Aquella mañana del 6 de agosto de 1945, a las 9:15, el bombardero norteamericano, al que su comandante, el coronel Paul W. Tibbets, puso el nombre de su madre, Enola Gay, se encontraba a 5.500 metros de altura sobre el mismo centro de Hiroshima. La bomba fue lanzada y explotó causando a los pocos minutos […]
Aquella mañana del 6 de agosto de 1945, a las 9:15, el bombardero norteamericano, al que su comandante, el coronel Paul W. Tibbets, puso el nombre de su madre, Enola Gay, se encontraba a 5.500 metros de altura sobre el mismo centro de Hiroshima. La bomba fue lanzada y explotó causando a los pocos minutos más de 70.000 muertos; con el tiempo las cifras de personas heridas, muertas, desaparecidas, deformadas, malformadas, suicidadas, abortadas… terminarían duplicándose, triplicándose… ¡y quién sabe hasta cuándo!
Setenta años después el inhumano desatino sigue activo. El presidente estadounidense Harri S. Truman confirmó de nuevo, además de su propia bestialidad, el descubrimiento de Albert Einstein: e= mc2, la materia no es sino un estado de forma especial de energía, uranio transformado en energía nuclear.
Los profesores de la UPV-EHU, Oier Zeberio e Iñaki Barcena, nos recordaban días atrás en el 30 cumpleaños de la catástrofe nuclear de Chernobyl del 26 de abril de 1986: «… sin duda, es la más grave tragedia nuclear conocida, con importantes impactos socio-políticos en Ucrania, en la Unión Soviética y el mundo entero… El mito de la seguridad de la energía nuclear tenía mucha fuerza en la Unión Soviética. El académico Anatoli Alexandrov afirmaba: ‘Nuestras centrales nucleares no presentan ningún riesgo. Se podrían construir hasta en la Plaza Roja’. No obstante, los accidentes ocurrían con demasiada frecuencia. Según el ingeniero Griegori Medvédev, ‘Ocultar a la opinión pública las averías en las centrales nucleares se convirtió en una norma durante el periodo en el que P. S. Neporozhni fue ministro de Energía y Electrificación’. Las averías se ocultaban no sólo a la opinión pública y al gobierno, sino incluso a los mismos trabajadores, lo que era más peligroso aún, pues la falta de información sobre las experiencias negativas siempre trae consecuencias desastrosas».
Ocultamiento y tergiversación que se viene repitiendo en todo desastre nuclear, también en Lemoiz como luego veremos.
Pero también aquí los muertos, malformados, destruidos, aniquilados, suicidados, abortados… pasan de largo de los 200.000; el panorama dibujado para el largo tiempo venidero (de cientos, quizá miles de años) es frustrante; una vez más la irresponsabilidad, mentira y secretismo por parte de políticos, ingenieros e inversores resultó ser regla de oro en torno a las centrales nucleares.
El accidente nuclear de Fukushima ocurrió el 11 de marzo de 2011. Ha sido el peor accidente nuclear desde el de Chernóbil, de parecida dimensión, constituyendo uno de los mayores desastres medioambientales de la historia reciente. Y no hay aseguradora que soporte el daño causado ni el posible riesgo. Sigue siendo un salto en el vacío, irresponsable y maligno.
La central nuclear de Lemoiz no llegó a ser puesta en funcionamiento y hoy es un amasijo de cemento y abandono. ¿El proyecto? Nuclearizar Euskal Herria para beneficio, como se comprobaría, de unos pocos, institucionalmente apoyados.
Fue construida en la cala de Basordas, cerrada y drenada mediante un dique. Situada en Lemoiz, a 30 kilómetros por carretera de Bilbao y 15 en línea recta. Comenzó a construirse en 1972 como parte de un proyecto eléctrico nacional impulsado por la dictadura de Franco. Al proyecto nuclear de Lemoiz acompañaban centrales nucleares en Deba, Tudela e Ispaster.
En 2010, Juan Luis Olaran Sustatxa de Lemoiz publicó «El contubernio nuclear, Lemoiz». Relata: «Un mal día todo cambió. ¡Nos hicieron famosos! Una Central Nuclear desembarcó en el pueblo, sin pedir permiso, sin escrúpulos. Con razones de peso, más de 3.000 toneladas de acero y 200.000 metros cúbicos de hormigón armado. Razones de muchísimo peso, tendréis tanto dinero que no podréis ni contarlo, repitieron por todos los lados. La Central se hizo y nunca funcionó. Ahí sigue todavía hoy su esqueleto, un gigantesco monumento a la estupidez humana, a la indecencia empresarial y política«.
Recoge el libro que las obras de la central nuclear de Lemoiz se desarrollaron en dos periodos políticos diferentes y con dos ayuntamientos distintos de un comportamiento diametralmente opuesto. De 1972 a 1979, bajo la dictadura y con ayuntamientos franquistas que aceptaban la central, y de 1979 y 1982 -año de la paralización definitiva de las obras- con consistorios elegidos en las urnas y contrarios al proyecto nuclear.
