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Reivindicaciones para luchar contra los ataques del capital en la educación, sanidad, etc.

Fuentes: Solidaridad y Unidad de los Trabajadores

Los capitalistas, con el apoyo de sus lacayos sindicales y políticos, nos han hecho trabajar demasiado por unos salarios miserables; en estas condiciones, los trabajadores hemos construido las casas para los próximos 15 ó 20 años (y el cemento, hormigón, ladrillos, puertas, ventanas, muebles y electrodomésticos, etc.) Los beneficios empresariales aumentaban como la espuma y […]

Los capitalistas, con el apoyo de sus lacayos sindicales y políticos, nos han hecho trabajar demasiado por unos salarios miserables; en estas condiciones, los trabajadores hemos construido las casas para los próximos 15 ó 20 años (y el cemento, hormigón, ladrillos, puertas, ventanas, muebles y electrodomésticos, etc.) Los beneficios empresariales aumentaban como la espuma y los capitales se hinchaban, mientras que los trabajadores teníamos que endeudarnos hasta las cejas para poder adquirir la vivienda, el coche, etc., puesto que el precio de las mercancías, y especialmente de la vivienda, aumentaba aparentemente sin fin y muy por encima de su valor real. Para intentar mantener esta situación ficticia de crecimiento sin fin, el capitalismo español (banca, cajas de ahorros, empresas, Estado) ha recurrido a pedir dinero prestado en el ext erior; su único aval era la confianza en que se podría seguir indefinidamente aumentando los beneficios a costa de la explotación de los trabajadores. La sobrecapacidad productiva ha abarrotado el mercado de mercancías que nadie puede comprar (hay unos cinco millones de viviendas vacías en el estado español; la industria del automóvil, también en una crisis aguda, exporta el 90% de su producción, y otros sectores importantes directamente tienen la mayor parte de su negocio fuera). Con esta clásica crisis de sobreproducción estalló la burbuja especulativa-financiera, como ya ocurrió en 1929. ¡Por haber trabajado demasiado y por salarios de subsistencia, estalló la crisis! Ahora las empresas, los bancos, las cajas de ahorros y el Estado deben devolver el billón 145 mil millones de euros que deben fuera. ¿De dónde pueden sacar este dineral?

Los ataques contra la clase trabajadora.

Dentro del capitalismo, si no luchamos, será a los trabajadores a los que nos impongan el pago de las deudas contraídas por los capitalistas. Todas las medidas económicas adoptadas y las que se adoptarán van encaminadas en ese sentido: el despido barato con 20 días por año trabajado (de los cuales las empresas solo pagan 12 días, los otros ocho los paga el Fondo de Garantía Salarial -FOGASA-), la ampliación de la edad de jubilación a los 67-70 años y con un tiempo de cotización cada vez mayor (a 35-41 años), la reducción o eliminación de prestaciones y ayudas al desempleo, el aumento de la jornada de los que trabajan a 10, 12 y 14 horas haciendo un trabajador la labor de dos o tres y engrosando así el ejército de parados, el mercado negro supone ya un 24% del PIB arrojando a cientos de miles de trabajadores a la más absoluta precariedad (trabajo sin contratos y sin derechos), el intento por acabar con los convenios colectivos, etc. En este panorama, «5,6 millones de trabajadores cobran por debajo del salario mínimo» (640 euros/mes) (Cinco Días 6/12/2010) y «más de 4 millones de pensionistas cobran menos de 550 euros de jubilación» y «el peso de los salarios en la riqueza de la zona euro cae un 13% desde 1980» (El País 7/8/2007). Esto sucedía hasta el comienzo de la crisis, en el verano de 2007. En el estado español la caída del salario global ya superaba el 28% a finales de 2010. 1975-77 fueron los años de las grandes luchas obreras, cuando el 64% del PIB correspondía a salarios, desde entonces los salarios han caído hasta el 46% en el año 2010. El mismo objetivo antiobrero alienta las medidas encaminadas a la reducción de los cost es globales del trabajo: la educación, la sanidad y el transporte de los trabajadores.

La sanidad para los trabajadores.

