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República, democracia, revolución: un intercambio con Julio César Guanche

Fuentes: Patrias, actos y letras

El pasado 21 de abril, apareció en la sección De viva voz, de Patrias. Actos y Letras, el artículo «Está muy turbia el agua crecida del Contramaestre (comentarios sobre un texto de Julio César Guanche)«, de Humberto T. Fernández, Editor Adjunto de Patrias. Inmediatamente después de la publicación de ese artículo, Julio César Guanche nos hizo llegar, por correo electrónico, las consideraciones y esclarecimientos que a continuación se reproducen con la autorización del propio Guanche. Precede el texto de Guanche, a modo de introducción y puesta en contexto de este intercambio, el mensaje de correo electrónico que Rolando Prats, Editor de Patrias, le enviara hoy, 23 de abril, haciendo un breve recuento del origen del artículo de Humberto y de los avatares de su publicación y recepción por Guanche, y por el propio Editor de Patrias, y compartiendo sus propias valoraciones sobre el artículo de marras, y recabando, de Guanche, su avenencia con la publicación del intercambio. Por respeto a la integridad del intercambio, y exceptuando ligeras correcciones de ortografía, sintaxis o puntuación, se publican estos textos sin revisión editorial alguna.

Junto con este intercambio, Julio César Guanche nos ha pedido que reproduzcamos un anterior trabajo suyo, «La fraternidad, ese fantasma», originalmente aparecido el pasado 28 de enero, en OnCuba News, y que ahora también los lectores de Patrias. Actos y Letras podrán leer en la sección De viva voz.

​[Nueva York, 23 de abril de 2020, por correo electrónico]

Estimado [Julio César] Guanche,

Me alegra poder saludarte por aquí, aunque la ocasión no sea la más propicia para un intercambio distendido y afable.

Me tomo la libertad de escribirte porque Humberto [T. Fernández] me ha hecho llegar un mensaje tuyo dirigido tanto a él como a mí. Lo pongo en copia.

Como habrás podido colegir de unos mensajes privados que Humberto, a sugerencia mía, incluyó en un intercambio anterior contigo, el artículo de Humberto sobre tu reseña (o, más bien, a partir) de la obra [Hierro] de [Carlos] Celdrán (que no he visto) fue algo que escribió luego de haberme hecho llegar, primero, tu artículo, que leí en tu blog y no en El estornudo. Desde el principio le dije a Humberto que no veía nada ahi que me pareciese digno de una polémica (que nunca de un ataque personal), al tiempo que lo animé a que escribiera sobre el tema de la posible tensión entre revolución y república en el pensamiento y la praxis política y revolucionaria de José Martí. Como el propio Humberto transparenta en su artículo, la idea de la república era la única forma natural que podía darse nuestro independentismo, precisamente porque entonces se intentaba superar una condición colonial, no una forma pre-(o anti-)republicana de gobierno. Pero en ese horizonte, el de la república, ni se detenía ni se agotaba la visión martiana de Cuba como «fiel del mundo». Del mismo modo, hoy, ninguna estrategia revolucionaria en Cuba debería detenerse o agotarse en la mera continuidad institucional del [sistema político que se ha dado el] país.

Como Editor de Patrias, leí y revisé dos versiones del artículo de Humberto antes de que saliera a la luz, le sugerí que quitara esto o añadiera aquello otro (o elaborara más algún punto en particular), sin atentar contra la integridad de su articulo, y evitando que cualquier intervención puntual en la letra alterara o distorsionara el espíritu del texto. Incluso antes de tu reacción, ya yo estaba consciente de que la argumentación de Humberto se quedaba corta en términos historiográficos y teoréticos en lo que tocaba al par revolución-república, que se habían difuminado algo las líneas que separaban su (y nuestro) rechazo de principio a los relatos que privilegia El estornudo (no es la primera vez que en Patrias nos pronunciamos al respecto), en este caso sobre la figura y la apropiación de José Martí, por un lado, y, por el otro, lo que Humberto tuviese que decir, legítimo y válido, sobre desplazamientos de énfasis en un concepto o en el otro, en una perspectiva u otra, y que no había sido totalmente resuelta la tensión entre el respeto y el reconocimiento del lugar y el peso de tu obra escrita y tu trayectoria y cualquier reproche que se te quisiese hacer por (aparentemente) contribuir a nuevos delineamientos y demarcaciones que diluyesen lo revolucionario, hoy, en Cuba, en reivindicaciones o reciclajes de lo «republicano» (que en Cuba es imposible entender sin asociarlo con el estado de cosas anterior a 1959), ahora que lo revolucionario, de por sí, está a la vez firmemente anclado en el poder y en su momento de mayor debilidad ideológica y desiderativa en los sujetos que, por designio o defecto, lo viabilizan o legitiman con su pasividad otorgadora o su activo apoyo.

