Noticias relacionadas: Eddy Sánchez, nuevo líder de IU en Madrid Izquierda Unida de Madrid: entre el ladrillo y la esperanza Ante la celebración de la X Asamblea de Izquierda Unida los próximos días 14, 15 y 16 de Diciembre, valgan estas notas como expresión de un posicionamiento claro ante las conclusiones que dicha Asamblea debería […]
Noticias relacionadas: Eddy Sánchez, nuevo líder de IU en Madrid
Izquierda Unida de Madrid: entre el ladrillo y la esperanza
Ante la celebración de la X Asamblea de Izquierda Unida los próximos días 14, 15 y 16 de Diciembre, valgan estas notas como expresión de un posicionamiento claro ante las conclusiones que dicha Asamblea debería expresar y aprobar, y por tanto consolidar como una tendencia ideológica de nuestra Organización, y de su plasmación en las acciones de todos sus órganos, desde el Comité Federal hasta las Asambleas de base.
Anunciaré de entrada que mi postura es bastante crítica, y se alinea con la ya expresada por algunos sectores y miembros de IU, tales como Alberto Arregui, Jesús María Pérez, Jordi Escuer, o la Asamblea malagueña de Puerto de la Torre. Me remito, por si los lectores desean una información de referencia más completa, a los documentos «No hay tercera vía entre el capitalismo y el socialismo«, y «Documento alternativo al Documento Federal«, de la Asamblea citada.
Podríamos en efecto resumir la postura diciendo que se trata de una postura marxista. Creo que con esta afirmación dejamos bien claras nuestras apuestas ideológicas, y por tanto por dónde pensamos que debería ir la Organización. Y dicho esto, podríamos ya entrar más al detalle. Como movimiento político y social aglutinador y representante de la mayoría de la izquierda real de este país, pensamos que hemos de mantener más que nunca nuestros postulados ideológicos más nítidos, claros y exigentes, desde el convencimiento de que representan la única solución no sólo para enfrentar las actuales políticas, sino para encaminar definitivamente nuestra sociedad por otro sendero. Y si tuviéramos que reducir a uno sólo ese conjunto de postulados ideológicos, éste no podría ser otro que el siguiente, el cual hemos de ponerlo en mayúsculas, y con letras de neón luminoso: HEMOS DE ROMPER CON EL CAPITALISMO.
Entendemos que no existen parches, terceras vías, atajos ni medias soluciones. No existen visiones parciales ni temporales. No existen soluciones que puedan hacernos salir del atolladero actual, y además prevenir futuros atolladeros, si no apostamos claramente por esa premisa. Si estamos de acuerdo en que «a grandes males, grandes remedios», nuestro gran mal se llama capitalismo, nuestro gran remedio se llama socialismo (o comunismo), pero como una oposición frontal al mismo, como una antípoda ideológioca, moral y social, que por tanto nos obliga no a corregirlo o a gestionarlo mejor, sino a romper total, absoluta y definitivamente con el capitalismo, causante no sólo de esta crisis, sino de las causas que la han propiciado, y de sus futuras manifestaciones. El capitalismo debe ser desterrado de nuestra sociedad. Y esta debe ser nuestra apuesta.
No nos sirven las medias y falsas soluciones de la socialdemocracia, ni las políticas neokeynesianas (llamadas ahora «de crecimiento»), que lo único que hacen es parchear limitadamente el sistema para poder capear el temporal en su vertiente más dura. Tampoco nos valen las voluntaristas colaboraciones con sus Gobiernos, como la incomprensible presencia de IU-CA en el Gobierno de la Junta de Andalucía, ayudando al PSOE-A a aplicar los recortes de una manera ¿menos insensible? No podemos permitirnos errores garrafales de este tipo, bajo la excusa de controlar al poder, porque nos están haciendo perder credibilidad a borbotones. U ofrecemos desde la calle y las Instituciones, de forma coherente y completa, una visión de la sociedad distinta, pero distinta desde la base, desde su propia concepción, o estamos condenados a ser una pieza más del mismo, aunque quedemos siempre como los «buenos de la película».
Pero nuestra visión de ruptura tiene que ser integral, completa, a la vez que argumentada y propositiva, para generar confianza en que otras políticas y otros mundos son posibles.
Por mucho que propongamos un nuevo modelo productivo, y una economía con fuerte presencia del sector público, si no cambiamos el sistema desde la base, continuaremos en un sistema económico capitalista, más o menos corregido, reformado, humanizado o regulado, incluso refundado. No es la solución. No debemos engañarnos en esto, porque tarde o temprano los nuevos cánceres capitalistas volverían a resurgir. Luego por tanto, no se trata de corregir o gestionar mejor el neoliberalismo actual, sino de derrocarlo. En caso contrario, las fuentes de las desigualdades continuarán existiendo. Reconozcamos y hagamos entender la idea de que el fundamento del capitalismo es la explotación de la naturaleza y de los trabajadores, y que por tanto, no pueden existir soluciones basadas en él. De ahí la necesidad de romper con el actual modelo. Incluso las modalidades financieras o inmobiliarias del capitalismo se podrán corregir, pero los males de fondo continuarán existiendo.
