Que la rebelión iba a estallar más tarde o más temprano era un hecho previsto y profusamente anunciado. Apenas ha hecho falta que transcurrieran unas semanas para que importantes sectores de las bases de IU en Andalucía inicien la «sedición». Los primeros síntomas se produjeron cuando el hoy flamante vicepresidente de la Junta de Andalucía […]
Que la rebelión iba a estallar más tarde o más temprano era un hecho previsto y profusamente anunciado. Apenas ha hecho falta que transcurrieran unas semanas para que importantes sectores de las bases de IU en Andalucía inicien la «sedición». Los primeros síntomas se produjeron cuando el hoy flamante vicepresidente de la Junta de Andalucía y actual Coordinador General de IU en esta región, Diego Valderas Sosa, anunció su decisión de aplicar los recortes presupuestarios que ordenaba el gobierno ultraconservador madrileño.
Valderas, en un ridículo gesto que no tiene precedentes en el sainete diario que nos ofrecen los políticos desde las instituciones del sistema, pretendió enmascarar su interesada mansedumbre con aquello de que «aplicaría los recortes por imperativo legal». La carcajada de los andaluces, de dentro y de fuera de IU, fue tan sonora que se oyó hasta en Despeñaperros. El propio Julio Anguita, generalmente muy discreto en relación con las fuertes contradicciones internas que sacuden a su organización, no tuvo pelos en la lengua a la hora de ironizar con la rocambolesca salida de su compañero de Coalición. Tampoco se quedó corto expresando su opinión el batallador alcalde de Marinaleda, Juan Manuel Sánchez Gordillo, cuando manifestó que los recortes que aprobó el vicepresidente Valderas eran «una puñalada trapera por la espalda a los funcionarios y a los trabajadores». Tras preguntarse retóricamente sobre si el apoyo de Valderas a los «recortes» suponía una «rebelión o una rendición frente al mercado capitalista», Sánchez Gordillo aseguró contundente que «gobernar para bendecir recortes es ponerse de rodillas frente a la dictadura del mercado capitalista». Y es que, en verdad, el asunto no era para menos. Durante toda la campaña electoral, tanto la dirigencia de IU – Diego Valderas – como la del PCE – José Luis Centella – machacaron hasta lo indecible a sus potenciales electores con el eslogan de «¡Rebélate!». El propósito de esta táctica electoral parecía evidente. Los líderes de ambas organizaciones trataban de ponerse a tono con las aparentes exigencias del momento. Había que «radicalizar» artificialmente el mensaje, meterle «fuego» a las consignas para así poder rebañar los centenares de miles de votos de la indignación, el hartazgo y, también, de la rebelión social que no acababan de encontrar en el abanico de siglas institucionales una alternativa por la que optar. Que apenas transcurridas unas semanas desde la celebración de las elecciones el vicepresidente de la Junta de Andalucía pretendiera hacer entender «digo» dónde había dicho «diego», era muy fuerte para que se lo tragaran al alimón la militancia y el electorado.
NEPOTISMO «DE IZQUIERDAS»
Pero, como es conocido, al perro flaco se le multiplican las pulgas. Hace tan sólo unos días un nuevo escándalo ha vuelto a atrapar a la Coalición andaluza. El gobierno andaluz con una imprudencia propia de chapuceros – al margen de las consideraciónes éticas que el asunto pueda merecer – procedió a nombrar como altos cargos del Gobierno Autónomo a Amanda Meyer, hija del eurodiputado de IU Willy Meyer, al suegro del secretario general andaluz, Mariscal, y a Enrique Centella, hermano del secretario general estatal del PCE José Luis Centella. La realidad venía a confirmar lo que algunos comentaristas políticos situados a la Izquierda de IU habían estado advirtiendo hasta la pesadez durante el curso de las negociaciones PSOE-IU: que detrás del compulsivo propósito de consumar la coyunda socialdemócrata no solo se encontraban concepciones reformistas sino que, además, éstas estaban acompañadas por razones contundentemente crematísticas.