Al final, creo que el artículo de Humberto habría tenido mejor suerte polemizando directamente con el otro artículo sobre José Martí publicado en El estornudo al que se refiere Humberto que con el tuyo, y, de hecho, a veces parece estarlo haciendo. Creo que el artículo de Humberto contiene tres insinuaciones potencialmente fecundas (siempre que se elaboren con mayor profundidad y detenimiento) en relación con tres pares a cuya luz tratar de aproximarnos a José Martí desde no tan nuevos ángulos: revolución vs. república; desmitificación desmovilizadora vs. desmitificación revolucionaria; país vs. patria.

Dicho todo esto, y a reserva de que hoy, en algún momento, o mañana, pueda tratar yo de resolver el asunto de la desactivación involuntaria de la función «comentarios» en el sitio, te invito, con todo el respeto y el interés que tu trayectoria y tu obra merecen, a que nos envíes en documento aparte esos comentarios que ya haces y, gustosamente—porque es tu derecho pero también ganancia neta para la conversación y ocasión merecida para ti de hablar por ti mismo y reivindicarte por ti mismo en el recuento de lo ya dicho y escrito por ti sobre el tema a lo largo de los años—, lo publicamos en forma de réplica y comentario tuyos al articulo de Humberto.

Un abrazo,

Rolando Prats

José_Martí_por_José_Delarra_(dibuj
Ser republicano y demócrata era ser un revolucionario radical en Cuba en el siglo XIX, como sigue siéndolo ahora mismo. Julio César Guanche.
José Martí por José Delarra (dibujo en cartulina)

[La Habana, 22 de abril de 2020, por correo electrónico]

Hola, Humberto:

​Te agradezco mucho el interés que te tomas en mi trabajo. Aprecio mucho tus ideas, y sobre todo, lo que alguien llamaría el “carácter moral” que veo en ti y en tus escritos. Entonces, te van estas líneas críticas al tiempo que fraternales.

​El fondo de mi posición es esta: ser republicano y demócrata era ser un revolucionario radical en Cuba en ese contexto, como sigue siéndolo ahora mismo. Decir que calificar a Martí de republicano es negarle su carácter revolucionario, es hacerle muy flaco favor a Martí, a la república y a la revolución.

​Decir que es compartido por un espectro completo significa, por ejemplo, ser compartido por [Juan] Marinello y por [Jorge] Mañach, pasando por [Raúl] Roa. Lo que dices de ese punto me malinterpreta en profundidad. Con una lectura más atenta, podrías haberte preguntado por qué mencioné ese punto junto al nacionalismo y al populismo. Es porque resultan construcciones ideológicas que son acusadas normalmente de todo lo contrario a lo que dices: de ser comunidades “cerradas” por el tipo de politización que generan. O sea, digo algo opuesto a lo que interpretas.

​Que pretendas, según logro entender, defender el “nacionalismo de estado” frente a lo que sería mi crítica ante él, siendo un constructo elitario —tiene que serlo precisamente porque es nacionalismo de Estado—, me resulta muy extraño y no logro entender bien lo que dices. Lo revolucionario siempre ha sido el nacionalismo popular y democrático, el de Martí, el del 98, el 33, el del 59, es el que defiendo en mis textos desde hace al menos 15 años. (Para el enfoque teórico sobre este, Hobswaum es uno de mis preferidos.)

​La articulación entre república, democracia y revolución en Martí es un continuum muy bien establecido en obras como la de Paul Estrade, Ibrahim Hidalgo Paz y Pedro Pablo Rodríguez —los tres estudiosos que considero más profundos sobre Martí en este tema—. No es un enfoque demasiado común ni hiperventilado. De hecho, está aún en construcción (aunque se lleve décadas en eso), porque hay demasiadas “capas de significado” en Martí y millones de interpretaciones sobre él. Cito a esos tres autores porque están en cualquier “top” que se haga de los estudiosos más capacitados sobre Martí en cualquier parte del mundo y porque su obra es accesible. El suyo es el fondo de mi argumento historiográfico —el teórico tiene más bases, que luego comento— sobre el republicanismo de Martí. Lógicamente, cada autor le extrae las consecuencias propias que consiga extraerle, pero, con respeto, te comento que no conozco bibliografía competente sobre Martí que al menos en los últimos 20 años haya establecido una dicotomía entre república y revolución en Martí del modo en que tú haces aquí.