Abundando en ello, la propuesta de nacionalización, tanto de la Banca como de los sectores estratégicos de la economía, debe ser total. Para el sector bancario, partimos de la base de que los ahorros de toda la sociedad no pueden estar en manos privadas, igual que no lo pueden estar la Sanidad, ni la Educación, ni la Dependencia, ni los Servicios Sociales, etc. Para el resto de sectores estratégicos de la economía, los argumentos van no sólo en la línea de poder ofrecer sus servicios como públicos, sino en que consigamos que entre en dichas empresas la democracia económica, es decir, la gestión democrática de las mismas por parte de la clase trabajadora. Con el problema del paro, podemos ver un planteamiento similiar. Al sistema capitalista no le interesa el pleno empleo, por dos motivos: para debilitar a la propia clase trabajadora (haciéndola más sumisa y dependiente de su propia fuerza de trabajo, además de fomentar en ella la competitividad), y para mantener bajo el precio de dicha mano de obra. Mientras exista capitalismo, el paro será un fenómeno crónico, que podrá ahondarse o recuperarse, pero no podremos acabar con él. La nacionalización y democratización de las empresas estratégicas y medios de producción es la única solución para acabar con el fenómeno del desempleo. De esta forma, el sector público se convierte en el «empleador por excelencia», y por ende, garantiza el Estado del Bienestar al potenciarlo haciendo crecer exponencialmente el número de personas que trabajan en o para él.
Pero para todo ello, el Estado debe tener los recursos suficientes. Además de las correctas medidas de reforma fiscal progresiva y de los impuestos adecuados, el Estado debe expropiar a todos los grandes propietarios, empresarios, terratenientes y latifundistas, además de gravar a las grandes fortunas y a la evasión de capitales. Sólo mediante la propiedad social de los grandes sectores económicos, será posible el fomento de una economía productiva lo suficientemente elevada y constante como para generar todos los puestos de trabajo que sean necesarios. Ello a su vez haría sostenible tanto el sistema público de pensiones, como el resto de servicios públicos básicos, tales como Sanidad, Educación, etc. Un Estado del Bienestar ingente haría no sólo disminuir el desempleo, sino contribuir a la sostenibilidad de la propia sociedad, y el mantenimiento y fomento de todos sus sectores productivos. Como vemos, algunas frases que se pronuncian muy habitualmente desde la izquierda, como «pedir un reparto más equitativo de los sacrificios», se quedan claramente insuficientes para conseguir los objetivos.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, rechazamos cualquier iniciativa de Pacto Social, Pacto de Estado, Gobierno de concentración nacional, o cualquier otro instrumento por el estilo que se quiera proponer, ya que entendemos que son iniciativas inútiles a la hora de garantizar un verdadero cambio de sistema. Los acuerdos entre clases no existen. La burguesía no va a tolerar nunca la usurpación voluntaria de su fuerza, de su poder, en pro de un mayor bienestar de la clase trabajadora. Incluso ninguna Constitución es suficiente para esto, si no dotamos al sistema de las herramientas que realmente garanticen dichos cambios. Lo contrario es un ejercicio de ingenuidad superlativa que no nos podemos permitir, menos a estas alturas. Y en cuanto al Estado, más allá de la forma que tome (monárquico, republicano, etc.), no es neutro, sino que sigue obedeciendo a los intereses de la clase dominante. Luego no son suficientes el alcanzar una República Federal, aún reconociendo sus avances, ni siquiera un Estado Social Participativo, todo lo democrático que queramos, si no invertimos los procesos de control de la producción, si no democratizamos la propia economía, si no expropiamos para la clase trabajadora las grandes empresas estratégicas. La maquinaria del Estado no puede seguir controlada por la propia burguesía, que siempre atenderá a sus propios intereses.
Y aplicándolo a palabras como «soberanía» o «independencia», tan de moda últimamente, si no somos capaces de llegar a su auténtica dimensión, también están huecas, vacías de contenido, o con un contenido engañoso. ¿Soberanía o independencia para qué? ¿Para quién? Sólo con una clase trabajadora fuerte, apoyada en unos mecanismos de participación democrática a todos los niveles (no sólo la democracia política, sino también la económica), esas palabras pueden cobrar algo de sentido. El problema de fondo no es la amenaza a la soberanía nacional, sino los intereses de clase que están detrás de dicha cesión de soberanía. Lo que debemos defender de verdad, todos unidos, sin fisuras, es la lucha de la clase trabajadora, y no los países o las naciones. De hecho, los ataques de patriotismo siempre han surgido de las clases dominantes, como otro ejercicio de manipulación hacia los más débiles. La lucha es de la clase trabajadora en España, en Italia o en Francia, más allá de la «defensa de los intereses de Francia, Italia o España», que en realidad van a obedecer a los intereses de sus clases dominantes. Una prueba evidente de ello la tenemos en la facilidad con la que la burguesía española pacta con la burguesía alemana en la implementación de los recortes, cuando se trata de defender sus propios intereses, incluso expatriando fondos a paraísos fiscales.
Incluso la propia salida del Euro, como moneda única europea, no sería la solución por sí misma, si no conseguimos la abolición, la destrucción y la salida del propio sistema capitalista. Todo esto, creemos, es lo que debe defender Izquierda Unida, y hacerlo llegar mediantes mensajes claros y nítidos a todos sus órganos, a toda su militancia, y no sólo esto, sino que en cuanto a nuestra dimensión de movimiento político y social, la lucha en la calle y en las Instituciones deben ser parte de un mismo todo. Y en este sentido, hay que instar a la concepción de unos sindicatos de clase mucho más combativos, mucho más concienciados, que puedan trasladar los fundamentos de esta lucha a toda la clase trabajadora, como paso previo y fundamental a la asunción de nuestros valores y principios de forma mayoritaria. De igual forma, entiendo que no debemos patrimonializar esta lucha, sino todo lo contrario, extenderla a todas las demás fuerzas políticas y sociales de izquierdas, que estén en sintonía con ella. No debemos tener afán de protagonismo, sino de alcanzar nuestros objetivos. Para tal fin, cuantos más seamos, mejor. Bienvenidas sean pues todas las organizaciones, plataformas y asociaciones que desde la lucha sindical, social o ciudadana nos quieran acompañar en esta senda. El resultado será obra de todos y todas.
Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.