Aunque había ya publicados algunos trabajos sobre Higinio Carrocera, de Quijano Líndez y Marcelino Laruelo entre otros, es cierto que todavía no existía la biografía extensa y detallada que merece, como pone de manifiesto Xuan Cándano en la introducción de Caerán bajo la espada (Fundación Anselmo Lorenzo, 2015). Fernando Romero García (Oviedo, 1965), periodista de […]
Aunque había ya publicados algunos trabajos sobre Higinio Carrocera, de Quijano Líndez y Marcelino Laruelo entre otros, es cierto que todavía no existía la biografía extensa y detallada que merece, como pone de manifiesto Xuan Cándano en la introducción de Caerán bajo la espada (Fundación Anselmo Lorenzo, 2015). Fernando Romero García (Oviedo, 1965), periodista de profesión y autor de varios libros de divulgación histórica, ha conseguido llenar el hueco con una obra que, setenta y ocho años después de su asesinato legal, hace al fin justicia al ‘Héroe del Mazucu’, un personaje fundamental de las luchas revolucionarias de los años 30 en Asturias y de la resistencia militar al fascismo en el frente norte de la guerra civil española. El título escogido hace referencia a una frase bíblica: «Los mejores y más justos de entre vosotros, caeréis bajo la espada.» El lector comprobará en seguida que resulta perfectamente apropiado.
El libro comienza describiendo la rápida expansión de las ideas anarquistas en España tras el viaje de Giuseppe Fanelli en 1868. En 1870 se realiza ya el primer congreso obrero en Barcelona, y el número de federaciones locales y sindicatos va aumentando exponencialmente a partir de entonces, aunque hay que decir que estas doctrinas no llegan a Asturias hasta la década de 1890, cuando se asientan sobre todo en los centros fabriles de Gijón y La Felguera. Esta última localidad había crecido a lo largo de la segunda mitad del siglo en torno a la industria siderúrgica fundada por el riojano Pedro Duro, que se había convertido en la más activa de España.
Los primeros años del siglo XX son de difusión de las ideas anarquistas en Asturias, gracias a personajes como José Valdés ‘El Esperteyu’, Ricardo Mella, Eleuterio Quintanilla, Pedro Sierra o Ángel García, y en 1920 se constituye la confederación regional asturiana de la CNT. Romero nos acerca a esta historia, en la que la Felguera tiene un papel destacado, y es precisamente en Barros, al lado de esta localidad, donde en enero de 1908 viene al mundo Higinio Carrocera Mortera en una familia propietaria de algunas tierras, aunque su padre trabajaba también de obrero metalúrgico. De niño vivirá Higinio la gran huelga de Duro Felguera de 1912 que se prolongó hasta el año siguiente. En esta época residía ya en Langreo el anarcosindicalista gijonés José María Martínez, que había conseguido fortalecer las tendencias ácratas en el concejo; en 1914 tras las protestas de la «huelga del pan» de ese año se vio forzado a exiliarse.
Higinio estudia algo con los frailes, pero deserta pronto y aún niño baja dos años de rampero a la mina. Después, con trece años, muerto ya su padre, entra de aprendiz en los talleres de laminación de Duro Felguera, donde se inicia en un activismo sindical que en un principio hace compatible con la práctica del fútbol. En los últimos años de la dictadura de Primo, con la CNT aún en la clandestinidad, no hay descanso para Higinio Carrocera, que empieza a militar también en la FAI, y en 1930 está entre los más involucrados en las movilizaciones de aquel año, convirtiéndose en la bestia negra de las fuerzas del orden por lo que al concejo de Langreo se refiere.
Con la llegada de la República, Higinio Carrocera sigue participando activamente en todas las luchas sociales, como la huelga de Duro Felguera del verano de 1931, con ocupación de la factoría por los obreros y una amenaza del gobernador de tomarla por las armas que no se atrevió a ejecutar; el paro se ganó. A partir de diciembre de ese año, la huelga de los nueve meses, con voladuras de puentes y líneas del tendido eléctrico, es un nuevo triunfo proletario. Carrocera, que es detenido varias veces estos años, lidera los grupos ácratas de Langreo, próximos a la FAI y su insurreccionalismo, y opuestos a los gijoneses, partidarios en su mayoría del reformismo treintista. Así, encabeza el intento de sublevación obrera que tiene lugar en diciembre de 1933 tras las elecciones del mes anterior que dan el poder a las derechas.