​El mismo Estrade, cuyo argumento sigo y del cual cada día me convenzo más (Estrade es un hispanista de muchas décadas de trabajo sobre Cuba y es reconocido en la Isla por su extraordinario rigor investigativo) ha documentado que el periodo de la guerra de independencia cubana “fue masivamente republicano” (Paul Estrade, José Martí. Los fundamentos de la democracia en Latinoamérica, 1989). Esto es, es una revolución, toda ella, de carácter republicano. Martí lo dice infinitas veces, siempre expresamente.

​Céspedes, por ejemplo, antes por José Luciano Franco y recientemente por Rafael Acosta de Arriba, ha sido expresamente calificado de “republicano democrático”. Ninguno lo hizo para oponer ese carácter al de “revolucionario” en Céspedes. Ambos autores son marxistas (Franco, por supuesto, fallecido hace mucho ya) y autoridades muy reconocidas en Cuba en la investigación sobre Céspedes. Ninguno, repito, traza esa dicotomía que señalas. Lo mismo con Agramonte y Maceo. Como el republicanismo de Agramonte es muy obvio, te sugiero el libro de Armando Vargas Araya “El Código Maceo. El general Antonio en América Latina”, que explica con mucho rigor su republicanismo, igual que en Martí y en Agramonte, incrustado en la democracia y en la revolución.

​En Cuba, un cuerpo amplio de autores muy conocidos y de mucha calidad, ha venido desde hace muchos años trabajando el republicanismo, desde el núcleo conceptual con que yo lo hago. Entre ellos, Juan Valdés Paz y Ana Cairo Ballester (lamentablemente, tempranamente fallecida). Entre los más “jóvenes” estudiosos que lo hacen están Julio Antonio Fernández Estrada, Aylinn Torres Santana, Amalia Pérez Martín y René Fidel González. En ninguna de sus obras encontrarás lo que dices, sino lo contrario.

​Te comento todo esto porque me parece que el problema de fondo que le veo a tu texto es hablar del republicanismo desconociendo su tradición revolucionaria y la gran diversidad de sus recuperaciones desde los 60 hasta hoy. Desconocerlas te ha llevado a elaborar interpretaciones que parecen concluyentes cuando antes bien —lo digo con tanto respeto como sinceridad— son desinformadas.

​Aquí esbozo un muy breve mapa de esas recuperaciones:

​El relanzamiento en el mundo académico del republicanismo (década de 1960), en crítica entre otras muchas cosas al carácter “liberal” de la revolución americana (Bailyn 2012), (Wood 1972), (J. G. A. Pocock 2008). Esa corriente es conocida como Escuela de Cambridge. Una buena crítica a ella es la de la marxista, también republicana Ellen Meiksins Wood (Meiksins Wood 2010).

​Desde México, autores como José Antonio Aguilar, José Carlos Chiaramonte, Alicia Hernández Chávez y Luis Barrón han hecho un tipo de trabajo que sigue la estela de la Escuela de Cambridge para identificar los conflictos que hace invisibles el enfoque liberal para las revoluciones de independencia.

​Un largo y complejo trabajo de historia conceptual produjo un valioso “Diccionario político y social del mundo iberoamericano”, que pretende “devolver al mundo ibérico su merecido papel en el planteamiento moderno de uno de los conceptos más básicos de la gramática política occidental”: el republicanismo (Javier Fernández Sebastián et al., 2009).

​En filosofía política, Eduardo Grüner, Roberto Gargarella, Cicero Araujo y André Singer han planteado “interrogantes relativas a la constitución de una república que haga honor a su nombre, como res publica, amenazada por el avance aparentemente incontenible de los procesos de privatización de la vida económica y social”.(Borón, de Vita, Álvaro (comps.) 2002, p. 8).

​De modo similar, han dialogado desde la región con las discusiones globales en torno a la renta básica (que en varios contextos es defendida desde marcos republicanos) economistas como Rubén Lo Vuolo y Julio Aguirre.

​Otra línea, de más reciente producción en América Latina y España, ha explorado las relaciones entre el populismo y el republicanismo (Torres Santana 2018; Luciana Cadahia y Valeria Coronel 2018; Julio Martínez-Cava Aguilar 2018), (Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero; José Luis Villacañas Berlanga).

​La escuela de la “historia atlántica” ha reconstruido las apropiaciones que del republicanismo hicieron los actores afroamericanos en busca de su libertad y en su participación en las guerras de independencia y en la creación de las repúblicas. Rebecca Scott y Ada Ferrer, para Cuba y Haití, y Marixa Lasso y James Sanders, para Colombia, han hecho aportes fundamentales en esta dirección.

