Muchos pensábamos, inocentemente, que las amenazas de guerra a Europa eran cosas del pasado. Es cierto que conocemos que el mundo no ha dejado de guerrear y que es costumbre resolver los problemas de la humanidad, no promoviendo la paz, sino haciendo la guerra.
Actualmente las dos guerras que nos amenazan son las que mantiene Rusia contra Ucrania e Israel contra el pueblo palestino. Todo se ha agravado con la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump y el cambio de alianzas tras la guerra fría en el siglo pasado. Los líderes mundiales alertan de una posible guerra que podría ser mundial y proponen rearmarse para la defensa. La Unión Europea que se creó como una alternativa de paz a las guerras está en esas.
En el caso español, el Presidente Pedro Sánchez en el Congreso de los diputados advirtió que: Ya no podemos asumir que otros protegerán nuestros cielos, nuestras infraestructuras o nuestras fronteras. Tendremos que hacerlo nosotros. Lo cierto es que nos enfrentamos a una nueva crisis provocada por el regreso del imperialismo ruso y un giro copernicano en la política militar y económica estadounidense. Cambios que obligan a culminar la integración en política exterior, seguridad y la defensa.
Para Podemos, con los discursos que defienden armarse, se está poniendo en peligro a España por participar en el adelanto de una tercera guerra mundial. Las épocas de militarización de Europa no van a traer paz, manifestaron en respuesta a la comparecencia sobre defensa en el Congreso de los Diputados. En su opinión, armarse obliga a los países a rearmarse y el riesgo de que nos lleven a una tercera guerra mundial es enorme.
El coordinador federal de Izquierda Unida, Antonio Maíllo, ha alertado de que las instituciones que gobiernan la Unión Europea buscan crear un alarmismo a través de argumentos interesados y justificar así un giro estratégico y la violación del propio tratado de la Unión a través de un belicismo y un aumento desmedido e imposible de asumir del gasto militar. Es necesario crear un espacio de seguridad europeo, pero sobre la base de un concepto de seguridad compartida, es decir, que la seguridad de un país se construye con la seguridad también de los vecinos y en este marco la OTAN es incompatible con cualquier sistema de seguridad europeo.
Cientos de organizaciones, activistas sociales y representantes de la cultura se posicionan en favor de la paz, contra el aumento del gasto militar, y reclaman a gobiernos y Unión Europea que trabajen por la paz. Yo también me sumo al manifiesto antibelicista: No nos resignamos al rearme a la guerra. Diputados de Sumar, Podemos, Bildu y el BNG se han sumado a la concentración de la lectura del manifiesto, donde ha habido pancartas y gritos de no a la guerra. Manifiesto:
«¿Hay alguien, en Europa o en cualquier otra parte del mundo, que no quiera defender a sus seres queridos de una posible amenaza? ¿Que no desee alejar la sombra terrible de la violencia de su vida y la de los suyos? ¿Que no sueñe con un futuro en el que sus hijos e hijas, los de sus amigos y vecinas puedan vivir en paz, desarrollarse como personas, tener trabajos dignos, habitar un planeta habitable, tener un techo sobre sus cabezas, disfrutar de la cultura o de las relaciones sociales enriquecedoras y constructivas y vivir vidas libres de todo tipo de violencias? La sociedad necesita la seguridad que da una sanidad y educación públicas de calidad para todas las personas, la juventud necesita una casa donde vivir, nuestros mayores no quieren ver peligrar su pensión y, sobre todo, no queremos que nuestros hijos y nietos vivan el horror de la guerra.
¿En qué medida exactamente contribuye a ese futuro en paz el aumento desenfrenado del gasto militar que se proponen aprobar los gobiernos europeos sin debate ciudadano, sin transparencia ni detalle y con urgencia? ¿Qué parte de esos miles de millones va destinada a mejorar la educación, la sanidad, la terrible situación de la vivienda, la precariedad en la cultura, la armonía medioambiental o la solidaridad internacional? ¿No sería necesario invertir en mayores esfuerzos políticos y diplomáticos que ante las amenazas de agresión busquen caminos de diálogo todavía no explorados?
¿Es estúpido, simplista o naif desear esto, defender la paz y la justicia social? ¿Es quizá más inteligente, elaborado y maduro creer que los vientos de guerra, el lenguaje belicista y la apuesta por las armas traerán un futuro mejor?