En la sanidad las medidas contra los trabajadores se suceden: a los médicos y enfermeras los han convertido en autoridades públicas con presunción de veracidad y les pagan dos pluses, uno autonómico y otro estatal, para no dar bajas laborales y mandar a los trabajadores al curro enfermos (el plus, es, además, competitivo para los propios médicos: el que menos bajas da recibe el 100% del plus y el del resto se calcula a partir de ahí), sólo se declara que un 5,8% de los trabajadores tengan una o dos patologías relacionadas con el trabajo (la media europea es el 8,6%, en Filandia el 24,5%), se privatiza la gestión de los hospitales o los hospitales completos, se limita el acceso a las pruebas diagnósticas necesarias y a los tratamientos más costosos, se reduce el personal sanitario, se alargan las listas de espera y se saturan las consultas y urgencias, se impone que a los trabajadores se les receta genéricos (medicinas no mejoradas, atrasadas científicamente y menos efectivas, con efectos secundarios ya superados con los nuevos medicamentos) en lugar de medicamentos de última generación, en Cataluña adelantan los drásticos recortes de camas que sufrirá en breve el resto del estado y dentro de poco llegará el copago (repago, en realidad). Para los trabajadores, las enfermedades tienen una fuente principal, las atroces condiciones laborales y vitales a las que nos somenten, las jornadas extenuantes, los riesgos laborales y el agobio constante, y, por tanto, tienen un remedio: el reposo (las bajas necesarias) y un sistema sanitario que no persiga el beneficio y la reducción de costes.

La educación para los hijos de los trabajadores.

El camino seguido para la educación es paralelo al de la sanidad. En Madrid y en el resto del estado, están hacinando a los hijos de los trabajadores en aulas con 30, 35 alumnos (y muchos más en infantil, en los bachilleratos y en las universidades; en las FPs son incapaces de cubrir buena parte de las solicitudes de matrícula), cada profesor imparte clases a 200, 300 o más chavales semanalmente en total, desaparecen los apoyos necesarios para los estudiantes con más dificultades, las tutorías y cualquier tipo de actividad que se haga fuera del aula, ponen a los profesores a dar una especialidad que no es la suya, se reducen y desaparecen las becas para los hijos de los trabajadores (libros, transporte, comedor…) mientras que aparecen otras nuevas dedicadas a los alumnos «excelentes» de modo que les pagamos la enseñanza a los hijos de los ricos, detrayendo esos recursos económicos de los centros donde se hacinan los hijos de los trabajadores («El Consejo de Gobierno [de la Comunidad de Madrid] ha aprobado hoy una inversión de 6,7 millones de euros para otorgar las 1.502 becas [de excelencia], por importe de 4.500 euros cada una» ABC 07/07/2011), etc. Una parte importante de estos recortes se camufla a través del aumento de la jornada de los trabajadores de la enseñanza, que ha supuesto este año y el anterior el «despido» de miles de interinos mientras que el número de alumnos matriculados en la enseñanza estatal alcanza máximos históricos. Como hay menos trabajadores en los centros educativos, los que permanecen se tienen que hacer cargo de aulas cada vez más atestadas de chavales. ¿Qué tipo de educación pueden impartir los trabajadores de la enseñanza, con cientos de alumnos a los que atender, del mismo modo que las consultas médicas se atestan de pacientes? Mientras, una parte cada vez mayor de los presupuestos van a la enseñanza privada y a otras empresas en las que se discrimina al alumnado y cuya calidad educativa es pésima, a los directores se les convierte en meros capataces y comisarios políticos bien remunerados para que sean correas de transmisión de todas las medidas anteriores (en Madrid, cobran ya un plus mensual 550€ + 0,50€ por alumno matriculado, los jefes de estudio cobran un 60% de ese plus; en Cataluña un plus parecido se revisa anualmente al alza si la labor del director gusta al patrón/administración y, además, los directores pueden despedir a interinos -como en la empresa privada-; medidas estas que la Asociación de Directores de Madrid y de la Federación estatal de Asociaciones de Directores vienen reclamando desde hace años), se produce la implantación ya comentada de los llamados programas «de excelencia», segragadores del alumnado con el fin manifiesto de establecer una lucha cainita, competitiva e insolidaria entre los alumnos, y a los profesores se les nombra autoridades públicas para intentar convertir los centros escolares en simples barracones militares donde formar a los futuros soldados proletarios.

¿Ante este panorama, qué significa todo esta mentira podrida del esfuerzo, la disciplina y la excelencia?

¿Cómo van a poder estudiar igual los hijos de la burguesía acomodada, con todos los medios sociales a su disposición -y ahora con nuevas becas de «excelencia»-, que los hijos de una familia obrera en que todos los miembros están en paro, o están trabajando 10, 12 o 14 horas con salarios de miseria, o han sido desahuciados de su vivienda, o están permanentemente amenazados de despido? Los trabajadores sabemos (porque lo vivimos, porque lo sentimos, porque lo sufrimos) que para poder aprender cualquier cosa, dentro o fuera de la escuela, es necesario tener la mente despejada y libre de tensiones, y si nuestros hijos no logran tenerla es porque nuestras vidas y condiciones laborales nada tienen de despejada y libre. ¡Solo con unas condiciones vitales y laborales suficientes para los trabajadores nuestros hijos gozarán del entorno social adecuado, libre del constante agobio que padecemos! ¡Solo así podrán lograr una adecuada dedicación al estudio, al conocimiento y alcanzar de esta manera altas cotas de autodisciplina que es la base del aprendizaje y de la ciencia, frente a la disciplina cuartelaria, base de la ignorancia doctrinaria y acrítica!

