Intervención en un acto republicano celebrado en Cal Ninyo, Sant Boi de Llobregat (Barcelona), el 14 de abril de 2013
Bon dia. És tot un honor republicà estar aquí, entre tots vosaltres, en tan grata i republicana companyia. Gràcies per la seva presencia.
«No llegaba ningún sonido de bomba desde el puerto. ¡A los bombardeos no les interesada el puerto! Perseguían presas humanas. Perseguían a los cientos de miles de personas que habían conseguido esquivarlos en Málaga, que rechazaron vivir con los fascistas acorralados juntos aquí y ahora como un objetivo perfecto. Durante una semana dejaron sola Almería. Durante una semana se habían preparado. Y en ese momento, en que la caminata desde Málaga había terminado, en que los refugiados fueron capturados en unas pocas manzanas de la ciudad donde el asesinato en masa únicamente exigía un mínimo de bombas… ahora Franco saciaba su sed de venganza. Se preocupó poco del puerto. Un puerto no puede pensar, ni desafiar al fascismo, ni sangrar. Solo la gente tenía cerebro, corazón, valor. A matarlos, a mutilarlos, a mostrarles la inclemente garra del fascismo… En el centro de la ciudad me acerqué a un silencioso círculo de hombres y mujeres. Dentro del círculo, una bomba había dejado un inmenso cráter. En el fondo del cráter había tubos de desagüe, ropas desgarradas y restos de lo que alguna vez habían sido seres humanos. Sentí el cuerpo tan pesado como el de los propios muertos. Pero vacío y apagado. Y en mi cerebro ardía una rabiosa llama de odio.»
Son los compases finales (pp. 69-71) del segundo relato incluido en Las heridas. Lleva por título «La carretera de Málaga». Un médico canadiense internacionalista, amigo también de la revolución socialista china, es el autor de esas líneas. Norman Bethune es su nombre. Está en la mente de todos nosotros.
¿Por qué debemos ser republicanos, por qué debemos vindicar la III República de Sefarad? ¿Por sentirnos parte de esa tradición? ¿Por sentirnos hermanados a esas víctimas? ¿Porque en nuestro cerebro, en nuestra alma, sigue ardiendo una no apagada llama de odio no vengativo ante esa barbarie? ¿Por el dolor que sigue sintiendo mi compañera -está entre ustedes- por el abuelo asesinado -paradero desconocido, missing que diría Costa Gavras-, «paseado» por unos falangistas horas después del golpe fascista? ¿Por el duro exilio de su otro abuelo, el paterno, tras tres años de resistencia antifascista jugándose la vida cada tres días por todos, también por nosotros? ¿Por el recuerdo de aquella otra barbarie de mayo de 1939, acabada dijeron falsariamente la guerra, cuando un cenetista de 52 años llamado José Arnal Cerezuela, abuelo del que les habla, era fusilado -a pesar de la oposición de uno de sus hijos, de apenas 18 años, que se jugó la vida en su protesta- por un grupo de jóvenes guardias civiles, por el espantoso crimen de ser miembro de un sindicato obrero legal?
¿Por todo eso debemos ser republicanos, por eso debemos celebrar este 14 abril?
¿Acaso porque en la Constitución aprobada el 9 de diciembre de 1931 se hablaba de una República democrática de trabajadores, de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia, y donde los poderes de todos sus órganos emanaban del pueblo? ¿Por eso también?
¿Porque la bandera de la República Española era roja, amarilla y morada, no bicolor, y porque todos los ciudadanos -esta vez en serio, de debò- eran iguales ante la ley? ¿Porque el estado español no tenía religión oficial? ¿Porque España, la España africanista, renunciaba a la guerra como instrumento de política nacional? ¿Porque el Estado español se comprometía a acatar las normas universales del Derecho internacional, todas ellas, incorporándolas a su derecho positivo? ¿Porque en esa Constitución se sostenía que no podían ser fundamento de privilegios jurídicos la naturaleza, la filiación, el sexo, la clase social, la riqueza, las ideas políticas ni las creencias religiosas? ¿Porque el Estado no reconocía distinciones y títulos nobiliarios (ni grandes de España ni marquesados ni zarandajas similares)? ¿Por eso, por todo eso?
¿Porque todas las confesiones religiosas eran consideradas como Asociaciones sometidas a una ley especial? ¿Porque el Estado central, las comunidades, las provincias y los Municipios, no mantendrían, favorecerían, ni auxiliarían económicamente a las Iglesias, Asociaciones e Instituciones religiosas? ¿Porque quedaban disueltas aquellas órdenes religiosas que estatutariamente impusieran, además de los tres votos canónicos, otro especial de obediencia a autoridad distinta de la legítima del Estado? ¿Por esto también? ¿Porque sus bienes serían nacionalizados y afectados a fines benéficos y docentes? ¿Porque los ciudadanos de uno y otro sexo, por primera vez en España, y mucho antes que Francia o Suiza por ejemplo, tendrían los mismos derechos electorales conforme determinasen las leyes? ¿Por eso, por todo esto somos, queremos ser republicanos?