No, no nos resignamos a la guerra. El rearme de Europa no traerá la paz, no contribuirá a la distensión, sino que nos acercará aún más a la guerra. Los contextos militaristas suelen ir acompañados, además, de retrocesos en derechos, libertades y políticas sociales, originan miedo y alarma social, escenario idóneo para normalizar mecanismos de represión y de autoritarismo, como ya se está empezando a ver.
Nos preocupa que esta estrategia lleve a una larga guerra con Rusia, que sabemos que no es para defender el Derecho Internacional Humanitario, la libertad, los derechos humanos o para proteger a los más débiles. De ser así, la actitud frente a Netanyahu sería la misma que frente a Putin. Esta Europa que calla o, peor aún, apoya a Israel en su genocidio en Gaza y Cisjordarnia e incluso persigue a quienes lo denuncian, necesita redefinir claramente cuáles son esos valores comunes cuya defensa se plantea como justificación para el rearme.
La ciudadanía de nuestro país ha demostrado sobradamente en el pasado su compromiso con la paz y con las políticas antibelicistas. Forman parte de nuestra memoria colectiva reciente las multitudinarias manifestaciones en contra de la guerra de Irak impulsada de manera ilegal por el Gobierno de José María Aznar, el movimiento de rechazo a la permanencia de nuestro país en la OTAN que llegó a movilizar más del 43% del voto emitido en aquel lejano referéndum, o el movimiento de lucha contra el servicio militar obligatorio hasta su eliminación en el año 2001.
El aumento del gasto militar europeo -hasta 800.000 millones de euros en cuatro años- anunciado por la presidenta de la Comisión Ursula von der Leyen, se va a realizar a través de un mecanismo de excepcionalidad que evitará el debate en los parlamentos y, en general, la información clara y detallada a la ciudadanía europea.
No podemos ni queremos aceptar que el dinero de nuestros hospitales públicos, nuestras escuelas y nuestras Universidades públicas, nuestro sistema de atención a la dependencia, nuestras políticas de protección y de cobertura social para los momentos de dificultad, de lucha contra el cambio climático, la violencia machista, el racismo o de protección frente a emergencias, de cooperación, vaya a ser destinado a comprar tanques, fusiles, cazas y misiles para la guerra, porque así lo hayan decidido las élites belicistas que gobiernan actualmente Europa y los EEUU.
La verdadera seguridad que necesitamos es la seguridad vital que nos aportan con su sola existencia nuestras pensiones públicas, nuestros médicos y médicas de atención primaria, nuestros tratamientos gratuitos en hospitales públicos contra cualquier dolencia o enfermedad que nos afecte, nuestra formación garantizada en escuelas y Universidades públicas que nos dotan de igualdad, nuestro sistema de becas, nuestras prestaciones por desempleo en caso de necesidad, el Ingreso Mínimo Vital, nuestros bomberos y bomberas apagando incendios en nuestros montes o rescatando gente en nuestros pueblos y ciudades cuando se desata una emergencia, o el desarrollo y puesta en práctica de políticas públicas feministas que avancen en la defensa y protección de los derechos de las mujeres y en la lucha por la erradicación de las violencias machistas.
Los climas bélicos se diseñan en cómodos despachos, pero son los pueblos quienes pagan las consecuencias. Por ello, este momento es de extrema importancia para disipar la tensión creciente y defender un modelo de paz, de bienestar social y de ampliación de derechos para todos. El momento presente requiere de responsabilidad, políticas audaces, altura de miras y cultura de paz.
No nos resignamos a la guerra, porque no queremos la paz de los cementerios, porque la historia nos demuestra que el único camino realista para conseguir la paz no es militar, sino político. Pónganse manos a la obra y trabajen por la paz, se lo exigimos».
Es un fraude gastar en armamento más que lo que gastamos frente al COVID y la recuperación. Dinero que va a enriquecer al mismo EEUU que ataca nuestra soberanía comercial con aranceles y que va a arrebatar Groenlandia a un país de la UE. Hay que trabajar por un mundo en paz.
El rearme de Europa no traerá la paz, no contribuirá a la distensión, sino que nos acercará aún más a la guerra. Hay que rechazar el dinero para gasto social acabe destinado a comprar tanques, fusiles, cazas y misiles para la guerra, porque así lo hayan decidido las élites belicistas que gobiernan actualmente Europa y Estados Unidos.
Entre unos y otros implicados, pretenden atemorizarnos y engañan, saqueando las arcas públicas. Ni la UE ni los países miembros ni España necesitan gastar más dinero en armas, sino independizarse de EEUU y sus políticas. Hay que gastar menos en defensa. La amenaza se cierne sobre la ciudadanía.
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