Juan Rivera, miembro del conocido «Colectivo Prometeo», definió con precisión la rocambolesca situación que se había planteado en esta suerte de conspiración endogámica en un lúcido artículo titulado «¿Es el nepotismo el nexo común de todos los partidos políticos?» En él, Rivera razonaba, entre otras cosas: «Cuando se han aireado las conexiones familiares de los nombramientos, han surgido tres nombres que vinculaban estos con la cúpula de IU-PCE, a su vez muñidora del pacto de gobierno… Aunque los nombramientos son legales […] los ideólogos defensores de los mismos no han medido suficientemente la crispación y el hartazgo de gran parte de la sociedad ante «el eterno retorno de lo idéntico». Sanchez Gordillo, por su parte, manifestó publicamente que «no se puede colocar a familiares directos», pues «no sólo hay que ser honrado, sino también parecerlo». «En IULV-CA hay personas igual de capaces para estos puestos que los que se han nombrado y sin ningún tipo de parentesco con nadie», añadió el primer edil de Marinaleda.
Los medios afines al Partido Popular no tardaron en encontrar un sustancioso filón en estos casos de nepotismo ramplón. A las páginas del periódico «El Mundo» no le faltaron espacios para glosar y reglosar el evento. La otra derecha – la del PSOE – mantuvo un silencio sepulcral, sobre todo porque esa práctica deleznable del enchufismo de estirpes ha sido moneda común en su gestión durante los 30 años que ha gobernado en Andalucía.
LA REBELIÓN DE LOS JÓVENES
A Valderas y a los suyos (Centella, Meyer y, a distancia, Cayo Lara) les ha bastado con unos meses para convertir la organización de IU en Andalucía en un amenazante polvorín a punto de reventar. Equivocaron su óptica al entender que podían reiterarse determinadas prácticas habituales en los pequeños municipios en donde Izquierda Unida ha compartido poltronas con los sociatas. Ha sido un craso error. Ya nada es igual que antes.
Hace tan sólo unas horas las Juventudes Comunistas de Andalucía (JCA) de Sevilla pidieron la inmediata dimisión de Valderas como vicepresidente del Gobierno autónomo. En un escrito presentado por el Secretariado Provincial de las Juventudes Comunistas de Andalucía en Sevilla se expresaba que «IULV-CA se presentó a las pasadas elecciones autonómicas como un referente y una esperanza para miles de andaluces y andaluzas que viven una dura situación económica, que están padeciendo las consecuencias de la crisis capitalista… Con este discurso y este programa, con mensajes contundentes que la ciudadanía entendía y necesitaba fuimos capaces de obtener un resultado positivo duplicando la representación institucional y colocándonos como fuerza determinantes para formar gobierno en la Junta de Andalucía… Tras la entrada en el Gobierno, a los pocos días, el Vicepresidente de la Junta y Coordinador General de IULV-CA anunció un Plan de Ajuste que recortaba 2.700 millones de euros… Ello significa una gran estafa y un gran engaño a los que nos dieron su apoyo en las elecciones, ya que nada tiene que ver el discurso que las bases llevamos a las calles de nuestra Andalucía y nada se parecen estas medidas al documento programático de acuerdo de gobierno que las bases apoyamos».
Y finalizaba: «Por todo esto, la JCA Sevilla, después de un largo tiempo de respeto a los primeros días de gobierno de nuestra organización en la Junta de Andalucía, exige, tal como ha determinado sus militantes tras la reflexión y el debate, la inmediata dimisión de Diego Valderas Sosa de todos los cargos que ostenta. Además, exigimos que se abra un proceso que finalice con la convocatoria, con carácter de urgencia, de una Asamblea Andaluza extraordinaria que elija una nueva dirección y nuevo Coordinador General de IU…».
Las circunstancias políticas y económicas que atraviesa el Estado español, y particularmente, Andalucía, no van a favorecer los intentos de las direcciones de IU y del PCE para apaciguar la furia de los insurrectos. Todo lo contrario. El tiempo trabaja con velocidad de vértigo en contra de la dirección reformista de estas formaciones políticas. Por lo menos en Andalucía. Y si no, tiempo al tiempo.
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