rasgarán las camisas, prometerán a las víctimas todo tipo de compensaciones, jurarán y perjurarán sobre como en el futuro tomarán todo tipo de medidas para evitar estas catástrofes. El país entero llorará por estás perdidas y los medios de comunicación, siguiendo instrucciones muy concretas, ofrecerán a los políticos como dueños de las únicas expectativas para evitar en el futuro tragedias como esta.
La catástrofe anunciada
Esta tormenta torrencial venía siendo reflejada en los servicios de meteorología desde varios días atrás y, sin embargo, las medidas de urgencia llegaron tarde por la ausencia de técnicos y meteorólogos que advirtieran de la catástrofe que se avecinaba. La reducción de estos servicios de meteorología en toda España, con el claro propósito de ahorrar dinero público para que los presupuestos de Defensa sigan subiendo a cifras astronómicas -cumpliendo así las exigencias de la OTAN-, ha sido el factor determinante en la insuficiente respuesta de aquellos cuerpos y servicios encargados de evitar esta tragedia.
Los incendios forestales, que vienen creciendo de magnitud y devastación todos los veranos a lo largo de los últimos años, siendo la otra cara de la moneda, podían haber servido de advertencia de lo que se nos venía encima. Pero los responsables políticos prefirieron cerrar los ojos ante las catástrofes que se avecinaban y seguir echándose al bolsillo el dinero que escatimaban en servicios de prevención de incendios forestales o catástrofes naturales como esta.
Mas ofensiva aún resulta aún la circunstancia de que un porcentaje aún desconocido de víctimas -trabajadores temporeros del campo, muchos de ellos inmigrantes- perdieron su vida porque, bajo unas condiciones meteorológicas nefastas como las que se avecinaban, fueron obligados a obedecer las órdenes de sus patronos y acudir al trabajo a pesar del alto riesgo que eso suponía… ¿Alguien espera que el ministerio del Interior abra una investigación para localizar a esos criminales empresarios y procesarlos por la temeridad y los homicidios involuntarios que puedan haber cometido?
La prensa amordazada
Pero cuando más vergüenza ajena siento es cuando veo como los “compañeros” de la prensa que cubren esta hecatombe han sido bien adiestrados y, la mayoría, se han limitado a mostrar la cara exterior de la tragedia: los edificios arrasados por las trombas de agua, los pueblos anegados, las calles convertidas en ramblas turbulentas, las pilas de vehículos amontonados, los miembros de los servicios de rescate arriesgando su vida en las labores de recuperación de supervivientes, la inestimable ayuda solidaria de los voluntarios… De los testimonios de las víctimas y supervivientes sólo recogen las que tienen “valor humano”, esto es, aquellas en las que los vecinos afectados lloran y se lamentan de la perdida de sus seres queridos, de la destrucción de sus hogares, o cuentan en primera persona las peligrosas circunstancias en que se vieron atrapados… Llevo horas ante el televisor y aún no he oído ningún comentario por parte de informadores sobre las carencias en infraestructuras y servicios de prevención que han provocado esta tragedia; una tragedia en la que, si no evitable, sí que se podrían haber reducido las cifras de víctimas humanas si hubieran existido sistemas de prevención fiables y estos hubieran funcionado. España ha sido y será centro de atención internacional por esta tragedia que está siendo considerada como tercermundista, producto de un gobierno tan irresponsable e imprudente como para dictar -o mantener- los recortes económicos que la han provocado.
La justificación del cambio climático
El cambio climático es el comodín perfecto para eludir las responsabilidades que corresponden a los encargados de evitar esta tragedia. Esta ineludible circunstancia del cambio climático se repite en todas las noticias. De cualquier forma… ¿Quiénes sino los gobiernos de países desarrollados son los responsables de que los huracanes y las tormentas sean cada vez más arrasadoras y virulentas, las sequias más largas y devastadoras, la contaminación atmosférica más preocupante y el efecto invernadero más extremo? Efectivamente, el cambio climático existe, pero está provocado por la codicia de un puñado de compañías degeneradas que, apoyadas por sus cómplices políticos, carecen de ningún escrúpulo y provocan catástrofes como la que acabamos de vivir en España.
En los próximos días, esa degenerada casta de gobernantes que conforma nuestra clase política y que, con su inconsciencia, ha permitido que ocurra esta tragedia, se rasgarán las vestiduras en público, harán ostentación de lo mucho que esta elevada cifra de víctimas les afecta y prometerán con farsantes aspavientos que esto nunca más volverá a pasar en España. Pero los recortes continuarán -porque no hay otra manera de cumplir las exigencias de subir el presupuesto de Defensa que les imponen sus dueños y señores de la OTAN- y catástrofes como esta se seguirán repitiendo en todo el país porque para nuestra clase política el alto coste en vidas humanas importa poco. Ellos, y no otros, son los últimos responsables de la tragedia que acaba de vivir España.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.