Por esas fechas comienza también la sustracción de armas de la fábrica de la Vega (Oviedo), que se transportan, en general a pie, hasta Langreo y allí se esconden bajo tierra. A José María Martínez, que viajó para ello desde Gijón, correspondió el honor de probar la primera ametralladora. La dinamita llegaba también generosamente de las instalaciones mineras, y las municiones, que escaseaban, se trajeron de Zaragoza. En los meses que siguen se fragua en Asturias una Alianza Obrera a la que los anarquistas felguerinos, que no veían claro el juego de la UGT, se oponen con bastante buen criterio. No obstante, la influencia de José María Martínez hace que la CNT acepte mayoritariamente el envite.
Octubre de 1934
Higinio Carrocera participó activamente en la revolución de 1934. A pesar de sus resistencias a la Alianza, los libertarios langreanos se suman al movimiento emancipador desde el primer momento, en la madrugada del 6 de octubre, e Higinio interviene en la toma de los cuarteles de la Guardia Civil de La Felguera y Sama. Hay guerra contra las instituciones, pero no contra las personas, tal y como siempre se proclamaba: se respeta la vida de curas, guardias y directivos de la Duro, que son puestos bajo arresto. El día 7 una asamblea multitudinaria en La Felguera decide adoptar el comunismo libertario como sistema de convivencia: el dinero es abolido y los medios de producción colectivizados. Esta forma de organización se extiende a localidades próximas, como Pola de Siero, Nava, Infiesto o Noreña.
Doscientos anarquistas de La Felguera acuden el mismo día 6 a Oviedo, donde la lucha continuaba. Allí Carrocera fuerza la rendición de la comandancia de los carabineros, comprometiéndose a respetar sus vidas, aunque luego serían asesinados por orden del comité de Turón, formado por socialistas y comunistas. Está después con sus hombres en el asalto a la fábrica de armas de la Vega, que es conquistada con un importante botín. Su último escenario de combate en el 34 será El Berrón, donde acude a intentar parar, junto a revolucionarios venidos de La Felguera, la acometida de las tropas que avanzaban desde Noreña al mando de Solchaga. Fuerzan estas la retirada de Carrocera y sus hombres, que se defienden con dinamita hasta que les sorprende la noticia de la capitulación en Oviedo de Belarmino Tomás ante López Ochoa.
La represión en Asturias es durísima con torturas sistemáticas y ejecuciones sumarias e Higinio Carrocera permanece huido por los montes varios meses, mientras se le abre expediente por «supuesto delito de rebelión militar»; después logra llegar a Zaragoza, donde es detenido el 6 de agosto de 1935. Saldrá de la cárcel del Coto de Gijón tras las elecciones de febrero de 1936, cuando encabeza un motín que pone en la calle a seiscientos presos.
Guerra Civil
Tras el congreso de Zaragoza de la CNT de mayo de 1936, en el que se consigue la reincorporación de los treintistas, la buena sintonía existente con la UGT da lugar a importantes huelgas, mientras el auge del fascismo en toda Europa y los rumores de conspiraciones en el ejército hacen que los músculos se tensen ante un enfrentamiento inevitable. En Asturias, los grupos de defensa confederal, liderados por hombres como Higinio Carrocera tenían fuerza sobre todo el La Felguera y Gijón y estaban preparados para cualquier eventualidad. Puede decirse que aguardaban expectantes que la hidra fascista levantara la cabeza para arrancársela de cuajo. Fernando Romero recuerda los nombres de los más comprometidos en ese momento.
El 19 de julio, se pregunta a los guardias civiles concentrados en el cuartel de La Felguera su postura ante la sublevación. Tras esto, algunos gestos hostiles por su parte desencadenan una lluvia de fuego que hace que se rindan en un par de horas. Todos los testimonios concuerdan en que se les trató humanamente. Acude luego Higinio con cuatrocientos más a Gijón, donde seguía la lucha contra los cuarteles alzados, al tiempo que Langreo se organiza según los principios libertarios y continúa la actividad en la factoría de Duro, que produce ahora camiones blindados y pertrechos de guerra.