También en este caso el comportamiento de la prensa del régimen franquista fue de silencio cómplice (la cacareada libertad de prensa muchas veces es tan sólo sumisión al amo, enmascaramiento de la libertad del dueño). Sólo esporádicamente aparecía alguna información o artículo sobre la energía nuclear, pero siempre en tono laudatorio, con artículos periodísticos en los que Iberduero y sus lacayos exponían las excelencias de sus proyectos, títulos como «Iberduero disipa los temores sobre los efectos radiactivos» encabezaban sus ditirambos. Dos destacan en su apostolado: Miguel Barandiarán, ingeniero jefe del Departamento Técnico, y Pedro Areitio, presidente de Iberduero, hoy detritus de su proyecto.
En Euskal Herria todos los partidos con responsabilidad de gobierno estaban a favor de la energía nuclear: Alianza Popular, la UCD, el PNV y el PSOE (al principio no, pero luego sí). Sabían poco del tema pero su apuesta por ella fue inmensa. El rechazo unánime venía de un amplio sector social, de los partidos de la oposición, la mayoría de izquierda y extraparlamentarios, y de los sindicatos. Contra ello se articuló una plataforma denominada Comisión de Defensa de una Costa Vasca no Nuclear, que vehiculizó, coordinó la repulsa y promovió el debate y esclarecimiento, y en la que jugó papel destacado entre otros Juan Mari Eskubi Arroyo, de ahí nuestro agradecimiento merecido y obligado al conmemorar los desaguisados nucleares posteriores, que muy bien pudo ser el nuestro. Escribió el Sr. Eskubi: «El coste de Lemoiz lo hemos pagado entre todos, a través de recargos obligatorios en los recibos de la ‘luz’. Por este procedimiento, Iberduero recuperó la totalidad de su inversión. Además, el servil Estado español, en vez de exigir a la empresa una indemnización multimillonaria por sus desmanes, pretende otorgarle derechos preferenciales en las instalaciones existentes en la cala de Basordas. A Iberduero, el atentado contra la existencia y la salud pública de Euskal Herria, le ha salido gratis, por culpa de la sumisión institucional… y la sorprendente y entusiasta colaboración jeltzale. ‘Si la central de Lemoiz no funciona vamos a tener que alumbrarnos con velas y comer berzas’ (argumentaba el Sr. Arzallus). ¿Lo recuerdan? Ninguno de los responsables de aquellos graves delitos, ni sus colaboradores, han sido procesados por los tribunales. Lo llaman democracia. Gracias a la heroica, dura y desigual lucha desarrollada por distintas organizaciones populares vascas, se logró impedir que el amenazante engendro de Lemoiz entrara en funcionamiento. Fue una victoria estratégica del pueblo vasco».
Y en Lemoiz se logró el objetivo: La paralización de la central nuclear. «¿Nuclear? ¡No, gracias!«, fue el eslogan más popular y coreado. ¿Quién no recuerda aquella enorme manifestación por las calles de Bilbao reclamando su paralización aquel 27 de abril de 1979?
Todos los acuerdos municipales tomados, denegando licencias o exigiendo la paralización de las obras, fueron anulados por instancias superiores. Se incurrió en innumerables irregularidades por parte de las más altas instituciones del Estado, comenzando por la Diputación de Bizkaia y el Gobierno civil. Estaban volcados en la construcción de la central nuclear de Lemoiz a costa de lo que fuera, incluso de ir contra la ley. Estaba decidido que si fuera necesario, el proyecto siguiera adelante incluso por la fuerza de las armas, incorporando al ejército en la vigilancia y custodia de la central. El PNV puso toda la carne en el asador y fue recompensado generosamente por su apoyo en palabras de uno de sus administradores. La corrupción es un viejo tema, también entre nosotros. Ekologistak Martxa asegura que la derrota de Lemoiz se debió a la presión social y a los actos convocados por las organizaciones antinucleares.
Pero el golpe definitivo contra la central le asestó ETA el 5 de mayo en el barrio bilbaino de Begoña. El nuevo director de la central, en sustitución de Ryan, Ángel Pascual Múgica, recibió un disparo en la cabeza, que le causó la muerte instantánea. Cinco días después de este atentado los técnicos abandonaron sus puestos de trabajo.
La oposición, la tarea, la lucha fue dura, constante. Los abanderados de la empresa eléctrica Iberduero en su proyecto de central nuclear en Bizkaia fueron la Diputación con José María Makua del PNV y el Gobierno civil, además de la Administración de Justicia y del Gobierno español, en suma, las más altas instancias del Estado.
También Lemoiz pudo convertirse en tragedia y holocausto de nuestro pueblo con el permiso de las instituciones e Iberduero como Chernobyl hace ahora 30 años o Fukushima hace tan sólo cinco.
¡Toda una lección, de lucha popular por una parte y engaño institucional y sumiso a intereses de pocos por otra! Hoy y entonces, antes y ahora, hablamos de corrupción camuflada en progreso, de funcionarios e instituciones serviles y vendidos a intereses privados. ¡De viejos papeles de Panamá!
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