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Bértolo gana el IX Premio Periodístico de Lectura

Razones para la lectura

Fuentes: Público

La Fundación Germán Sánchez Ruipérez ha otorgado el IX Premio Periodístico sobre Lectura a Constantino Bértolo por su artículo Razones para la lectura publicado en este diario el 30 de mayo de 2008. Bértolo (Lugo, 1946) es editor, ensayista y crítico literario. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, fue director de […]

La Fundación Germán Sánchez Ruipérez ha otorgado el IX Premio Periodístico sobre Lectura a Constantino Bértolo por su artículo Razones para la lectura publicado en este diario el 30 de mayo de 2008.

Bértolo (Lugo, 1946) es editor, ensayista y crítico literario. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, fue director de la editorial Debate desde 1990 hasta 2003 y actualmente desempeña la dirección literaria del sello Caballo de Troya (Random House Mondadori). Su última obra publicada es el ensayo La cena de los notables (Periférica).

El Premio Periodístico sobre Lectura fue creado para estimular la reflexión sobre la importancia de la lectura y el desarrollo del hábito lector.

El jurado, compuesto por Luis Mateo Díez, Gustavo Martín Garzo, Clara Sánchez, Ana M.ª Moix, José María Guelbenzu -ganador de la pasada edición- y Felicidad Orquín, eligió el artículo «por su reflexión sobre la lectura como un acto apasionado y contradictorio donde es posible lo que en la vida es imposible». El premio está dotado con 12.000 euros para el autor y una escultura de Alberto Corazón para el periódico.

http://www.publico.es/culturas/178788/bertolo/gana/ix/premio/periodistico/lectura

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Artículo premiado:

RAZONES PARA LA LECTURA

Para ser inteligente, para creerse inteligente, para sentirse inteligente. Para no estar solo, para estar solo, porque más que solo vale estar mal acompañado aunque mucho se diga que no hay libro malo. Porque hace frío ahí fuera, porque llueve sobre el corazón y gusta ver la tinta sobre los campos de nieve. Para ser entre la gente. Para fumar sin sentirse culpable, para dejar de fumar y las manos no se escapen en busca del aire de nadie.

Para tener un libro de bolsillo en el bolsillo y ocuparse de un mientras, un ya veremos y de un entretanto. Por vista, gusto, tacto, olfato y oído y para saber qué alumbra lo que tanto nos gusta. Por ego y por apego. Para esconderse, para mostrarse, para vestirte, para desnudarte. Porque sí, por si, porque no, para no. Para ser feliz, por no ser feliz, por infeliz. Para andar el camino, para encontrar el camino, para olvidar el camino, para construir un camino, para hacer un alto en el camino. Para no perder el tren.

Por sed, por hambre, por tierra, mar y aire. Para mirarse en el espejo, por reflejo incondicionado, para conocer quién nos habla desde el otro lado del espejo. Por ti, por mí y por ella. Porque queremos ver y que nos vean y sin embargo qué morbo da la «cita a ciegas» (el autor pone la alcoba, el editor la casa, el narrador es el que la luz apaga).

Para ver el humo que avisa donde está el fuego. Porque estar cansado tiene plumas, la avaricia comienza en el dar y porque sólo entonces soy como te quiero. Para tener la libertad que no tiene el solitario. Para pedirte perdón por el daño que me hiciste, echar sal en mis heridas e intentar saber cómo me llamo. Porque puedes estar en misa y repicando, nadar y guardar la ropa, ser Caín y el guardián de tu hermano. Porque si no se las lleva el viento, arden las palabras. Por pie quebrado y tan callado. Para conocer la voz de mi amo y para ver si de una vez alcanzo el silencio. Para ser el enfermo y el psiquiatra. Porque yo no soy como te amo.

Porque el poema es una copa de vino, y se fue, y el mañana no ha llegado. Por punto de partida y de hoja en hoja y leo porque me toca. Porque hay vida más allá del punto y aparte y es sano andar a pie de página. Porque si pierdo la memoria qué pereza. Para ni ser ciego en Granada ni nos obliguen a elegir entre la pena y la nada. Para jugar con fuego y no salir quemado. Porque la letra con letra entra, y sale y vuelve a entrar como beso que no quiere que te calles.

Porque entre todos los libros que he leído nunca he leído aquel entre cuyas letras desfallecieron de amor Paolo y Francesca. Para tirar la mano, esconder la piedra y mojar el pan en sangre ajena. Para que me llames y me ames. Para acabar con la propiedad privada de mis palabras. Porque si echas cuentas te sale a cuento y hasta te sobran dos quijotes y medio sancho. Y por los libros de los libros, mal o bien, pero amén.