¿Qué es eso del esfuerzo, de la disciplina y de la supuesta «igualdad de oportunidades» a través de una educación que convierte a los centros escolares en una mezcla de guardería, oficina de asistencia social o psicológica y cuartel militar? Puro fascismo. La CEOE, con sus lacayos políticos, ya ha marcado la línea ideológica: la única diferencia importante en el fracaso escolar es ¡la genética!; para la burguesía los trabajadores somos tontos por naturaleza y porque no nos esforzamos («La hipótesis de la patronal CEOE [es] que la herencia fijada en los cromosomas de los alumnos puede influir en el éxito escolar por encima del nivel socioeconómico o educativo de las familias», «Lo que produce el éxito escolar es el esfuerzo personal. Y si el entorno socioeconómico es positivo, mejor», El País 04/07/2011; «Al estudiante hay que decirle que un fracaso se le puede consentir, pero que esté ocho años para acabar una carrera de cinco no se le puede consentir y no se lo vamos a pagar siempre», analizó Rosell [presidente de la patronal]», El País 19/07/11). Toda la organización de los centros escolares (estatales y privados) y todos los planes de estudios estaban ya diseñados para expulsar de los centros educativos las preocupaciones, los planteamientos y la reivindicaciones de la clase trabajadora, de nuestra clase. Los planes de «excelencia», bilingüismos selectivos (a este centro sí, a aquel otro, no) y las pruebas que introducen rankings competitivos entre centros escolares y profesores refuerzan en colegios, institutos y universidades la ideología dominante, meritocrática y fascista, desalojando de ellos aún más los problemas y los planteamientos de los trabajadores. ¿Qué interés pueden mostrar nuestros hijos, en edad de querer y necesitar comprender el mundo en que les toca vivir, por unos estudios que nada tienen que ver con sus vidas y problemas reales? ¿Cómo no van a rechazar la creciente disciplina cuartelaria y meritocrática de los centros donde pasan tantas horas? ¿Cómo no van a oponerse, aunque sólo sea impulsivamente, a que se les presente como «verdad científica» lo que no es más que la ideología dominante?

Para los trabajadores la educación pasa por la mejora de nuestras condiciones laborales y de vida y un sistema educativo que no persiga el beneficio y la reducción de costes. Porque los recortes en sanidad y educación se suceden mientras que, por ejemplo, «cada militar fuera de España cuesta al Estado más de 10.000 Euros al mes» (Expansión 16/12/2008), «las ayudas a las renovable y al carbón costarán 30.000 millones euros» (Expansión 30/11/2009), pero «el 45% de las fotovoltáicas inscritas en 2009 no se han construido» (Cinco Días 17/8/2010), «para apoyar a los empresarios vamos a seguir con la estrategia financiera global que, en colaboración con las entidades bancarias, nos han permitido hasta ahora, ofrecer 25.000 millones de euros a los empresarios y autónomos madrileños, que es la mejor manera de apoyarles y ayudarles» (discurso de investidura de Esperanza Aguirre en 2011), «las empresas del Ibex ganan un 24% más en 2010» (El Economista, 01/03/2011) y un 17% más en el primer trimestre de 2011. Estos pocos ejemplos muestran a dónde van a parar los recursos que podrían mejorar las condiciones laborales y vitales de los trabajadores, también en su sanidad y su educación; al tiempo exhiben la verdad de la tesis clásica: ¡El Estado está al servicio de la patronal, gobierne quien gobierne!

¿Qué supone entonces que médicos, enfermeros, maestros y profesores sean declarados agentes de la autoridad?

En estas condiciones, los centros de salud y hospitales, los colegios, institutos y universidades podrían convertirse en focos de reivindicaciones y planteamientos obreros. Para tratar de impedirlo, el Estado convierte a médicos, enfermeras, profesores y maestros en agentes de SU autoridad, en un apoyo de SU orden y de SU ideología capitalista. Los 674.425 profesores y maestros, más los 185.170 médicos, más los 240.000 enfermeros (1.099.595 individuos en total) refuerzan a policías locales, nacionales y autonómicas, guardias civiles y seguridad privada (unos 450.000), lo que supone otro gran salto hacía la verdadera militarización y fascistización de la sociedad capitalista, obligando a defenderla a todos y cada uno de sus 1.542.700 agentes directos. Esta conversión en agentes de la autoridad, persigue entre otras cosas matar la conciencia de clase de los trabajadores de la enseñanza y la sanidad, que pasarían a defender y organizar desde sus lugares de trabajo los intereses antiobreros de la patronal y de su Estado (incluso en contra de los propios intereses de médicos, enfermeras y profesores como trabajadores); busca convertir los hospitales, centros de salud, colegios, institutos y universidades, lugares todos donde a diario se aglutinan los trabajadores y sus hijos, en centros antiobreros de disciplina y control y focos de propaganda capitalista.