​Otra vertiente de pensamiento republicano, distinta a las anteriores, tiene entre sus fuentes el marxismo crítico, y pensamientos en diálogo con el marxismo, como el de Karl Polanyi. Me detengo un poco en ella. En esta corriente, que tiene a E. P. Thompson como uno de sus grandes referentes intelectuales, se ubican autores como Ellen Meiksins Wood, Antoni Domènech, Silvia Federici, Peter Linebaugh, María Julia Bertomeu, Gerardo Pisarello, Daniel Raventós, Florence Gauthier, Jordi Mundó y David Cassasas, entre otros. Si los lees, verás que esta es la corriente a la que adhiero. Hace rato, muchos demandan reconocerla como una Escuela, por el grueso y calidad de su producción y lo distintivo de su propuesta. Uno de sus enfoques principales es que la pérdida de la memoria republicana del marxismo, incluyendo por supuesto al tan republicano Karl Marx (es extraordinaria la cantidad de buena, competente y revolucionaria bibliografía que demuestra ese perfil en Marx) es una tragedia de la que todavía el marxismo no se recupera del todo.

​(A propósito, no se trata solo del marxismo: como estoy seguro que te interesa Shakespeare, te sugiero Shakespeare and Republicanism, de Andrew Hadfield (2005), que revela cómo Shakespeare fue influenciado por los conflictos y el pensamiento político crítico de la monarquía en su tiempo. Hadfield cuestiona a fondo la imagen que se ha presentado del autor como pensador político conservador temeroso de la plebe —marca de todos los autores clásicos enemigos de la democracia, como Aristófanes—, y demuestra cómo su escritura emergió de un medio intelectual fascinado por las ideas republicanas. No tengo que decirte que Martí fue un devotísimo admirador del autor de Otelo.)

​Esta corriente republicana y marxista ha elaborado un muy largo y sólido argumento sobre cuáles son los cuatro elementos distintivos de la tradición revolucionaria del republicanismo democrático:

​1. La concepción fiduciaria sobre la propiedad;

2. La concepción fiduciaria sobre la representación política;

3. La concepción de la libertad como inalienable;

4. Una concepción específicamente democrática de la ley y el Derecho respecto a la libertad y la justicia.

​Esos cuatro elementos aparecen profusamente en los 26 tomos de las Obras Completas de Martí, siempre y con mucha claridad. Martí no puede ser más explícito respecto a cada uno de los cuatro. No son esas seis ideas que resumes de un solo texto suyo. Es toda su obra. La revolución de Martí, y con él la del pueblo de Cuba, se hizo por la democracia y por la república. Son tres conceptos indisociables entre sí.

​Respecto a Cuba, el primero que me enseñó a comprender mejor la república cubana de “entonces” fue Fernando Martínez Heredia. Lo que he hecho es analizarla con lo que algunos llaman, simplonamente, “luces y sombras”, pero que no es más que un programa crítico de investigación.  El centenario de la república, en 2002, abrió nuevos caminos para ese programa, gracias a los propios Fernando y Ana Cairo, y a otros autores como Eusebio Leal. Su entrevista “No podemos entender la revolución sin la república”, publicada en Temas en 2002, fue crucial en ese contexto.

​Por todo ello, lo que dices desconoce al menos las últimas décadas de producción global y nacional sobre el tema. Desconoce también cómo el término República ha sido recuperado (no se mencionó ese término por décadas, salvo para referirse al nombre del país) por una parte del lenguaje oficial cubano en torno a la Constitución recién aprobada en 2019.

​Un diálogo crítico supone comprender las bases del otro. Por eso, te he hecho visible aquí desde dónde hablo.

Resumiendo, el problema de fondo que le veo a tu texto es ese: ser concluyente sobre un paradigma sobre el que no tienes información suficiente para juzgarlo con justicia analítica. De ahí derivas otras consecuencias, que por ser derivación de lo primero no me parecen justas. Hay más cosas con las que no concuerdo en tu texto. Hay otras con las que sí y mucho. Pero este comentario ya es muy largo, y he preferido ceñirme al tema que considero más problemático en tu abordaje.

Un abrazo sincero para ti.

Reiterándote mis gracias por tu texto,

Julio César Guanche

P.D. Te copio en un comentario aparte un texto que publiqué el mismo día [28 de enero de 2020] que el texto que comentas. Es sobre el concepto de fraternidad republicana en Martí y ahí extiendo algunas de las ideas que has criticado en ese otro.

Fuente: https://www.patrias-actosyletras.com/republica-democracia-revolucion