Queridos lectores: Estos días de atrás estuve en Milán, en la gran conferencia que organiza la Agencia Espacial Europea (ESA) cada tres años, el Living Planet Symposium (Simposio del planeta vivo). La sesión inaugural del congreso contó con la participación de altos cargos de la ESA, algunos representantes políticos y un chico joven cuya presencia […]
Queridos lectores:
Estos días de atrás estuve en Milán, en la gran conferencia que organiza la Agencia Espacial Europea (ESA) cada tres años, el Living Planet Symposium (Simposio del planeta vivo). La sesión inaugural del congreso contó con la participación de altos cargos de la ESA, algunos representantes políticos y un chico joven cuya presencia allá en el estrado, al lado de gente tan trajeada e imponente, resultaba un tanto chocante. Cuando por fin tomó la palabra, se identificó como un integrante de Fridays for future (FFF, Viernes por el futuro), el movimiento de protesta en defensa de la preservación del clima que está arrastrando a miles de jóvenes estudiantes por toda Europa y que pretende presionar a los representantes políticos para que tomen medidas decididas para combatir realmente el cambio climático. «La casa está en llamas», nos decía.
Observo con cierto recelo el creciente protagonismo de FFF, en detrimento de muchas otras organizaciones que llevan trabajando mucho tiempo y con más solidez en los mismos temas, o de otras también de nuevo cuño pero con planteamientos que son menos del gusto de nuestros dirigentes (por ejemplo, Extinction Rebellion). Me parece extraordinariamente positiva la capacidad de FFF de haber movilizado a mucha gente joven en tan poco tiempo, dándoles un proyecto ilusionante y motivador; pero el exceso de protagonismo que se les está dando -inmerecido por su falta de experiencia- me hace temer que el poder político y económico pretende manipular a FFF en su propio beneficio. Quizá no directamente, quizá no para hacerles decir lo que quieren oír; pero posiblemente sí desvirtuando el mensaje de FFF, de modo que con la excusa de que «están haciendo caso a los jóvenes» realmente implementen las medidas que quieren desplegar y que no son precisamente lo que FFF reclama. Para muestra, un botón.