¿Acaso también por la altura poliética, por la enorme altura poliética de figuras como La Pasionaria, como Manuel Azaña, como Lluís Companys, como Juan Negrín, como Federica Montseny, o como Joan Comorera o Largo Caballero? ¿Por eso nos sentimos republicanos? ¿Por el recuerdo del vil asesinato, que jamás olvidaremos, del autor de Poeta en Nueva York? ¿Por su «Grito hacia Roma»?
[…] Mientras tanto, mientras tanto, ¡ay!, mientras tanto,
los negros que sacan las escupideras,
los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de los directores,
las mujeres ahogadas en aceites minerales,
la muchedumbre de martillo, de violín o de nube,
ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro,
ha de gritar frente a las cúpulas,
ha de gritar loca de fuego,
ha de gritar loca de nieve,
ha de gritar con la cabeza llena de excremento,
ha de gritar como todas las noches juntas,
ha de gritar con voz tan desgarrada
hasta que las ciudades tiemblen como niñas
y rompan las prisiones del aceite y la música,
porque queremos el pan nuestro de cada día,
flor de aliso y perenne ternura desgranada,
porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra
que da sus frutos para todos?
¿También nosotros queremos el pan nuestro de cada día, flor de aliso y perenne ternura desgranada? ¿También queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra que da sus frutos para todos? ¿Por eso somos, por eso debemos ser republicanos?
¿Por Neruda, también por el no olvidado compañero Pablo Neruda? ¿Por Miguel Hernández y sus tres heridas? ¿Porque también a nosotros los vientos del pueblo nos llevan, nos arrastran, nos esparcen el corazón y nos aventan la garganta? ¿Por eso también?
¿Por don Antonio Machado? ¿Por sus días azules y su sol de la infancia? ¿Por su sangre jacobina, por su bondad en el mejor sentido (existente) de la palabra? ¿Por su irse ligero, muy ligero de equipaje, deprimido, violentado, solo, enrabietado, asqueado de tanta barbarie, de tanta sinrazón, de tanto fascismo, de tanto apoyo miserable e imperial del fascismo italiano y del nazismo alemán, lo mejor (es decir, lo peor) y más destacado del capitalismo depredador, criminal y aniquilador de aquellos años?
¿Por eso, por todo debemos seguir siendo republicanos?
¿Por reacción acaso, por razonable reacción? ¿Porque no pueden, porque no podemos, porque se nos atraganta, porque nos da asco pronunciar una frase como esa que afirma infame, abyectamente que «la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad» según establece el artículo 56.3 de la inmodélica y demediada Constitución de 1978 que diría el republicano Vicenç Navarro? ¿Por eso, por oposición, debemos ser republicanos y apoyar y vindicar la III República de Sefarad? ¿Porque si no fuera inviolable el suegrísimo del yernísimo, el padre de la hijísima, es decir, porque si no pudiera hacer lo que se saliera del moño y sin límite alguno, se tendría que conocer, entre mil cosas más, el origen del dinero que recibió en herencia, su utilización y si efectivamente tenía la obligación legal de declararlo? ¿Porque dependiendo de estas respuestas podríamos estar hablando de varios delitos: blanqueo de capitales, contra la Hacienda Pública, cohecho o tráfico de influencias, de la Primera Autoridad del Estado? ¿Porque el hecho de tener el dinero en Suiza, paraíso fiscal totalmente opaco y muy poco colaborador, nos permite suponer que estas respuestas no le serían del todo favorables? ¿Por eso también?
¿Porque si rascamos un poco, los herederos… con más precisión, algunos herederos (los hay, yo tengo varios amigos queridos y muy admirados, que abrazan causas nobles como la nuestra, es decir, la nuestra), los herederos, decía, de los que dieron el sangriento y criminal golpe del 36, que no fue un golpe rápido y exprés por la resistencia popular heroica, siguen pensando lo mismo en el fondo de su ser, en su Ser ahí que diría el filósofo nazi por excelencia, Herr Martin Heidegger, porque a esos herederos ortodoxos de aquellos criminales les sobran, les sobramos la mitad de los ciudadanos? ¿Por eso? ¿Porque seguimos siendo para ellos escoria, «rojos de mierda», perros nada dóciles o yayoflautas a los que nos van a dar una o mil hostias como ha apuntado recientemente un dirigente neofranquista canario? ¿Por eso?