¿Cuáles deben ser las reivindicaciones, las exigencias de la clase trabajadora?

En lugar de una defensa genérica de «lo público», hay que organizar la defensa colectiva de las condiciones de trabajo de los trabajadores de la sanidad y la educación (tanto pública como privada), asumir por parte de las categorías mejor pagadas la lucha por el aumento de las condiciones de las categorías más precarias, oponerse al recorte de profesores, médicos, maestros, enfermeras y demás categorías peor pagadas (bedeles, administrativos, limpieza, mantenimiento…), y por tanto, al «despido» de eventuales e interinos, defender el paso a fijos de las categorías subcontratadas en estos sectores, defender las condiciones de reposo y curación de los asalariados a los que la explotación a la que están sometidos les provoca las patologías que el Estado burgués incentiva para que no sean reconocidas como merecedoras de baja laboral, rechazar el cumplimiento de la autoridad burguesa que supone el nombramiento de agentes públicos, solidarizándose activamente con todas las luchas y reivindicaciones de todos los trabajadores y reintroduciendo en los centros de salud y escolares las preocupaciones y planteamientos obreros.

Sólo en este plano de lucha, de la priorización de las reivindicaciones de las categorías más precarias y del rechazo a la colaboración con la degradación física y mental de la clase obrera explotada, se puede superar la estrechez del corporativismo y de la superstición de «lo público» y llevar la lucha por la sanidad y la educación al terreno de la clase trabajadora.

A los médicos y enfermeros en general: es necesario que asumáis la defensa de las categorías con peores condiciones laborales y salariales y subcontratadas y que rechacéis de raíz las DPO’s dando sistemáticamente bajas a todos los trabajadores que las necesiten, haciendo los diagnósticos que señalen el origen laboral de las dolencias y que permitan el tiempo y medios de curación suficientes para oponernos a los abusos de las aseguradoras, mutuas laborales e INSS. Rechazad los tribunales médicos y el chantaje de los objetivos. Rechazad los pluses de productividad (estatales o autonómicos), promoviendo en su lugar la lucha por un aumento lineal de 400€/mes para todos los trabajadores de la sanidad.

A los profesores y maestros en general: es necesario que os opongáis al recorte de trabajadores de la enseñanza que supone el radical empeoramiento de la educación para los hijos de los trabajadores y de las condiciones laborales de los trabajadores que quedan en los centros, debéis luchar para evitar el «despido» masivo de los eventuales o interinos, defendiendo la necesidad de mantener estos puestos de trabajo, que , por tanto, deben pasar a «fijos» acabando así con la tortura sistemática y meritocrática de las oposiciones, así como con los contratos precarios de los eventuales en las empresas de enseñanza privada. Debéis rechazar activamente cumplir las funciones de agentes de la autoridad que impone la disciplina cuartelaria en los centros escolares, rechazad la defensa de la ideología antiobrera y meritocrática como en el caso de los planes de «excelencia» (denunciándolos y negándose a participar en ellos) y reintroducir en el aula, en las reuniones docentes y con padres, en toda la vida escolar en definitiva, los contenidos, planteamientos y reivindicaciones de los trabajadores. En los centros escolares pasan la mayor parte de la jornada los hijos de los trabajadores y, por ello, hay que rechazar convertirlos en focos donde se inculca militarmente a los niños la degradación de la ideología dominante antiobrera y convertirlos en centros donde se pueda propagar y enseñar la verdadera ciencia, estrechamente ligada a la conciencia de clase.

Al resto de trabajadores: Para parar todos estos ataques y los que vendrán contra las condiciones de vida de la clase trabajadora debemos unir nuestros esfuerzos coordinadamente con los trabajadores de la sanidad y educación, exigiendo que no nos den de alta hasta la completa curación, que nos receten medicamentos de última generación y no genéricos, que se realicen todas las pruebas diagnósticas necesarias, acabar con el negocio de las mutuas laborales, y no permitir que traten a los hijos de la clase trabajadora (y a los trabajadores mismos) como ganado, como el futuro ejército de mano de obra barata.

Fuente: http://www.nodo50.org/sindicatosut/index.php/es/notas-informativas-de-sut/273-reivindicaciones-para-luchar-contra-los-ataques-del-capital-en-la-educacion-sanidad-etc