Arauco tiene una pena» canta el verso de una canción de la folclorista Violeta Parra, y representa la realidad de uno de los pueblos que conforman la región de la Araucania, la que concentra la mayor población mapuche en Chile, con un 30% de mujeres y hombres de esta etnia originaria. La situación en la […]
Arauco tiene una pena» canta el verso de una canción de la folclorista Violeta Parra, y representa la realidad de uno de los pueblos que conforman la región de la Araucania, la que concentra la mayor población mapuche en Chile, con un 30% de mujeres y hombres de esta etnia originaria.
La situación en la Araucania es tensa y desoladora. «En la noche llega la policía y sin papeles ni nada nos allanan las casas y se llevan a nuestros hijos y hijas», señala una comunera mapuche de Cañete, poblado rural ubicado en la sureña región del Bío Bío con una fuerte presencia policial.
La historiadora y dirigenta social mapuche Millaray Painemal explica que «para nosotros la tierra es muy importante, ya que mapuche significa gente de la tierra, y la lucha que estamos dando es por recuperar esas tierras que históricamente hemos tenido pero que hoy se encuentran en manos de latifundistas o grandes empresas transnacionales».
Esta demanda histórica de recuperación de la tierra tiene hoy a las comunidades movilizadas y enfrentadas con un Estado que, si bien ha generado ciertas políticas públicas para el sector, ha emprendido también una fuerte represión.
Protesta social criminalizada
En el último informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre la Situación de los Derechos Humanos en Chile, publicado en setiembre de este año, el relator especial para asuntos indígenas James Anaya señaló que «la falta de mecanismos para reivindicar los derechos de las tierras ancestrales o reparar a los indígenas por las tierras que hayan sido tomadas sin su consentimiento, podría haber contribuido a un ambiente de enfrentamiento en el que algunos miembros de las comunidades mapuches se habrían sentido sin opciones adecuadas y, por ende, habrían optado por la protesta social».
Anaya constató que si bien hay «un nivel importante de atención de parte del Estado de Chile a los asuntos indígenas… todavía existen grandes desafíos que debe enfrentar el Estado para cumplir con sus deberes de protección y promoción efectiva de los derechos humanos y libertades fundamentales de los indígenas, en particular en derechos a tierras y territorios, y políticas acerca de conflictos vinculadas a reivindicaciones de tierras mapuche».
«Nosotras por vivir en el sector donde está el conflicto mapuche más grande [en sectores del Bío-Bío] vemos de cerca todo lo que ocurre en la realidad y cómo somos atropelladas, ya que nos tienen completamente militarizadas, con comunidades que están llenas de policías y fuerzas especiales», comenta Dominca Quilapi, presidenta de la organización de mujeres mapuche Rayen Voygue. «En nuestra organización hay socias que tienen familiares detenidos por causas injustas; entonces esas son cosas que duelen porque uno sabe que no fue así, pero probar eso es imposible ya que es una lucha contra gigantes».
El contexto de tensiones que rodea a las comunidades mapuche no da garantías para que se cumplan los últimos tratados ratificados por Chile, como el Convenio 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
«Hoy estamos conflictuados con el Estado, donde por un lado te reconoce algunos derechos -como que se haya ratificado el Convenio 169 de la OIT-, pero que tampoco te da garantías de que eso se vaya a cumplir. Entonces nos encontramos con un gobierno entre comillas democrático pero que reprime y criminaliza el movimiento social mapuche, y estamos en un proceso de rearticulación de las fuerzas porque además somos un pueblo muy diverso y hay movimientos muy amplios y dentro de esa diversidad también estamos las organizaciones de mujeres», indica Painemal.
Diversidad de organizaciones
Tal como lo explica la historiadora, esa diversidad se traduce hoy en que existe una vasta cantidad de organizaciones o comunidades mapuche, que de modo general se clasifican en dos tipos: las tradicionales y las funcionales.
La tradicional que es la que siempre ha existido -y que norma todos los aspectos culturales y sociales de la comunidad-, mientras que las funcionales son las que nacen a partir del año 1993 con la Ley Indígena que promueve las organizaciones dentro de las comunidades mapuche, con el fin de acceder a los programas del Estado.
«Antes en una comunidad existía una sola estructura tradicional, pero ahora en esa misma comunidad hay dos o tres organizaciones ya que la Ley Indígena propicia que tiene que haber al menos 25 personas para hacer una organización funcional indígena, y así la gente puede acceder a los recursos del Estado. Es decir, hoy día hay muchos programas que han venido a desarticular más y a dividir el movimiento», señala Painemal.
A pesar de esto, en ambas organizaciones -las tradicionales y las funcionales- los objetivos suelen homogenizarse con base en la necesidad de reconocimiento como pueblo dentro de la Constitución chilena. Pero también hay organizaciones a las que no les interesa mucho esto y cuya prioridad está en demandar mayor educación o salud, más programas de desarrollo.
Esta situación la ratifica Quilapi, quien comenta que actualmente existen muchas organizaciones en comunidades que se han constituido para acceder a los beneficios que otorgan los programas gubernamentales.
«Por el lado de la organización, encuentro bueno que haya comunidades nuevas, pero conversando con las mujeres me doy cuenta de que hay muchas que están sólo por los beneficios como las becas y los proyectos, pero me he dado cuenta de que de a poco las mujeres han ido aprendiendo que eso no es suficiente y han ido valorizando sus apellidos, asumiendo su identidad, y ahora defienden sus territorios y las causas del pueblo mapuche», indica Quilapi, quien destaca que la participación de las mujeres dirigentes en esos espacios nuevos ha sido clave para que se unifiquen las demandas por territorios.
Mujeres por sus derechos
El liderazgo de las mujeres es reconocido y ha sido importante en la articulación de nuevos espacios, así como en el mantenimiento y socialización de la cultura y la lengua mapuche. Actualmente, en la Región de la Araucania existen dos organizaciones de mujeres mapuche, la Weichafe Domo y la Newen Domo, está última constituida por seis organizaciones de base, mientras que en la Región del Bío Bío existe Rayen Voygue.
«Yo creo que las organizaciones de mujeres han sido un eje fundamental en el fortalecimiento de las organizaciones mixtas tradicionales, al fomentar el liderazgo de las mujeres en las organizaciones base», explica Painemal, quien además es directora de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales de Indígenas de Chile. «Obviamente nosotras tenemos demandas específicas que es lo que nos lleva a organizarnos, ya que a veces las demandas se ven muy generales y las demandas de las mujeres mapuche van quedando muy atrás y nosotras siempre decimos que si apostamos por un proceso de liberación tiene que ser en conjunto con las mujeres y no dejándolas fuera. Y la idea es esa: que sigamos fortaleciéndonos, trabajando los distintos temas, capacitando a las mujeres, y también cambiando las relaciones que hay, ya que no podemos desconocer que en el interior de las comunidades también existe el machismo; las mujeres a veces en participación política no están presentes».
Así, las dirigentas mapuche explican que si bien la primera demanda como mujeres es que el pueblo mapuche sea reconocido como pueblo y se cumplan los tratados internacionales, también es importante la reivindicación de los derechos de las mujeres frente a la represión histórica que ha existido contra ellas en las diversas culturas.
«Nosotras tenemos que hacer los esfuerzos para que las mujeres conozcan esos tratados internacionales que hay, como la convención de la CEDAW [siglas en inglés del Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer] y otros más, ya que existe mucho desconocimiento», afirma la presidenta de Rayen Voygue. «Por eso el rol de las organizaciones de mujeres es importante para que ellas vayan empoderándose de estos instrumentos para hacerlos valer