El Consejo de Ministros aprobó el pasado viernes 29 de noviembre el anteproyecto de ley para la Protección de la Seguridad Ciudadana. «Ley mordaza», «nueva versión de la ley Corcuera patada-en-la-puerta», «ley de inseguridad ciudadana», «nueva ley represiva contra la protesta crítica ciudadana», «ley (ordeno-y-mando) de la patada en la boca» son algunas designaciones alternativas. […]
El Consejo de Ministros aprobó el pasado viernes 29 de noviembre el anteproyecto de ley para la Protección de la Seguridad Ciudadana. «Ley mordaza», «nueva versión de la ley Corcuera patada-en-la-puerta», «ley de inseguridad ciudadana», «nueva ley represiva contra la protesta crítica ciudadana», «ley (ordeno-y-mando) de la patada en la boca» son algunas designaciones alternativas. Mucho más sustantivas y ajustadas al caso por supuesto.
El anteproyecto será enviado al Consejo del Poder Judicial y a otras instancias afines. El gobierno, que espera durar hasta entonces, desea poder aplicarla a partir de agosto de 2014. Jorge Fernández Díaz, con toda (in)seguridad, aspira a ser alzado y paseado en hombros por el ruedo ibérico por sus compañeros del Opus Dei y de otras fuerzas ultraconservadoras.
En una nueva prueba de rancio nacionalismo, los insultos a «España» serán sancionados con multas de entre 1.000 y 30 mil euros si no ando muy errado.
En Vendrán más años malos y nos harán más ciegos (páginas 42-43), en uno de sus pecios más excelentes, Rafael Sánchez Ferlosio escribía:
(Anti-España, 2). ¡Ay, Dios mío! Tengo miedo de haberme vuelto tan histérico para ciertas cosas que ya es que no me van a aguantar ni las paredes. Me basta con que se me junte, por un lado, en el rabillo del ojo el tremolar de la más inocente rojigualda, limitándose acaso a celebrar la cobertura de aguas de una obra, por otro, ya de frente a la pupila, un cartel de toros de una corrida en Castellón de la Plana todavía chorreando pegajosos y hasta obscenos goterones de engrudo blanquisucio y, en fin, para rematar, en el oído cuatro o cinco compases de El gato montés o de Marcial, tú eres el más grande, allá en la lejanía para que, literalmente, me prendan fuego cuerpo y alma a la vez en medio de la calle y clame a toda voz, no sé si al cielo, a la tierra o al infierno, como si fuese mi último suspiro ‘¡¡¡Odio España!!!’ (Os juro, amigos, que no puedo más).
No es probable tras el desastre jurídico-político de la doctrina Parot, que la nueva ley anticiudadana tenga efectos retroactivos pero no es imposible, según me cuentan voces muy informadas, que el libro -¡de tan hermoso título!- del autor del Alfanhuí y El Jarama tenga alguna reedición para esas fechas.
Si fuera así, si la reedición se pusiera en marcha (¡venga, adelante!), ¿se multará a la editorial por publicar este pasaje (que no es único), este «insulto» a España? ¿Qué importe por el «insulto» se verá obligado a pagar nuestro Premio Cervantes? Si se declara insumiso o civilmente desobediente, ¿será encarcelado? ¿»A por él, a por ellos» gritará nuestro Ministro del Interior, este dirigente del PP catalán que tanto recuerda en su decir y hacer a don Carlos Arias Navarro, aquel eficaz carnicero que dio claras y recordadas muestras de su sentido del orden y la seguridad en la Málaga republicana y antifascista?
Salvador López Arnal es nieto del cenetista asesinado en mayo de 1939 -delito: «rebelión militar»-: José Arnal Cerezuela.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.