Evidentemente, las causas de explosiones racistas y xenófobas como la que se ha producido en Pedrera son múltiples. Pero ello no puede ahorrarnos un análisis riguroso ni reducir este a la obviedad de que al Sistema le interesa exacerbar las desigualdades no solo de clase sino también de género y étnicas porque ello alimenta su […]
Evidentemente, las causas de explosiones racistas y xenófobas como la que se ha producido en Pedrera son múltiples. Pero ello no puede ahorrarnos un análisis riguroso ni reducir este a la obviedad de que al Sistema le interesa exacerbar las desigualdades no solo de clase sino también de género y étnicas porque ello alimenta su perpetuación. Esto es cierto pero apenas nos ayuda a entender los mecanismos por los cuales hechos como este se producen, ahora no en El Ejido u otros lugares con gran predominio de la ideología de derecha sino en Pedrera, uno de los baluartes sociales y electorales de la izquierda radical en Andalucía desde hace cuarenta años (alcaldía de la CUT, ligada al SOC-SAT).
Considero que un elemento central en el análisis es la poca importancia que tradicionalmente se ha dado por la mayor parte de la izquierda (me refiero a la izquierda real, no a la pseudoizquierda) a las desigualdades estructurales de género y étnicas, centrando todas las denuncias y luchas en las desigualdades de clase como si con la eliminación de estas hubieran de desaparecer automáticamente aquellas (cuando son históricamente anteriores y no tienen las mismas líneas de fractura, aunque estén estrechamente imbricadas) y como si luchar contra las desigualdades de clase vacunara contra el ejercicio del poder de los varones luchadores sobre las mujeres o de los autóctonos luchadores sobre quienes pertenecen a otras culturas u otras «razas». Y este «reduccionismo economicista» no se soluciona con eslóganes como la existencia universal de «una misma clase obrera» (entre otras cosas porque las clases trabajadoras están hoy extraordinariamente fragmentadas en sus ingresos, sus condiciones de vida y su imaginario, y atravesadas por las desigualdades de género y étnicas) sino rechazando el reduccionismo y considerando como autónomas, aunque fuertemente imbricadas y retroalimentadas, las tres relaciones sociales estructurales desigualitarias: las de clase, las de género y las étnicas. Algo que algunos nos hemos esforzado en señalar desde hace décadas pero que sigue siendo extraordinariamente dificultoso para muchos de quienes se autodefinen marxistas.
Considero que sería urgente y fundamental un debate riguroso sobre esto en las organizaciones y colectivos que tengan como objetivo una verdadera transformación social y la emancipación de las personas y los Pueblos.
Isidoro Moreno es Catedrático de Antropología Social y miembro de la Asamblea de Andalucía.