¿Porque miles y miles de ciudadanos y ciudadanas siguen enterrados en zanjas y cunetas? ¿Cuántos? No sabemos. ¿Dónde? Suponemos a veces localizaciones. ¿Porque no queremos que se pudran? ¿Porque no queremos que habite el olvido en ellos? ¿Por eso? ¿Porque estamos comprometidos en su recuerdo? ¿Porque no estamos dispuestos a aceptar que ni uno solo, ni uno solo repito, de los criminales, represores, torturadores, confidentes, colaboradores activos, del fascismo español haya sido enjuiciado en estos últimos 35 años? ¿Por eso? ¿Porque nosotros, desgraciadamente, no podemos dar lecciones de democracia ni de transparencia, a nadie, a Nadie, y menos a países como Chile y Argentina? ¿Por eso, decía, somos republicanos?
¿Acaso porque nuestros jóvenes, de nuevo, tienen que exiliarse para poder vivir, como en los viejos tiempos nada añorados? ¿Porque los hachazos sociales se extienden por toda la piel de toro como dijera el gran poeta catalán Salvador Espiru que soñó una Sefarad hermanada, no descuartizada, no rota por intereses insolidarios? ¿Por eso? ¿Porque nos lo quieren robar todo, sin apenas restos, y pretenden situarnos -pero ¡no pasarán!- en una Edad de Piedra servil y explotadora? ¿Por eso creen ustedes que somos republicanos?
¿Porque la Monarquía, toda Monarquía, juancarlista o felipista, española, catalana o belga, nunca es un sistema político democrático aunque pueda ser parlamentario o pseudoparlamentario? ¿Por eso? ¿Porque la Monarquía, toda Monarquía, genera un régimen de élites? ¿Porque ya está bien, y ya está bien? ¿Porque, como no podía ser de otro modo, Giulia Adinolfi, Manuel Sacristán, Neus Porta, Francisco Fernández Buey, Josep Sarradell, José Luis Sampedro, Pere de la Fuente, no desde luego Joan Antoni Samaranch o Francesc Cambó, personas (aquéllas, no éstas) queridas, admiradas, y miles y miles más, fueron cabal y consistentemente republicanos?
Las razones se agolpan. No les canso más.
Les cuento para finalizar una de mis razones, acaso una de las más sólidas.
El cordobés Luis Cernuda, un año ante de morir salvo error de cálculo, dio un recital poético en una universidad norteamericana. Al finalizar se le acercó un asistente. Le habló de su país, probablemente de Alcañiz, de La Fatarella, o de otros pueblos catalano-aragoneses. Con mucha precisión, con enorme conocimiento. ¿Cómo podía saber todo aquello? ¿Era un experto en geografía hispánica? No era eso… o tal vez también fue eso. El asistente era un luchador, un combatiente. Había sido, era, lo seguía siendo, un brigadista, había sido miembro de la brigada Abraham Lincoln.
Cernuda se emocionó. ¡Cómo no iba a hacerlo! Escribió en su honor uno de sus grandes poemas, uno de los grandes poemas de la literatura hispánica y universal. «1936» es su título. Va por y para ustedes.
Recuérdalo tú y recuérdalo a otros,
cuando asqueados de la bajeza humana,
cuando iracundos de la dureza humana:
Este hombre solo, este acto solo, esta fe sola.
Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.
En 1961 y en ciudad extraña,
más de un cuarto de siglo
después. Trivial la circunstancia,
forzado tú a pública lectura,
por ella con aquel hombre conversaste:
Un antiguo soldado
en la Brigada Lincoln.
Veinticinco años hace, este hombre,
sin conocer tu tierra, para él lejana
y extraña toda, escogió ir a ella
y en ella, si la ocasión llegaba, decidió apostar su vida,
juzgando que la causa allá puesta al tablero
entonces, digna era
de luchar por la fe que su vida llenaba.
Que aquella causa aparezca perdida,
nada importa;
Que tantos otros, pretendiendo fe en ella
sólo atendieran a ellos mismos,
importa menos.
Lo que importa y nos basta es la fe de uno.
Por eso otra vez hoy la causa te aparece
como en aquellos días:
noble y tan digna de luchar por ella.
Y su fe, la fe aquella, él la ha mantenido
a través de los años, la derrota,
cuando todo parece traicionarla.
Mas esa fe, te dices, es lo que sólo importa.
Gracias, compañero, gracias
por el ejemplo. Gracias por que me dices
que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
Uno, uno tan sólo basta
como testigo irrefutable
de toda la nobleza humana.
Así, pues, por internacionalismo, por dignidad, por eso debemos seguir siendo republicanos, y porque ustedes, no lo olviden nunca, son la sal afable de esta Tierra ahora en peligro por los descreadores de la vida, por los explotadores de mil siglos, por los que nos quieren, impronta monárquica, sin nombre y sin entidad. ¡Pero no lo conseguirán! ¿Se puede! ¡Podemos!
Salud, República y felicidad queridos amigos, como solía decir, el ciudadano republicano Robespierre…. Me olvidaba: ¡Maduro dales duro! ¡Viva el 14 de abril bolivariano!
Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)
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