El 20 de julio se fuerza la rendición en Gijón de tres bastiones facciosos: la fábrica de gas, el cuartel de la guardia civil de Los Campos y el fuerte del cerro de Santa Catalina, mientras la resistencia sigue en el cuartel de zapadores de El Coto y el de Simancas, que sólo caerán tras combates encarnizados el 16 y el 21 de agosto respectivamente. Estas acciones se resolvieron en gran parte gracias a la aportación de los ácratas de La Felguera, y fueron decisivas para Higinio Carrocera, que puso en ellas de manifiesto su capacidad para dirigir hombres en la batalla y comenzó a labrar su leyenda. Por otra parte, su empeño en evitar represalias entre los enemigos capturados le valió críticas de sus propios compañeros. El armamento conquistado resultaba precioso para lo que no había hecho más que empezar.
Tras acudir a Langreo para acabar de dar forma a un batallón de unos 500 combatientes, el 24 de agosto Higinio ya está en Salas para tratar de frenar a las columnas gallegas que avanzando desde la costa habían tomado los pueblos próximos de Malleza y Mallecina. Astucia, dinamita, coraje y poco más las harán retroceder hasta San Martín de Luiña. Después en Villafría, cerca de Pravia, es herido de gravedad, pero su recuperación es rápida. Participa en los esfuerzos por parar a las columnas que se dirigen a Oviedo, pero a principios de octubre, ya tras la militarización y al mando de una brigada con tres batallones, es destinado a Belmonte, donde permanecerá seis meses, poniendo en graves aprietos las comunicaciones de los facciosos.
En septiembre de 1937, la situación era delicada en el frente oriental asturiano, pues tras tomar Santander, los franquistas arremetían con fuerza. Higinio y la 192 brigada móvil que estaba a su mando son llamados allí. La batalla crucial se desarrolla a partir del día 8, cuando la I brigada navarra de los facciosos avanza desde Llanes tratando de forzar las posiciones leales del desfiladero del Mazucu, apoyada por bombardeos del Almirante Cervera y la Legión Cóndor. Su ímpetu es frenado en seco por los republicano que derrochando coraje y heroísmo, resistirán hasta el 15 de septiembre. El papel de Higinio Carrocera fue decisivo en esta batalla y tras verse obligados a retirarse, los mismos que lucharon a sus órdenes lo bautizarán como ‘El héroe del Mazucu’. A primeros de octubre estas tropas siguen combatiendo en el sector de Cangas de Onís.
El día 20 de octubre, cuando empieza la desbandada, Carrocera está en La Manjoya, en el frente sur de Oviedo, donde su brigada había sido destinada. Es convocado, y no sin resistencia, a la una de la madrugada embarca con los últimos en el Musel y lo hace en el Llodio, un vapor que tras corta singladura es capturado por los fascistas y conducido a La Coruña. Carrocera esconde su identidad, pero es reconocido en el campo de concentración de Muros de San Pedro y el 1 de enero de 1938 se le envía a la cárcel de Oviedo. Un nuevo expediente por «rebelión militar» se abre contra él, aunque los franquistas, conocedores de su prestigio, hacen un intento infructuoso de captarlo para sus filas. Tras firmar una declaración en la que admite su trayectoria, es condenado a muerte en una farsa de juicio y asesinado el 8 de mayo de 1938 en el cementerio de Oviedo
El ayuntamiento de Langreo decidió en 1990 dedicar una calle a Higinio Carrocera en su localidad natal de Barros, con una placa que homenajea al héroe del Mazucu, pero hay que decir también que en esta menguada democracia que padecemos, Higinio Carrocera y muchos como él siguen siendo, a efectos oficiales, reos de «rebelión militar» legalmente ejecutados.
Lecciones
Higinio Carrocera fue uno más de aquellos hombres que lo dieron todo por la construcción de un mundo solidario y fraterno, un mundo sin explotación, en un momento en que el sueño parecía al alcance de la mano. Y podemos afirmar sin dudas que nuestro langreano estuvo entre los mejores de ellos, por inteligencia, por coraje y por generosidad. Sólo treinta años le dejaron vivir y ese fue el premio por su implicación en una lucha que a todos nos afectaba. A los que chapoteamos en el cenagal que dejó el fracaso de aquello sólo nos queda recordarle como una luz que señala el camino. Caerán bajo la espada, tiene el mérito de haber puesto ante nosotros en toda su dimensión humana a un hombre extraordinario.
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